La crisis se desarrolla de una
manera acelerada e implacable. En el mes de noviembre, el ritmo de destrucción
de empleo en EEUU ha sido el más rápido en 34 años. El PIB mundial ha
registrado una caída abrupta. La recesión estuvo precedida por una crisis
financiera (la llamada crisis del crédito), sin embargo, simplemente fue el
preludio de la crisis real. Como siempre, los economistas burgueses sacan la
conclusión de que la causa de la crisis es la falta de crédito. En realidad,
la escasez de crédito está provocada por la crisis.
Durante el boom todos estaban dispuestos a pedir prestado y prestar dinero,
confiaban en conseguir jugosos beneficios. Como siempre en todo esto existía
un gran elemento de especulación. El vertiginoso aumento de los precios bursátiles
no guardaba relación alguna con la situación real. Debemos tener en cuenta
que, en última instancia, los beneficios de los capitalistas sólo pueden
salir del trabajo no pagado de la clase obrera. En la medida que se extrae
plusvalía, los capitalistas, terratenientes, banqueros y especuladores bursátiles
pueden conseguir beneficios. Se creó la ilusión de que este alegre carnaval
podría durar eternamente. Pero este proceso tarde o temprano choca contra las
contradicciones inherentes del sistema capitalista.
Ahora ha comenzado la segunda fase, la crisis de la economía real. Millones
de trabajadores se enfrentan a la reducción del horario de trabajo, supresión
de las horas extras, despidos y cierres de empresas. Los empresarios exigen
recortes salariales amenazando con el cierre. Esta situación significa una
reducción general de los niveles de vida, que a su vez supone una nueva caída
de la demanda, más cierres, desempleo y nuevos recortes. La caída de la
actividad conlleva un descenso de las declaraciones de ingresos, que,
consiguientemente, supone nuevos recortes del gasto social.
En EEUU se han perdido 533.000 empleos en noviembre, la mayor caída mensual
desde diciembre de 1974. El desempleo ha subido hasta el 6,7 por ciento. Sin
embargo, esta cifra subestima la seriedad de la situación. No incluye a las
personas que se han renunciado a buscar un empleo, eso pondría la tasa de
desempleo en el 12,5 por ciento. Se han anunciado un torrente de cierres de
empresa. El Banco de América va a despedir a 35.000 trabajadores después de
ser adquirido por Merill Lynch. Dow Chemicals va a cerrar 20 plantas con la pérdida
de 5.000 puestos de trabajo en EEUU y Europa. 3M despedirá a otros 2.300
trabajadores. Anheuser-Bush InBev va a reducir un 6 por ciento de su fuerza
laboral en EEUU (tres cuartas partes en San Luis).
Ya nadie repite la estupidez de que la crisis se limitaría a EEUU. Es un fenómeno
internacional. La gran empresa japonesa Sony va a despedir a 16.000
trabajadores, reducir sus inversiones y recortar parte de su producción. La
perspectiva es que sus beneficios anuales se reduzcan a la mitad debido al
hundimiento de la demanda de sus televisiones de LCD. La empresa minera
anglo-australiana Río Tinto está reduciendo el gasto en capital y vendiendo
activos para pagar los 10.000 millones de dólares que debe. Reducirá 14.000
empleos de aquí a finales de 2009. Woolworth, una importante cadena de
tiendas en Gran Bretaña, va a cerrar después de cien años de existencia,
dejando a 30.000 trabajadores en el paro. La lista es interminable y aumenta
en todo momento.
La alarma creciente de la clase dominante se refleja en la sucesión de
medidas de pánico adoptadas por los gobiernos y bancos centrales, que ya no
pretenden evitar la recesión sino sólo calmar sus efectos. Pero a pesar de
todas estas medidas, la crisis se profundiza y se extiende. La economía
mundial ha entrado en una espiral descendente y nadie sabe dónde está el
fondo o cuando se alcanzará.
En el pasado los economistas burgueses negaban la posibilidad de una recesión.
Ahora la única duda que tienen es si será una recesión profunda o una
depresión. Para los millones de trabajadores afectados por los cierres de fábricas,
bancarrotas, despidos y desahucios, no obstante, la diferencia es simplemente
semántica. La burguesía y sus economistas favoritos imaginan que todas las
crisis están causadas por la falta de "confianza" y que, por tanto,
unas cuantas declaraciones alentadoras (acompañadas por grandes donativos de
dinero público) resolverán el problema. No comprenden que la confianza no
cae del cielo sino que refleja las condiciones reales. Contrariamente a esta
explicación superficial e idealista (que no explica nada), nosotros
respondemos: no es la falta de confianza la que provoca la crisis, sino que es
la crisis la que crea la falta de confianza.
Es necesario tener en mente que a menos que los capitalistas vendan sus
mercancías, no podrán conseguir ninguna plusvalía. La capacidad de
encontrar mercados está limitada por el consumo limitado de la sociedad.
Tarde o temprano se llega a un punto donde los mercados están saturados y no
se pueden encontrar compradores. En la crisis de 1990-1991 y 2001 la demanda
no cayó demasiado. En el primer caso el rápido desarrollo de Asia (China)
proporcionó un amortiguador que evitó que la crisis se convirtiese en una
recesión. Después de todo, el enorme aumento del crédito y la burbuja
inmobiliaria especulativa mantuvieron todo en pie. Pero los cimientos eran
totalmente inestables.
