Sería difícil conceptuar la huella del Che Guevara en América con más elocuencia que como lo hizo –pretendiendo denigrarlo- un artículo del Wall Street Journal en octubre de 2007, al cumplirse 40 años de su captura y asesinato en Bolivia.
El artículo, titulado "Cuarenta años después, la sombra del Che aún pende sobre América Latina", revela los motivos por los que el imperio persiguió con tanta saña y asesinó con tanto odio a quien identifica como "ideólogo del comunismo y de la revolución armada contra occidente en el Tercer Mundo" y sostiene que el Che era demasiado revolucionario hasta para Cuba, razón por la cual Fidel Castro envió a su gran colaborador revolucionario a promover la revolución en otras tierras.
"En vida, el Che tenia escasa influencia directa fuera de Cuba, pero su leyenda ha hecho mucho más que vender camisetas a descontentos jóvenes ricos", ironiza el artículo del WSJ.
"Las paranoicas doctrinas económicas anticapitalistas del Che tienen considerable atractivo para los latinoamericanos. Muchos países en la región han elegido gobiernos encabezados por simpatizantes del Che – desde el Chile de Salvador Allende en 1970 hasta la Bolivia de Evo Morales y el Ecuador de Rafael Correa, hoy", deplora la publicación.
El artículo señalaba supuestos efectos negativos para la región derivados de las ideas inculcadas por las luchas del Che y daba su apreciación acerca del gran bienestar continental que el ejemplo del Che había impedido para Latinoamérica.
"Cuando el Che terminó su vida en 1967, el crecimiento de la productividad en América Latina era medio, según consideración mundial. Pero, desde entonces, ha caído por debajo de otras regiones. Solo Brasil y Chile han tenido desempeños aceptables, básicamente gracias a los extensos períodos de gobiernos militares de derecha en los que el Cheismo fue reprimido."
Luego conjetura: "Sin la leyenda del Che, la tasa anual de crecimiento habría sido un uno por ciento mayor. De ahí que lo que este revolucionario le ha costado a la región es alrededor de $1.3 trillones de crecimiento interno bruto anual."
Y enfáticamente concluye: "Las camisetas son baratas, pero el Che ha sido un ícono caro."
Las afectaciones para América Latina que el WSJ imputa a las ideas del Che, son en verdad los resultados del desastre económico y social provocado por las políticas neoliberales a cuya implantación forzó Washington a la región en función de su estrategia económica global, luego de haber dependido de dictaduras militares y represión policial con asesoría estadounidense para el ejercicio, durante las dos décadas previas, de su hegemonía imperial en el continente.
La receta de democracia representativa ejercida por partidos políticos controlables por las oligarquías locales en virtud de reglas electorales neoliberales que así lo propician, fue diseñada por Washington cuando se vio obligado a abandonar la fórmula anterior, estimulante de luchas sociales y de la revoluciones armadas como la que triunfó en Cuba hace 50 años y la que el Che preconizó con su ejemplo.
Ahora, el sistema de corporaciones transnacionales de Estados Unidos, cuyos intereses refleja el WSJ, observa con estupor que, con el asesinato del Che, no ha muerto la voluntad y decisión de los pueblos latinoamericanos de obtener la soberanía y la libertad para sus naciones.
Porque si bien la lucha armada era el único camino que dejaba el imperio para la conquista revolucionaria de la soberanía y la libertad para sus naciones, allí donde se ha abierto el camino de las urnas como recurso para la promoción desde el poder de las aspiraciones populares, muchos revolucionarios del continente han aceptado el reto.
Así, en la región se ha conformado un nuevo escenario caracterizado por que, desde hace dos décadas y por primera vez en la historia, se ha hecho muy excepcional la elección de algún candidato a la presidencia promovido o preferido de Washington. Han llegado al poder mandatarios cuyos programas se identifican con los anhelos de sus ciudadanos en una proporción jamás vista antes.
No se trata siempre de dirigentes marxistas o revolucionarios consecuentes –como tampoco lo eran todos los patriotas que antes escogieron el camino de las armas- pero tienen en común el hecho de que proclaman sin ambages la defensa de la independencia de sus naciones y rechazan la subordinación servil a la hegemonía de los Estados Unidos que fuera ley en el continente.
No es que ahora el imperio y las oligarquías se hayan tornado más comprensivos y la lucha de los pueblos se haya hecho más fácil. Nada más lejos de la verdad. La lucha revolucionaria sigue siendo muy difícil porque se libra dentro de sistemas diseñados por las oligarquías con reglas de juego que les propicien ventajas y la supremacía de sus intereses.
