Un sondeo del semanario Newsweek, difundido ayer, registra que goza de sólo 26 por ciento de aprobación popular, y solamente rebasa a su padre en su peor época y a Jimmy Carter en la crisis de los rehenes de los años 70. Sólo Richard Nixon, en el punto más bajo del escándalo Watergate, registró un nivel de aprobación de 23 por ciento.
Peor aún, 65 por ciento "desaprueba" al presidente, incluyendo una tercera parte de sus correligionarios republicanos, según la encuesta. Vale recordar que el presidente gozaba de 83 por ciento de aprobación a principios de 2002, en la etapa posterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Pero aunque la noticia debería ser buena para los políticos opositores -en particular para los líderes legislativos demócratas-, la encuesta no ofrece para ellos mucho que celebrar. La gestión del Congreso logra sólo 25 por ciento de aprobación.
Por tanto, la encuesta subraya la tendencia de los últimos meses: reprobación popular a la cúpula política de Washington.
Estas pésimas calificaciones están afectando la agenda política nacional, desde el manejo de la guerra en Irak hasta el futuro legislativo de una reforma migratoria. El resultado es un tipo de mentalidad bunker en la Casa Blanca, y cada vez más cautela del liderazgo demócrata en el Congreso.
En casi todos los temas principales de la agenda nacional la abrumadora mayoría de los estadunidenses desaprueba el manejo de Bush, incluyendo el tema migratorio, donde sólo 23 por ciento lo aprueba.
El reducido capital político de Bush, junto con estos números de aprobación, se manifiesta en la renuencia de varios legisladores de su partido a apoyarlo en lo que podría ser su última gran iniciativa de política interna: una reforma migratoria integral. Pese a casi suplicarle a senadores republicanos que apoyen la iniciativa, ésta fracasó en el primer intento hace un par de semanas.
En el segundo intento, programado para la próxima semana, el propio líder de la minoría republicana, Mitch McConnell, considerado aliado fiel del presidente en la Cámara alta, indicó ayer que no está seguro de si votará en favor de la iniciativa.
El tema de la guerra ha sido el principal problema para esta presidencia, y no ayuda el incesante torrente de malas noticias procedentes de Irak con ya casi 70 soldados estadunidenses muertos en lo que va de junio, para un total de 3 mil 546 militares caídos en una guerra a la que se opone la mayoría de los estadunidenses.
En la encuesta, 73 por ciento desaprueba el manejo de Bush sobre la guerra, lo que establece nuevo récord de reprobación, como también lo es el muy reducido 23 por ciento que apoya su manejo.
Y para acabar, los escándalos de corrupción, manipulación de información, encubrimiento y abusos de poder del Ejecutivo que proceden en la legislatura y los tribunales continúan debilitando a la presidencia.
El ex "mano derecha" del vicepresidente Dick Cheney, Lewis Libby, está a punto de ser encarcelado, hecho que, si se lleva a cabo, implicaría que sería el funcionario de más alto nivel en ir a prisión desde los tiempos del escándalo Watergate.
Los retiros obligados y en desgracia del escenario público de varios arquitectos de la política bélica -Paul Wolfowitz, Donald Rumsfeld y algunos subordinados- siguen dañando la imagen antes casi invulnerable de esta Casa Blanca. El procurador general, Alberto Gonzales, ha perdido toda confianza y está bajo investigación por manipulaciones políticas del sistema de justicia.
Y ahora hay investigaciones sobre cómo Cheney rehusó cumplir con sus obligaciones de someter información a una agencia federal encargada de supervisar el empleo de informes clasificados, y que al ser presionado intentó abolir esa agencia.
En este panorama, sin un triunfo político a la vista y en terreno político minado para el mandatario, no sorprendería a algunos analistas que Bush sea número uno en por lo menos algo: el presidente con el menor apoyo público en la historia del país.volver