Todo lo sólido se desvanece en el aire
Sencillamente, tres de los cinco bancos de inversión que forman parte de la jerarquía superior del capitalismo (Bear and Sterns, Lehman Brothers y Merril Lynch) han dejado de existir -en tanto que los dos restantes, Goldman Sachs y Morgan Stanley-, ya están ocupando las antesalas. Una aseguradora multipropósito, AIG -con deudas superiores al billón de dólares- era puesta en la sala de terapia intensiva con escasas posibilidades de supervivencia. Nada menos que el Citibank -‘enterrado' con créditos incobrables en el quebrado Lehman Brothers, por valor de cerca de 200.000 millones de dólares-, buscaba asociarse con otro de gran porte y aun mayores problemas, el Wachovia, para intentar un salvataje de a dos. Una buena parte de los bancos regionales norteamericanos se encuentran en las vísperas de la quiebra, pero el organismo encargado de asegurar a los depositantes se ha gastado la mayor parte de los recursos para esa faena. Esto implica la perspectiva de un ‘corralito', al menos parcial, en los Estados Unidos -algo que ya están haciendo algunos Fondos monetarios (prestan a corto plazo), que manejan unos 3,5 billones de dólares. Pero donde la "ley de hierro" sufría su más duro golpe era en el anuncio del Tesoro norteamericano de que emitiría letras financieras para reforzar la capacidad de acción del Banco Central, la Reserva Federal. En otras palabras, la Reserva Federal se estaba quedando sin municiones para seguir socorriendo a los bancos con problemas y todavía más para rescatar a los bancos sin salida. Se estima que el Banco Central ha gastado ya más del 60% de las reservas de su balance -sustituyendo Letras del Tesoro norteamericano por títulos sin valor de los bancos en dificultades. Titulamos una nota anterior, "los yanquis en default", solo para enterarnos, cinco días más tarde, que los mercados de títulos estaban comenzando a descontar un default del Tesoro de los Estados Unidos (Financial Times, 15/9), algo sin precedentes.
George (Alfonsín) Bush
Ya nadie discute que la crisis financiera, con epicentro en Estados Unidos, se ha convertido en mundial. El Banco de Inglaterra acaba de salir al rescate de HBOS, el principal prestamista hipotecario, que tiene un agujero de 170.000 millones de dólares entre sus activos y sus pasivos. En China, la Bolsa ha perdido las dos terceras partes desde el pico de su suba, por la simple razón de que sus Fondos hipotecarios se encuentran sobreendeudados y deben enfrentar una crisis inmobiliaria, y de que, por otro lado, se manifiesta una considerable caída de los beneficios industriales. En el caso de Brasil, la salida de capitales se ha convertido en estampida, lo que tirará abajo el edificio caro y artificial de su enorme mercado de créditos al consumo. En Rusia, la Bolsa simplemente debió dejar de operar, como consecuencia de un derrumbe absolutamente extraordinario. Todo sumado, sin embargo, el punto fundamental es que se pone ! en cuestión la gestión de la crisis por parte del gobierno norteamericano. Las decisiones de nacionalizar grandes franjas del mercado financiero, o de rescatar a algunos bancos pero no a otros, ha sido abiertamente criticada en los círculos más altos de la burguesía. Existe el temor a un desbarranque del dólar - que debería ser la víctima natural de la utilización indiscriminada de recursos de la banca central y del fisco para rescatar a los bancos en quiebra. La necesidad de un endeudamiento público extraordinario para reponer, por parte del Tesoro, las agotadas reservas de la Reserva Federal plantea definitivamente un cambio del conjunto de la gestión de gobierno, porque la crisis financiera se ha convertido en un principio de debacle general. Se perfila para Bush un final a la Alfonsín: a saber, la entrega adelantada del gobierno luego de las elecciones previstas para principios de noviembre.!
Una etapa al abismo
Nos encontramos en una nueva etapa de la crisis, pero
de características peculiares, porque no ha logrado encontrar sus propios límites.
Hasta marzo, cuando quebró Bear and Sterns, e incluso en los meses
siguientes, los bancos fueron reduciendo el valor contable de sus activos y
anunciando, en forma correspondiente, pérdidas crecientes. Pero sólo en
escasa medida liquidaban efectivamente esos activos y contraían efectivamente
esas pérdidas. Actuaban con la expectativa de una normalización de la
situación y de la posibilidad de evitar la venta con pérdidas gruesas de sus
créditos o bonos. El cambio es que ahora no pueden pagar sus deudas sin
vender realmente sus activos desvalorizados e incluso vender a pérdida parte
de su propio capital (Lehman Brothers había desvalorizado sus activos en los
libros a 85 centavos de dólar, pero ahora que los tiene que vender efectiva!
mente, sólo le dan 30 centavos). Los socorros financieros de la Reserva
Federal no sirvieron para normalizar nada; por lo tanto, se precipita la
bancarrota. Los precios de la propiedad residencial y comercial siguen
cayendo; el consumo se contrae, lo mismo que los créditos comerciales. Pero
como lo demuestra lo ocurrido en los últimos días, tampoco se ha logrado
contener el número o valor de las quiebras, que se van anunciando en cascada.
