Libertad para los prisioneros del imperio
Una bandera con el reclamo de libertad para los cinco cubanos presos en
Estados Unidos por luchar contra el terrorismo ondea ya en la cima del
Aconcagua como gesto solidario de tres jóvenes argentinos.
Los alpinistas de la provincia de Neuquén, Santiago Vega, conductor radial y
televisivo; Aldo Bonavitta, empleado bancario, y Alcides Bonavitta, activista
social, alcanzaron ayer el llamado Techo de América, a seis mil 959 metros
sobre el nivel del mar.
Tras culminar exitosamente su hazaña llegaron eufóricos el domingo al
campamento Penitentes, primera escala del descenso, de acuerdo con el
comunicador neuquino Pablo Javier Fernández, quien a su vez recibió la
confirmación de Alejandro Miranda, el andinista de la provincia de Mendoza que
mantuvo el contacto con los intrépidos escaladores.
El estandarte llevado por ellos hasta la cumbre continental tiene el logotipo
creado por Gerardo Hernández, uno de los cinco antiterroristas cubanos.
El propósito de la expedición, de acuerdo con sus declaraciones, es unirse de
esa manera al clamor mundial por la liberación de Ramón Labañino, Gerardo
Hernández, Antonio Guerrero, Fernando González y René González y dar singular
divulgación a lo que la prensa cómplice calla.
Por el momento no se conocieron otros pormenores de la culminación de la
ascensión, pero Miranda afirmó que hoy podrá haber más información porque
habrá mejores condiciones de comunicación y podría incluso contarse con
algunas fotos.
De acuerdo con el programa de los andinistas, la expedición retornará el 18 a
la ciudad de Neuquén, a más de mil 100 kilómetros al suroeste de esta capital,
después de desafiar las temperaturas extremas y el peligro que conlleva un
ascenso de este tipo.
El majestuoso Aconcagua está ubicado casi en la frontera entre Argentina y
Chile, a 30 kilómetros (un día y medio a pie) de Puente del Inca, y forma
parte del llamado circuito mundial de las "Siete Cumbres".
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Atilio A. Boron: “Los 5” en el techo de América
El 10 de Enero tres jóvenes andinistas argentinos, de la provincia del
Neuquén, hicieron cumbre en el Aconcagua, el pico más alto de América que se
eleva a 6.959 metros sobre el nivel del mar. Esta verdadera hazaña, realizada
por Santiago Vega, conductor radial y televisivo; Aldo Bonavitta, empleado
bancario, y Alcides Bonavitta, activista social, tuvo un objetivo político tan
claro como noble: expresar la solidaridad del pueblo argentino con la causa de
los cinco luchadores antiterroristas cubanos, mantenidos en prisión por el
imperio durante once años, en condiciones que ni siquiera se le aplican al más
feroz criminal serial de ese país. Condenados, además, mediante juicios
absolutamente viciados que torna el encarcelamiento de los cinco una afrenta
al debido proceso y el imperio de la ley. Ramón Labañino, Gerardo Hernández,
Antonio Guerrero, Fernando González y René González fueron injusta e
ilegalmente encarcelados, y su caso constituye un rotundo mentís a la
pretendida lucha contra el terrorismo que dice librar Washington.
El caso de “los cinco” revela como pocos los alcances de la putrefacción moral
del imperio. Si están presos en Estados Unidos es precisamente por haber
luchado contra el terrorismo. En cambio, disfrutan de la libertad terroristas
probados y confesos como Orlando Bosch Ávila y Luis Posada Carriles,
responsables de la voladura del avión de Cubana de Aviación causante de 73
muertes, habiendo sido el primero de los nombrados beneficiados con un indulto
presidencial es porque Washington ampara y protege al terrorismo, como en su
momento lo hizo con Osama bin Laden, Saddam Hussein, Videla, Pinochet y la
tenebrosa red de mercenarios que en el marco del Plan Cóndor desapareció y
torturó a casi medio millón de latinoamericanos.
La reclusión de los héroes antiterroristas cubanos es un escándalo cuya
inmoralidad denuncia a los gritos que a Estados Unidos no le interesa en lo
más mínimo combatir al terrorismo y que su prédica en este sentido es una
monumental hipocresía. Si Barack Obama quiere ser fiel a la memoria de quien
en su discurso de Oslo considerara como uno de sus mentores, Martin Luther
King, debería indultar a “los cinco” ya mismo y rechazar con firmeza y
dignidad la gritería de la mafia terrorista enquistada en las principales
agencias y departamentos de los tres poderes del estado norteamericano. Mafia,
además, articulada con la derecha radical y los grandes intereses del complejo
militar-industrial, opositores intransigentes a cualquier iniciativa
medianamente progresista que quisiera poner en práctica quien llegara a la
Casa Blanca seduciendo al electorado con sus promesas de cambio y su consigna
de “Sí, podemos.”
Si Obama no indulta a los luchadores antiterroristas, como lo exige la
comunidad internacional -y lo reclama la bandera que los valientes andinistas
neuquinos enarbolaron en la cumbre del Aconcagua-, es porque o bien su
integridad moral está carcomida por insanables flaquezas (lo cual es gravísimo
para un Premio Nóbel de la Paz ) o porque carece de la audacia y valentía
necesarias para enfrentarse con el “gobierno permanente” de Estados Unidos: el
fatídico complejo militar-industrial que es quien realmente rige los destinos
de ese país haciendo de la tan exaltada democracia norteamericana una burla
sangrienta. La insanable degradación moral del imperio y del nuevo elenco
gobernante brotó como el pus cuando meses atrás el Departamento de Estado negó
la visa de ingreso temporario a Estados Unidos a Adriana Pérez O’ Conor ,
esposa de Gerardo Hernández Nordelo. En esa farsa legal montada en Miami con
el consentimiento de Bill Clinton, de George W.Bush y, ahora, del Premio Nóbel
de la Paz , Gerardo fue condenado a dos cadenas perpetuas más quince años de
prisión. Como si tamaña monstruosidad penal no fuera suficiente la “justicia”
estadounidense le prohibió, a lo largo de once años, la visita de su esposa,
algo que no se lo niegan siquiera al peor criminal confinado en sus cárceles.
En este infame episodio, digno de figurar como un nuevo capítulo del memorable
libro de Jorge Luis Borges, Historia Universal de la Infamia , la actual la
Secretaria de Estado Hillary Clinton declaró para justificar lo injustificable
que la visita de Adriana “constituye una amenaza a la estabilidad y seguridad
nacional de los Estados Unidos”. Pocas expresiones pueden superar a ésta a la
hora de demostrar la podredumbre moral del imperio. Ojalá que la proeza de
Santiago, Aldo y Alcides en el Aconcagua sirva para que Obama tome conciencia
del universal descrédito en que está cayendo por mantener la política de sus
predecesores en relación a dos temas clave: el injusto encarcelamiento de “los
cinco” y el mantenimiento del criminal bloqueo en contra de Cuba.