La nueva realidad de América Latina, con la revolución cubana imbatida y triunfos electorales de varios mandatarios con programas antioligárquicos que afirman la soberanía de sus naciones es, en muy buena medida, fruto de la rebeldía latinoamericana – de la que el Che es ícono - enfrentó con su lucha las pretensiones de dominio absoluto en la región con que Estados Unidos intentó responder al desafío de la revolución cubana.
Ni qué decir que los pueblos de América Latina no estaban ni estarían jamás dispuestos a soportar tiranías como la de Pinochet, genocidios como el Plan Cóndor y el sometimiento de su dignidad y las soberanías de sus naciones a los dictados de las corporaciones mediante asociaciones como el ALCA, para lograr las tasas de crecimiento económico y demás pírricas ganancias a que alude el WSJ.
Las ideas del Che fueron siempre, incluso cuando se incorporó en México al contingente encabezado por Fidel Castro para luchar contra la tiranía en Cuba, las de una América Latina independiente, unida y socialmente justiciera. Ese ideario maduró y se profundizó en la realidad del combate y en la confrontación con el enemigo mayor, el imperialismo.
Incorporado como médico al contingente de 82 jóvenes en la expedición del yate Granma que desembarcó en Cuba en diciembre de 1956, por su talento táctico y estratégico, así como por su coraje e intrepidez en el combate, el Che pasó a desempeñar un papel cada vez más importante en la guerrilla. Pronto le fue asignada la jefatura de una de las cinco mayores columnas que tenia el Ejército Rebelde y fue el primero en ser ascendido al rango de Comandante que hasta entonces solo ostentaba Fidel Castro.
Como médico en la guerrilla, Che fue paladín de la atención privilegiada a los prisioneros enemigos, práctica que estimulaba la rendición de los militares de la tiranía, convencidos del escrupuloso respeto a los derechos humanos de sus contrincantes cautivos que dispensaban los insurrectos.
Identificado plenamente con los ideales patrióticos cubanos, el Che se convirtió en poco tiempo en uno de los líderes principales de la lucha de liberación y la construcción revolucionaria en Cuba.
A partir de la victoria en la guerra, asumió responsabilidades de dirección en varios campos de la vida civil sin abandonar éstas en el terreno de la defensa.
Se desempeñó como presidente del Banco Nacional de Cuba y como ministro de Industrias y, en el ejercicio de ambos cargos, hizo importantes contribuciones a la teoría y la práctica económicas en esos campos desde las posiciones revolucionarias de una nación en lucha contra el subdesarrollo.
A base de auto estudio, auto preparación y la misma temeridad de que había dado muestras en el combate guerrillero, se convirtió en referente de las posiciones e ideas más avanzadas en diversos aspectos del pensamiento socialista.
Su estilo riguroso de dirigir basado en la autoexigencia, sus críticas punzantes que todos asimilaban por la honestidad que trascendía en ellas, el respeto que inspiraba su entrega total y apasionada al trabajo, y su lealtad a la guía de Fidel Castro, lo llevaron al más alto sitial de la popularidad en Cuba.
Su participación en eventos internacionales y sus contactos con personalidades de naciones del tercer mundo extendieron su prestigio internacional como una de las figuras más representativas de la revolución cubana.
Entre sus cualidades revolucionarias más significativas destaca su pasión por la justicia, su humanismo, su desprendimiento, su prédica constante con el ejemplo y la armónica estructuración que alcanzaron sus ideas políticas, económicas y militares en el breve espacio de una corta vida.
En el campo de las ideas políticas era un marxista convencido que rechazaba el dogmatismo intransigente y pretendía despojar el marxismo-leninismo de ataduras doctrinarias congelantes de la revolución y de tendencias burocráticas,
El ejemplo con que predicó el Che la revolución ha dejado mucho más que el mito y la imagen que hoy moviliza a millones de oprimidos, explotados, excluidos y personas insatisfechas con el orden mundial injusto en que viven.
El Che no fue a Bolivia a morir, como no vino a Cuba a morir, ni fue a eso al África antes de emprender el combate en Bolivia. Fue siempre a demostrar con su ejemplo personal cual era la decisión con que debían actuar los pueblos para sacudirse la opresión. Conocía el riesgo y lo asumió plenamente.
Manuel E. Yepe