Quién mató al
Che Guevara
las
tensiones del mito
por Armando de Magdalena
Este año se cumplirán 40 años del fusilamiento
del Che. Por esa especie de culto a los números
redondos es probable que el tema resurja con
fuerza, y es probable también que el Che sea
sometido nuevamente a los más diversos intentos.
Intentos de todo tipo... intentos por
reivindicarlo, intentos por actualizarlo,
intentos por cambiar de contenido el icono que
es y por ende (como no podía ser de otro modo)
el mito que encierra.
Cuál es ese mito? Qué representa? Sobre que
bases se sustenta? Por qué, en definitiva, el
tiempo no ha logrado deteriorarlo?... a eso
arribaremos al promediar estas líneas, pero para
conocer el mito hay que conocer primero al
hombre, y es aquí justamente, donde comienzan
los intentos de volver al Che en algo
“conveniente”, en algo que “convalide” o que se
“avenga” a determinadas actitudes políticas,
culturales o sociales y hasta filosóficas. Por
eso, para entender de qué estamos hablando,
habría que empezar diciendo quien mató al Che.
Mucho se ha dicho (y por eso estas líneas) pero
el hecho concreto es que el Che fue muerto, fue
fusilado, por soldados bolivianos después de
haber sido herido en combate... claro podemos
decir que estaban los rangers y obviamente
también detrás de ellos la CIA y el Pentágono,
pero nada de eso cambia nada, es decir, nos lo
podíamos imaginar (es obvio de tan lógico), el
tema es que también hay quien dice que el Che
murió a manos de los partidos comunistas de
América con la complacencia de la
Internacional... y ahí ya la cosa se me ocurre
un poco más temeraria, más peligrosa y hasta
provocadora... entramos (quizás sin saberlo) en
el terreno de las medias tintas y de las
verdades que por parciales se vuelven engañosas
y al cabo se convierten en mentiras. Por qué?
Porque si el Che murió a manos de los partidos
comunistas (o con su consentimiento) es muy
probable que el Che no haya sido comunista (o
haya dejado de serlo en algún momento)... y si
el Che no era comunista (o en algún momento se
convirtió en otra cosa) no sería loco pensar que
hoy, después de 40 años de su muerte, pueda
empezar a ser peronista, trotskista, chavista,
populista, socialdemócrata, nacionalista,
rockero o drogón, kirchenrista o cualquier otra
cosa (... en la campaña electoral de Ecuador en
un panel organizado por CNN con los candidatos,
Novoa, candidato de la derecha más reptante que
nos podamos imaginar, terminó su intervención
diciendo: “hasta la victoria, siempre”, faltó
solamente el “patria o muerte, venceremos”, y lo
mismo ya había hecho Duhalde mucho antes cuando
era presidente en un discurso televisado).
Claro, es aquí donde entra el mito, (por suerte)
y no el mito en el sentido genérico y
convencional (Roland Barthes dice con razón que,
en última instancia, todo lo que habla de algo
es un mito) sino en el sentido americano del
mito, es decir como hierofanía... es decir, como
era en lo antiguo... es decir: como narración de
lo sagrado. Y lo sagrado en América no
necesariamente es metafísico (como veremos) sino
un hecho augural ocurrido en un tiempo augural y
que tan augural es (en ambos casos) que termina
siendo mitológico y fuera del tiempo.
Decía, que era aquí donde entra el mito, porque
sino a esta hora el Che ya estaría vaciado y
convertido en solo remera.
El Che tiene todas las características de esos
mitos originales y creacionistas y es por eso
que hoy el Che es, para ese mismo pueblo que
asistió a su drama último y aparentemente no lo
comprendió, una entidad de lo sagrado... San
Ernesto de la Higuera es una entidad sincrética
pero no por ello menos inmemorial, arcana y
vigente al mismo tiempo. Y eso no le resta nada
del modernismo que tiene para nosotros, sino que
más bien explica su potencia.
Esta doble entidad no solo es fascinante sino
que, esta elevación del Che a la categoría de
mito compartido y polisémico, es lo único que
explica la supervivencia del Che a todo este
largo proceso de manipulaciones al que ha sido
sometido durante 40 años.
La manipulación (que siempre ha existido como
fenómeno) cobra, en esta frontera de los siglos,
una importancia inusitada y una envergadura que
jamás tuvo. La realidad de los medios a creado
eso que Baudrillard llamó “el gran simulacro”,
es decir la fusión entre el arte y la realidad
volcada a los medios masivos y monopólicos de
comunicación, que ha generado el espejismo y la
dictadura, de una realidad más real que la
realidad misma. La imagen se ha independizado de
sus contextos y ha derrotado en cierta forma al
pensamiento. Igual que la época anterior a la
escritura, ha cobrado una importancia casi
excluyente, pero con el agravante de que ahora
los iconos operan sobre la subjetividad sin la
mediación de los sacerdotes y shamanes que eran
en definitiva quienes los contextualizaban y los
alineaban en el pasado, en función de
cosmovisiones y proyectos civilizadores
específicos que eran nada más y nada menos que
los que generaban cultura. Los mitos actuales
son tal cual los describe Bhartes en sus
“Mitologías”... son el modo subliminal de
condicionarnos (sin que nos demos cuenta
siquiera) de una pandilla de brujos que no les
interesa revelar sus fines últimos. Bueno es por
tanto poder discriminar (ya que los mitos
parecen que siempre han de acompañarnos) estos
nuevos mitos de la posmodernidad, de aquellos
otros mitos verdaderos que acompañaron al hombre
desde siempre. Unos tienden a disgregar ethos
social, los otros a cohesionarlo.
De esto se deduce fácilmente que estas
operatorias son inherentes al sistema
capitalista en esta fase donde ya ha logrado la
dominación material (política y económica) y
donde aspira a la dominación total (es decir,
material y espiritual). Su propia pretensión de
erguirse como escatología es lo que lleva a
enfrentarse con los mitos verdaderos ya que la
posmodernidad es clausura, por un lado, de la
voluntad del hombre como motor de la historia, y
punto de llegada por el otro, en tanto
escatología. Sin embargo dado que la humanidad
no cesa ni ha cesado nunca para poder ser
“eterno presente” necesariamente a de negar todo
futuro.
