Opinión

PANORAMA INTERNACIONAL

Irán: las percepciones erróneas del enemigo

Las últimas estimaciones de la inteligencia estadounidense desbaratan los argumentos de la administración Bush sobre las capacidades atómicas del régimen iraní.

 

DEMONIZACIONES. MAHMOUD AHMADINEJAD

Dieciséis agencias de inteligencia de Estados Unidos parecen haberse empeñado en modificar su propio historial de apresuramiento y de manipulación política de su trabajo en cuestiones sensitivas de paz y guerra. Esa intención aparece, al menos a primera vista, detrás del último informe conjunto —denominado Estimación de Inteligencia Nacional (ENA)— con el que esta semana informaron que Irán había detenido su programa nuclear militar en 2003.

Cualquier acción en esa dirección merece ser bienvenida porque mucho depende, en materia de preservación de la paz internacional, de lo que esos organismos contribuyen al proceso de decisión del hegemón militar del planeta. Hay exceso de pruebas acerca de la torpeza —algunas veces propia de lo inasible de la tarea, otras incentivadas por el poder político— y el apresuramiento que sirvieron para desatar desastres como la invasión de Irak, desastres de la clase que pudo haber sido evitada con política y diplomacia.

En los meses previos al desembarco de las tropas estadounidenses, esas mismas agencias se tomaron apenas 19 días para asegurarle a su gobierno —y de paso al resto del planeta— que Saddam Hussein poseía un ejército equipado con armas químicas que estaba en la búsqueda activa de capacidad nuclear bélica. Nada de eso era cierto, según se comprobó después.

En 2005 la anterior versión del ENA sobre Irán concluyó con la afirmación taxativa de que ese país tenía en funcionamiento "un programa de enriquecimiento de uranio destinado a desarrollar su capacidad atómica militar". El mayor soporte de esa afirmación, se sabe ahora, fue el contenido del disco duro de una computadora portátil de un científico iraní, obtenida por la inteligencia de Washington, que aludía a dos programas que parecían ser parte no solo del desarrollo del enriquecimiento de uranio sino del diseño de una cabeza nuclear que pudiera ser transportada por los misiles en dotación de Irán.

Sobre este análisis, cuanto menos precario, han transcurrido los últimos dos años de permanentes vísperas de una acción militar occidental contra Irán que, en algunos momentos de los pasados meses pareció inevitable.

También ha servido para llevar adelante una campaña intensa de demonización del régimen político iraní, una teocracia islámica, y de sus dos principales exponentes, el ayatola Ali Khamenei y el presidente Mahmoud Ahmadinejad. Apenas en octubre pasado el presidente George W. Bush aseguró que la pasividad frente al "programa atómico" de Irán podía llevar a "una nueva guerra mundial".

Ahora, las mismas agencias acaban de producir lo que los historiadores llaman ya el más importante auto-desmentido del que se tenga memoria al señalar que Irán interrumpió su programa atómico en el 2003. Más aun: el mismo texto concluye que si Teherán decidiera hoy mismo retomar aquel proyecto sería difícil que pudiera obtener su cometido antes del 2015.

Este nuevo informe —basado en información nueva que incluyó desde el contenido de reuniones de trabajo de funcionarios iraníes, hasta un diario llevado por uno de los científicos— no conoció la luz antes de un año de elaboración.

Cada paso parece haber sido dado con cuidado extremo. Por ejemplo, las agencias integraron lo que llaman "equipos rojos" de sus analistas para disputar las conclusiones y determinar si era posible que el nuevo material obtenido pudiera ser "inteligencia falsa" deliberadamente proporcionada por los iraníes. La versión final pasó todas las pruebas.

Es interesante notar aquí dos datos. El primero es que el año en que Irán detuvo su programa es el mismo en el que los transportes y blindados de la coalición anglo-norteamericana ingresaron en Irak. Es más que una mera coincidencia y se opone a la idea de torpeza iraní que se ha difundido en Occidente. La teocracia iraní podrá ser en muchos aspectos incomprensible y hasta repudiable para muchos, pero sus protagonistas no tienen por costumbre mascar vidrio. La continuidad en el poder desde la revolución islámica de 1979 debería revelar muchas más cosas acerca de lo que hacen y cuáles límites están dispuestos a vulnerar.

En esto resuena una advertencia de Ray Takeyh —un académico de Yale experto en la región— quien en su muy interesante y reciente libro ("Irán oculto: Poder y Paradoja en la República Islámica") sostiene que en la raíz misma del forcejeo entre Occidente e Irán "está la percepción errónea del enemigo". Takeyh llama a una evaluación nueva, fresca e imparcial de los expertos sobre el fenómeno iraní para hallar nuevas fórmulas de solución.

El segundo dato que conviene no dejar pasar desapercibido es que Bush decidió levantar el espectro de una "tercera guerra mundial" en octubre pasado y eso es dos meses después que los directores de las agencia de inteligencia le anticiparan lo que iba a contener el nuevo informe ENA. Con lo cual confirma —por si esto fuese necesario— que el uso de la inteligencia que hace su gobierno depende de que esta respalde sus postulados. De otra forma no sirve.

¿Qué nos dice esto? En principio que este informe nuevo no está llamado necesariamente a modificar la agresiva postura del Washington oficial respecto de Irán. Y también de cómo a Bush se le ha puesto cada vez más difícil tomar decisiones en materia de paz y de guerra desde el fiasco iraquí y la certeza de que está en el último año de su último mandato. Es útil pensar también en quienes dentro del propio juego político estadounidense están generando condiciones para reducir lo que al republicano le queda de poder entre las manos.

Copyright Clarín, 2007.

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