La CIA con rostro humano
Las ONG, nuevo brazo de la diplomacia estadounidense
Aunque los recientes sucesos de Georgia y Ucrania fueron calificados
de «revoluciones» , la realidad es otra ya que su objetivo no era un
cambio de sociedad sino, únicamente, provocar cambios de gobierno
favorables a los aliados de Estados Unidos. Las protestas y los
movimientos callejeros fueron organizados por ONGs financiadas y
dirigidas, directa o indirectamente, por Washington conforme a un
plan expuesto hace más de un año en un informe oficial de la USAID.
En unos años, ciertas ONGs se han transformado en caballos de Troya
del departamento de Acción de la CIA.
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11 de febrero de 2005
El derrocamiento del presidente georgiano Eduard Chevarnadze, en
noviembre de 2003, y la ascensión al poder de Viktor Yuschenko en
Ucrania, en diciembre de 2004, consagran, según la mayoría de los
politólogos europeos, el triunfo de la sociedad civil democrática en
los antiguos satélites soviéticos.
Al oír las loas de la llamada «prensa occidental», parece que no
puede uno menos que alegrarse de la forma en que los pueblos
sometidos por la antigua URSS toman hoy el destino en sus manos y se
unen, es debido, al único bando justo, representado por -no hay más
escoger- Occidente, Europa o la OTAN.
Todo ello, gracias al formidable trabajo de terreno y de movilización
que hicieron numerosas organizaciones no gubernamentales o
extranjeras para convencer a los georgianos, los ucranianos y, quizás
mañana, a los bielorrusos, de que es importante hacer valer sus
propios derechos.
La realidad es más compleja y seguramente mucho menos idílica. Parece
en efecto que, conforme a la línea de las teorías del politólogo
estadounidense Gene Sharp, desarrolladas en el seno de la Albert
Einstein Institution [1], Estados Unidos elaboró desde el final de la
guerra fría una nueva doctrina de golpes de estado soft mediante la
utilización de técnicas no violentas.
Inspirándose en la eficacia de las luchas políticas que desarrolló en
la India Mohandas K. Gandhi, Washington trata desde hace alrededor de
diez años de derrocar los gobiernos que no le gustan mediante un
dispositivo que le garantice el apoyo de la opinión pública
internacional.
En el centro de la nueva doctrina, las organizaciones no
gubernamentales, tan populares ante los medios de difusión, juegan un
papel esencial. Como señala el periodista de Counterpunch Jacob
Levich, «las organizaciones no gubernamentales -asociaciones
teóricamente independientes y con la reputación de humanitarias,
conocidas bajo de la denominación de ONG- están ya abiertamente
incorporadas a la estrategia de conjunto de Washington para
consolidar su supremacía global» [2].
El hecho de que la mayor parte de las ONG, sobre todo las más
importantes, sean financiadas por fondos «privados-públicos» no es
nuevo. Hace tiempo que las agencias gubernamentales de ayuda tienen
como objetivo subvencionar, por lo menos parcialmente, organizaciones
humanitarias especializadas en el desarrollo. Numerosas ONG aceptan
igualmente fondos provenientes del Open Society Institute de George
Soros aún cuando los lazos de este último con la diplomacia
subterránea estadounidense son bien conocidos [3].
Sin embargo, durante muchos años el carácter dudoso de esos
financiamientos -que ponen en tela de juicio la definición misma de
lo que debe ser una organización no gubernamental- no tenían
influencia real en la integridad con la estas realizaban sus
actividades. La cantidad de ONG que apoya, por ejemplo, el Open
Society Institut excluía la utilización de esa vía para establecer un
control sobre los numerosos proyectos en marcha [4].
Sin embargo, las cosas cambiaron desde principios de los años 2000, y
el cambio fue deliberado. En el pasado, Estados Unidos acostumbraba a
financiar grupos políticos y guerrillas armadas, así como
sindicatos [5]. A partir de la llegada de George W. Bush al poder, en
enero de 2001, las ONG fueron integradas poco a poco al aparato
estadounidense de ingerencia.
La idea se fue imponiendo, primero en algunos think tanks [Centros
de investigación, propaganda y divulgación de ideas, generalmente de
carácter político] neoconservadores, luego en el seno de la United
States Agency for International Developpment (USAID) [6].
Esta agencia gubernamental estadounidense, dependiente del
Departamento de Estado, es el equivalente del ministerio francés de
Cooperación. Fundada por John F. Kennedy en 1961, la USAID «apoya el
crecimiento económico equitativo y a largo plazo y promueve la
política exterior estadounidense apoyando: el crecimiento económico,
la agricultura y el comercio, la salud, la democracia, la prevención
de conflictos y la ayuda humanitaria».
