Estimados compañeros, buenas noches,
Tengo que pedir disculpas al calificado público asistente por la demora en
la iniciación de este acto, que es culpa mía y del tiempo que ha estado muy
mal en todo el camino, y hemos tenido que parar en Bayamo.
Es muy interesante para mí venir a hablar de uno de los problemas que ha
tocado más de cerca a las juventudes estudiosas de todo el mundo; venir a
hablar aquí, en una Universidad revolucionaria, y precisamente en una de las
más revolucionarias ciudades de Cuba.
El tema es sumamente vasto; tanto es así que varios conferencistas han
podido desarrollar diferentes facetas de él. En mi condición de luchador, me
interesa analizar precisamente los deberes revolucionarios del estudiantado
en relación con la Universidad. Y para eso tenemos que precisar bien qué es
un estudiante, a qué clase social pertenece, y si tiene algo que lo defina
como entidad o como núcleo, o si simplemente responde en sus reacciones, a
las reacciones generales de las diferentes clases a que puede pertenecer. Y
entonces nos encontramos con que el estudiante universitario es precisamente
el reflejo de la Universidad que lo aloja, porque ya hay limitaciones que
pueden ser de diferentes tipos, pero que finalmente son limitaciones
económicas que hacen que el estudiantado pertenezca a una clase social donde
sus problemas -no sus problemas económicos- no son tan grandes como en
otras; pertenece por lo general a la clase media, no aquí en Oriente, en
Santiago de Cuba, sino en todo Cuba, y podemos decir que en toda América.
Hay naturalmente excepciones -todos las conocemos-; hay individuos de
extraordinaria capacidad que pueden luchar contra un medio adverso con una
tenacidad ejemplar y llegar a adquirir su título universitario. Pero en
general, el estudiante universitario pertenece a la clase media y refleja
los anhelos e intereses de esa clase; aunque muchas veces, precisamente en
momentos como ahora, la llama vitalizadora de la revolución puede llevarlo a
posiciones más extremas. Y eso es lo que tratamos de analizar en estos
momentos: las tendencias generales de la Universidad respondiendo al núcleo
social del cual sale, y sus deberes revolucionarios para con la comunidad
entera.
Porque la Universidad es la gran responsable del triunfo o la derrota, en la
parte técnica, de este gran experimento social y económico que se está
llevando a cabo en Cuba. Hemos iniciado leyes que transforman profundamente
el sistema social imperante: se han liquidado casi de un plumazo los
latifundios, se ha cambiado el sistema tributario, se está por cambiar el
sistema arancelario, se están creando incluso cooperativas de trabajo
industriales; es decir, toda una serie de fenómenos nuevos, que traen
aparejados instituciones nuevas, están floreciendo en Cuba. Y todo ese
inmenso trabajo lo hemos iniciado solamente con buena voluntad, con el
convencimiento de que estamos siguiendo un camino verdadero y justo, pero
sin contar con los elementos técnicos necesarios para hacer las cosas
perfectamente.
Y no contamos con ellos porque precisamente estamos innovando, y esta
institución que es la Universidad estaba orientada a dar a la sociedad toda
una serie de profesionales que encajaban dentro del gran cuadro de las
necesidades del país en la época anterior. había necesidad de muchos
abogados, de médicos; ingenieros civiles había menos, y otras carreras
seguían así. Pero nos encontramos de pronto con que necesitamos maestros
agrícolas, ingenieros agrónomos, ingenieros químicos, industriales; físicos,
incluso matemáticos, y no hay. En algunos casos no existe siquiera la
carrera; en otros, está ocupada por un pequeño número de estudiantes que han
visto la necesidad de empezar a estudiar cosas nuevas, o simplemente han
caído allí porque no había lugar en otra escuela, o porque querían estudiar
y no había nada que les gustara exactamente. En fin, no hay una dirección
estatal para llenar todos los claros que estamos viendo que existen en la
tecnificación de nuestra Revolución.
