Orlando Letelier del Solar fue, junto a José Tohá, el más importante y leal colaborador del Presidente Salvador Allende durante los tres años de gobierno de la Unidad Popular. Su figura es ya emblemática y concita el respeto de todos los sectores de nuestra sociedad, así como también es considerado un icono de la democracia en naciones extranjeras.
De hablar pausado, claro y amigable, poseedor de una honestidad a toda prueba tanto como de innegables capacidades profesionales y administrativas, se le conoció siempre como ‘el Canciller’. Pero, en verdad, era mucho más que ello pues poseía dotes políticas notables, de esas que hoy son tan escasas que resulta tarea ímproba intentar encontrarlas en nuestros actuales ministros y parlamentarios.
Hombre estoico, honesto y honrado a toda prueba (la dictadura gastó meses y millones de pesos intentando encontrarle alguna propiedad mal habida, concluyendo finalmente que todos sus haberes eran lícitamente obtenidos). De ideas sólidas, persona coherente y consecuente, de vida apacible en la que jamás se ufanó por sus conocimientos ni por sus éxitos, demostró un inagotable respeto y cariño por las gentes menos favorecidas económicamente, a las que entregó sin claudicaciones el total de sus esfuerzos y capacidades, hasta perder la vida por ello.
Nació en la ciudad de Temuco el año 1932, pero su familia se trasladó a Santiago donde Orlando Letelier cursó sus estudios secundarios en el Instituto Nacional. Tuvo un breve paso por la Escuela Militar, de la cual se retiró para ingresar, cuando tenía 17 años de edad, a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, en Santiago.
Su actividad política y profesional comenzó en aquella mítica Facultad, matriz principal desde donde han surgido relevantes hombres públicos. En lo académico, durante su estadía en la Universidad de Chile, se desempeñó como ayudante de las cátedras de Economía Política y Política Económica, realizando cursos de especialización en Derecho Económico en esa misma Facultad.
Ya titulado, en 1955 se incorporó laboralmente al Departamento del Cobre, entidad dependiente en esa época del Banco Centra, cuya función era intervenir en el mercado internacional del cobre y fiscalizar sus condiciones de producción y comercialización interna. Desde el inicio de su trabajo en aquella institución, ejerció funciones relacionadas con el estudio y análisis de los mercados del cobre en Europa y en la ex Unión Soviética, logrando en 1958 que se iniciaran los embarques de metal rojo a ese país.
En esa misma época, diciembre de 1955, contrae matrimonio con Isabel Margarita Morel Gumucio. De esa unión nacen sus hijos Cristián Alfredo, José Ignacio, Francisco Javier, y finalmente, Juan Pablo (actualmente Senador de la República).
A los 28 años de edad, Orlando Letelier obtuvo reconocimiento público (dentro y fuera de Chile) por su perfecto manejo en estas importantes materias, transformándose en un verdadero experto en las mismas. Sin embargo, cuando el año 1959 ingresó al Partido Socialista fue exonerado de inmediato del Departamento del Cobre. En ese momento Chile era gobernado por Jorge Alessandri Rodríguez, abogado y empresario derechista.
Pero, dada su excelente calidad profesional como abogado (la que demostró en su paso por la dependencia del Banco Central), recibió la invitación a integrar el equipo de analistas y expertos del BID (Banco Interamericano de Desarrollo), donde desempeñó una destacada labor en la gestión de financiamiento para países como Brasil, Bolivia, Colombia, Uruguay y Venezuela, cuyos gobiernos agradecieron oficialmente al Banco la estupenda labor realizada por Letelier.
Fue también Consultor de Naciones Unidas, responsable de la creación del Banco Asiático de Desarrollo, y en el BID alcanzó el vital puesto de Director de la División de Préstamos Internacionales.
El año 1971, el Presidente Salvador Allende lo designó Embajador de Chile en Estados Unidos, cargo desde el cual hubo de administrar las difíciles relaciones y negociaciones por la nacionalización de la gran minería del cobre que postulara el Presidente socialista, y que fuera unánimemente aprobada por el Congreso Nacional. Posteriormente, ya en 1973, el doctor Allende le designó sucesivamente en varios ministerios, como Relaciones Exteriores, Interior y, finalmente, Defensa, donde le sorprendió el golpe de estado militar derechista.
