Hace un año que se nos fue Benedetti y como pasa con la gente imprescindible
su voz sigue nombrándonos, vivo en cada uno de los rincones, en la
cotidianidad, en la lucha, en el sueño, en el viento...
“Vuelvo / quiero creer que estoy volviendo / con mi peor y mi mejor historia
/ conozco este camino de memoria / pero igual me sorprendo” dice Mario
Benedetti en Quiero creer que estoy volviendo. Pero es que él no se fue
nunca, porque no puede extinguirse el sol en una mañana, ni la brisa en la
Cordillera, ni el llanto en una despedida, ni las palomas de las plazas, ni
el amor en la lucha... Compañero de sueños, de caminos, de vida, Mario
Benedetti (Paso de los Toros, 14 de septiembre de 1920 - Montevideo, 17 de
mayo de 2009) tiene la exacta dimensión del hombre, porque su voz cálida y
solidaria se fue anudando en las cotidianidades, en las lecturas y en las
ganas de volar las libertades de los pueblos y sus gentes. Aprendimos a
quererlo en el amor, en la complicidad de un poema que nos recordaba a otro
a otros y viceversa.
Benedetti está vivo cuando lo recitamos de memoria para enamorar y
enamorarnos de la vida y sus cruzadas. Está aquí, entre el ruido de las
calles, en las plazas con sus pañuelos blancos, en los ojos niños, en las
oficinas que pronuncian las cotidianas derrotas, en la esperanza y en el
futuro que viene y viene sin pausa.
Letras de osadía
Sus letras, son las de la rebeldía, las libertarias, las que ondean en los
mástiles de las escuelas, las que surcan los mares y otras humedades. Autor
de más de ochenta libros, traducidos a alrededor de veinte idiomas,
Benedetti fue un hombre comprometido con su tiempo, con los pueblos, con las
libertades sin cortapisas.
Gracias por el fuego (1965), Primavera con una esquina rota (1982),
Geografías (1984), La borra del café (1992) y Andamios (1996), son algunas
de sus novelas, en las que el ser humano, con sus esquinas pobladas de
fantasmas y miedos, de alegrías y esperanzas, se asoman a las rendijas y a
las cotidianidades. Marcado a cal y canto por el exilio, Benedetti edificó
en su obra literaria a las mujeres y hombres que somos, estos que lo leen y
lo sienten, sabiéndolo a él hecho de los mismos sueños y las mismas ganas.
Los Inventarios recogen casi toda su obra poética, mientras que sus obras de
teatro (El reportaje, 1958; Ida y vuelta, 1963; Pedro y el Capitán, 1979 y
El viaje de salida, 2008) aunque tal vez sean menos conocidas, le dan la
talla de un intelectual en todas las dimensiones posibles, además fue un
incansable cuentista y un ensayista profundo, sencillo y liberador.
Es por esto que a Benedetti no es posible decirle adiós, sino bienvenirlo
siempre, saludarlo como quien se toma un café con un entrañable amigo,
guiñarle un ojo cuando le damos la vuelta a la esquina, haciéndolo cómplice
de lo más y mejor que nos habita.
Es cierto que con él morimos un poco, pero en este año de ausencia
aprendimos a revivirlo en sus versos, en el joven que fue Juan Ángel, en la
Tregua que vino después y que sigue desnudándonos y mostrándonos las
heridas.
Benedetti, presente
Ya se preparan en toda Nuestra América diferentes encuentros para celebrar
su vida. La que siempre estará de este lado de la orilla, donde atracan los
barcos de amplias velas, los que han navegado con el sol a medio cielo
haciendo de la libertad la más alta bandera. Al entrañable amigo del amor
adolescente y del que vino después, aprendimos a leerle entre los pliegues
de la alegría y la reflexión honda y desgarrada del que está obligado a
partir, solo con sus recuerdos, con las nostalgias de los roces, las voces y
los rostros. Así seguimos los que nos hemos quedado sin él, pero con él a
cuestas, entre los brazos, abrazándolo desde antes y ya para siempre.
Bienvenida a Benedetti
“Se nos fue Benedetti, sin querer claro, como se va casi siempre la gente
más querida. Pero él está y estará siempre en los ojos de los amantes que se
descubren en el roce, en la patria hecha girones de exilios y miedos, en la
esperanza, en la magia, en los pasos y en lo más y mejor de los seres
humanos. Está y estará siempre, siempre que haya manos que palpen su papel y
sepan desnudar y desnudarse. Está, porque no es posible que no esté. Estará
donde están los poetas, esos desterrados de la República que andan cantando
y contando sueños y verdades, esos que saben edificar el mundo que
necesariamente habrá de ser.
Pertenece al presente irrevocable de los enamorados de la vida, de esas
otras y otros que sabrán decirlo y hacerlo suyo, como lo hicimos los jóvenes
que fuimos y que aprendimos a saberlo poeta en todas las humanas pasiones.
A Benedetti hay que bienvenirlo en las entrañas, en las manos, en las
sábanas, en el sonido del sol naciendo, en la noche con y sin estrellas, en
la risa, en el dolor, en lo entero de nuestras humanidades. Hay que aprender
a reconocerlo en las rebeldías, porque allí anidará su voz, así como en los
amores donde susurrará sus versos. Benedetti poeta amado, incansable quijote
de sueños con todo y sus alforjas llenas de adioses, estará siempre de este
lado del mundo, en la orilla de los vencidos que venceremos, donde
volveremos a leerlo una y otra vez para confirmar su paso y sus
convicciones, las nuestras, donde también sueñan Cortázar, Martí, Nazoa, el
Che, Camilo y todas y todos los que supieron hacer de la palabra una
trinchera de lucha, un fusil de margaritas”.
Daniela Saidman