Esta situación no se podía mantener. La realidad es que los capitalistas
evitaron una recesión profunda durante dos décadas pero sólo a costa de
crear las condiciones para una recesión aún más seria en el futuro. Eso
explica la alarma con que la burguesía ve la crisis actual.
Durante el boom, cuando se conseguían beneficios, la gente compraba y vendía,
pedía dinero prestado y prestaba, se endeudaban alegremente superando sus
beneficios. Si cualquiera observa que todo está basado en la especulación y
la estafa a nadie le importaba. ¿No somos ricos? ¿No estamos todos haciendo
dinero? ¡Vive hoy y mañana Dios dirá! Pero el boom alcanza sus límites,
debe hacerlo, esta "exuberancia irracional" se convierte en su
contrario. La confianza se evapora junto con el milagro del enriquecimiento
interminable. En lugar del viejo alegre optimismo tenemos pánico y
desesperación. Ya no es la codicia, sino una emoción igualmente primordial,
el miedo, se convierte en el ambiente predominante del mercado.
Contradiciendo todos los análisis anteriores, los economistas burgueses ahora
dicen que esta recesión será más prolongada y profunda que cualquier otra
desde la Segunda Guerra Mundial. Los capitalistas están pagando el precio de
la "exuberancia irracional" que mostraron en el período anterior.
Aterrorizados por las consecuencias sociales y políticos, recurren a políticas
desesperadas que sólo servirán para exacerbar los problemas a largo plazo.
En cada coyuntura los portavoces de la burguesía anuncian que "lo peor
ha pasado". Estas declaraciones, que se hicieron también a intervalos
regulares después del crack de Wall Street de 1929, siempre van seguidas de
nuevas caídas de las bolsas y nuevos recortes de la producción.
La burguesía se está hundiendo en una zanja profunda de la que no será fácil
salir. Los bancos se están hundiendo bajo el peso de sus deudas malas. Nadie
sabe a cuánto ascienden y por tanto nadie conoce qué bancos (si hay alguno)
son viables. Por eso los economistas dicen que esta recesión no es
"normal". Algunos economistas miran hacia atrás con nostalgia a los
"buenos días" del patrón oro, pero un regreso al patrón oro ahora
es imposible. Llevaría a un colapso completo e una recesión aún más
profunda que la Gran Depresión de los años treinta.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, la economía mundial se basaba en el patrón
oro, que tenía sentido como una manera de regular los mercados monetarios.
Los gobiernos tenían que mantener una cantidad determinada de oro como
respaldo de sus monedas nacionales. Finalmente, los acreedores podían exigir
el pago de las deudas en oro, que, como cualquier otra mercancía, tiene un
valor objetivo.
La eliminación del patrón oro sólo fue posible porque después de la
Segunda Guerra Mundial EEUU tenía dos tercios del oro mundial en Fort Knox y
su industria estaba intacta. Podía imponer sus condiciones al resto del
mundo. Todo el mundo quería dólares porque en aquel momento el dólar era
tan bueno como el oro. El dólar se convirtió en la moneda internacional (con
la libra esterlina como socio de segunda clase). Este fue un factor en el auge
del comercio mundial después de 1945, la base real del auge económico del
capitalismo mundial en esa época.
Ahora, sin embargo, todo eso ha cambiado. EEUU ha pasado de ser el mayor
acreedor del mundo a ser el mayor deudor mundial. El dólar sigue como moneda
mundial, pero nadie está seguro de lo que realmente vale. Cantidades
inimaginables de capital ficticio se han bombeado en la economía mundial
durante las últimas dos o tres décadas. Sólo el mercado mundial en
derivados vale más de 500 billones de dólares, la mayoría tiene un carácter
especulativo y ficticio. Los mercados de derivados equivalen a 36 veces el
valor total del PIB norteamericano [el PIB de EEUU en 2007 era de 13,8
billones de dólares] o aproximadamente 10 veces el valor de toda la producción
mundial.
La expansión sin precedentes del crédito en el último período sirvió para
mantener niveles altos de demanda en EEUU y en otros países. Pero ahora esta
situación ha llegado a sus límites. Todo el proceso se convierte en su
contrario. Nadie quiere prestar dinero y pocos desean pedir prestado. La
sociedad es presa de un sentimiento de tacañería y avaricia. Las masas no
tienen dinero para gastar, sólo deudas que pagar. Aquellos que anteriormente
prestaban alegremente dinero ahora reclaman sus deudas. Muchos de los que
contrajeron hipotecas para comprar casas no pueden pagarlas y se encuentran
con el desahucio. Como el precio de sus viviendas ha caído, ahora están
cargados con deudas enormes, que a diferencia del precio de las viviendas, no
caen.
