Una crisis del capital

El espacio temporal en que se producen las crisis es el momento central donde nuestra intervención puede tener mayor capacidad política, mayor rédito político

Intervención en el panel sobre la crisis mundial organizado por la librería del pensamiento marxista Gallo Rojo en Buenos Aires el martes 25 de febrero de 2009.

Sobre la crisis mundial, el calor reinante habla de que la cosa está que arde. En los minutos que tengo quisiera colocar tres o cuatro cosas.
En primer lugar, creo que es muy importante caracterizar esta crisis como una crisis del capital. Digo esto, porque hay mucha vulgata periodística, mucho comentarista de radio, de televisión, mucho analista, que plantean la crisis del sector financiero, que separan las finanzas de la economía real. Tratan escindir una cosa de la otra, como si la economía no fuera una sola, y como si las finanzas no fueran absolutamente necesarias para el desenvolvimiento de la economía capitalista.
Se acusa a la “plata dulce”, a la “codicia de los banqueros”, a los “especuladores”. Se plantea que la culpa es de esa idea de hacer dinero del dinero, sin pasar por el complejo trámite de la producción... y, por lo tanto, de la explotación de la fuerza del trabajo, etc., etc.
Son argumentos a la gente en general le parecen convincentes. Es que de solo pensar que el capital financiero era casi diez veces a nivel mundial de lo que está instalado en el sector productivo, muestra el peso que tenían las finanzas sobre la economía. En Estados Unidos, incluso, el crédito llegó a ser el 140% del producto bruto.
Pero poner el acento en esto, poner el acento en el neoliberalismo, poner el acento en el sector financiero, es en realidad ver las consecuencias y no las causas. En última instancia, es una maniobra para exculpar al sistema del capital. Y esta crisis, más allá las características propias y específicas que tiene toda crisis de una envergadura como esta –como el problema de la financierización de la economía, etc., etc.– es una crisis de sobreacumulación de capitales, de sobreproducción de productos manufactureros, que se combina, a mi juicio, con una escasez relativa de materias primas y de productos energéticos.

Hay una gran deslegitimación del capitalismo

Hoy ya no se está discutiendo en el mundo si el aterrizaje va a ser suave o va a ser de golpe, ya no se discute si es una desaceleración de la economía o es una recesión: la economía ya ha entrado en recesión en los principales países del mundo. Hoy lo que se está discutiendo es si vamos a entrar en una depresión económica duraderas.
Incluso, ayer o anteayer, Roubini –ese gurú que está de moda en EEUU– ha planteado que se está avanzando rápidamente a un proceso de liquidación de stock y de baja de precios. Esto es un estancamiento con deflación, con inflación negativa, lo cual habla de un escenario de recesión De ahí lo que están haciendo todos los estados: insuflar dinero para recomponer el crédito, para evitar las quiebras, para recomponer los bancos, etc., etc.
Como la crisis estalló por el lado fuerte del neoliberalismo –por el lado del individualismo, del reino del mercado, de hacer del dinero la medida de valor de todos los valores–, esta crisis brinda a los socialistas una situación excepcional, porque hay cierta base de deslegitimización del sistema.
Cuando la gente capta que la crisis que tiene hoy el Citibank fue porque no declaró correctamente sus balances –y no estamos hablando de una empresita en la Argentina, sino del segundo o tercer banco del mundo–, cuando la gente ve eso, ve que ha sido estafada, ve que está perdiendo sus jubilaciones en todos lados, hay una fuerte deslegitimación del sistema, por el lado del individualismo, del gran triunfo del neoliberalismo en esta etapa.

Una situación excepcional para desenvolver los argumentos marxistas

Entonces, el primer punto que quería colocar es que –desde el punto de vista de los marxistas, los revolucionarios– hay una situación excepcional para desenvolver el argumento que es el capital. La principal traba para resolver los problemas es el propio capital, los males que causa en nuestras sociedades y sobre todo a los sectores de los trabajadores y las clases populares. Esa es la primer cuestión a tener en cuenta.
La segunda cuestión, para desenvolver en una estrategia anticapitalista, es si la crisis viene por el fracaso del neoliberalismo o, paradójicamente, por su éxito.
A mi juicio, el neoliberalismo está agotado, pero ese agotamiento no es producto de esta crisis. Esta crisis es el estertor, el estirar la pata del neoliberalismo.
Pero ese agotamiento no es producto de su fracaso sino de su éxito, porque logró la mayoría de las pautas programáticas que se propuso.
Pero sobre todo, a mi juicio, porque estableció una relación de fuerzas absolutamente favorable al capital y absolutamente desfavorable para los trabajadores y el conjunto de las clases oprimidas. Lo que ha pasado ahora, que a pesar de ser exitoso, el neoliberalismo termina en un estruendoso fracaso, porque es el agotamiento de un ciclo largo, el ciclo que se inició a mediados de los años 70 y que fue la respuesta que el capital dio cuando a fines de la década del 60 había comenzado a caer la tasa de ganancia a nivel mundial.