El mito, por el contrario (aquel de los pueblos
antiguos), es justamente lo opuesto, ya que le
mito no es lineal sino circular (su principal
cualidad y calidad es la de reciclarse en el
tiempo) y esa sola estructura mental que el mito
arcano plantea, excluye, por su mismo esencia,
cualquier escatología o teoría finalista. Por
eso la incomodidad ante el Che o ante cualquier
otro mito, que como dicen los andinos, promueva
el vuelco de la tierra (es decir del tiempo)
Si tuviéramos que graficarlo ( ya para terminar
de entenderlo) el tiempo para occidente es como
una cinta métrica y el tiempo para todo lo que
no sea occidente, es como un reloj de arena al
que hay que dar vuelta una vez discurrido para
que vuelva a funcionar. Por eso el capitalismo
posmoderno necesita licuar los contenidos
profundos de la cultura, sus creencias, sus
mitos, sus mandatos y cosmovisiones... licuación
y vanalización y también travestismo (no
sincretismo) que conduzca justamente a la
desacralización que es la muerte de la
hierofanía. En que sentido? En el sentido que el
mito considerado como signo es una relación
entre lo cotidiano y lo trascendente, entre lo
profano y lo sagrado, entre el tiempo inaugural
y arquetípico, y el tiempo real y cronológico.
Todos habrán visto alguna vez a CQC... un
programa que se exporta al mundo y que entre
otras cosas se caracteriza por irrespetar y
“poner en aprietos” con sus preguntas a
personajes “importantes” (no siempre por lo que
son sino al menos por lo que representan):
presidentes, políticos, personalidades
diversas... todos recordarán incluso aquel
programa donde Marcelo Tinelli hizo salir en
cámaras por el lugar equivocado al presidente De
La Rúa. Ahora bien, a pesar de la calaña del
personaje, no podemos dejar de pensar que ese
que era ridiculizado en uno de los programas más
vistos de la televisión argentina... ese, era
justamente el presidente de la Nación... cuando
vino Fidel a Bs. As el notero de CQC quiso hacer
lo mismo que siempre hacía, y hasta creo que
hubiera sido simpático para todos los argentinos
que Fidel hubiera bromeado con el notero, pero
eso, simplemente, nunca sucedió porque ni bien
el notero se aproximó, la custodia de Fidel le
pegó tal trompada que ni se dio cuenta cuando
cayó entre los pies de la multitud... será que
la custodia de Fidel es una excepción? es decir,
está integrada por cubanos que no tienen ese
típico humor que le conocemos a los cubanos?...
o será que Fidel es un icono, un mito que lo
excede como persona y que ha sido fundamental
para la resistencia de la humanidad (o al menos
para una parte de ella) ante la hegemonía
escatológica de la contrarrevolución mundial? Si
nosotros pudiéramos bromear con cualquier
cosa... si todo pudiera ser vanalizado[1]...
si los hombres pudieran ser relativizados (no
humanizados), si se pudiera hablar de ellos
impunemente desde el cómodo lugar de la
inoperancia, la apatía social y el más frívolo
de los individualismos... si se pudiera en
definitiva especular con cualquier cosa, nada
sería verdadero ya que el ser humano es solo una
posibilidad, y si nos quitan esa posibilidad, es
decir, si nos quitan la posibilidad de pensar
nuestra vida como un viaje a lo sublime y
realmente trascendente, el mundo no sería
distinto a esos chicos que se tiran en la puerta
de los quioscos para que por favor les peguen
una patada en el culo. Todo necesita un
continente y el hombre no es la excepción. Ese
continente es el horizonte que el hombre se pone
a cada paso y hacia el cual se dirige... si no
hay horizonte, o si ese horizonte es una línea
tan ancha tras la cual no hay nada, pero por
donde se puede caminar eternamente, el hombre ya
no sería humano sino solo animal.
Por eso hablar del Che como mito, no es negar la
naturaleza humana del Che, sino muy por el
contrario, resaltar aquellas cosas que
sobrepasaban esa condición en el sentido de que
pueden ser universalizadas, convertidas en
paradigma y en arquetipo, justamente porque son
las que lo llevaron a buscar lo mejor de sí y
brindarlo a los demás y así consumarse a sí
mismo hecho de sus propias manos. El Che es un
mito no una leyenda. Un mito verdadero acechado
por un montón de mitos (en el sentido bartheano)
que muchas veces lo quieren prostituir,
degradar, disolver. Lo más lindo de todo esto (y
volviendo a nuestro ejemplo), es que los
conductores de CQC festejaron la trompada y
dijeron que “con el comandante está todo bien”
que es lo mismo que la hormiga le diga al cerro
que no se haga problema que no lo va a correr de
lugar. Esta es la entidad del Che y por eso es
que no puede ser destruido como icono, no
obstante si puede ser tergiversado o invocado o
esgrimido (en tanto mensaje simbólico) de manera
interesada y oportuna.
A eso me refería al inicio de estas líneas y esa
es la importancia también de conocer a carta
cabal de que materia está compuesto este mito
tan inobviable para nosotros. Porque sabemos (y
lo veremos mejor más adelante) que el Che
funciona como mito pero la caracterización del
Che persona (saber quién era el Che en realidad)
es lo que hace que ese mito opere en un sentido
o en otro.
Ya dijimos al principio quien lo mató, veamos
ahora quien era y seguramente (por ese camino)
sepamos por qué murió, y si son o no ciertas las
leyendas que se tejen en torno a su muerte.
Cualquier persona que se tome una pocas horas de
trabajo podrá descubrir que el Che siempre fue
un marxista leninista... y en esto hay cero
posibilidades de equivocarse... lean (escuchen)
al Che Guevara y siempre les va a decir lo
mismo. El Che era un revolucionario pero no
cualquier revolucionario, ni era un
revolucionario en un sentido impreciso, vago
(tan vago que pudiera dar lugar a
interpretaciones). El Che era un comunista en el
sentido que Marx le daba a la palabra comunista
en el mismísimo Manifiesto. Y en eso también hay
cero posibilidades de interpretación. Ahora que
tipo de comunista era el Che? Eso sí es
interesante y, seguramente, altamente
pedagógico. El Che no era un comunista en un
sentido también vago y genérico, el Che era un
comunista (como lo somos todos) en un sentido
preciso y esa precisión estaba dada por su
propia concepción de lo que era el comunismo en
tanto ideología, y por las propias
circunstancias y el modo en que esa ideología es
asimilada y tomada como propia por una persona
particular llamada Ernesto Guevara de La Serna.