Los banqueros, ayer ansiosos por prestar dinero a todos, ahora lo están por
acumular dinero y no compartir ni un céntimo. Esta actitud tacaña y
desconfiada se aplica no sólo a los propietarios privados de viviendas y
pequeñas empresas, sino también a otros bancos y grandes empresas. No están
dispuestos a prestar dinero a otros bancos porque no están seguros de
recuperar su dinero. Ni tampoco están preparados para adelantar dinero a
empresas para comprar materias primas y equipamiento. Sí están bastante
dispuestos a empujar y obligar al cierre de empresas como si fuesen cajas de
cerrillas, dejando a miles sin trabajo sin pestañear.
Como el crédito es la savia del sistema capitalista, la interrupción de la
oferta de crédito significa que no sólo las "malas" empresas
entrarán en bancarrota sino también las "buenas". La sequía de crédito
amenaza a todo el proceso productivo de la sociedad con un estrangulamiento
lento. Los efectos se pueden ver en un torrente repentino de bancarrotas y
cierres, afectando no sólo a las pequeñas empresas sino también a empresas
importantes como Ford, General Motors, Sony, Nissan y muchas otras. La razón
principal de esta situación es el colapso de la demanda, agravado por la
escasez de crédito. De repente hay demasiado acero, cemento, automóviles,
muchas oficinas vacías, demasiado petróleo... En otras palabras, lo que
vemos es una crisis clásica de sobreproducción.
Las grandes empresas automovilísticas norteamericanas intentaron aumentar su
parte del mercado mediante descuentos feroces. Esto funcionó temporalmente
pero sólo a costa de reducir los márgenes de beneficio. Finalmente, el
resultado fue la bancarrota. Ahora están obligadas a recurrir, gorra en mano,
al gobierno estadounidense que finalmente aceptó darles una parte importante
del dinero de los contribuyentes para mantenerlas a flote. Llega después del
rescate a los bancos, lo que representa una medida sin precedentes, sobre todo
si tenemos en cuenta que los republicanos se suponían que eran el partido de
la economía de libre mercado por excelencia. Fue una medida desesperada.
Esta propuesta de un donativo generoso a las grandes empresas automovilísticas
estaba dictada por el miedo a las consecuencias sociales y políticas de que
empresas como Chrysler y GM entrasen en bancarrota, lo que significaría la pérdida
de millones de empleos. También era una medida proteccionista, dirigida
contra los manufactureros extranjeros de automóviles. Si se aprueba, sin duda
provocará medidas similares en Europa y Japón. Sin embargo, el gobierno
insiste en recortes salariales a cambio de la ayuda, algo rechazado por los
sindicatos. Los republicanos, por tanto, votaron en contra de la propuesta,
que fue derrotada en el Senado. Se trata de una repetición del enfrentamiento
anterior entre la Casa Blanca y el Congreso sobre el rescate a los bancos.
Demuestra profundas contradicciones a todos los niveles de la sociedad
norteamericana.
Estamos entrando en un período de creciente proteccionismo y tensiones entre
las principales naciones capitalistas. La tendencia hacia el proteccionismo
será aún más pronunciada con Obama, que tendrá la presión de "salvar
los empleos norteamericanos". Debemos recortar que los Demócratas
siempre han estado inclinados hacia el proteccionismo. Esta situación
provocará represalias de los rivales de EEUU. Ya Wolkswagen está exigiendo
ayuda del Estado. Otros la seguirán.
La crisis está revelando profundas fisuras en la UE. Los británicos y
franceses presionan a Alemania para que reflaccione su economía (es decir,
aumentar su déficit para crear más demanda para los productos británicos y
franceses). Pero Alemania se resiste. No ven razón para que Alemania pague el
precio de los problemas de otras personas. Pero la participación de Alemania
es absolutamente necesaria si se quiere que tengan éxito los planes de
recuperación de Europa. Todos deben reflaccionar simultáneamente, sino
Alemania se beneficiaría "injustamente" de los esfuerzos de los demás.
Pero estas propuestas no han sido bien recibidas en Berlín. El ministro de
economía alemán, Peer Steinbrueck, ridiculizó el ansia general de lo que él
denominó "el gran plan de rescate" como algo inútil, dijo que
"no existe" tal plan y se intenta resolver la crisis sin precedentes
como un rompecabezas que se resolverá por aproximaciones sucesivas. Las
autoridades europeas creen que la respuesta está en abundantes programas de
gasto, en realidad, añadió Steinbrueck, "dejemos que paguen los
alemanes porque ellos pueden".
En realidad, lo que dice Steinbrueck es correcto. Dijo que mientras las políticas
pueden aliviar la situación, la recesión es inevitable, independientemente
de lo que hagan los gobiernos. La política de Brown y Bush significa intentar
reflaccionar la burbuja que en primer lugar provocó el caos actual. Han
arrojado miles de millones a los bancos con la esperanza de que vuelven a
prestar dinero otra vez. Pero han fracasado. Los banqueros no están
dispuestos a prestar en las circunstancias actuales y no importa las
reducciones de interés o las subvenciones estatales, nada supondrá una
diferencia. En cualquier caso, el alcance de estos recortes es mínimo. En el
caso de EEUU están prácticamente a cero. Una a una, las burguesías en los
países ricos del mundo están agotando todos sus recursos en un vano intento
de detener una recesión que es imparable.