El cierre de un ciclo

La respuesta del capitalismo fue una profunda reestructuración de sus espacios industriales, productivos, de servicios, de comercialización, de distribución de las mercancías, que fue precedido de una fuerte ofensiva del capital sobre el trabajo.
Esta ofensiva fue sostenida y generalizada. Sostenida, porque se desenvuelve desde los primeros años de la década del 70 hasta nuestros días. Y generalizada, porque ese despliegue lo fue sobre el conjunto de las conquistas obreras, que los trabajadores, generación tras generación, habían ido levantando como barreras para oponerse a la voracidad del capital.
Ahora bien, este proceso de reestructuración productiva y esta ofensiva del capital sobre el trabajo, requería que el capital fuera desmontando todas y cada una de las regulaciones y los controles estatales establecidos. Ustedes recordarán aquí los argumentos de Cavallo y compañía, los mercados “son muy rígidos”, condicionan la tasa de ganancia, “hay que achicar el estado para agrandar la nación”. Esto, con distintas formas y estilo, se reproducía en todo el mundo.
Ahora, la argumentación que nosotros podemos desenvolver, es sobre este desmonte de todas y cada una de las desregulaciones y controles estatales.
Esas desregulaciones y controles las había puesto el propio capital, en el llamado “ciclo dorado” que va del 45 al 75, precisamente para resolver la crisis de salida de la Segunda Guerra Mundial. Pero en 1975 eso se había convertido en una traba, y entonces desregularon todo.
Y ahora, ¿cuál es el argumento para explicar la crisis?: porque no se regulaba nada y no había ningún control estatal...
¿Qué quiero decir con esto?. Que tenemos argumentos suficientes en esta crisis, vinculando al tema de los ciclos, para explicar cómo el capital, una y otra vez, se ve sometido a crisis y tiene que superar los límites que el propio capital se impone en determinadas circunstancias. Entonces podemos explicar que lo que sabemos en teoría, y ahora lo podemos demostrar en la práctica cotidiana.
Esta crisis vulnera mucho más que las finanzas y la economía. Esta crisis vulnera toda la vida cotidiana del mundo. Es una crisis que tiene como telón de fondo una crisis alimentaria muy profunda, una crisis energética, una crisis ambiental, como nunca antes habíamos conocido.
Voy a dar unos datos: en la actualidad hay unos 950 millones de hambrientos en el mundo, hay 4.750 millones de pobres, hay 1.000 millones de desempleados, el 50% de la población activa está subempleada, o precarizada, el 45% no tiene acceso al agua potable, hay 3.000 millones de personas que no tienen acceso a servicios sanitarios en condiciones medianamente tolerables.
Esta crisis opera después de un ciclo corto, que se inició después del 2002 / 03, a nivel mundial, después del ataque a las Torres Gemelas, que le sirvió a Bush para cohesionar la sociedad civil de EEUU para lanzarse a la aventura militar en Iraq y Afganistán, y que dio origen, junto con la baja de las tasas de interés, a un ciclo de crecimiento de la economía estadounidense. Y el 60% de crecimiento de la economía mundial se explica por la demanda de Estados Unidos.
Después de todo este ciclo de crecimiento, resulta que tenemos esos datos catastróficos de hambre, pobreza y desempleo. Y, sobre esos datos catastróficos, cae ahora esta crisis mundial de proporciones. Entonces, con esto podemos demostrar a la sociedad, para ganar la conciencia de la gente, para desarrollar una política anticapitalista, lo que sabemos por teoría hace muchos años: que las crisis y los ciclos son esenciales para la reformulación del capitalismo, para la continuidad de la dominación del capital.
Lo que sí creo es que la salida de esta crisis –que me parece que no será breve– va a ser otra fase del capital, con una condición: que no aparezca un sujeto social y político capaz de tirar el sistema al basurero de la historia, que es donde debiera estar de hace muchos años.
Pero si el problema no se resuelve en el plano de la política sino en el plano de la economía, el capital se va a reconstituir sobre otras bases. Lo que nosotros vamos viendo, de ciclo en ciclo, de fase en fase, es que esa reconstitución del capital, que siempre se da, es siempre en un nivel inferior al anterior. Por lo menos en los últimos dos o tres ciclos de veinte o treinta años, recompone la tasa de ganancia. Pero esa tasa de ganancia no alcanza el nivel de la del ciclo anterior. ¿Qué quiere decir esto? Que el capital, de ciclo en ciclo, tiene cada vez más dificultades para resolver los problemas de la sociedad, para atender la necesidad de cada vez mayor cantidad de seres humanos en el mundo.