En ese sentido podemos decir que el Che fue un
marxista autodidacta por un lado, lo cual lo
salvó seguramente de manuales e interpretaciones
y también, de la no siempre beneficiosa lógica y
cultura propia de muchos partidos y
organizaciones tradicionales de la izquierda
revolucionaria. En realidad el Che se fue
haciendo marxista casi al mismo tiempo que se
fue haciendo revolucionario, lo cual ya desde el
vamos tiene que haber favorecido una percepción
del marxismo como “herramienta” (un hombre que
hace la revolución y que busca en el marxismo
soluciones, elementos, puntos de anclaje y de
partida)... el Che era un joven... el Che leía a
Jack London... leía algunos poetas... era
burgués... antiperonista... era médico... era un
enfermo crónico... era argentino... creció
escuchando relatos de la Guerra Civil
Española... le gustaba el tango, el golf, el
rugby y el fútbol... no bebía... no bailaba...
tenía familia (madre, padre, hijos, mujeres,
hermanos, amigos) y muchas cosas más, igual o
distinto que todos nosotros... es decir, todas
estas cosas (algunas más algunas menos otras
nada) tienen que haber tenido que ver de manera
indefectible, junto a sus propias
circunstancias, con su modo de ser marxista y
revolucionario. Es la formación intelectual y
cultural que todo hombre tiene (incluido, por
cierto, los marxistas), incluido, por cierto
también, el Che Guevara. Este no es un tema
menor ya que hasta el orden en que se asimilan
los conocimientos condiciona el resultado: todo
lo que sabemos y lo que somos es el a priori con
que vamos a lo desconocido... todos lo que
sabemos y lo que somos (y también lo que no
sabemos) “condiciona” lo que aprendemos... actúa
a manera de filtro, de prisma, de antídoto o
abono de lo que se nos presenta nuevo... incluso
nuestra base cultural y hasta nuestra estructura
psicológica favorece o desfavorece la
aprehensión de determinados contenidos en
detrimento de otros. Y un análisis del Che en
estos términos es muy recomendable para entender
que su excepcionalidad o su singularidad no
debiera parecernos tan sorprendente o metafísica
ya que estaba en cierto modo preanunciada en ese
sumario vital y cultural que todos somos y que
por ende también él era.
Hay quien ha querido presentar al Che como un
idealista y un romántico... y creo que,
efectivamente, el Che era un idealista y un
romántico (hasta se lo puede documentar) pero no
hay duda alguna, también, que el Che era un
marxista a carta cabal... y alguien puede estar
pensando en este preciso instante que eso es
imposible, que hay incompatibilidad en tal
formulación (no se puede ser idealista y
marxista)... y yo digo que ese es un problema
del que así lo piense y sobre todo ese es un
problema propio de cierta interpretación del
marxismo como una filosofía al margen de la
filosofía, como una ciencia al margen de la
ciencia, como una religión al margen de la
religión. Fue el otro gran marxista americano
(J. C. Mariátegui) quien aseguró que una
epistemología materialista y dialéctica podía
generar valores espirituales y de hecho el mito
del Che Guevara y su paradigma del “hombre
nuevo” no solo lo corrobora sino que lo lleva al
límite de lo posible, es decir, quizás a su
máxima expresión. Eso sí, hay que ver la
totalidad del fenómeno no solo la parte que más
nos gusta o nos conviene.
Ese Che noble y romántico, puro... que
justamente por noble, romántico, y puro, puede
ser “perdonado” de su enfermedad juvenil: el
comunismo, es una de las primeras operatorias a
que fue sometido... el Che es en esta versión un
mito ético, pero bastante singular, (en
consecuencia) poco aplicable, poco alcanzable y
por sobre todo poco práctico en el sentido de
sus posibilidades paradigmáticas y sus
contenidos subvirtientes. Tal peso tiene esta
lectura que hasta sus enemigos participan de
ella. Por tanto no hay que descartarla en el
sentido de su veracidad y vigencia (es decir,
como mito ético), simplemente, este mito es la
cáscara del mito verdadero... como iremos
viendo, precisamente la fuerza del mito del Che
es que en él concurren un sin número de otros
mitos. Mitos muchas veces verdaderos pero que
vistos de manera aislada no solo no explican la
totalidad del ente sino que hasta pueden llegar
a ser su negación.
Rodolfo Kusch habla del Che como el mito de la
burguesía por excelencia, y a pesar de que esto
puede resultar en primera instancia, chocante,
no hay nada más cierto, ya que no hay nada
tampoco más moderno (en el sentido iluminista)
que el Che... él es la prueba incontestable de
lo que es la voluntad y la espiritualidad
humana... la fuerza de la inteligencia puesta al
servicio de la creación... del hombre como motor
de la historia y también del largo camino del
ser hacia lo sublime... un camino lleno de
renunciamientos y sacrificios por el cual (al
mejor estilo evangélico o alquímico) el alma del
hombre va destilando sus impurezas hasta hacerse
ancha y perenne... el Che, en ese sentido, nada
tiene que envidiarle a los apóstoles, nada tiene
que envidiarle a los jacobinos enciclopedistas,
y nada tiene que envidiarle tampoco a la
mitología griega y a su fascinación por el ideal
heroico de sus dioses humanos... la famosa carta
a su madre es harto ilustrativa. La metáfora que
elige es la del quijote y el quijote a su vez es
una manera de desdramatizar el mito heroico, lo
cual no quiere decir que por esta operatoria,
por esta especie de pudor, el Che no se vea a sí
mismo como un caballero de rampante blasón y
ferruginosa heráldica. Recuerdo también una
anécdota de sí que él mismo levanta en “Pasajes
de la Guerra Revolucionaria” cuando se queda con
la mejor arma capturada al enemigo (privilegio
del que más se ha destacado en el combate) a
pesar de “haber parado la más de las balas con
el culo” (más o menos sus propias palabras) ya
que su arma se atascó y debió pasar la mayor
parte de la acción acurrucado en una zanja...
quien pudiera cuestionar por eso a un hombre,
que como confesó Fidel alguna vez, por temerario
(no ya por valiente) era muy probable no hubiese
sobrevivido a aquella guerra sino hubiera habido
una política (como la hubo) por preservarlo[2].
Sin embargo en el Che hay tanta afectación,
propia de quien se sabe parte de lo
trascendente, como desmitificación de sí mismo:
el quijote no por simpático, por patético y
hasta a veces ridículo, deja de ser ni por un
instante heroico, de contener el ideal
caballeresco tan enraizado en la ética
occidental. El Che en consecuencia (y como bien
afirma Kusch) es moderno por histórico (por
motor de esa historia) y también lo es, como
bien dicta el buen manual de la Orden de
Caballería que escribió el mallorquino Ramón de
Llul hacia el 1200, por condolerse de los
desprotegidos e indefensos, por las doncellas y
causas perdidas. El Che es un mito moderno por
excelencia y por ende un mito (incluso por
impronta) del mejor cuño occidental.