Y eso nos lleva al centro preciso del problema universitario en cuanto puede
tener de conflictivo, en cuanto pueden tener de agresivo, si ustedes
quieren, los planteamientos que voy a hacer. Porque el único que puede, en
este momento, precisar con alguna certeza cuál va a ser el número de
estudiantes necesarios y cómo van a ser dirigidos esos estudiantes de las
distintas carreras de la Universidad, es el Estado. Nadie más que él lo
puede hacer; por cualquier organismo, por cualquier instituto que sea, pero
tiene que ser un instituto que domine completamente todas las diferentes
líneas de la producción y esté al tanto también de las proyecciones de la
planificación del Gobierno Revolucionario.
Grandes materias que son la base del triunfo de países más avanzados, como
las matemáticas superiores y la estadística, prácticamente no existen en
Cuba. Para empezar a hacer estadísticas de lo que necesitamos, nos
encontramos con que no tenemos estadísticos, con que hay que importarlos, o
buscar algunas personas que han desarrollado su especialidad en otros
lugares. este es el nudo central del problema; si el Estado es el único
organismo o el único ente capaz de dictaminar con algún grado de certeza
cuáles son las necesidades del país, evidentemente, el Estado tiene que
tener participación en el gobierno de la Universidad. Hay quejas violentas
contra ello; incluso se levantan entre las candidaturas estudiantiles en La
Habana, casi como cuestión de principio, la intervención o la no
intervención del Estado, la pérdida de la autonomía, como llaman los
estudiantes. Pero hay que definir exactamente qué significa autonomía. Si
autonomía significa solamente que haya que cumplir una serie de requisitos
previos para que un hombre armado entre en el recinto universitario para
cumplir cualquier función que la Ley le asigne, eso no tiene importancia; no
es ese el centro del problema, y todo el mundo está de acuerdo en que esa
clase de autonomía se mantenga. Pero si hoy significara autonomía que un
gobierno universitario desligado de las grandes líneas del Gobierno Central
-es decir: un pequeño Estado dentro del Estado- ha de tomar los presupuestos
que el Gobierno le dé y ha de trabajar sobre ellos, ordenarlos y
distribuirlos en la forma que mejor le parezca, nosotros consideramos que es
una actitud falsa. Es una actitud falsa precisamente porque la Universidad
se está desligando de la vida entera del país, porque se está enclaustrando
y convirtiéndose en una especie de castillo de marfil alejado de las
realizaciones prácticas de la Revolución. Y además porque van a seguir
mandando a nuestra República una serie enorme de abogados que no se
necesitan, de médicos que incluso no se necesitan en la cantidad en que en
estos momentos están ingresando, o de toda una serie de profesiones, por lo
menos cuyos programas deben ser revisados para adaptarlos.
Surge entonces, frente a esta encrucijada de dos caminos o siglos, el
levantamiento de grupos más o menos importantes, de sectores estudiantiles
que consideran como la peor palabra del mundo la intervención estatal o la
pérdida de la autonomía. En ese momento, esos sectores estudiantiles, lo
digo con responsabilidad y sin ánimo de herir a nadie, están cumpliendo
quizá el deber de la clase a que pertenecen, pero están olvidando los
deberes revolucionarios, están olvidando los deberes contraídos en la lucha
con la gran masa de obreros y campesinos que pusieron sus cuerpos, su sudor
y su sangre al lado de los estudiantes en cada una de las batallas que se
libraron en todos los frentes del país para llegar a esta gran solución que
fue el primero de enero.
