Un reguero de huelgas conmueve a la clase obrera más concentrada y numerosa
del mundo, Los trabajadores reclaman salarios, mejores condiciones de
trabajo y, en algunos casos, enfrentan a la burocracia sindical orientada
por el Partido Comunista Chino (PCC).
La huelga más significativa paralizó totalmente por casi dos semanas la
planta de montaje de automóviles Honda (en Foshan, provincia de Guangdom,
sobre la costa y en el corazón industrial). Se extendió luego a otras
plantas de Honda y forzó a otros cierres por la producción en cadena. Los
trabajadores, un tercio de los cuales son egresados de escuelas técnicas,
arrancaron un 24% de aumento en salario y beneficios. “La inquietud en
Foshan sugiere que las huelgas están proliferando más rápido que la
intervención de los gobiernos locales o la oficial Federación de sindicatos
de China –a la que los trabajadores han evitado abiertamente en sus
recientes protestas” (Financial Times, 9/6).
Las huelgas por el salario se han extendido a otras plantas del sur de
China. Los trabajadores de KOK (Jiangsu) –duramente reprimidos cuando
convocaron a una movilización callejera– exigen también compensaciones por
trabajar en altas temperaturas, seguro completo, ayudas para alojamiento y
trabajo voluntario los días sábados.
Los trabajadores de Lock –otra subsidiaria de Honda– han exigido la creación
de sindicatos independientes (El País, 11/6).
Foxcom (de Taiwan), que fabrica los teléfonos iPhone y las iPad de Apple,
debió incrementar los salarios en un 67%, frente a la conmoción producida
por el suicidio de 11 de sus empleados, abrumados por un régimen infernal
(con salarios de 1,66 euros –2.35 dólares– por un turno de cuatro horas de
trabajo, con un lugar para dormir de poco más de un metro cuadrado y
servicio de comida por el que los obreros deben pagar entre 11 y 13 euros
por mes, lo que significa un salario inferior a los 200 dólares con jornadas
de 12 horas los siete días de la semana).
¿El fin del “salario chino”?
La proporción del PBI chino destinado al salario ha estado contrayéndose
durante 22 años. En 2005, esta proporción era del 37% contra el 57% en 1983.
El proceso de lucha de la clase obrera china tuvo un largo período de
gestación. Según las agencias de observación de la estabilidad política
asentadas en Hong Kong, China tuvo 58.000 “incidentes de masas” (huelgas,
manifestaciones) sólo durante los tres primeros meses de 2009, “lo que
habría llevado a unos 170.000 (un 42% más) en el año respecto a los 120.000
de 2008 y los 90.000 de 2006 (Outlook Weekly, diciembre de 2009). Estos
“incidentes” pusieron un freno a la privatización de la industria
siderúrgica.
El gobierno de Shenzen, ciudad de la provincia de Guagdong fronteriza con
Hong Kong, ha anunciado, en medio de las huelgas, que incrementará en un 16%
el salario mínimo, hasta situarlo en 1.100 yuanes (133 euros). Pero antes de
este pico de huelgas, la región del delta del Río Pearl, también en el sur
de China, había elevado el salario mínimo en un 20%, consciente de las
tensiones en las plantas.
Es el conjunto de las relaciones sociales lo que está en cuestión. En la
misma planta de Honda en la que se inició la huelga, la dirección de la
planta informó por escrito a los trabajadores que sus contratos serían
renegociados y que ninguno sería despedido. Otro dato es la ingerencia de
trabajadores calificados “que pueden organizarse por sí mismos más
fácilmente que trabajadores que son usualmente migrantes de diferentes zonas
rurales” (The Economist, 5/6).
La prensa oficial ha reaccionado con preocupación. China Daily, una de sus
expresiones en inglés, ha advertido en un editorial que un fracaso en
“cambiar la distribución del ingreso” a favor de los trabajadores agregaría
tensión a la ya crítica relación entre obreros y empresarios (ídem
anterior).
En enero 2008, el gobierno chino impuso una de las leyes laborales de mayor
alcance en el mundo, planteando una inmensa campaña de afiliación a la
Federación Sindical de Toda China (FSTC), una virtual oficina del Estado en
los sindicatos, en todas las mayores compañías del país que no son propiedad
del Estado chino. “Las firmas dispuestas a cooperar reciben dos beneficios
críticos: la posibilidad de influir en quien será el presidente de su
sindicato y algún margen de negociación en torno del `impuesto´ a la nómina
del 2% que debe pagarse al sindicato nacional” (The Economist, 3/8/08). Este
edificio, supuesto dique de contención de las luchas obreras, es el que ha
comenzado a crujir.
El PCC procura evitar que el incendio se propague, por eso la burocracia
gobernante ordenó a los medios de prensa que minimizaran la cobertura de la
huelga de Honda. Se ha abierto una crisis y el protagonista mayor ha entrado
en escena.
Christian Rath