Lo realmente singular (y hasta sincrético) es
que también es heroico en términos de
“sacrificio”, y es este “sacrificio” lo que lo
conecta no solo a lo sagrado, sino más
específicamente a la hierofanía americana. Es en
suma (y este es el territorio que comparte) el
diferente que no vive para la diferencia sino
para elevar al resto y ese es ya su premio,
aquello que lo coloca en otro peldaño y por ende
lo realiza como individuo en toda su
significación, pero también lo hace parte del
todo de la comunidad. No obstante no me quiero
adelantar sobre este aspecto que lo conecta a lo
americano y lo hace puente entre dos mundos, y
si apuntar, que esa faceta moderna del mito del
Che (como hacedor de la historia) debe ser
tomada por verosímil, por correcta, pero en
cierta forma también, tributaria de la anterior
(la del mito ético y romántico) y por ende solo
una parte.
Hay otra seguidilla de aproximaciones que,
aunque menores, también complementan o son
aleatorias de las que planteamos: la del Che
“traicionado”, la del Che “incomprendido”, por
ejemplo. Acá el Che es el propio Cristo (lo cual
no es un tema menor para occidente)... un Cristo
enfrentado a Roma no por Roma sino porque Roma
es la constatación de todo lo malo que el hombre
puede albergar (el plano va de lo filosófico a
lo político social) y en ese sentido el “hombre
nuevo” tiene mucho de bienaventuranza, de
“sermón de la montaña” (es innegable), pero el
punto es que hay quienes insisten en que sean
los comunistas los judas iscariotes que lo
llevan al madero y al escarnio. Para colmo esa
cara del Che con los ojos abiertos, tendido
sobre la pileta de la escuelita, bien pudiera
ser la piedad de algún nuevo Da Vinci o
Buonaroti que quisiera seguir retrazando el
icono de la indefinición, de lo realmente humano
llevado al paroxismo de la disolución.
Estoy sin embargo totalmente convencido que
ninguno de estos aspectos (por sí solos) pueden
explicar la enorme potencia del Che ante otros
mitos de igual envergadura (anteriores y
posteriores) que conviven con él.
La clave sin lugar a dudas tiene que estar en
ese puente del que habláramos hace un instante,
y que conecta al Che con la intemporalidad del
mito, entendido este como relato de lo
sagrado... como hecho real ocurrido fuera del
tiempo (o mejor dicho en un tiempo que luego
será sagrado) y que tiene la cualidad de
reciclarse, de repetirse, de convertirse en una
especie de plantilla mandálica que puede cambiar
su forma (sus personajes) pero no su contenido.
Esta es la verdadera entidad de los mitos
arcanos: su calidad paradigmática, su calidad de
ser arquetipo (de archomai: estar atravesado,
poseído por la totalidad). Dentro de esa
categoría de mitos este del Che parece responder
a uno de los más poderosos y extendidos...
Mircea Eliade lo llama “el mito del eterno
retorno”, un mito de los más comunes de la
cultura universal y que habla básicamente de
aquello que se sacrifica para que lo demás pueda
vivificar. No por casualidad esa foto del Che
(de la que ya hemos hablado) nos remite al Jesús
del madero, y es simplemente porque responden al
mismo exacto molde. El caso es que ese molde no
era desconocido en lo absoluto para el indio y
por eso, “el blanco estrafalario”, que más allá
de su intención, les hablaba desde afuera de su
mundo y su cultura, haya sido convertido en “san
Ernesto” por la sola mediación del sacrificio.
Mediante él el Che se incorpora a la historia de
una tierra que discurre en un tiempo fuera del
tiempo y por ende empieza a participar de los
mandatos profundos de la cultura.
Bien podemos ver entonces que no estamos
hablando de algo menor... estamos hablando de un
personaje polisémico, un personaje de una
densidad y de una concentración simbólica que
parece inconmensurable y es por eso que tanto
celo le debemos a su figura ya que en realidad
(y de manera objetiva) el Che es un mito donde
se cruzan dos mundos: el de su vida que empuja
las ruedas de la historia y el de su muerte que
lo ingresa al tiempo intemporal de lo sagrado
americano.
Todo esto es tan claro como la luz de la mañana.
El Che es un mito y como tal ha resistido, por
mito ha sido también combatido (por su potencial
paradigmático y civilizador) y por mito no ha
podido ser derrotado... porque cierto es que
muchos mitos se reconvierten o son remplazados
por la cultura cuando ya no responden a una
necesidad objetiva, y es en ese sentido que la
sola vigencia del Che como mito pone en
evidencia la irresolución de América como una
realidad tangible, como proyecto en perspectiva,
algo en definitiva totalmente moderno por un
lado (no posmoderno) y americano por el otro.
Esto, nada más y nada menos, que en un
continente no sintetizado culturalmente donde
conviven ambas cosmovisiones y todos los
subproductos resultantes de su mezcla e
interacción.
Ahora bien esto solo explica la potencia del
Che, el lugar que ocupa hoy en el imaginario y
en la afectividad al menos de nuestro pueblo,
pero para poder fundamentar lo que planteábamos
al principio, acerca de la posibilidad de que el
Che este siendo operado de manera permanente
para reconvertirlo de manera conveniente e
interesada, habría que decir quien era en verdad
el Che, no ya como mito, sino ahora como
persona, como personaje concreto, involucrado en
un tiempo concreto, con un rol determinado que
el mismo se había impuesto y con un desenlace y
una herencia que, por lo que vemos, está en
disputa.
Esa disputa, como no puede ser en los hechos (ya
que la historia pude ser interpretada pero no
cambiada objetivamente)... como no puede darse
tampoco en el plano espiritual, en el plano
ético, o de las motivaciones (ya que el mito es
generalmente un gesto, una actitud, una
afectación que sacude y conmueve más allá de su
resolución en términos de éxito o fracaso ),
tiene que ser indefectiblemente (y por descarte)
en el plano de las ideas. Queda por disputar que
es lo que hay detrás del mito, la filiación del
hombre que es elevado por las masas al plano de
lo sagrado, de lo esencial trascendente... de
todos modos sabemos que esa filiación no mermará
la potencia del mito sino que simplemente lo
habrá obrar hacia una u otra dirección. Nace así
la posibilidad de un Che anarquista, trotskista,
maoísta, nacionalista, o lo que haga falta y a
su tiempo... es decir: un Che “a la carta”,
resorte siempre efectivo (en tanto mito ético,
liberador y profundo), a disposición de los que
generalmente no solo no lo imitan sino tampoco
se han tomado la molestia (ni aunque más no
fuera por vergüenza) de conocerlo. Eso por un
lado, después sabemos incluso que existe la mala
intención lisa y llana.