En realidad la burguesía está atrapada. Hagan lo que hagan estará
equivocado. Si no intervienen bombeando dinero a los bancos y en las empresas
fracasadas, habría una recesión profunda con desempleo de masas como en los
años treinta. Pero si recurren a métodos keynesianos de financiación del déficit,
crearán unas deudas enormes que socavarán cualquier futura recuperación y
actuarán como un tremendo dragado de la inversión productiva, creando las
condiciones para un largo período de recortes y austeridad.
La política equivocada aplicada en el período anterior ahora se ha revelado
como una colosal resaca de deudas. Esto significa que la recesión será más
profunda y prolongada de lo que sería de otra manera. La burguesía ahora
paga el precio de los "éxitos" de los últimos veinte años. Países
enteros se enfrentan a la insolvencia. Islandia ya está en bancarrota. Los
pasivos de los bancos representan ahora el 700 por ciento del PIB de Suiza,
hasta ahora considerado como un paraíso seguro para el capital. La cifra de
Gran Bretaña es del 430 por ciento. La de EEUU está apenas por debajo del
100 por cien, después del enorme rescate del sector bancario.
La intensificación de la recesión supondrá una profundización de las
tensiones entre Europa y EEUU, entre EEUU, China y Japón, y entre Rusia y
EEUU. En el pasado estas tensiones habrían llevado a una guerra mundial. La
Segunda Guerra Mundial fue la que solucionó la crisis económica de los años
treinta mediante un enorme gasto en armas y la destrucción general de los
medios de producción durante la guerra. Sin embargo, la situación ahora es
totalmente diferente. El colapso de la URSS y el colosal poder del
imperialismo norteamericano significa está descartada una guerra mundial. Con
un gasto anual en armas aproximadamente de unos 600.000 millones de dólares,
no hay poder sobre la Tierra que pueda hacer frente a EEUU. Pero habrá
"pequeñas" guerras constantes, como las guerras en Iraq, Afganistán,
Somalia, Congo, etc., El conflicto entre Rusia y EEUU puede llevar a guerras
como las de Georgia.
Los enfrentamientos y tensiones diplomáticas añadirán un nuevo ingrediente
a la inestabilidad general. La incontrolable extensión del terrorismo es un síntoma
de la crisis subyacente. Todos estos fenómenos, que lamentan los pacifistas
sentimentales, son simplemente una expresión de la causa subyacente, que es
la contradicción entre el colosal potencial de las fuerzas productivas y los
estrechos límites de la propiedad privada y el estado nacional. Las potencias
más grandes (especialmente EEUU) intentarán utilizar su musculatura para
intimidar a sus rivales, arrebatar mercados y fuentes de materias primas, pero
los capitalistas no pueden encontrar una salida a la crisis por el camino de
la guerra como hicieron en 1914 y 1939. Por lo tanto, todas las
contradicciones se expresarán internamente, a través de un incremento de la
intensificación de la lucha de clases.
Los ojos de la burguesía ahora están fijos en China, esperan que de ella
pueda llegar la salvación. Pero China ahora está firmemente clavada al
mercado capitalista mundial y debe sufrir las consecuencias de la recesión
como todos los demás. Para mantener el desempleo en sus niveles actuales es
necesaria una tasa de crecimiento de por lo menos el 8 por ciento. Si el
crecimiento cae por debajo de ese nivel, se presenta la perspectiva de un
serio conflicto social. Las últimas estimaciones del FMI para el crecimiento
chino en 2009 ahora son sólo de un 5 por ciento. Dominique Strauss-Kahn,
director del FMI, dijo lo siguiente: "Comenzamos con un crecimiento para
China del 11 por ciento, después el 8, más tarde el 7, y China probablemente
crezca un 5 o 6 por ciento". Esta previsión aún es alta comparada con
las tasas de crecimiento de EEUU y Europa. Pero representa una caída brusca
en comparación con el tipo de crecimiento aproximado del 10 por ciento que ha
disfrutado China en el último período. No está claro aún que pueda
alcanzar ni siquiera ese nivel.
China tiene un mercado interno enorme, probablemente de unos 300 millones de
personas. Pero es insuficiente para absorber la gran capacidad productiva que
ha acumulado la industria china durante las últimas dos o tres décadas. La
caída de la demanda en el mercado norteamericano está golpeando a las
exportaciones chinas. La contracción de la producción industrial china se
profundizó en noviembre cuando la producción de acero cayó un 12,4 por
ciento respecto al año anterior, las entregas de las acerías cayeron un 11,3
por ciento, la generación de electricidad bajó un 9,6 por ciento y la
producción petroquímica también cayó. En noviembre las exportaciones
anuales cayeron un 2,2 por ciento, cuando los analistas esperaban que
aumentasen un 15 por ciento. Para comprender el cambio debemos recordar que
entre 2000 y 2006 las exportaciones chinas crecieron a una tasa anual del 26
por ciento. En el mismo mes las importaciones cayeron un 18 por ciento. Era la
primera vez que caían las importaciones desde el año 2001.