Y esta es una actitud sumamente peligrosa. No hoy, no hoy porque no se han
definido todavía los campos, porque todavía hay mucha gente que aun herida
en sus intereses económicos, cree que la Revolución ha sido un acierto,
gente que tiene la virtud de ver mucho más lejos que donde alcanza su
bolsillo y ve los intereses de la patria. Pero todo ese pequeño problema,
que gira en torno a la palabra autonomía, tiene correlaciones e
interrelaciones que van aún mucho más lejos que en nuestra Isla. Desde
afuera se van tendiendo las grandes líneas estratégicas encargadas de
aglutinar a todos los que sienten que han perdido algo con esta Revolución;
no a los esbirros, no a los malversadores o a los miembros del anterior
Gobierno, sino a los que quedándose al margen, o incluso apoyando en alguna
forma este Gobierno, sienten que han quedado atrás o que han perdido algún
bien económico. Toda esta gente está dispersa en distintas capas sociales, y
puede manifestar su descontento con toda libertad en el momento que quiera;
pero la tarea a que está encaminada en este momento la reacción nacional e
internacional es aglutinar todas las fuerzas descontentas contra el
Gobierno, y constituirlas en un conglomerado sólido para tener ese frente
interno necesario a sus planes de invasión o depresión económica, o quién
sabe cuál será.
Y la Universidad, dando batallas a veces feroces, luchando encarnizadamente
en torno a la palabra autonomía, como naturalmente luchando encarnizadamente
en torno a cuestiones de menor importancia como es la elección de los
líderes estudiantiles, están creando precisamente el campo para que se
siembre con toda fertilidad esa simiente que tanto anhelan sembrar los
reaccionarios. Y este lugar, este lugar que ha sido en las luchas vanguardia
del pueblo, puede convertirse en un factor de retroceso si no se incorpora a
las grandes líneas del Gobierno Revolucionario.
Y lo que digo no es un análisis teórico de la cuestión ni una opinión
festinada; es que esto es lo que ha pasado en la América entera, y los
ejemplos podrían abundar considerablemente. Recuerdo en este momento el
ejemplo patético de la Universidad de Guatemala que fue, como las
Universidades cubanas, vanguardia del pueblo en la lucha popular contra los
regímenes dictatoriales, y después, en el Gobierno de Arévalo primero, pero
sobre todo en el Gobierno de Arbenz se fueron transformando en focos
decididos de lucha contra el régimen democrático. Defendían precisamente lo
mismo que ahora se está defendiendo: la autonomía universitaria, el derecho
sagrado de un grupo de personas a decidir sobre asuntos fundamentales de la
Nación, aun contra los intereses mismos de la Nación. Y en esa lucha ciega y
estéril, la Universidad se fue transformando, de vanguardia de las fuerzas
populares, en arma de lucha de la reacción guatemalteca. Fue necesaria la
invasión de Castillo Armas, la quema en un acto público de un vandalismo
medioeval de todos los libros que hablaran de temas que fueran mal vistos
por el pequeño sátrapa guatemalteco, para que la Universidad reaccionara y
volviera a tomar su lugar de lucha entre las fuerzas populares. Pero el
camino perdido había sido extraordinariamente grande, y Guatemala hoy está,
como ustedes lo saben, saliendo a medias de aquella situación caótica y
buscando de nuevo, entre tropiezo y tropiezo, una vida institucional de
acuerdo con las normas democráticas. Ese es un ejemplo palpitante, que todos
ustedes recuerdan porque pertenece a la historia de estos días.
Pero es que podríamos ir mucho más lejos en el análisis de la gran conquista
de la reforma universitaria del dieciocho que precisamente se gestó en mi
país de origen y en la provincia a la cual pertenezco, que es Córdoba; y
podríamos analizar la personalidad de la mayoría de aquellos combativos
estudiantes que dieron la gran batalla por la autonomía universitaria frente
a los gobiernos conservadores que en esa época gobernaban casi todos los
países de América. Yo no quiero citar nombres para no provocar incluso
polémicas internacionales; quisiera, que ustedes tomaran el libro de Gabriel
del Maso, por ejemplo, donde estudia a fondo la reforma universitaria,
buscarán en ese índice los nombres de todos aquellos grandes artífices de la
reforma y buscarán hoy cuál es la actitud política, buscarán qué es lo que
han sido en la vida pública de los países a que pertenecen, y se encontrarán
con sorpresas extraordinarias, con las mismas sorpresas con que me encontré
yo, cuando creyendo en la autonomía universitaria como factor esencial del
adelanto de los pueblos, hice ese análisis que les aconsejo hacer a ustedes.