Volvamos a repetirlo: “Cualquier persona que se
tome una pocas horas de trabajo podrá descubrir
que el Che siempre fue un marxista leninista a
carta cabal” y el que crea o pretenda lo
contrario no le queda otra que discutir con el
propio Che ya que eso es lo que el dice de sí
mismo a cada paso. Ahora bien, dijimos que
podíamos discutir que tipo de marxista era el
Che y que eso si que pudiera ser interesante y
hasta pedagógico.
El marxismo (debiera ser lugar común decirlo) es
sólo una herramienta de análisis de la realidad
y también de transformación de la misma (nada
más y nada menos). La famosa tesis 11 sobre
Feuerbach del propio K. Marx (“los filósofos se
han limitado a interpretar el mundo de distintos
modos; de lo que se trata es de transformarlo”)
parece confirmar esta manera de ver el marxismo.
Y si esto es así el Che fue una alto exponente
de este precepto: “lo primero que necesita un
revolucionario es una revolución” dijo alguna
vez y eso se refiere (creo yo) a que el marxismo
es algo más que un elemento extrínseco que nos
pueda insuflar identidad y sentido. El propio
Marx sería el primero que (según sus propias
palabras) se negaría a ser marxista, porque el
marxismo visto desde Marx no pueden ser más que
preocupaciones, movimientos de su mente y de su
vida, y desde nosotros solo experiencia
acumulada. Y esto tiene que ver (y también
debería ser lugar común decirlo) que lo
elaborado por Marx no era una verdad irrefutable
dicha de una vez y para siempre, ni tampoco un
fin en si mismo desvinculado de sus propias
circunstancias y las de su época (pretensión,
por otra parte, que en toda la historia de la
filosofía ningún filósofo a tampoco expresado).
Esas mismas ideas de Marx, como ya hemos dicho
otras veces, estaban en permanente movimiento...
hay evolución (no solo contradicción) en muchos
de sus postulados iniciales... pensemos
solamente que si el Manifiesto Comunista
necesitaba ser actualizado en cada nueva edición
(a veces de uno o dos años de diferencia entre
una y otra), en cada nueva traducción a la
lengua de un pueblo en particular (con una
historia y una realidad particular), como es que
alguien pueda pretender tomar a los clásicos del
marxismo (ya no solo a Marx) y seguir
interpelándolos como a un oráculo 150 años
después (incluso por fenómenos que ni existían
ni imaginaron).
Si aceptamos esto no creo que pueda haber dudas
en que el Che era “marxista”, porque si hablamos
de marxismo tenemos que hablar también de una
historia del marxismo, y de una historia del
marxismo enmarcada en la historia del movimiento
revolucionario mundial, y en una historia de la
humanidad también... la revolución cubana fue la
constatación empírica de que todo lo que decía
la ortodoxia de la Internacional Comunista, allá
a finales de la década del 50, era totalmente
inoperante para América, y esta constatación
empírica (de lo que el mismo Che ayudó a
provocar) es el más grande capital (y quizás
también la mayor limitación) del marxismo del
Che.
El marxismo de aquel entonces (en casi todas sus
vertientes) seguía impregnado de positivismo, de
darwinismo social... era metafísico en cuanto
había seguido un línea de razonamiento que
terminó en la religión de la materia... un
marxismo que miraba por arriba del hombro a la
ciencia misma, a la filosofía, a la historia, a
la cultura (ni hablar de lo que no fuera
occidente). En el caso del así llamado “marxismo
leninismo”, era el marxismo oficial de un mundo
bipolar, no ya en lo ideológico, sino en lo
fáctico. Había dos superpotencias que se
enfrentaban y el mundo se “alineaba”, se
“enrolaba” en uno u otro bando esperando la
conflagración total y final. Por consiguiente
las políticas de los partidos comunistas de todo
el mundo, ya sea por acción o por el peso
específico de la URSS en el movimiento
revolucionario mundial, eran arrastrados a las
posiciones del PCUS y no pocas veces terminaron
siendo sus meras sucursales (con todas las
excepciones que confirman la regla). Esto no
tiene nada que ver, no va en desmedro, ni
relativiza, el accionar heroico de esos partidos
(sobre todo de sus militantes, de sus dirigentes
de base) ni el compromiso con el ideal
socialista ni con la lucha de clases en sus
países... es simplemente que el triunfo de la
revolución mundial estaba erróneamente
homologado en cierto punto, al triunfo, al
engrandecimiento y fortalecimiento de la Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que a su
vez era “el sitio” y “la experiencia” socialista
por excelencia: el país donde “se hizo la
revolución”, “la experiencia más dilatada”, “la
primera”, la más sentida.
Sin pretender siquiera plantear este tema (que
ya desde el propio comienzo de la revolución de
octubre tuvo ribetes ideológicos), está claro
que el Che tuvo desde siempre reparos con las
políticas del PCUS y con la URSS como modelo de
sociedad. Están ahí sus escritos sus discursos y
polémicas (nada invento yo al decirlo). Cuba,
como ya dijimos, era la demostración empírica de
la incorrección de un análisis y por ende
también de una política.
Estas son las circunstancias del Che, el
trasfondo, la coreografía y las dimensiones del
escenario donde representó su drama.
Ya en junio de 1929, en la Primera Conferencia
Comunista Latinoamericana realizada en Buenos
Aires, el Partido Socialista del Perú había
presentado el “Punto de vista antiimperialista”
y también “El problema de las razas en América”
ambos de Mariátegui y que constituían un golpe
demoledor tanto al positivismo y al darwinismo
social como al liberalismo político de la
ortodoxia. Allí se demostraba ante los
representantes de los demás partidos y de la
propia Internacional, que si bien se verificaba
en América la supervivencia de relaciones
feudales de producción, nuestras economías eran
netamente capitalistas y en consecuencia la
revolución debía ser de carácter socialista y no
democrático burguesa como decía la Internacional
a través de su secretario Vittorio Codovila.
Milciades Peña entre otros muchos historiadores
explica bastante sobradamente (y polemizando con
los historiadores no solo de la cultura oficial,
sino también del revisionismo de derecha y de la
izquierda tradicional) que desde el inicio la
conquista de América fue una empresa capitalista
ya que siempre, más allá del modo y de las
relaciones de producción, esa producción estuvo
orientada al mercado mundial. Vivián Trías
también habla de lo mismo, (incluso del
desarrollo distorsionado funcional al
colonialismo y al imperialismo que no es lo
mismo que subdesarrollo)... o Lipschutz cuando
habla de que ese feudalismo de los
conquistadores era un “feudalismo a contrapelo”
ya que en la península se vivía el proceso
inverso, es decir, fue introducido aquí (incluso
a contrapelo de las propias Leyes de Indias)
porque era funcional a la explotación
capitalista para el mercado mundial, del mismo
modo que había sido introducido en África y en
Asia sin modificar las estructuras preexistentes
que le eran funcionales.
