CHE
por Gustavo Robles
Nada más humano que tu obra. Nada más heroico que tu ejemplo. Nada más claro que tu presencia, aún después de cuarenta años que quisieron silenciarte. Nada más verdadero que tu verbo, Comandante. Encarnaste, en vos se vio que es posible, el Hombre Nuevo, un mundo bueno, sin miserias, sin hambre ni explotados, un mundo solidario, un mundo justo, profundamente humano.
Has dejado en nosotros tu huella, Che, querido Ernesto.
Hoy más que nunca se puede ver la razón que te asistía, a tu lucha, a tu palabra y pensamiento. Hoy, cuando el mundo es gobernado por las lacras que combatiste. Ahí están las imágenes que no mienten, las dolorosas imágenes de los explotados y los desposeídos de la Tierra, su angustia y su sufrir, obra deleznable de los malnacidos que guían los destinos de la humanidad. Almas oscuras que se valen de cualquier medio para llegar a su fin, maestros del engaño y la manipulación que se presentan como santos defensores de la libertad y la democracia, como poseedores únicos de una única verdad, para luego esclavizar y perpetuarse en el poder. Ellos disfrazan sus mentiras con ropas de verdad, tapan la horrible realidad vivida por millones de seres humanos marginados detrás de cifras insensibles que nos hablan de aumento de PBI, de crecimiento de las economías, de consumo, de inflación controlada, de estabilidad; cifras que tergiversan la realidad, que engañan consciente y maliciosamente a las mayorías populares para confundir sus mentes, para adormecer la indignación, para paralizar la protesta y la movilización. Cifras que son el árbol que tapa el bosque del hambre y la miseria crecientes.
Vos, hermano, combatiste todo ese engaño. Quisiste abrir los ojos y las mentes. Quisiste un mundo justo, y por eso te combatieron los dueños de los privilegios, los amos de las sombras. Te llamaron villano, delincuente, terrorista, para ahuyentar tu ejemplo, para que éste no cunda. Ellos, justamente ellos, que siembran el terror día a día, el terror de la marginación, la angustia, el dolor, de la guerra. Ellos, que son los verdaderos terroristas, pues aplican políticas que conducen a millones de personas a vivir el terror de la pobreza. Ellos, malignos hechiceros que han embrujado al mundo de injusticia.
Vos luchaste para liberar las almas oprimidas. Enarbolaste el fusil para combatir el oprobio, para combatir el terror, no para sembrarlo. ¿Qué otro camino dejan los que no escuchan los quejidos del pueblo, los que reprimen las protestas de los sufrientes, los que utilizan los ejércitos como guardia personal de sus espurios intereses?. Tu causa es la causa de los justos y los humildes. Por eso quisieron silenciarte los personeros del dolor, las oligarquías, el imperialismo explotador, el capitalismo siempre salvaje y deshumanizado. Porque significás todo lo que ellos aborrecen: humanismo, igualdad, libertad, solidaridad, sensibilidad, justicia.
Hoy, cuarenta después, a pesar de sus balas asesinas y sus lenguas venenosas, no han podido silenciarte. Tu figura renace y se agiganta con el tiempo que transcurre, es luz de verdad, es estandarte de los pueblos soñadores de rotas cadenas. Y será el candil que alumbrará el día inexorable, el glorioso día de la victoria de los pueblos oprimidos.
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