Para ello, la USAID debe seguir directivas del Departamento de Estado
y es financiada por fondos públicos. Su acción en el terreno consiste
principalmente en redistribuir esos fondos en los países que
Washington desea «ayudar», sobre todo a través de organizaciones no
gubernamentales [7].
La llegada al poder de una administració n belicista en enero de 2001
no podía dejar de tener consecuencias para un organismo tan ligado a
la política exterior estadounidense. Sobre todo si se tiene en cuenta
que el director de l'agencia, Andrew S. Natsios, está muy ligado al
nuevo equipo de gobierno. Adepto del «conservadurismo compasivo»,
Natsios fue miembro del equipo que dirigió en 1980 la campaña
electoral de George H. W. Bush, quien lo nombró después, en 1988, en
el Buró de Ayuda para las Catástrofes en el Extranjero antes de que
Natsios se sumara a la asociación caritativa cristiana WorldVision a
partir de 1992 [8].
A la par de la Casa Blanca, la USAID modificó por tanto su relación
con las ONG para integrarlas progresivamente al aparato de ingerencia
articulado alrededor del conjunto NED/CIA. Eso es lo que revela la
lectura de un informe publicado por la agencia en enero de 2003,
documento en el que nadie reparó en pleno período de preparación de
la guerra contra Irak. El informe detalla cómo desea el Departamento
de Estado utilizar en lo adelante las organizaciones no
gubernamentales.
Bajo el título Ayuda internacional en nombre del interés nacional:
Promover la libertad, la seguridad y la oportunidad, el informe nos
pone al tanto de las nuevas prioridades de la USAID. La agencia no
concebirá ya sus programas con el fin único de aliviar la miseria
humana sino que se dedicará más bien a «estimular reformas
democráticas» [9].
Ese cambio de política es consecuencia de la nueva Estrategia de
Seguridad Nacional para Estados Unidos publicada por la Casa Blanca
en septiembre 2002. La administració n Bush afirma en esa estrategia
que Estados Unidos necesita garantizar su propia seguridad
instaurando regimenes democráticos en los países enemigos.
Esa es la posición que adoptó la USAID al planear que los regímenes
«amigos» sean recompensados mediante la atribución de financiamiento
para proyectos de desarrollo mientras que les países «hostiles» serán
blanco de programas de «reformas» aplicadas por organizaciones no
gubernamentales.
Estas últimas, consignan en efecto los autores, dependen cada vez más
de sus fuentes de financiamiento y han perdido, por consiguiente,
mucho de su independencia: «las ONG trabajaban antes a buena
distancia de donantes gubernamentales, pero con el tiempo esa
relación se ha hecho más íntima».
Dicho por lo claro, los gobiernos ejercen actualmente mayor control
sobre los programas que financian, lo que abre la vía a su
utilización como instrumento. Eso es ni más ni menos lo que propone
la USAID. Casi sin disimulo, la agencia explica cómo utilizar las ONG
para propiciar golpes de Estado: «Es posible aportar una ayuda a los
reformadores que permitirán identificar a los ganadores y perdedores
más importantes, desarrollar la construcción de coaliciones y de
estrategias de movilización y elaborar campañas de relaciones
públicas (...) Ese tipo de ayuda puede representar una inversión para
el futuro, cuando un cambio político otorgue el verdadero poder a los
reformadores» (página 51).
Eso fue precisamente lo que pasó en Georgia en noviembre 2003.
Después de haber sido hasta entonces un aliado siempre fiel de
Estados Unidos, el presidente Eduard Shervarnadze se vio súbitamente
criticado por Washington en cuanto a su «gestión» democrática en el
país, cuando emprendió un acercamiento con la Rusia de Vladimir Putin.
Era ese el objetivo de la visita de James Baker III a Georgia,
durante el verano de 2003, ocasión en que el ex-secretario de Estado
advirtió al presidente georgiano y lo invitó a garantizar la
legalidad de las elecciones legislativas. Un discurso que permitió
legitimar después la llegada de numerosas organizaciones no
gubernamentales con el fin de controlar el escrutinio.
Paralelamente, Washington aplicó al pie de la letra las
recomendaciones de la USAID emprendiendo urgentemente el
adiestramiento de Mijail Saakachvili como sucesor pro estadounidense.
Durante el verano, este jurista, miembro del colegio de abogados de
New York y ex-miembro del gobierno georgiano, es invitado a un
seminario en Belgrado «para aprender cómo hacer una «revolución de
terciopelo» como la de los serbios. El señor Saakachvili recibió
instrucciones detalladas que siguió al pie de la letra» [10].
El tal seminario estaba organizado por el Centro para la Resistencia
no violenta de Belgrado, ONG subvencionada por el Open Society
Institute de George Soros [11]].