Lo importante de esto (y por eso lo traemos a
cuenta) es que ese análisis incorrecto de la
Internacional (y por ende de los partidos que la
integraban) tenía varias implicancias...
implicancias culturales y civilizatorias y en
consecuencia también políticas, sociales e
ideológicas: América, su cultura y sus
sociedades milenarias, eran vistas como la
prehistoria de la humanidad, como algo que había
que superar lo más rápido posible para acortar
la brecha con el mundo desarrollado. Nada, por
ende, se podía aprovechar de esa larga
experiencia histórica de más de 40000 o 50000
años, eran los bárbaros, en definitiva, y por
ende (al igual que dijo Marx del colonialismo
inglés en la India) hasta el propio capitalismo,
con todo lo cruento, era “superador”, era
“civilizatorio”; el mundo como decía Comte,
Morgan y Taylor, tenía que pasar
indefectiblemente por los mismos estadios hacia
la evolución... había por tanto un desarrollo
desigual no ya del capitalismo sino de la
civilización humana, y el marxismo al ser
introducido en América tenía que ayudar a
acelerar esas etapas, suprimir la brecha, para
llegar al socialismo, que dicho sea de paso, era
visto como escatología.
Este enfoque no puede más que negar la
revolución burguesa en América (esa de la
primera independencia) y por eso asume como
principal tarea la de impulsar dicha
revolución... la consecuencia: el seguidismo a
la burguesía, el apoyo de sus políticas
reformistas y lo que es peor, la aceptación de
su rol civilizatorio y su hegemonía cultural. La
revolución vista así iba a suceder por
“saturación”, por infiltración de cuadros e
influencias dentro de las superestructuras, y
por empujar ese horizonte democrático y de
reformas cada vez más allá, hacia el socialismo.
Claro, no casualmente esto a su vez coincidió en
algún momento con el browderismo (nacido del
reparto del mundo en Yalta) que pregonaba la
“coexistencia pacífica” y la posibilidad de
construir el socialismo “sin destruir” al
capitalismo. En lo filosófico encontraba
sustento en un “determinismo” (extrapolado de la
física de Newton) emanado de una legalidad (como
buen positivismo) que decía que el mundo
“giraba” de manera “indefectible” hacia el
socialismo, y en todo caso (y por esa lógica
evolucionista) había solo que darle una manito a
la historia. El socialismo sucedería al
capitalismo de la misma manera que el día
sustituye a las sombras, la única diferencia es
que el socialismo era una especie de sol
definitivo. Tal era la legalidad, el carácter
científico de esta supraciencia llamada marxismo
por algunos.
Ahora contrapongamos a este relato cosmogónico
de la religión de la materia aquella frase del
Che que decía que las “condiciones objetivas” ya
estaban (en aquel tiempo... década de los 60,
siglo XX) “hace mucho dadas en América”, pero lo
que hacía falta era que la masas tomaran
conciencia de la “necesidad y de la posibilidad”
cierta del triunfo de la revolución. Ya esto
solo explica porque el Che fue llamado
“aventurero” por los partidos comunistas
americanos. Esta revalorización de la
subjetividad, del hombre como motor de la
historia, condicionado sí por el medio pero
siempre con una actitud culturadora de la
realidad, es lo que entró en contradicción con
la filosofía del socialismo realmente existente.
Cuba demostró (como dice otro discurso) “que se
podía hacer la revolución” y el siglo XX y lo
que va del XXI demostraron a su vez, que el
único “giro indefectible” que realiza el mundo
es sobre su propio eje y al tiempo en torno a su
estrella, todo lo demás es pura mitología (pero
de un tipo distinto a la que venimos haciendo
referencia).
Así nace la primera tensión, la de la
Internacional con una revolución hecha por unos
jóvenes estudiantes burgueses, muchos
campesinos, algunos trabajadores, nucleados
todos en organizaciones sui géneris y no en el
partido de la internacional (que justo es
decirlo también se sumo al proceso). Cuba
siempre fue una excepción aunque cierto es
también que en muchos órdenes no pudo escapar a
las generales de ley, a las deformaciones, a los
errores del campo socialista en general y es esa
en todo caso su mayor virtud, lo que le ha
permitido sobrevivir y seguir desarrollándose,
porque si Cuba se rectificó (o se sigue
rectificando) es simplemente por que había cosas
que rectificar.
Ya desde el inicio Cuba busca su lugar en el
nuevo mundo (el segundo mundo, el campo
socialista) y es el propio Che quien visita no
solo la URSS sino también China, Corea,
Yugoeslavia... el Che compara, analiza, critica
cada una de esas experiencias, y es en esa
actitud del Che (casi ecléctica) y de la
revolución cubana, donde hay que ver esa
singularidad de la que hablábamos... Cuba no
acepta recetas acriticamente sino que busca su
lugar en el mundo, cuando las acepta, como en el
caso de la industrialización del país (con el
Che al frente del Ministerio) los resultados no
son nada alentadores. El Che atento a esto,
empieza a estudiar, empieza a polemizar con los
soviéticos, con los economistas cubanos que los
representan, con los cuadros del viejo Partido
Socialista (miembro de la III Internacional) y
particularmente con su secretario Escalante que
cada vez parece cobrar más protagonismo a la par
que la dependencia a la URSS se acrecienta. El
Che polemiza en lo económico y en lo filosófico
y no faltará mucho tiempo para que lo haga
también en lo político e ideológico.
En lo económico contrapone su “sistema unificado
de presupuesto” a la contabilidad por empresas
que propone la URSS, esto lo lleva a meterse en
discusiones acerca de la supervivencia o no de
la “ley de valor” en la etapa socialista de la
revolución y por esa vía llega al convencimiento
de que no se podía construir la nueva sociedad
con “las armas melladas del capitalismo”. Tales
armas eran los criterios mercantilistas,
eficientistas, los incentivos materiales, la
desigualdad prolongada en el socialismo de las
áreas más rentables de la producción en
detrimento de las que no lo son. Ahí es donde
despliega al máximo su “hombre nuevo” que es en
definitiva (y una vez más) una respuesta
filosófica a un problema aparentemente solo
económico... Fidel dice en “Un grano de maíz”:
“Mi admiración y mi simpatía por el Che crecen
en la medida en que he visto todo lo que ocurrió
en el campo socialista, porque él era
rotundamente opuesto a la construcción del
socialismo utilizando las categorías del
capitalismo”. Esa rotunda oposición nunca se vio
más clara que en el Discurso de Argel ante la
Tricontinental, donde el Che acusa a la los
países socialistas de comerciar en los mismos
términos que los capitalistas con aquellos que
inician su camino a la liberación... el Che dice
que esos nuevos procesos le tienen que “costar”
a los países que ya emprendieron su camino al
comunismo, porque es en su beneficio también que
otros se liberan, porque cada nuevo país que
rompe sus cadenas es un nuevo golpe al
capitalismo y es otro tramo ganado hacia la
cumbre de un mundo sin fronteras ni alienación.
