El uno de mayo de 1945 sostuvo la bandera
soviética en lo alto del Reichstag
Abduljakim Ismaílov, un ex oficial del ejército soviético, falleció esta
semana en la aldea daguestana de Jagar-Otar, en el Cáucaso del Norte. Tenía
93 años. Había nacido en Jasavyurt, en la frontera de Dagestán con
Chechenia. Ismailov era el tercer protagonista, y el último vivo, de la
célebre instantánea con la que el fotógrafo Evgeni Jaldei inmortalizó la
toma de Berlín por el ejército soviético, el uno de mayo de 1945.
El primero fue el propio Jaldei, el autor de la foto en la que los soldados
soviéticos aparecen enarbolando la bandera de la URSS sobre el Reichstag de
Berlín. Jaldei, un judío de Donetsk, falleció en 1997. El segundo fue el
soldado ucraniano Aleksei Kovoliov, fallecido aquel mismo año, que es quien
sostiene la bandera. Ismaílov es el que aparece con gorra de plato,
aguantando a Kovoliov para que no pierda el equilibrio.
Cuando la foto se hizo, un día lluvioso y tras una ascensión complicada por
un edificio arruinado y resbaladizo por los charcos de lluvia y sangre que
había por doquier, ninguno de los tres podía sospechar la relevancia de
aquello. La foto dio la vuelta al mundo e ilustró el segundo tomo de la
enciclopedia soviética de fotografía, pero ellos no se convirtieron en
leyenda hasta mucho más tarde.
Cinco años antes de su muerte, Jaldei me explicó en su destartalado piso de
Moscú que en 1985 se había encontrado con Kovoliov que le confesó su drama
de héroe anónimo. "Cuando explico que yo soy el que sostiene la bandera
soviética sobre el Reichstag, noto un escepticismo socarrón alrededor", le
dijo el ucraniano. Nadie se lo creía. De Ismaílov, Jaldei no me contó nada
más que era daguestano. Como en Dagestán hay 29 nacionalidades y en aquella
épica las relaciones nacionales estaban al rojo vivo en el Caucaso, le
pregunté a Jaldei por la nacionalidad exacta de Ismailov. El fotografo me
respondió, algo irritado, que ni lo sabía ni le importaba. "Entonces todas
las naciones de la Urss eran hermanas, y nadie se fijaba en esas cosas",
dijo. Al parecer Ismaílov tuvo que esperar a 1996 para ser reconocido y
celebrado como uno de los tres.
En realidad ninguno de ellos fue más héroe que el anónimo "soldado Iván",
genuino vencedor de la guerra, que se decidió en el Este. Allí lo que tuvo
lugar fue un pulso a vida o muerte, pues los nazis consideraban a los
eslavos en los últimos peldaños de su escalera racista y no preveían ningún
futuro para ellos en el orden nuevo. El destino de Rusia era disolverse en
toda una serie de protectorados y seudoestados bajo la batuta de la "raza
superior", una actitud muy diferente al respeto que Hitler sentía hacia
británicos y franceses, por ejemplo.
En el frente del Este, las ciudades y los pueblos eran destruidos,
frecuentemente con sus habitantes. Murieron uno de cada cuatro habitantes de
Bielorrusia, uno de cada tres de Leningrado, Pskov y Smolensk. En total más
de 27 millones de soviéticos cayeron en la guerra concluida en Europa el 8
de mayo de 1945.
El Tercer Reich perdió en el frente del Este diez millones de soldados y
oficiales muertos, heridos y desaparecidos, 48.000 blindados y vehículos de
asalto, 167.000 sistemas de artillería. 607 divisiones fueron destruidas.
Todo ello representa el 75% de las pérdidas totales alemanas en la Segunda
Guerra Mundial. Para hacerse una idea, en las playas de Normandía,
recordadas en Occidente como cenit de la gloria militar aliada en el frente
del Oeste, se registraron 10.000 muertos, 4.300 de ellos británicos y
canadienses y 6.000 americanos. En las grandes batallas del Este, los
muertos se contaban por centenares de miles. En la batalla de Moscú
participaron unos tres millones de soldados y 2.000 tanques. La URSS utilizó
allí la mitad de su ejército, Alemania una tercera parte. Ismaílov fue uno
de esos Ivanes, aunque menos anónimo que otros. Gracias a una foto.
Rafael Poch
La Vanguardia