Hay síntomas alarmantes de sobreproducción y sobreinversión en China, cuyo
mercado interno, aunque considerable, no es lo suficiente grande para absorber
el colosal potencial productivo acumulado a lo largo de dos o tres décadas y
que ahora están alcanzando sus límites. La primera advertencia de la crisis
fue la abrupta caída de la bolsa, que ha perdido aproximadamente un 60 por
ciento de su valor. Pero la crisis no se limitó a las bolsas. Los precios
inmobiliarios están cayendo, la construcción se está desacelerando y la
industria crece menos que el PIB. La tasa anual de ventas de automóviles en
noviembre cayó más de un 10 por ciento. La generación de electricidad, en
general considerable como un índice fiable del crecimiento económico, cayó
un 7 por ciento.
Estas cifras han alterado las ideas de los economistas occidentales sobre
China. El anterior optimismo se está convirtiendo rápidamente en pesimismo.
The Economist (13/12/2008) afirmaba: "Los optimistas incluso esperaban
que estos enormes mercados emergentes (India y China) pudieran proporcionar
los motores que sacasen a la economía mundial de la recesión. Ahora algunos
temen lo contrario: que la recesión global arrastre a China e India con ella,
provocando desempleo de masas en los dos países que, a pesar de todos sus éxitos,
tiene a dos quintas partes de los niños malnutridos del mundo".
Es verdad que China tiene enormes reservas, que puede utilizar para fomentar
planes de obras públicas y desarrollar la infraestructura. En noviembre el
gobierno anunció un paquete de estímulo fiscal de cuatro billones de yuan
(casi 600.000 millones de dólares). Pero según algunas estimaciones, eso añadiría
al PIB un incremento apenas superior al uno por ciento. Es insuficiente para
los tipos de resultados que necesita China. Pekín sólo tiene otra opción:
intentar resolver la crisis exportando más. Esta solución entra en directa
colisión con Europa y EEUU, que están presionando a China para que
reflacione su economía e importe más. Paulson visita Pekín para pedir a
China que revalúe el yuan, pero es más probable que Pekín apoye una
devaluación, que profundizará las contradicciones que existen entre China y
EEUU.
Los líderes temen que el empeoramiento de la situación económica provoque
lo que ellos denominan "una situación reactiva de agitación sociales a
una escala de masas". The Economist (13/12/2008) decía: "Cada
semana llegan informes de cierres de fábricas, particularmente en el cinturón
industrial del Delta del Río de la Perla, al sur de China. Los trabajadores
que no cobran han protagonizado protestas violentas". La misma revista añade:
"En realidad, las manifestaciones y protestas, siempre comunes en China,
están proliferando, los trabajadores despedidos de las fábricas junto a los
campesinos sin tierra, los defensores del medio ambiente y las víctimas del
acoso policial están tomando las calles".
La desaceleración de China está golpeando a Japón, para este país el
mercado chino cada vez era más importante. En los tres meses previos a
septiembre la economía japonesa se hundió a una tasa anual del 1,8 por
ciento. Otras economías emergentes incluso han sido menos capaces que China
de dar el estímulo necesario a la economía mundial. Todas se verán
arrastradas en el próximo período. Eso significa convulsiones sociales y políticas
a una escala enorme. El caos en Tailandia es una prueba más de esta situación.
Después de un período de cinco años en el que India creció un 8,8 por
ciento, las exportaciones en octubre cayeron un 12 por ciento comparadas con
el mismo período del año anterior. Cientos de pequeñas empresas textiles
han cerrado. Pero también las grandes empresas están en crisis. La industria
automovilística ha suspendido la producción. Las ventas de Ambassador, el
automóvil más popular en la India, se han hundido. Pakistán ya está al
borde de la bancarrota. El banco central ha revisado sus perspectivas de
crecimiento al 7,5 por ciento y son demasiado optimistas. El crecimiento real
podría caer al 5,5 por ciento, el más bajo desde 2002.
Con un déficit presupuestario cercano al 8 por ciento del PIB, India, a
diferencia de China, tiene poco margen de maniobra. Si China necesita una tasa
de crecimiento del 8 por ciento para absorber siete millones de personas que
cada año entran en el mercado laboral, ¿cómo puede India absorber una
fuerza laboral que se expande a un ritmo anual de 14 millones de personas? Su
principal crecimiento ha venido de sectores como la tecnología de la
información que no emplea a una gran cantidad de trabajadores. Un crecimiento
rápido del desempleo juvenil en India creará unas condiciones explosivas en
la sociedad. "Y como en China, aparecerá el malestar e incluso la
insurgencia se extienden". (Ibíd.,)
La caía de la demanda mundial se expresa en una caída general del precio de
las mercancías. El petróleo pasó de un pico de 147 dólares a
aproximadamente 40 dólares en cuestión de meses. Esto afectará a todas las
economías productoras de petróleo en Oriente Medio, Irán, Indonesia,
Nigeria, México, Rusia y Venezuela. Rusia tiene el tercer superávit más
grande del mundo pero desde agosto ha caído en 144.000 millones de dólares.
Hay una huida del rublo, lo que subraya los temores de la burguesía ante el
futuro. La camarilla gobernante intenta desviar la atención de las masas
sobre la crisis mediante aventuras en el exterior (como Georgia). Pero la
crisis tarde o temprano debe expresarse en una crisis del régimen y en el
crecimiento de la oposición, las huelgas y las protestas.