Las figuras más negras de la reacción, las más hipócritas y peligrosas
porque hablan un lenguaje democrático y practican sistemáticamente la
traición, fueron las que apoyaron, y muchas veces las que aparecen como
figuras propulsoras en sus países de aquella reforma universitaria. Y aquí
entre nosotros, investiguen también al autor del libro porque también habrá
sorpresas por allí.
Todo esto se lo decía para alentarlos precisamente sobre la actitud del
estudiantado. Y más que en ningún lugar en Santiago, donde tantos
estudiantes han dado su vida y tantos otros pertenecen a nuestro Ejército
Rebelde. Nosotros, como tenemos un ejército que es popular y dignidad, a
nadie le preguntamos cuál es su actitud política frente a determinados
hechos concretos; cuál es su religión, su manera de pensar. Eso depende de
la conciencia de cada individuo. Por eso no les puedo decir cuál será la
actitud misma de los miembros del Ejército Rebelde. Espero que entiendan
bien las líneas generales del problema y que sean consecuentes con las
líneas de la Revolución. Tal vez sí, tal vez no.
Pero estas palabras no van dirigidas a ellos, una minoría, sino a la gran
masa estudiantil, a todos los que componen este núcleo. Yo recuerdo que tuve
una pequeña conversación con algunos de ustedes hace varios meses, y les
recomendaba entrar en contacto con el pueblo, no llegar al pueblo como llega
una dama aristocrática a dar una moneda, la moneda del saber o la moneda de
una ayuda cualquiera, sino como miembro revolucionario de la gran legión que
hoy gobierna a Cuba, a poner el hombro en las cosas prácticas del país, en
las cosas que permitan incluso a cada profesional aumentar su caudal de
conocimiento y unir, a todas las cosas interesantes que aprendieron en las
aulas, las quizás mucho más interesantes que aprenden construyendo en los
verdaderos campos de batalla de la gran lucha por la construcción del país.
Es evidente que uno de los grandes deberes de la Universidad es hacer sus
prácticas profesionales en el seno del pueblo, y es evidente también que
para hacer esas prácticas organizadamente en el seno del pueblo necesitan el
concurso orientador y planificador de algún organismo estatal que esté
directamente vinculado a ese pueblo, o incluso de mucho más de un organismo
estatal, pues actualmente para hacer cualquier obra en cualquier lugar de la
república, se ponen en contacto tres, cuatro o más organismos, y se está
iniciando recién en el país la tarea de planificar el trabajo y de no
dilapidar esfuerzos.
Pero centralizando el tema en el estudio, en el derecho a estudiar y en el
derecho a elegir una carrera de acuerdo con una vocación, nos tropezamos
siempre con el mismo problema: ¿Quién tiene derecho a limitar la vocación de
un estudiante por una orden precisa estatal? ¿Quién tiene derecho a decir
que solamente pueden salir 10 abogados por año y deben salir 100 químicos
industriales? Eso es dictadura, y está bien: es dictadura. Pero ¿es la
dictadura de las circunstancias la misma dictadura que existía antes en
forma de examen de ingreso o en forma de matrículas, o en forma de exámenes
que fueran eliminando los menos capaces? Es nada más que cambiar la
orientación del estudio. El sistema en este caso permanece idéntico, porque
lo que se hacía antes es tratar de dar los profesionales que iban a salir a
la lucha por la vida en las diferentes ramas del saber. Hoy se cambian por
cualquier método: examen de ingreso, o una calificación previa; en fin, el
método es lo de menos. Y se trata de llevarlo hacia los caminos que la
Revolución entiende que son necesarios para poder seguir adelante con
nuestra tarea técnica. Y creo que eso no puede provocar reacciones. Y salta
a la vista que la integración de la Universidad con el Gobierno
Revolucionario no debe provocar reacciones.
