Escenas de Vallegrande
El pequeño pueblo boliviano donde los rangers exhibieron el cadáver de Guevara es el centro del Encuentro Mundial sobre el Che.
Imagen: Pablo Piovano
Por Martín Piqué
Desde Vallegrande, Bolivia
La oscuridad llegó de golpe y sorprendió a la ciudad en medio de un ajetreo muy poco habitual. Eran las siete de la tarde de Bolivia cuando un corte de luz inesperado dejó como ciegos a los recién llegados que caminaban por la calle. El apagón también tomó por sorpresa a los comerciantes, a los ocupantes de la feria que confiaban en seducir a los visitantes con sus adornos, souvenirs y recuerdos con la imagen del guerrillero heroico. Los extranjeros hablaban idiomas diversos, muchos exhibían prendedores, remeras, banderas con la estampa de Guevara. Habían llegado para participar del Encuentro Mundial Ernesto Che Guevara que se realiza en esta ciudad (en cuyo hospital los militares bolivianos exhibieron el cadáver del Che para que fuera fotografiado) y en la localidad vecina de La Higuera, donde lo asesinaron. La bienvenida en tinieblas no duró más de una hora, pero alcanzó para reflejar lo que los organizadores del foro vienen denunciando desde hace varios días. La oposición al presidente Evo Morales está boicoteando los homenajes con todos los recursos a su alcance. Como los cortes de electricidad y la falta de agua potable, inéditos a esta altura del año.
Los trescientos kilómetros desde Santa Cruz de la Sierra a Vallegrande imponen su tiempo. Cubrirlos lleva entre cuatro y siete horas, la ruta cambia de ripio a asfalto a cada rato y el trazado es muy sinuoso, lleno de precipicios. A ambos lados se ven las sierras llenas de verde, quebradas con grandes rocas colgando como balcones y un aire espeso producto de la mezcla de humo y nubes de polvo. Para ganarle espacio al monte, terratenientes y campesinos usan el fuego. Por esas sierras marchó el Che hace cuarenta años con sus compañeros de la guerrilla del ELN. Entonces estaban infestadas de rangers, los soldados bolivianos entrenados por Estados Unidos y comandados por Gary Prado. Hoy muestran manchones grises y, de tanto en tanto, la tubería inmutable de algún gasoducto.
La entrada a Vallegrande no presenta ningún elemento que se pueda asociar al Che. Apenas un cartel que da la bienvenida y una estatua del Cristo Redentor con los brazos abiertos. Unos cuantos metros más adelante, cuando los vehículos ingresan en las calles angostas rodeadas de casas de una planta de aire colonial y tejas españolas, aparecen unos pocos murales. Lo muestran al Che de guerrillero, con el fusil y uniforme de fajina. Esas pintadas contrastan con la publicidad de una gaseosa de marca Che que se promociona en los carteles de la feria: la silueta de una modelo sonriente acompaña el producto. Ella no lleva fajina, claro. En la plaza principal, frente a la Casa de la Cultura municipal, resuena una y otra vez Hasta siempre, de Carlos Puebla. Es un CD enganchado. A la noche habrá espacio para Lágrimas Negras, de Bebo Valdés y Diego El Cigala.
Dentro de la Casa de la Cultura están exponiendo varios libros sobre Guevara escritos por autores bolivianos. Uno de los temas indaga en la conflictiva relación que tuvo el Che con el Partido Comunista de Bolivia (PCB), al que se acusa de haber abandonado a su suerte a la guerrilla. Por lo visto y oído, la polémica sobre el papel de los PC en los años ’60 todavía apasiona a los bolivianos. En la conferencia participa el viceministro de Cultura de Bolivia, Pablo Groux, y el director de la Fundación Che Guevara, Fernando Valdivia. Ante el silencio de los presentes, ambos denuncian la falta de colaboración del gobierno de Vallegrande, a cargo del subprefecto Juan Carlos Sandoval. Lo mismo dice el periodista Carlos Soria, autor de uno de los libros presentados. “Nos obligaron a reprogramar las conferencias, no quieren que hagamos este homenaje. Están haciendo lo mismo que en 1967, cuando el 10 de octubre, un día después de asesinar al Che, organizaron una sesión solemne en el Congreso para honrar al Ejército”, denuncia Soria. El miércoles, una vez que terminen las actividades en Vallegrande y La Higuera organizadas por el gobierno boliviano, el Comité Cívico Santa Cruz hará su propio acto para festejar el triunfo militar sobre la guerrilla.
La pelea política en Bolivia condiciona todas las actividades del homenaje a Guevara. “En 1997, cuando hicimos el primer encuentro sobre el Che, ni nos imaginábamos que diez años después seríamos gobierno”, reconoce con una sonrisa el funcionario Groux. En la presentación de los libros se lee un documento programático que escribió el Che en 1967, meses antes de que la guerrilla fuera derrotada en la Quebrada del Yuro. En ese texto Guevara habría exigido “democratizar la sociedad boliviana” ubicando en los máximos lugares de decisión a las etnias aymara y kolla. “Parece que lo hubiera escrito pensando en la asunción del presidente Evo”, dice Soria. El auditorio festeja con un aplauso tímido.
Para mañana está confirmada la presencia del propio Evo. La agenda no prevé la llegada de otros presidentes. El mandatario boliviano participará del acto central en esta ciudad. Será uno de los momentos más emotivos del encuentro por los cuarenta años de la caída del Che. También hay mucha expectativa con la marcha de antorchas que hoy a la noche partirá de Vallegrande con rumbo a La Higuera. En las últimas horas han llegado hasta aquí miembros del Movimiento Sin Tierra de Brasil, jóvenes argentinos que se identifican como guevaristas, grupos de universitarios que viajaron desde La Paz, europeos de varias procedencias, estadounidenses. Los más, como corresponde, son los militantes del Movimiento al Socialismo boliviano, el partido de Evo.
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