La economía ucraniana está en crisis y el país ha pedido prestados 16.000
millones de dólares al FMI. La crisis económica está profundizando la
crisis política, que tiene un carácter endémico. El callejón sin salida
del régimen se expresa en el fracaso total del capitalismo para resolver los
problemas de Ucrania o de cualquier otra de las antiguas repúblicas soviéticas.
El gobierno pro-norteamericano ha evitado las elecciones pero realmente pende
de un hilo. La mayoría de las otras repúblicas soviéticas están en una
situación incluso peor.
La abrupta caída del precio del petróleo intensificará el fermento
prerrevolucionario en Irán, donde el régimen de Ahmadinejad está suspendido
en el aire. Entre la juventud ya está extendido el descontento y la furia,
pero también entre los trabajadores y la clase media. Se ha producido una
oleada de huelgas. El hecho de que los estadounidenses hayan decidido
retirarse de Iraq significa que se verán obligados a abrir negociaciones con
Irán y Siria para cubrir la retaguardia. Este hecho priva a Admadinejad de su
principal baza, el chovinismo anti-norteamericano y la retórica belicista.
Privado del enemigo externo, las contradicciones dentro de Irán saldrán a la
superficie y con implicaciones revolucionarias.
En los países más pobres de África han comenzado a aparecer elementos de
barbarie y en algunos casos amenazan con hundir a la sociedad y empujarla al
salvajismo. En el Congo, cinco millones de personas han muerto en una
sangrienta guerra civil. En Zimbawe, la población se enfrenta a los horrores
del hambre y el cólera. En Sierra Leona, más del 70 por ciento de la población
vive con 70 centavos al día y dos tercios de las mujeres son analfabetas. A
la pesadilla del hambre y la pobreza se añade el azote de la malaria y el
SIDA. En todas partes las fuerzas productivas están estancadas o en declive,
creando más desempleo, pobreza y desesperación.
No es difícil representar al mundo en general como una pesadilla o un
manicomio. Son los síntomas que se asocian a la decadencia senil de un
sistema que ha superado su utilidad histórica, como el Imperio Romano en su
período de decadencia. Pero hay otra cara de la moneda. Existe fermento en la
sociedad y los comienzos de la rebelión. Esto naturalmente comienza en la
juventud que, en primer lugar, es la primera víctima de la crisis y, en
segundo lugar, es el barómetro más sensible del ambiente de descontento que
madura silenciosamente en las entrañas de la sociedad.
Es verdad que lo repentino de la crisis ha conmocionado no sólo a la burguesía
sino también a los trabajadores. Existirá una cierta tendencia a aferrarse
al empleo e incluso aceptar recortes a corto plazo, sobre todo cuando los
dirigentes sindicales no ofrecen ninguna alternativa. Pero también habrá un
sentimiento general de rabia y amargura, que tarde o temprano encontrará su
camino hacia la superficie. Es inevitable que la primera capa que se ponga en
movimiento sea la juventud. Siempre ocurre así. La juventud, empezando por
los estudiantes, es siempre el barómetro más sensible de los sentimientos
que se desarrolla en la sociedad. Pueden anticipar grandes movimientos de los
trabajadores, como ocurrió en Rusia en 1901-1903 y en Francia en 1968.
En Italia y Alemania ha habido grandes movimientos de protesta de la juventud.
En España las huelgas estudiantiles de este otoño fueron organizadas y
dirigidas por el Sindicato de Estudiantes con una dirección marxista. También
ha habido agitaciones juveniles en Hungría y antes en Francia. Pero en Grecia
este movimiento ha adquirido un carácter explosivo y semi-insurreccional,
combinado con una huelga general de los trabajadores. Es una advertencia seria
para la burguesía de lo que puede ocurrir en otros países. Demuestra la
falsedad del argumento de que el comienzo de la crisis económica
inevitablemente provocará una parálisis de la clase obrera.
A la burguesía le gustaría recurrir a la represión. Esto se ve en las
recientes declaraciones de Cossiga en Italia, que tienen un carácter
claramente bonapartista. Pero Grecia demuestra los límites de esta política.
El asesinato de un joven estudiante por la policía sacó a las masas a la
calle. El gobierno de derechas consideró la posibilidad de decretar el estado
de excepción pero Karamanlis no pudo usar la fuerza para imponer el orden en
las calles porque habría llevado a Grecia al borde de la guerra civil. Tuvo
que retroceder. El gobierno quedó paralizado.
Los acontecimientos griegos demuestran la debilidad de la reacción y la
enorme fuerza de la clase obrera en la actualidad. Si los dirigentes del
movimiento obrero griego hubieran defendido una política revolucionaria habrían
podido tomar el poder. Pero sin la dirección adecuada el movimiento quedará
reducido a una revuelta sin sentido, el gobierno finalmente recuperará el
control. Sin embargo, el movimiento fue una seria advertencia para los
capitalistas griegos sobre el sentimiento de rabia y frustración que existe
en la sociedad. El gobierno de Nueva Democracia está acabado. Se está
abriendo en Grecia una nueva etapa de la lucha de clases. Y mañana el mismo
proceso se verá en un país tras otro.
En América Latina la revolución ya ha comenzado. No es casualidad y lo
explicamos hace una década, cuando decidimos orientar a la CMI hacia América
Latina. En este continente el capitalismo ha roto por su eslabón más débil.