No queremos aquí esconder las palabras y tratar de explicar que no, que eso
no es pérdida de autonomía, que en realidad no es nada más que una
integración más sólida, como la es. Pero esa integración más sólida
significa pérdida de la autonomía, y esa pérdida de autonomía es necesaria a
la Nación entera. Por tanto, tarde o temprano, si la Revolución continúa en
sus líneas generales, encontrará las formas de lograr todos los
profesionales que necesita. Si la Universidad se cierra en sus claustros y
sigue en la tarea de lanzar abogados, o toda una serie de carreras que no
son tan necesarias en este momento (no vayan a pensar que la he agarrado
especialmente con los abogados); si sigue en esa tarea, pues tendrán que
formar algún otro tipo de organismo técnico. Ya se está pensando en La
Habana en hacer un Instituto Técnico de Cultura Superior que dé precisamente
una serie de estas carreras, instituto que tendrá una organización diferente
a la Universidad quizás, y que puede convertirse, si la incomprensión
avanza, en un rival de la Universidad o la Universidad en una rival de esa
nueva institución que se piensa crear en la lucha por monopolizar algo que
no se puede monopolizar porque es patrimonio del pueblo entero, como es la
cultura.
También esas cosas que se están creando en Cuba se han hecho en otros países
del mundo, y sobre todo de América. También se han producido esas luchas
entre los miembros de organismos, de escuelas técnicas o politécnicas de un
grado de cultura por lo general menor y la Universidad. Lo que yo no sé si
se ha dicho o si se ha precisado bien claro, es que esa lucha es el reflejo
de la lucha entre una clases social que no quiere perder sus privilegios, y
una nueva clase o conjunto de clases sociales que están tratando de adquirir
sus derechos a la cultura. Y nosotros debemos decirlo para alertar a todos
los estudiantes revolucionarios, y para hacerles ver que una lucha de esa
clase es sencillamente la expresión de eso que hemos tratado de borrar en
Cuba, que es la lucha de clases, y que quien se oponga a que un gran número
de estudiantes de extracción humilde adquiera los beneficios de la cultura,
está tratando de ejercer un monopolio de clases sobre la misma.
Ahora bien, cuando aquí se hablaba de reformas universitarias, y todo el
mundo ha estado de acuerdo en que la reforma universitaria es algo
importante y necesario para el país, lo primero que se ha hecho es, por
parte de los estudiantes, tomar en cierta manera el control de las casas de
estudio, imponer a los profesores una serie de medidas e intervenir en el
gobierno de la Universidad en mayor o menos grado. ¿Es correcto? Esa es la
expresión de un grupo que ha triunfado, ha triunfado y ha exigido sus
derechos después del triunfo. Los profesores -algunos por su edad, otros por
su mentalidad incluso- no participaron en la misma medida en la lucha, y los
que lucharon y triunfaron adquirieron ese derecho. Pero yo me pregunto si el
Gobierno Revolucionario no luchó y triunfó, y no luchó y triunfó con tanto o
más encarnizamiento que cualquier sector aislado de la colectividad porque
fue la expresión de la lucha toda del pueblo de Cuba por su liberación. Sin
embargo, el Gobierno no ha intervenido en la Universidad, no ha exigido su
parte en el festín, porque no considera que esa sea la manera más lógica y
honorable de hacer las cosas. Llama simplemente a la realidad a los
estudiantes; llama al raciocinio, que es tan importante en momentos
revolucionarios, y a la discusión, de la cual surge necesariamente el
raciocinio.
