Charla con Celia Hart Santamaria
El 20 de octubre del 1927, nació en Encrucijada (provincia de Las Villas) Cuba, Abel Santamaría Cuadrado, un ángel de la Revolución cubana, o “el alma del Movimiento 26 de julio”, como el Comandante, Fidel Castro Ruz lo define.
Abel, espíritu celeste, como lo llama su sobrina, Celia Hart Santamaría, hija de la hermana mayor de Abel y una de las heroínas del ataque al Cuartel Moncada, Haydée Santamaría, llamada cariñosamente Yeyé, cumpliría 80 años en el 2007.
He visitado a Celia en su casa en La Habana para conversar con ella y de alguna forma conocer y honrar a este joven que inmoló su vida a los 25 años porque estuvo convencido que hacía falta cambiar la situación política de su país.
“Creo que la primera vez que escuché hablar de Abel Santamaría, fue justo de los labios del comandante Fidel Castro, yo tenía 4 años y fui a verlo con Celia Sánchez Manduley a su apartamento del Vedado, en la calle 11, y me reconoció diciendo que tenía la mirada inconfundible de mi tío, que no podía ser otra que la hija de Yeyé”.
“Mi madre no quiso contar mucho sobre los hechos dolorosos del Moncada, yo miré siempre hechizada las fotos donde mi tío aparecía sonriente con toda la familia.
El hecho que haya muerto tan joven, así entusiasta, tan generosamente dispuesto a sacrificarse para salvar lo que él mismo definió “el hombre de Cuba”, es decir Fidel Castro, me lo ha hecho siempre ver cómo un ángel protector de esta Revolución”.
Abel Santamaria nació en el Central Costancia (que hoy lleva su nombre) de dos emigrantes españoles a Cuba, (su papá fue jefe carpintero en el central); de pronto su vida se desarrolló conociendo la triste situación de los campesinos y de los obreros de la época, en un entorno rural e industrial al mismo tiempo y vislumbra la urgencia de cambio, escuchando en las reuniones sindicales las palabras del famoso “General de las Cañas”, Jesús Menéndez.
De este gran ejecutivo sindical, Abel supo absorber su inteligencia natural, su exigencia profunda de justicia.
Ávido de conocer más profundamente aquella Juventud Ortodoxa (sección juvenil del llamado Partido del Pueblo Cubano), que él sabe está obrando en La Habana , decide ir en la capital cubana para estudiar y trabajar.
Este fue el único partido que trató de hacer oposición a la corrupción de la partidocracia de la época y con el que se identificó la mayoría de la juventud cubana; Abel también empieza a participar en las actividades del grupo y convence a su hermana Haydée a seguirlo a La Habana.
Bien pronto alquilan un piso en 25 y O, que se transforma en un centro de reunión muy activo de la Juventud Ortodoxa , absolutamente decidida a poner punto final a la estructura podrida de la república neocolonial.
Abel y Fidel estaban hablando el mismo idioma, la necesidad de una revolución nacional libertadora. Sin conocerse y sólo después del golpe de estado del 1952 de Fulgencio Batista, se encuentran en sepelio de un compañero en el “Cementerio Colón” de La Habana.
Enseguida Abel reconoce en Fidel el líder, “el hombre de Cuba”, el único que podía regalar a su país la condición de libertad.
“Lo impresionante del carácter de mi tío fue su gran sentido de justicia, el pensamiento martiano casi natural, innato”.
“El dinero de la época de la casa del Vedado era muy poco, si se compraban los libros o las municiones y los fusiles, no se podía comer todos los días”.
“Pues no estamos hablando de revolucionarios cultos y preparados desde el punto de vista literario, fueron jóvenes puros, con un fuerte sentido de la justicia social, que fueron marcados por las evidencias del vivir cotidiano, por la corrupción generalizada; ellos llevaron dentro el deseo de cambiar las cosas con equidad”. Así Celia me habla del segundo hombre del Movimiento 26 de julio.
Sólo Fidel y Abel supieron todo el proyecto del ataque al cuartel, prepararon minuciosamente todos los detalles y justo para proteger a los otros compañeros no le dijeron nada hasta el último instante.
“Mi mamá me contó que aunque no supieron exactamente que este era el primer acto de su Revolución, fueron preparados para afrontar este paso, antes o después, y Abel dijo que después del primer acto habría sido más difícil vivir que morir, que ella tenía que vivir mientras probablemente a él le tocaría morir”.
“Y a pesar de las torturas que ella tuvo que padecer, el horror de ver los ojos de mi tío Abel sobre una bandeja, utilizados como chantaje para que denunciara a los compañeros, Haydée afirmó que los hombres no eran malos, ella en el Moncada entendió que era el sistema aquel que tenía que ser cambiado, no el hombre”.
Celia añade que Abel y los otros mártires del Moncada han quedado como almas protectoras de la Revolución, corazones enormes con grandes potencialidades que no se han podido realizar, figuras notables tronchadas al nacer.
“Y a pesar de que mi tío Abel haya sacrificado su vida, cumplió su objetivo de empezar la lucha, de abrir un camino y permitir que Fidel continuara vivo”.
“Mi mamá, también supo afrontar su dolor sacando de este una fuerza enorme, como afirma en la carta escrita a sus padres desde la prisión de Guanajay, dándole ánimo a mi abuela diciéndole que es una madre privilegiada, que tendrá siempre a un hijo joven que no envejecerá, que continuará siempre siendo bonito, con su fuerza y su ternura infinita”.
“Le dice que hace falta pensar en Abel de modo diferente, que él sigue estando junto a todos nosotros porque Fidel está vivo y puede hacer de Cuba lo que Abel deseó, que mi abuela deberá perpetrar lo que él estaba buscando, querer lo que tanto quiso y dedicarse a la defensa de aquellos que fueron la razón de su vida, es decir los trabajadores del Central y no sus dueños explotadores”.
Mientras Celia habla de este chico del Moncada no puedo dejar de pensar que Abel, Fidel, Haydée, Melba, esta descendencia preciosa del pueblo cubano han dejado la vía, con el ataque al cuartel Moncada, a una lucha permanente que continua después del 1959, después del triunfo de la Revolución Cubana , se ha reflejado en las luchas del Che Guevara y ahora más que nunca presente en la obra grandiosa de esta América Latina que está naciendo. Ellos, los iluminados de la suerte ya representaron aquel hombre nuevo que trató luego de enseñarnos el Che Guevara.
Cómo italiana y europea sólo puedo esperar que lo más pronto posible este germen rebelde pueda sacudir también los corazones y las almas de mi país, porque también en el seno de la Vieja Europa podemos darnos cuenta de que el neoliberismo ha fracasado, que sólo una consciente justicia social es el futuro de nuestro planeta, que para defender la revolución socialista es necesario luchar por la revolución mundial.
Quiero cerrar esta conversación con Celia sobre Abel con una frase del otro ángel protector de la revolución mundial, también muerto joven y siempre vivo, como Abel, puro y sin miedo, el Che Guevara, que nos recuerda que “vale, pero millones de veces más la vida de un solo ser humano que todas las propiedades del hombre más rico de la tierra”.
Ida Garberi- Miércoles 31 de Octubre de 2007
Ida Garberi es responsable del sitio en italiano de Prensa Latina