La Revolución Venezolana ha alcanzado un punto crítico, donde su dirección
futura se resolverá de una manera u otra.
La crisis del capitalismo golpea duro a América Latina, aunque se desarrolla
de una manera desigual, afectando a algunos países más que a otros. Brasil,
el gigante económico de la región, esperar crecer un 4 por ciento
(probablemente es optimista) mientras que México, ligado estrechamente a la
economía estadounidense, se espera que crezca sólo un 0,4 por ciento. Sin
embargo, a ritmos diferentes y a tiempos distintos, todos se verán afectados.
En octubre el FMI preveía una tasa de crecimiento del 3,5 por ciento para América
Latina en 2009. Dos meses después, el Banco Mundial reducía sus estimaciones
al 2,1 por ciento y Morgan Stanley pronosticaba una caída del 0,7 por ciento
para las siete economías más grandes de la región. En los últimos dos
meses se han visto afectados por las crisis de la bolsa y monetaria, y también
por los recortes del crédito. Después ha seguido una reducción de las
exportaciones y también caídas bruscas de los precios de las mercancías. La
desaceleración de China afecta a la demanda de petróleo venezolano, a los
minerales peruanos, la soja argentina, y al hierro y zumo de naranja brasileños.
La crisis en EEUU afecta al continente de una manera más directa. Ciudades
enteras, pueblos, regiones e incluso países como México, El Salvador,
Honduras, Colombia y Ecuador dependen de las remesas enviadas por sus
emigrantes en EEUU o Europa. Como los trabajadores inmigrantes son los
primeros en ser despedidos, ahora se ven obligados a regresar a cara. Estos países
se ven al mismo tiempo privados de divisas y obligados a absorber una
afluencia de mano de obra, eso significa ya un aumento del desempleo.
Los reformistas dicen que el "modelo venezolano" garantizaría la
inmunidad ante los problemas asociados al "modelo neoliberal". Pero
es una ilusión reformista. Como la revolución aún no se ha llevado hasta el
final, Venezuela todavía está sometida a las vicisitudes del mercado mundial
capitalista. La caída del precio del petróleo supone que las reformas del último
período están amenazadas. Morgan Stanley pronostica para 2009 una contracción
económica, tanto en Venezuela como en Argentina, del 1 y el 2 por ciento
respectivamente. Eso significará que las reformas y las misiones estarán en
dificultad. Además de la crisis general del capitalismo, la economía
venezolana sufre el sabotaje y la huelga de capital destinada a desestabilizar
el gobierno bolivariano y provocar un descontento masivo. A pesar de todos los
llamamientos a los capitalistas, la inversión privada prácticamente no
existe y hay una huida de capital. Sólo el sector estatal mantiene la economía.
Tarde o temprano la revolución tendrá que decidir si avanza y lleva adelante
la transformación socialista de la sociedad o da marcha atrás, un paso tras
otro, hasta una derrota ignominiosa. La exigencia de medidas drásticas contra
la contrarrevolución y la expropiación bajo control obrero va en aumento, la
situación se debe resolver. En el pasado, el imperialismo norteamericano habría
intervenido militarmente para abortar el proceso, pero ahora está en serias
dificultades. EEUU está empantanado en Iraq y Afganistán, no puede abrir
otro frente en América Latina, que además tendría consecuencias
revolucionarias dentro de EEUU.
Ahora es un momento decisivo para la revolución venezolana. Las fuerzas de la
burguesía contrarrevolucionaria han cobrado vida después de su avance
parcial en las elecciones de noviembre, que les ha dado puntos de apoyo
importantes para lanzar una nueva ofensiva. La crisis económica les dará aún
más impulso. Chávez ha defendido más expropiaciones y proponer presentarse
de nuevo a la presidencia. Chávez podría utilizar su mayoría en la Asamblea
Nacional para aprobarlo incluso sin un referéndum. Eso provocaría
enfrentamientos en las calles, lo que plantearía a quemarropa la cuestión
del poder. Ya están dibujadas las líneas de la batalla que decidirán el
destino de la revolución en uno u otro sentido.
Será un período de enorme turbulencia e inestabilidad, un período de
revolución y contrarrevolución que puede durar años, con alzas y bajas. En
el pasado, una situación prerrevolucionaria o revolucionaria no duraba
demasiado. Terminaría en el triunfo de la revolución o de la contrarrevolución
en forma de fascismo o bonapartismo. Pero en las condiciones actuales no es
ese el caso. En el pasado, la burguesía en Europa y en otras partes tenía
importantes reservas de apoyo entre la población, particularmente entre la
clase de pequeños propietarios campesinos. Ya no sucede así. Las capas
medias de pequeños propietarios se han reducido debido al desarrollo del
capitalismo, mientras que la clase obrera ha aumentado y se ha convertido en
muchos países en la mayoría de la sociedad. Antes, los estudiantes procedían
de familias ricas y estaban inclinados hacia el fascismo. Ahora en la mayoría
de los casos los estudiantes son de izquierdas. La clase dominante no es lo
suficientemente fuerza para moverse hacia la reacción, pero la clase obrera
carece de su dirección. Eso significa que la situación actual de equilibrio
inestable entre las clases puede durar un tiempo.