Es aquí donde entramos en la parte que nos
interesa... el Che nunca dejó de reconocer el
papel de la URSS y del campo socialista como
contrapeso, como favorecedor incluso, del
surgimiento de nuevas experiencias liberadoras,
pero una cosa era ese papel y otra cosa eran
esas experiencias como modelo de sociedad o como
aliados en su estrategia de crearle “dos, tres,
muchos Viet Nam” al imperialismo.
Eso es lo que no terminan de aprender los que
aún hoy confunden la política exterior de las
revoluciones con las revoluciones en sí como
modelos de sociedad poscapitalistas, en transito
hacia el socialismo o hacia el comunismo, o como
actores (por acción u omisión) de una estrategia
global anticapitalista y por el socialismo: una
cosa es lo que aun proceso revolucionario le
conviene (su diplomacia), otra cosa es una
revolución en sí como experiencia histórica
concreta, y otra cosa muy distinta es una
revolución como modelo de sociedad, como
paradigma de la utopía. Confundir eso es
confundir todo. Una vez más (y aunque nadie lo
diga) estamos en la vieja polémica acerca de si
el socialismo es posible en un solo país y
también de si el deber primordial de los
partidos comunistas es la solidaridad con tal o
cual proceso (más allá de lo importante y
gravitante que sea) o si el deber primordial es
hacer la revolución en su país como la más alta
expresión que se puede dar de un
internacionalismo proletario, entendido este
como mancomunión de esfuerzos orientados hacia
la derrota de un enemigo universal. Solo por
este tipo de mecanismos confusos se puede llegar
a comparar a Fidel con Perón, a Evita con el
Che, a lo cual yo agregaría: mi abuela con San
Martín. Este también es un ejemplo de licuación,
y de como las categorías del capitalismo pueden
penetrar a los propios revolucionarios.
Cuál es entonces la verdad del Che Guevara?
Acá no hubo una pelea entre el Che “y” los
comunistas, porque eso sería lo mismo que decir
que el Che se peleó con sí mismo. Acá hubo una
pelea “entre” comunistas. Una pelea que al igual
que al dividir el átomo produjo una reacción en
cadena que no solo dividió a cada uno de los
partidos de la III Internacional y a los
partidos entre sí... que produjo muchas veces la
ida de sus juventudes, la formación de nuevos
partidos (ahora llamados guevaristas o maoístas)
de nuevos modos de organizarse, que generó
“virajes” y “rectificaciones”... que impactó
también en la IV Internacional y produjo que
muchos trotskistas se pasaran a la lucha armada
(MIR de Chile, ERP Argentina, Tupamaros de
Uruguay y así de corrido en casi todos los
países del continente) que produjo fracturas en
los propios partidos burgueses que vieron
radicalizarse a muchos de sus miembros, e
incluso produjo fracturas en una institución tan
retrógrada y conservadora como la Iglesia
Católica al punto que se vieron proliferar los
curas obreros como Mujica o guerrilleros como el
mismísimo Camilo Torres en Colombia... ese Che
sin duda fue quien conmovió no solo al campo
revolucionario sino a una época y su imagen
nunca más se ausentó de la rebeldía mundial
desde el Mayo francés a la Primavera de Praga,
pasando por todas y cada una de las luchas y
protestas de los pueblos más impensados hasta
nuestros días... Hubo aquí una lucha consecuente
acerca de cual era la estrategia, el curso que
tenía que tomar la revolución mundial, y esa
lucha llevo a que el campo revolucionario y los
comunistas dentro de ese campo, tomaran
diferentes posiciones ante el desafío de la
revolución. Es por eso que el famoso no apoyo de
los comunistas bolivianos no es tal porque tanto
Inti como Coco Peredo (y todos los que el Che
mandó de nuevo por no haber condiciones) eran no
solo comunistas sino (muchos de ellos) miembros
de la dirección del Partido Comunista Boliviano.
No importa que porcentaje se fue con uno o con
otro, eran comunistas todos los que estaban con
el Che, estuviesen o no estuviesen en tal o cual
partido y el más comunista entre todos ellos fue
herido en combate por haber elegido como siempre
no salvarse... el Che vuelve a auxiliar al chino
Chang que venía sin anteojos y es ahí donde lo
hieren... cómo no va a ser un mito el Che
Guevara?
Este es el gran fraude, la última gran
operatoria (y seguramente la más importante) la
del Che traicionado por su propia ideología,
reducido a un mero quijote, heroico, digno, pero
sin más compañía que su lanza, embistiendo los
molinos de la indignidad humana ante el silencio
cómplice del mundo y muy en particular ante la
traición de los que tenían que acompañarlo.
Nada de eso es cierto (es demasiado burdo para
ser verdad); el Che como uno de los máximos
líderes de una revolución, como uno de los más
notorios hombres del siglo XX, protagonizó una
lucha en el seno del movimiento revolucionario
mundial porque también estaba dando una lucha
definitiva contra el imperialismo. El llamado
“foquismo” del Che y todas las críticas al
estilo Debray (o las que se han ido sucediendo
en el tiempo) son las críticas de los que ahora
quieren explicar sus vacilaciones en un tiempo
en que se podía vencer al imperialismo porque
justamente estaba malherido, estaba casi
derrotado en lo ideológico, estaba totalmente
derrotado en lo cultural, estaba siendo vencido
militar y moralmente en Viet Nam. Estaba
perdiendo todas sus colonias en África, en Asía
y ahora en Cuba a escasas millas de los propios
EEUU... era el tiempo de los países “no
alineados”, de líderes nacionalistas que se
sentían cada vez con más ganas, más apoyados y
motivados a enfrentar a las superpotencias...
era en ese preciso instante donde la URSS jugaba
su juego personal y la “crisis de los misiles”
en 1962 fue lo que terminó de convencer a la
revolución cubana de que no eran solo
diferencias, sino de que era imprescindible
contar con nuevos países, con nuevos procesos
abiertos en que apoyarse, para romper la
hegemonía política y económica de la URSS en el
campo socialista ya que siempre sus propios
intereses terminaban primando sobre los de la
revolución mundial. La instalación de los
misiles en Cuba era un reclamo permanente (ya
desde los inicios) de la nueva revolución
(confirmado en Cochinos y en todos los intentos
anteriores y posteriores al hecho en sí) y el
caso es que Kruschev negoció su desmantelamiento
de manera secreta y sin la participación de
Cuba. Esto fue lo que les hizo terminar de
comprender que solo eran una pieza más en el
juego de las superpotencias que solo buscaban
ventajas, negociar desde posiciones de fuerza
para arrancar concesiones o sumar influencias...
ya había pasado en Yalta con Grecia y con
Italia, porque no iba a pasar de nuevo con una
islita en el Caribe?