Al mismo tiempo, el «filántropo» financia un movimiento de jóvenes
opositores -algunos tienen apenas 15 años- para crear en Georgia
condiciones con vistas a una sublevación popular. Bajo el nombre de
Kmara (¡Basta!), la estructura de esa organización sigue el modelo
del movimiento serbio Otpor que había desafiado a Milosevic en
Belgrado en el 2000, también gracias a los fondos del Open Society de
Soros. Numerosos cuadros de Otpor fueron enviados a Georgia para
formar allí a los futuros cuadros de la «revolución no violenta».
Logos de las organizaciones Otpor y Pora. Dos organizaciones
juveniles controladas por los servicios secretos estadounidenses.
El factor desencadenante depende también de organizaciones no
gubernamentales. Se trata de poner en tela de juicio la limpieza del
proceso electoral durante las elecciones legislativas de noviembre de
2003. Durante estas, los movimientos progubernamentales alcanzan una
victoria limitada, seguidas de cerca por la oposición que representan
Mijail Saakachvili y Nina Bourdjanadze, la presidenta del parlamento.
Pero no son estos últimos quienes iniciarán las protestas sino un
responsable estadounidense, Adam Ereli, vocero del Departamento de
Estado. Habla de «fraudes masivos» y de «amplias manipulaciones del
conteo de votos». Ereli basa sus argumentos en la diferencia
existente entre las cifras que anuncia la comisión electoral
georgiana, cerca de tres semanas después del escrutinio del 2 de
noviembre, y las de «prestigiosas organizaciones independientes» [12].
En este aspecto, el papel de las ONG es también determinante. Los
sondeos estuvieron, efectivamente, a cargo de dos organismos
diferentes. El primero, la Fair Elections Society (ISFED), financiado
por el British Council y, del lado estadounidense, por la USAID y la
NED mediante el National Democratic Institute, la International
Foundation for Election Systems (IFES) y el International Republican
Institute [13].
El segundo sondeo fue realizado por una sociedad estadounidense
especializada en análisis electoral, el Global Strategy Group, con la
ayuda de la Open Society Georgia de George Soros, de la Eurasia
Foundation (también financiada por la USAID y dirigida por un
ex-responsable del Departamento de Estado, Charles William Maynes) y
de la cadena de televisión «independiente» Rustavi 2, creada en 1994
gracias al financiamiento de George Soros [14].
Paralelamente, asociaciones georgianas de derechos humanos difunden,
mediante su sitio en internet y a través de comunicados, informes
alarmantes sobre la represión desatada contra la oposición y la
omnipresencia de la corrupción.
Estas afirmaciones, de las que se hacen eco constantemente los medios
de difusión de Europa occidental, proceden en realidad de una fuente
principal: la ONG Liberty Foundation, financiada por la USAID y que
hasta mayo de 2003 había sido dirigida por... Mijail Saakachvili [15].
El dispositivo es tan poderoso que no hay posibilidad de fracaso. A
finales de noviembre, Eduard Shevarnadze renuncia al poder. Lo
reemplaza la presidenta del parlamento Nina Bourdjanadze, hasta la
elección, en enero de 2004, de Mijail Saakachvili a la silla
presidencial.
Este último no olvidará a la «sociedad civil» que lo llevó al poder.
El presentador estrella de la cadena Rustavi 2, Nika Tabatadze, se
convierte en segundo del ministro de Relaciones Exteriores antes de
ser nombrado presidente de la cadena en octubre de 2004 [16].
El responsable del Open Society Institute en Georgia, Kakha Lomaia,
es nombrado ministro de Educación del gobierno de Saakachvili. Otras
personalidades pasan con él de la categoría de «miembros de
organizaciones no gubernamentales» al rango de miembros del gobierno.
El mismo guión se repitió al parecer en Ucrania en noviembre y
diciembre de 2004 [17]. Allí encontramos de nuevo un movimiento de
oposición financiado por George Soros, un candidato de oposición muy
favorable a la OTAN, sondeos «a boca de urna» realizados por varias
ONG financiadas por la NED/CIA y favorables a la oposición, y una
campaña de prensa violentamente rusófoba en el seno de la Unión
Europea.
El parlamentario estadounidense Ron E. Paul va aún más lejos. Según
él, una de las ONG más activas en Ucrania, el International Center
for Policy Studies, es financiada por el gobierno estadounidense
mediante la Poland-America- Ukraine Cooperation Initiative (PAUCI),
organismo subvencionado por la USAID y administrado por la Freedom
House [18].
El mismo Viktor Yushchenko es miembro del consejo administrativo de
esta organización fundada por el Open Society Institute. Peor aún, el
mismo parlamentario norteamericano Ron E. Paul denuncia una sociedad
estadounidense de relaciones públicas, Development Associates Inc.
que recibió 100 millones de dólares del gobierno norteamericano,
esencialmente para garantizar la cobertura de la «revolución naranja»
en Ucrania [19].