Ahora se están discutiendo programas de reforma universitaria y enseguida se
vuelve la vista hacia las reformas universitarias del año dieciocho, hacia
todos los supersabios que traicionaron su ciencia y su pueblo después pero
que en el momento en que lucharon por una cosa noble y necesaria como era la
reforma universitaria en aquel momento, no conocían nada de nada, eran
simples estudiantes que la hicieron porque era una necesidad. Teorizar,
teorizaron después, y teorizaron cuando ya tenían un sentido malévolo de lo
que habían hecho. ¿Por qué nosotros tenemos entonces que ir a buscar la
reforma universitaria en lo que se ha hecho en otros lados? ¿Por qué no
tomar aquello sino simplemente como información adicional a los grandes
problemas nuestros, que son los que tenemos que contemplar por sobre todas
las cosas, a los problemas que existen aquí, que son problemas de una
revolución triunfante con una serie de gobiernos muy poderosos, hostiles que
nos atacan, nos acosan económicamente y a veces también militarmente; que
riegan de propaganda por todo el mundo una serie de patrañas sobre este
Gobierno, de un Gobierno que ha hecho la reforma agraria en la misma manera
que yo aconsejo hacer la reforma universitaria, mirando hacia adelante pero
no hacia atrás, tomando como simples jalones lo que se había hecho en otras
partes del mundo, pero analizando la situación de nuestro propio campesino;
que ha hecho una reforma fiscal y una reforma arancelaria, y que está ahora
en la gran tarea de la industrialización del país, de este país de donde hay
que sacar entonces los materiales necesarios para hacer nuestra reforma; de
un país donde se reúnen los obreros que no han logrado todas las
reivindicaciones y que aspiraron y lógicamente aspiran, y resuelven, en
asambleas multitudinarias y por unanimidad, dar una parte de su sueldo para
construir económicamente al país; de un Gobierno Revolucionario que lleva
como bandera de lucha a la Reforma Agraria, y que la ha impulsado de una
punta a la otra de la Isla, y que constantemente sufre porque no tiene los
técnicos necesarios para hacerla, y porque la buena voluntad y el trabajo no
suple sino en parte esa deficiencia, y porque cada uno de nosotros debemos
volver sobre nuestros pasos constantemente y aprender sobre el error
cometido, que es aprender sobre el sacrificio de la Nación.
Y cuando tratamos de buscar a quien lógicamente nos debe apoyar, a la
Universidad; para que nos dé los técnicos, para que se acople a la gran
marcha del Gobierno Revolucionario, a la gran marcha del pueblo hacia su
futuro, nos encontramos con que luchas intestinas y discusiones bizantinas
están mermando la capacidad de estos centros de estudios para cumplir con su
deber de la hora. Por eso es que aprovechamos este momento para decir
nuestras verdades quizás agrias, quizás en algunas cosas injustas, muy
molestas quizás para mucha gente, pero que transmite el pensamiento de un
Gobierno Revolucionario honesto, que no trata de ocupar o de vencer una
institución que no es su enemiga, sino que debe ser su aliada y su más
íntima y eficaz colaboradora; y que busca precisamente a los estudiantes
porque nunca un estudiante revolucionario puede ser, no enemigo, ni siquiera
adversario del Gobierno que representamos; porque estamos tratando en cada
momento de que la juventud estudiosa, aúne al saber que ha logrado en las
aulas el entusiasmo creador del pueblo entero de la República y se incorpore
al gran ejército de los que hacen, dejando de lado esta pequeña patrulla de
los que solamente dicen.
Por todo eso he venido aquí, más que a dar una conferencia, a presentar
algunos puntos polémicos, y a llamar, naturalmente, a la discusión, todo lo
agria, todo lo violenta que se quiera, pero siempre saludable en un régimen
democrático, a la explicación de cada uno de los hechos, al análisis de lo
que está sucediendo en el país, y al análisis de lo que sucedió con los que
mantuvieron las posiciones que hoy mantienen algunos núcleos estudiantiles.
Y para finalizar, un recuerdo a los estudiantes interesados en estos
problemas de la reforma universitaria: investiguen la vida futura, futura
pero ya pasada, desde el momento en que se inició la reforma del dieciocho
hasta ahora; investiguen la vida de cada uno de aquellos artífices de la
reforma. Les aseguro que es interesante. Nada más.
Ernesto Che Guevara
17 de octubre de 1959
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