Así nace el proyecto del Che... que no es el del
Che sino el de la revolución cubana (“yo puedo
hacer lo que te está vedado a tí por tu
responsabilidad al frente de Cuba...”) y tal es
así que en junto al Che en Bolivia hay 16
cubanos, algunos miembros del Comité Central del
Partido como Juan Vitalicio Acuña y Eliseo Reyes
Rodríguez, otros ex viceministros y funcionarios
como Alberto Sánchez o Gustavo Machi, todos
cuadros de primerísimo nivel, todos hombres de
la más absoluta confianza elegidos personalmente
por el Che, que en definitiva no hacen más que
confirmar el compromiso de la revolución con la
supuesta “aventura personal” del argentino.
No hay foquismo, hay un proyecto continental
cimentado por años, un proyecto que ya no
involucraba solamente a los partidos comunistas
de la órbita soviética, a los que quiso sumar de
manera oficial hasta último momento, un proyecto
que incluía a sectores de la iglesia (tan
importante en América) que incluía a los
dirigentes obreros y campesinos, a los
sindicatos, a los jóvenes y no tan jóvenes que
se habían apartado de sus organizaciones a la
luz de la gesta del pueblo de Cuba, a los
sectores nacionalistas consecuentes y demócratas
honestos... porque bueno es decirlo de una vez:
el Che pensaba que para el caso del tercer mundo
(con el que estaba a esta altura totalmente
comprometido) la vía al socialismo pasaba por la
liberación nacional... no una liberación
nacional en abstracto sino en el marco de un
movimiento “no alineado” en alza, sumamente
fuerte en el cual incluso militaban revoluciones
como las de China y Yugoeslavia, y en el marco
también de todo lo que relatamos más arriba...
de la guerra de Viet Nam y de los movimientos
insurreccionales en África, Asía, y del
surgimiento de los líderes nacionalistas como
Ben Bella en Argel, Modivo Keita en Malí,
Alphonse Masemba Deba y Gastón Soumialot en
Congo, Kwame Nkrumah en Ghana, Nasser en Egipto
y también de los jóvenes latinoamericanos
dispuestos a hacer de la Cordillera de los Andes
“una gran sierra maestra”... que no era otro el
proyecto, el de una revolución continental...
dos, tres, cientos de Viet Nam hasta que la
capacidad de reacción político militar de las
superpotencias, sumado a las luchas sociales en
sus propios territorios los hiciera colapsar...
solo se puede hablar de foquismo si se ve a
Bolivia como un episodio aislado... e incluso el
argumento de que el Che violó sus propias leyes,
sus propias tácticas es incorrecto. Como
incorrecto es pensar que su estrategia y sus
métodos estaban equivocados. Basta leer el
diario del Che en Bolivia para darse cuenta la
serie de sucesos (algunos hasta fortuitos) que
convergieron y precipitaron su muerte... desde
la delación a la indiferencia pasando por lo
fundamental que fue, no solo la detección
prematura del foco combatiente, sino el empezar
a combatir a contrapelo de lo planeado. Fidel lo
dijo claramente, el éxito o el fracaso de una
acción no determina el éxito o el fracaso de una
política, y pasa a dar el ejemplo del desembarco
del Gramna y de los 11 que quedaron... si
hubiéramos muerto en ese momento (dice) no
hubiera querido decir que estábamos equivocados.
No hubo por tanto ni equivocación ni
incomprensión, hubo toma de posiciones ante una
realidad, la de aquellos días... el propio Mao
(a quién visitó antes de la empresa) lo prefirió
en Cuba por creerlo más afín a su política y en
consecuencia también lo vio en el marco de su
partida de ajedrez con la URSS y los EEUU. Lo
concreto es que el Che encarnaba un proyecto y
por el murió... ese proyecto era el de la
liberación de los pueblos, el de la revolución
mundial en una guerra abierta y sin cuartel
contra el imperialismo, ya que la dominación no
puede estar ajena sino que más bien es lo que
explica la lucha de clases en los países
periféricos expoliados por las potencias.
Que quede bien claro entonces que el Che murió
como lo que fue, no un “guerrillero heroico”
sino un cuadro revolucionario integral y
excepcional, un comunista que no solo combatió
al imperialismo hasta las últimas consecuencias
sino que conmovió al mundo y regeneró el
pensamiento revolucionario abriendo las puertas
incluso a un marxismo americano o, en un sentido
más amplio aún, un marxismo para los países
pobres y oprimidos del mundo. En el se
conjugaron todos los mitos y todas las
ensoñaciones de los hombres más puros y
decididos. No fue un tira tiros sino un hombre
de acción, y como tal (en el mejor sentido
leninista) un intelectual agudo, inquieto y
visceral. Las circunstancias de su muerte, su
propia personalidad, el modo y los códigos que
eligió para vivir, lo llevaron a ser visto como
un mártir no solo ya en el sentido
judeocristiano, sino en el aquello que se inmola
para que los campos florezcan y las mieses se
multipliquen, por eso su figura no solo es icono
de la rebeldía, de la racionalidad creadora y
transformadora, sino también de la emotividad,
de la afectación de los pueblos originales de
nuestro continente que lo ven en términos
arcanos donde el mito no es mera leyenda sino
algo paradigmático que siempre regresa bajo
formas diferentes pero con los mismos contenidos
inaugurales y subvirtientes.
Quién mató al Che Guevara? El Che Guevara no ha
muerto.
[1] Adolfo Colombres dice en su “teoría
transcultural del arte” “ se sabe que el
ridículo mata, por lo que desatar el poder de la
risa sobre alguien constituye un asesinato
simbólico”
[2] Video “Cuando pienso en el Che”