La revolución nunca se mueve en línea recta. Inevitablemente habrá flujos y
reflujos en el movimiento, como ocurrió en las revoluciones rusa y española.
Entre febrero y octubre de 1917 hubo períodos de enorme auge, pero también
otros períodos de cansancio, desesperación e incluso reacción
(julio-agosto). Lo mismo ocurrió en España entre 1931 y 1937, donde tuvimos
el Bienio Negro en 1934-1935. Pero en una situación donde el péndulo gira a
la izquierda, estas "calmas" sólo son el preludio de una nueva
oleada revolucionaria aún más tormentosa.
La situación objetiva en la que hemos entrado ahora será más similar al período
de entreguerras, o a los años setenta, que a los últimos veinte años.
Condiciones similares tienden a producir resultados parecidos. Las masas estarán
más abiertas a nuestras ideas que lo estuvieron en el pasado.
La degeneración de las organizaciones de masas en el último período ha
alcanzado niveles nunca vistos. Los socialdemócratas han abonado toda
pretensión de defender el socialismo y los antiguos "comunistas"
han abandonado todo intento de defender el comunismo. Es una ironía de la
historia que precisamente en este momento hayan renunciado a cualquier
pretensión de cambio revolucionario de la sociedad. Ahora la historia se
venga de ellos.
Los destacados éxitos de los marxistas en Rifondazione Comunista en Italia y
en el Partido Comunista Francés, son una prueba del cambio profundo que se
está produciendo. En el pasado habría sido impensable tal giro en los
acontecimientos. Eso demuestra la existencia de un descontento profundo en la
base. El mismo descontento existe en todas las organizaciones de masas. Crecerá
según se desarrolle la crisis y la política de la dirección quede
desenmascarada en la práctica.
Es verdad que la conciencia tiende a ir por detrás de los acontecimientos,
pero tarde o temprano ésta se dispara como un resorte. Ese es precisamente el
significado de una revolución. Estamos llegando a ese punto crítico. En la
sociedad se está desarrollando un sentimiento general anti-capitalista, no sólo
en la clase obrera, sino también en la clase media. Personas que antes nunca
habrían cuestionado el capitalismo ahora cada vez están más descontentas.
Es una situación muy peligrosa para la clase dominante. Y la crisis sólo
acaba de comenzar.
La ocupación de la fábrica Republic Windows and Doors en Chicago demuestra
el potencial revolucionario que se está desarrollando en el mismo EEUU. Eran
principalmente trabajadores latinos mal pagados. La fábrica tuvo que cerrar
porque los bancos se negaban a conceder créditos y los empresarios no iban a
pagar a los trabajadores los despidos. Eso desencadenó la ocupación. Los
trabajadores dijeron: "No tenemos dinero para pagar nuestras hipotecas,
¡perderemos no sólo nuestros empleos sino también nuestras casas!" Así
que ocuparon la empresa. Pero entonces se planteó la cuestión de la
propiedad. Entre los trabajadores arraigó la idea: ¡estos bienes nos
pertenecen! Así es cómo se transforma rápidamente la conciencia en el
transcurso de la lucha.
En Bélgica colapsó el gigantesco banco Fortis, la empresa fue saqueada por
los capitalistas franceses y holandeses. Fortis era considerado como el
"banco del pueblo". 700.000 personas tenían acciones en él. Pero
las acciones colapsaron y perdieron el 90 por ciento de su valor. Este hecho
provocó una oleada de rabia dirigida contra los bancos. En todas partes vemos
la misma indignación contra los banqueros y los capitalistas, que están
obligados a apoyarse en los dirigentes de la clase obrera para mantenerse en
el poder.
En la crisis del capitalismo los dirigentes obreros parlamentarios se aferran
a la clase dominante y los dirigentes sindicales a los líderes
parlamentarios. En estos períodos la clase dominante prefiere en el gobierno
a los dirigentes obreros reformistas. Su política es utilizarlos y
desacreditarlos. Utilizarán a estos dirigentes para que hagan el trabajo
sucio y después les echarán a un lado como un trapo sucio. Después dirán a
las masas: "¡Veis lo que significa el socialismo!" De esta manera,
se abre una contradicción entre la parte superior del movimiento, que gira a
la derecha, en dirección a la colaboración de clases, y por otro lado la
base, que gira a la izquierda buscando una solución radical y la acción
combativa. Tarde o temprano esta contradicción interna se debe resolver. En
el próximo período veremos todo tipo de crisis y escisiones en las
organizaciones tradicionales de la clase obrera.
Se están abriendo grandes oportunidades para los marxistas y la crisis social
aún está en su etapa inicial. Según se desarrolle la crisis, la
radicalización de la clase obrera alcanzará niveles no vistos en décadas.
Ideas que eran escuchadas por pequeños grupos encontrarán una audiencia de
masas. Se pondrán las bases para la creación de corrientes marxistas de
masas en todas partes. En última instancia, esa es la única garantía de la
futura transformación socialista de la sociedad.
Londres, 15 de diciembre de 2008.
In Defence of Marxism (Corriente Marxista
Internacional)