Peter Munk, Cristina y las tres banderas
Esta semana volverá al debate parlamentario la ley de glaciares, sancionada
por amplia mayoría en 2008 y luego vetada por Cristina Fernández, tras las
presiones de las corporaciones mineras. La relación de las empresas mineras
con los Kirchner es de larga data, como lo ha reconocido varias veces la
propia presidente. Pero nunca ha sido tan visible como ahora: la agenda de los
últimos años ha estado cargada de encuentros con la Barrick Gold, siempre con
los Gioja como maestros de ceremonias. A la par de esos contactos, el gobierno
ha sostenido una política activa a favor del sector, que concentra a grandes
empresas, en su mayoría de capitales norteamericanos y británicos. El
contenido del proyecto kirchnerista abre serios interrogantes sobre el
carácter nacional y popular de su política, tema tabú para los medios
oficialistas.
El miércoles 14 de julio, la Cámara de Diputados volverá a tratar una norma
sobre la protección a los glaciares. El debate se da en un marco de una
creciente disputa a nivel mundial por el agua, un bien cada vez más escaso en
calidad y cantidad.
En octubre de 2008, el Congreso nacional sancionó una ley impulsada por Marta
Maffei y Miguel Bonasso, destinada a la “protección de los glaciares y del
ambiente periglacial, con el objeto de preservarlos como reservas estratégicas
de recursos hídricos y proveedores de agua de recarga de cuencas
hidrográficas”. El objetivo principal de la ley era detener las actividades
mineras en la Cordillera de los Andes. A partir de la reforma al código minero
de los 90, en nuestro país existe una avanzada territorial de la “diplomacia
económica”, que lleva a preguntarse si no estamos viviendo un nuevo Potosí,
del siglo XXI. Las actividades mineras, con su paradigma productivo de cielo
abierto y lixiviado con cianuro, trae graves efectos para la salud de las
personas, la integridad del paisaje y las producciones regionales. Entre las
consecuencias más nocivas está la contaminación de grandes cantidades de agua,
el recurso principal de la explotación.
Sin abundar en argumentos, y en medio de numerosos encuentros con las empresas
del sector que son, a su vez, corporaciones gigantes a nivel mundial, la
presidente Cristina Fernández de Kirchner vetó la ley a pocos días de
sancionada, en noviembre de 2008. Después, el senador oficialista Daniel
Filmus presentó otro proyecto de ley, idéntico en muchos aspectos al de Maffei
y Bonasso pero muy distinto en asuntos claves: fundamentalmente, en el alcance
del patrimonio a proteger, lo que lleva a especialistas a caracterizar que “la
posible sanción definitiva de este proyecto de ley resulta un insalvable
escollo jurídico porque termina de legitimar las actividades actualmente en
ejecución sobre las áreas que supuestamente protege. Es decir que resulta
preferible, para eventuales acciones judiciales que busquen la protección de
los glaciares y el ambiente periglacial, que no exista ninguna norma antes que
la sancionada por el Senado”, como señalan Javier Rodríguez Pardo, de la Unión
de Asambleas Ciudadanas y Enrique Matías Viale, presidente de la Asociación
Argentina de Abogados Ambientalistas (AAdeAA). Esta última organización
realizó un estudio comparativo entre ambos proyectos de ley, con conclusiones
lapidarias sobre las intenciones de Filmus.
Sin embargo, el proyecto oficialista fue aprobado en Senadores en octubre del
año pasado y ahora llega a Diputados para enfrentarse al de Bonasso, que
mantiene su propuesta original y viene disparando munición gruesa contra
Filmus y el gobierno, de quien fuera aliado hasta hace poco tiempo.
Relaciones carnales
El 26 de junio pasado, en ocasión del viaje a la reunión del G20 en Canadá,
Cristina Fernández participó de una reunión de cuatro horas organizada por el
CEO de la Barrick, Peter Munk, un octogenario de vasto curriculum en los
grandes lobbys y negocios internacionales, vinculado, entre otras historias, a
la matanza de miles de personas en Congo, Ruanda y Burundi. Si bien fue
difundida en la agenda oficial de la Presidencia, la reunión con el presidente
de la Barrick no fue tan comentada en medios oficialistas, que sí destacaron
los aplausos que le brindaron los trabajadores de la Confederación Sindical
Internacional en Vancouver y la corrida por izquierda a Sarkozy en el foro del
G20. Tal vez prefirieron no comentar la foto en la que se veía a Munk,
Cristina, y detrás suyo, las banderas de Canadá y Argentina y al mismo nivel,
la de la Barrick.
No fue este el primer contacto de alto nivel entre las partes, como ella misma
lo recordó en la posterior conferencia de prensa, donde se refirió a los
directivos de la compañía con familiaridad. De acuerdo a la desgrabación del
sitio oficial de la Presidencia, Cristina explicó textualmente que “cuando
Piterman (sic) me visitó allá por el 2008, creo, si mal no recuerdo, era un
proyecto que estaba demorado hacía unos años y pudimos finalmente arribar a un
acuerdo entre Chile y Argentina para que este proyecto se llevara adelante y
fuera aprobado por el Bord de Barrick, que, como ustedes saben, es la
principal minera de oro en el mundo”.
En abril del año siguiente la presidente Fernández de Kirchner recibió a Munk
en la Casa de Gobierno. Poco después, en mayo de 2009, Aaron Regent y Kevin
Dulcinsky -dos altos funcionarios de la compañía que también estuvieron este
26 de junio en el hotel Westing Harbour Castle de Toronto- volvieron a visitar
la Casa Rosada y desde allí anunciaron la puesta en marcha de Pascua Lama.
Unos meses más tarde, en septiembre de 2009, Cristina visitó el Council of
Américas, en Estados Unidos, y volvió a encontrarse con directivos de la
Barrick, a los que agradeció públicamente, recordando que “es la inversión
minera más grande del mundo pero con una novedad: es el primer proyecto minero
a escala global de carácter binacional, no es un proyecto en donde la Barrick
negocia con Argentina únicamente, sino que es un proyecto entre Argentina y
Chile como ente binacional, que realmente ha demandado un diseño institucional
sin precedentes en la historia minera internacional”.
Apenas unas semanas después, a fines de octubre de 2009, Cristina colocó una
ofrenda floral en la tumba de O’Higgins junto a su par chilena, Michelle
Bachelet, donde recordó al patriota chileno, a San Martín y firmó el Tratado
Binacional de Maipú. En la oportunidad volvió a destacar que “Pascua Lama es
un caso único en el mundo, donde además lo novedoso es la ingeniería
institucional que implica un gran esfuerzo de ambos países porque en minería
nunca se había hecho una cosa así en el mundo. Habían diferencias y luego
pudimos ponernos de acuerdo para llevar las cosas adelante”.
Con este recorrido, no llama la atención el último encuentro de Toronto, donde
tal vez se charló de la inminente discusión del proyecto de Filmus, que el
oficialismo presenta como “superador” a pesar de las críticas que se le hacen
desde los más diversos sectores.
volver