Frente al categórico triunfo de Evo Morales, con el 67% de los votos, en el reciente referéndum, los sectores más reaccionarios de la burguesía boliviana, apoyada por EEUU, se han lanzado abierto al objetivo de hacer estallar una guerra civil y lograr el derrocamiento del gobierno. Grupos de choque fascistas han llegado a bloquear caminos, saqueando todo lo que encuentran a su paso, y saboteando las redes de gas, atacando además a los habitantes de los barrios más humildes y a los campesinos pobres –en general de origen indígena- que apoyan a Evo, provocando en Pando una verdadera masacre, con hasta el momento más de 17 muertes y un sin número de heridos.
Es innegable el papel que ha jugado en esta conspiración el embajador norteamericano Philip Goldberg, acertadamente expulsado de Bolivia, puesto que viene proveyendo apoyo político y económico a los prefectos (gobernadores) separatistas, por cuanto mas allá de cualquier declaración sobre la lucha por un presunto federalismo, aquí realmente está en juego la importante riqueza gasífera de Bolivia, a la que se une el problema de la tenencia de la tierra, ya que las principales cabezas de la oposición son los grandes terratenientes, que no están dispuestos a aceptar ni una mínima redistribución de la riqueza.
Pero no las tienen todas consigo. No obstante las actitudes tibias de Evo Morales, que ni siquiera ha tomado medidas contra los grupos fascistas, que actúan como paramilitares, los movimientos campesinos, sindicales y sociales han llamado a la movilización, muchos de ellos exigiendo que se les entreguen armas para enfrentar la reacción oligárquica, con la cual no se puede conciliar. En realidad estaban tomando la antorcha siempre encendida del Che, que permanentemente nos repetirá que no alcanza con llegar al gobierno, sino que hay que tomar el poder, cuestión muy difícil de lograr solo con elecciones a referéndum.
Este es el gran desafío que tiene por delante el gobierno: cede ante la presión imperialista y la burguesía nativa, o ser capaz de tomar la decisión de romper con posiciones vacilantes o conciliadoras e ir más a fondo con las necesarias transformaciones estructurales, como la reforma agraria o adjudicar la dirección de las empresas nacionalizadas y las minas a los trabajadores. Para ello es imprescindible la convocatoria inmediata a la más amplia movilización y organización popular a todo nivel, desde cada barrio, región, empresas y centros mineros, defendiendo, incluso con las armas en la mano, su derecho a construir una sociedad más justa, solidaria, socialista.
No hay un tercer camino, ni para Bolivia, ni para Venezuela, también acosada por el Imperio del Norte, como se pretende desde posiciones socialdemócratas o falsamente progresistas: o el poder de la burguesía local, como socia del imperialismo, o el poder de los trabajadores y demás sectores populares en lucha. Nosotros desde el PCT queremos la paz y la felicidad de los pueblos, pero ellas no son posibles sin aplastar a la reacción que promueve la guerra y la infelicidad de los mismos.
NO AL GOLPE DE ESTADO. RESPETO A LA VOLUNTAD POPULAR.
FUERA EL IMPERIALISMO DE BOLIVIA Y DE AMÉRICA LATINA.
SOLIDARIDAD CON LA LUCHA DEL PUEBLO BOLIVIANO POR SU DEFINITIVA LIBERACIÓN NACIONAL Y SOCIAL.
Partido Comunista de los Trabajadores