El carácter de traidor de Augusto Pinochet y su afán de venganza estaban más que claros. Aunque parezca paradójico, los que iban a ser sus víctimas (el Presidente Salvador Allende, el ex Comandante en Jefe del Ejercito Carlos Prats, y ministros de gobierno como el propio Orlando Letelier, así como gran parte del pueblo chileno), creyeron hasta pocos días antes del 11 de septiembre de 1973 que contaban con su apoyo y lealtad incondicional. Pinochet informaba falazmente que sus continuas visitas a las unidades militares eran para apaciguar a los exaltados generales Bonilla, Brady, Arellano y Carrasco.
Sin embargo, la historia demostró que la tarea encomendada resultó –para Pinochet- tener una misión opuesta: afianzar la organización del Golpe y la sedición entre los militares.
Conmocionado por la alta traición de Pinochet, el ministro de Defensa, Orlando Letelier, fue detenido y trasladado a la austral isla Dawson, donde se le recluyó durante nueve meses para luego ser enviado a la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea y al Campamento de Ritoque (en la costa de la Región de Valparaíso). Hubo de soportar tres simulacros de fusilamiento, el primero de ellos en el Regimiento Tacna, en Santiago, amén de torturas y aislamientos.
En septiembre de 1974, gracias a la fuerte presión internacional (particularmente la de Venezuela), la dictadura optó por deportarlo, siendo Letelier el primer preso político liberado gracias a los esfuerzos realizados en el exterior.
Comenzó su exilio en Caracas, trasladándose después a Estados Unidos donde llevó a cabo vitales funciones como representante del Chile democrático contra la tiranía pinochetista, lo que le significó perder la nacionalidad mediante decreto firmado por el dictador. Al enterarse de tan espuria y arbitraria medida, comentó: “yo nací chileno, he vivido como chileno y moriré chileno”. Durante dos años viajó incansablemente denunciando a la dictadura; declaró ante la Comisión Church del Senado de los EEUU sobre los atropellos que se cometían en Chile, y logró unir decisivamente la oposición internacional en contra del régimen totalitario.
Mientras tanto, en Chile, la Junta Militar había desmantelado las instituciones democráticas del Estado y se sostenía por una política del terror concreto y comprobable. Esa maquinaria del terror, con funcionarios pagados por el Estado, operaba a todo dar y con absoluta impunidad en Villa Grimaldi, en Colonia Dignidad, en las antiguas oficinas salitreras de Chacabuco y Baquedano, en Dos y Cuatro Álamos, en unidades militares, en naves de la Armada, en diversos puntos del país e incluso en el exterior, pues más allá de nuestras fronteras, en Buenos Aires, el ex General Carlos Prats fue asesinado junto a su esposa por un coche bomba instalado y detonado por agentes de la DINA.
Finalmente, el 21 de septiembre de 1976, once días después de serle quitada su nacionalidad mediante decreto firmado por Pinochet, Orlando Letelier, cuyo voz movilizó a miles en repudio a la dictadura, fue brutalmente asesinado junto a Ronni Moffit (colaboradora del Institute for Policy Studies), en una avenida de Washington DC, muy cerca de la Casa Blanca, destrozado por la explosión de otro coche bomba instalado por agentes de la DINA, entre los que destacaban Michael Townley, el teniente Armando Fernández Larios y un par de cubanos anticastristas.
Ese crimen de lesa humanidad había sido ordenado personalmente por Manuel ‘Mamo’ Contreras, el coronel Pedro Espinoza y el propio Pinochet, según confesaran el teniente de ejército Armando Fernández Larios y el agente DINA, el norteamericano Michael Townley, ante la justicia estadounidense en el proceso donde destacó la contundente acción del Fiscal federal Eugene Propper, principal acusador del magnicidio.
El pasado día 21 de septiembre de este año 2008 se cumplió el 32º aniversario del brutal asesinato de un hombre leal, honesto y valiente que dio la vida por Chile y la democracia. No hubo actos oficiales para recordarlo, ni tampoco la prensa llamada ‘seria’ destacó el hecho.
Nosotros, en estas líneas, recordamos con agradecimiento y emoción la enorme figura política y humana de nuestro inolvidable Canciller, Orlando Letelier del Solar, asesinado cobardemente por la mano predadora de la dictadura que interrumpió temporal y sanguinariamente el camino democrático de nuestro país para privilegiar intereses económicos extranjeros.
Y recordamos no sólo porque Orlando Letelier fue un hombre de intachable cometido político y humano, sino, también, porque lo peor que podemos hacer es olvidar y callar.
Arturo Alejandro Muñoz en Kaos en la Red