Estados Unidos y América Latina

Ahora me parece que, si entramos en otra fase del capital, en algún momento, no sé cuando, seguramente va a haber un nuevo equilibrio de las relaciones de poder. Probablemente más multilateralismo, probablemente veamos alguna recuperación de cierto nivel de proteccionismo por países y regiones.
Eso hay que estudiarlo acá en el Mercosur. Se está hablando también de que puede haber regiones monetarias. Pero eso vamos a verlo.
Un momento central para nuestra intervención
La otra cosa que quiero decirles, es que cada vez que suceden estas grandes crisis, en ese interregno, en ese espacio temporal en que se producen las crisis, la declinación del ciclo anterior y comienza la recuperación del otro ciclo, es el momento central, donde nuestra intervención puede tener mayor capacidad política, mayor rédito político. Entonces hay que tener cierta capacidad de intervención, hay que ver que es lo que está en el arte de los tiempos en ese momento, para intervenir con decisión y con audacia.
La otra cuestión que quisiera decir es que esta crisis no se da en un mar político sereno, en un cielo sereno. Se presenta en un marco donde hay una vuelta –después de la caída de la URSS– a las disputas interimperialistas e intercapitalistas a escala mundial. La principal potencia imperialista y sus aliados están empantanados en dos guerras, en que es tan malo para ellos salir como quedarse. Se da con una Unión Europea, que todavía no logró asimilar los veintitantos países que se incorporaron con su ampliación.
Se da también en una Europa que todavía no restañó las heridas del desmembramiento de Yugoslavia en los Balcanes. Se da con la reaparición de Rusia como potencia que juega en el escenario mundial, que tiene alianzas con la China y que acaba de hacer acuerdos con Venezuela y con Cuba, y que ayer anunció que su flota va a volver a dar vueltas por el Caribe, como una contrapartida de la IV Flota de los EEUU. Esto, además, se da en un momento en que, al otro día del triunfo de Obama, Rusia adelantó la línea de misiles en Europa.
En este contexto, la Unión Europea no logra salidas o propuestas de conjunto para la crisis. Cada vez que se reúnen, dicen “soluciones nacionales” en cada uno de los países. No logran, en general, soluciones en conjunto.

El imperialismo no tiene propuestas para América Latina

Ahora, para concluir y para discutir después, el imperialismo no tiene propuestas para América Latina. Hay un vacío de políticas. Fíjense ustedes en el ALCA, que fue el proyecto político global para el conjunto del continente americano, el primero después de la Alianza para el Progreso en el año 61.
Tardaron cuarenta y tantos años para tener un proyecto político global para la región y se lo voltearon en cinco años. Hoy no hay un proyecto, por más que andan dando vueltas algunos TLCs y el proyecto IRSA para infraestructura. Pero eso no alcanza a ser una política global como la que pretende Estados Unidos.
En este vacío de políticas, es posible entender cómo hay algunas burguesías locales que recuperan cierta capacidad de movimiento, que tienen cierta capacidad de moverse con un mayor grado de independencia, que en los años ’90. Y se da, entonces, una confrontación entre aquellos países, un debate no explicitado, entre los que quieren profundizar el “socialismo liberal” y los que nosotros solemos llamar neodesarrollistas.
A la vanguardia de los primeros está Brasil, que plantea recuperar la Ronda de Doha antes de fin de año, lo cual va a significar acuerdos para liberalizar el ingreso de productos que estén al tono con nuestro país.
Por otro lado, hay modelos que llamamos “neodesarrollistas”, que se encarnan en países como Bolivia, Venezuela, Ecuador, y en cierta forma en Argentina, que plantean cierto grado de confrontación con el imperio, y hay cierta posibilidad concreta de desarrollar en todo este terreno políticas de características anticapitalistas.

Necesitamos un programa concreto

Para concluir, me parece que lo que necesitamos es un programa concreto que tiene que tener dos virtudes: en primer lugar, no es un tipo de programa clásico como los que siempre hemos levantado. Hay que tener lo que está en el aire, lo que está dando vueltas y reformularlo para ejercer esos programas.
Y, en segundo lugar, ese programa debe tener la capacidad y la virtud de convocar de tal manera a distintas fracciones de la sociedad, para que, en la medida que desenvolvemos ese programa, ayudemos a modificar la relación de fuerzas sociales, que hoy es muy desfavorable para los trabajadores. Pero creo que la crisis brinda una oportunidad para los revolucionarios y no hay que dejarla escapar.

Socialismo o Barbarie

Eduardo Lucita

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