Es toda la gestión de la crisis la que ha entrado en crisis, o sea que está
planteada una crisis política en Estados Unidos.
Tanto los bancos que fueron rescatados como aquellos que fueron enviados al
matadero son una contraparte de otros protagonistas en el mercado de
capitales, sea como prestamistas o prestatarios de capitales, o sea que su
suerte afecta a toda otra gama de inversores financieros: el mercado de
seguros contra defaults -o sea los que protegen a los títulos públicos o
privados contra el incumplimiento del emisor- (está valuado en 62 billones de
dólares) es naturalmente la primera víctima de las quiebras bancarias como
también de las nacionalizaciones de los bancos - porque muchos de los seguros
fueron otorgados por bancos que han quebrado o han sido absorbidos. Pero
cuando se le añaden otras operaciones de seguro, como la protección (seguro)
de las tasas de interés que han sido pactadas, los valores en juego se
estiman en 550 billones de dólares -el equivalente a diez veces el producto
bruto mundial! . Una ruptura en este mercado, llamado de derivados, entrañaría
una completa dislocación de la economía internacional. El frenesí
especulativo ha llevado a que la mayor parte de los bancos aparezcan dando
protección contra el default, o asegurando los intereses pactados, por títulos
que ellos mismos han emitido. Algunos analistas estiman que este
entrelazamiento infla en cincuenta veces, por operaciones que se superponen,
el capital efectivamente comprometido en estas transacciones. Pero si esto
disminuye mucho el saldo neto que está en juego, no es menos cierto que su
desarmado es prácticamente imposible sin sucesivas crisis.
Dos caras de la misma moneda
La crisis de la gestión política del derrumbe financiero se manifestó en la decisión de dejar caer a Lehman Brothers, pero apoyar el rescate de Merril Lynch por el Bank of America, o de anunciar que no habría rescate para la aseguradora AIG para acabar metiendo 85 mil millones de dólares a cambio del 75% de su capital. El propósito del rescate como de la quiebra es siempre el mismo: evitar el hundimiento de los acreedores de los bancos siniestrados y el derrumbe del mercado de capitales y de la economía mundial. Por eso la declaración de quiebra de Lehman fue acompañada del anuncio de un financiamiento de la Reserva Federal, como si se tratara de un rescate, para que el remate de sus activos se haga en forma abrupta. Pero el rescate y la quiebra plantean dos gestiones diferentes, aunque con el mismo resultado. El rescate obliga a un banco en quiebra a continuar con operaciones deficitarias, incluso crecientes, nuevamente con la expectativa de una normalización de los mercados. En este caso, crece el tamaño y el alcance de la crisis potencial. Fue lo que hizo Japón, lo cual le ocasionó veinte años (1985-2005) de estancamiento y deflación. La quiebra, por el contrario, pretende cortar de cuajo con la progresión de la crisis, pero desata de inmediato otra crisis, cuyo alcance el poder político no es capaz de prever y cuando lo intuye se ve obligado a recular y a seguir saqueando las finanzas del Estado. El balance entre estas dos perspectivas contradictorias, pero con final idéntico, es decidido por las operaciones anárquicas del mercado. En los últimos días, ellas apuntan a una huída generalizada de las Bolsas y por lo tanto a una crisis financiera que afecta a los capitales industriales y comerciales, o sea al colapso. La crisis de gestión, o sea política, comienza a afectar también a Europa, porque a pesar de su proclamada Unión la gestión de salvataje de las empresas y bancos en crisis o quebrados corre por cuenta de cada estado nacional - no de la llamadas ‘instituciones comunitarias'. En un cierto punto, esto debería llevar a un dislocamiento político e institucional.
No confundir catastrofismo con susto
Los diarios y los comentaristas, tan circunspectos hasta el momento, ahora rivalizan en títulos catastrofistas, pero no son capaces de diseñar una perspectiva. No tienen un análisis catastrofista, simplemente están asustadísimos; el problema no es el ‘viento de cola' o el ‘viento de frente' sino la combinación del derrumbe económico con las crisis políticas. Durante un par de años, el capital desafió a la ley del valor, inflando su valor más allá de su capacidad de reproducción real, pero la ley del valor se ha cobrado la afrenta a un precio enorme. Ha quedado de manifiesto que la ganancia capitalista es un objetivo muy estrecho para desenvolver productivamente la riqueza social acumulada. La crisis mundial plantea la reorganización social general sobre nuevas bases.
Jorge Altamira (especial para ARGENPRESS.info)
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