Una nueva forma de ingerencia está naciendo. Mediante la utilización
de elementos de la «sociedad civil», tiene como método esencial el de
sembrar la duda sobre los procesos electorales y organizar
importantes campañas de propaganda para denigrar a los dirigentes que
Washington decide eliminar.
Además de los dos recientes ejemplos, países como Venezuela, Zimbabwe
y Bielorrusia son actualmente blancos de presiones similares, hasta
ahora sin éxito. Un proyecto de organizaciones especializadas en la
supervisión de elecciones, el European Network of Election Monitoring
Organizations (ENEMO), nació en septiembre de 2001.
La enumeración de los asociados -entre otros, la OSCE, el National
Democratic Institute y el Open Society Institute- es suficiente para
tener una idea de los intereses que defienden. En ese dispositivo, el
papel de catalizador corresponde a las ONG. Hace diez años se
sospechaba ya que, bajo la cobertura de la acción humanitaria, muchas
de ellas realizaban trabajo de inteligencia con vista a la
preparación de intervenciones militares.
El mundo vive hoy al ritmo de la CNN. Lo que importa no es la
realidad de una revolución o de un golpe de Estado sino la imagen que
se da del hecho. Es por eso que ciertas organizaciones no
gubernamentales están siendo llamadas hoy no solamente a informar
sino a intervenir directamente en el seno de los regimenes, como
caballos de Troya.
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[1] Ver: «La Albert Einstein Institution: no violencia según la CIA»,
por Thierry Meyssan, Voltaire, 10 de febrero de 2005.
[2] «When NGOs Attack : Implications of the Coup in Georgia», por
Jacob Levich, Counterpunch, 6-7 de diciembre 2003.
[3] Ver: «George Soros, especulador y filántropo», Voltaire, 3 de
febrero de 2004.
[4] No es menos cierto que el generoso donante dispone siempre de un
importante medio de presión sobre la organización que financia: la
posibilidad de no renovar su subvención. Un elemento muy real para
las ONG aquí mencionadas, tanto más cuanto que el Open Society
Institute ocupa actualmente una situación excepcional en el «mercado»
de la filantropía, lo que hace que sea muy importante la posibilidad
de conservar su aprobación.
[5] Ver: «¿AFL-CIO o AFL-CIA?->article123396]» , por Paul Labarique,
Voltaire, 19 de enero de 2005; «1962-1979: La AFL-CIO y la
contrainsurgencia sindical», Voltaire, 19 de enero de 2005.
[6] «La USAID y las redes terroristas de Bush» por Edgar Gonzales
Ruiz, Voltaire, 15 de julio de 2004.
[7] Desde 2003, Estados Unidos emprendió un amplio proyecto de ayuda
a los países en vías de desarrollo en el seno de una nueva agencia,
la Millenium Challenge Corporation. Esta exige que los países
beneficiados organicen la liberalizació n de sus economías y su
apertura a los inversionistas extranjeros. Reclama además importantes
reformas políticas muy similares a verdaderos cambios de regímenes.
Ver «Millenium Challenge, colonialisme libéral», texto en francés,
por Paul Labarique, Voltaire, 19 de febrero de 2004.
[8] «USAID Director Keeps an Eye on Long-Term Recovery», por Robin
Wright, Washington Post, 6 de enero de 2005.
[9] Foreign Aid in the National Interest : Promoting Freedom,
Security and Opportunity, USAID, enero de 2003.
[10] «'It looks disturbingly like a coup'», The Guardian, 25 de
noviembre de 2003.
[11] «US-Supported OTPOR now Ignites Ukraine», Zaman, 27 de noviembre de 2004.
[12] «Washington dénonce l'élection en Géorgie et désavoue
Chevardnadzé» (Washington denuncia la elección en Georgia y
desaprueba a Chevardnadzé) , por Christophe de Roquefeuil, AFP, 20 de
noviembre de 2003.
[13] Ver el sitio de la USAID Georgia.
[14] Ver: «Médias audiovisuels: qui détient le 4ème pouvoir en
Géorgie?», par Célia Chauffour, Regards sur l'Est, n°35, enero-marzo
de 2004.
[15] «Georgia human-rights organization accused of meddling», Zviad
Pochkhua, The World Paper, 1ero de mayo de 2003.
[16] «Géorgie: la chaîne TV Rustavi 2 aux mains de l'ex-numéro 2 du
ministère des Affaires étrangères», por Célia Chauffour, Regards sur
l'Est, n°35, 13 de octobre de 2004.
[17] Ver: «Ucrania: la calle contra el pueblo», Voltaire, 29 de
novembre de 2004.
[18] «Freedom House: cuando la «libertad» no es más que un pretexto»,
Voltaire, 3 de enero de 2005.
[19] «US Hypocrisy in Ukraine», Ron E. Paul Statements, 7 de diciembre de 2004.
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