De nueva cuenta un muy valioso recurso para la moderna industria electrónica
impone condiciones de atraso, sometimiento, violencia y destrucción ecológica
en África, muy castigado continente que hoy sufre de la nefasta herencia
colonialista legada por siglos de control de unos cuantos países que hicieron
de esa región territorio de pillaje, robo, latrocinio, detentando no sólo sus
bastos recursos, sino hasta a su gente, a la que esclavizaban sin el menor
escrúpulo y vendían en otros lugares, muy lejos del continente (Inglaterra, el
principal esclavista del pasado colonialista, logró buena parte de su riqueza
de entonces gracias a la muy lucrativa venta de esclavos).
Francia e Inglaterra, los principales sometedores colonialistas, seguidos de
España, Italia, Portugal, Bélgica, Holanda, Alemania y EU, se posicionaron del
territorio africano en incontables ocasiones, dividiéndolo arbitrariamente,
colonizándolo de acuerdo a sus muy mezquinos y particulares intereses,
imponiendo estilos de vida y sistemas religiosos y políticos que modificaron
brutalmente los sencillos estilos de vida de los pobladores africanos. Ese
control colonial permitió algunos avances sólo en la medida en que convinieran
a los amos (como se impuso en la mayoría de las colonias no sólo africanas,
sino americanas y asiáticas, que es uno de los aspectos históricos que explica
en buena medida el actual subdesarrollo y atraso tecnológico de casi todos los
países que antes fueron colonias).
Esos impuestos límites ocasionaron que las colonias africanas no
experimentaran más que un rudimentario desarrollo basado principalmente en
actividades agropecuarios (siembra de productos tales como trigo, azúcar,
cacao, café, cría de ganado vacuno, lanar, avícola…etcétera) o extractivas
(pozos petroleros, minas de oro, plata, uranio, diamantes…), suplementario al
desarrollo de los colonialistas (esta tendencia fue así, como ya señalé
arriba, en todas las colonias, no sólo las africanas, en donde el limitado
desarrollo económico se debió a que antes que los intereses y el bienestar de
aquéllas, estaba el de sus amos). Y debido a las muy tardías “independencias”
de la mayoría de los 56 países africanos, esas condiciones de impuesto atraso
se alargaron innecesariamente y persisten hasta nuestros días (por ejemplo,
muchos países se independizaron en los años 50’s o 60’s del siglo XX, como
Guinea Ecuatorial, que se independizó en 1968, o más tarde, como Mozambique,
que se independizó de Portugal apenas en 1975. Algunos ni siquiera se han
independizado aún, como Santa Helena, la cual aún pertenece a Inglaterra).
Así, las consecuencias de tan largo control colonialista, han llevado a la
mayoría de la región a sufrir de un crónico atraso económico que es evidente
cuando se analizan las condiciones que prevalecen en la mayoría de los 56
países africanos, pobrísimos casi todos, con poblaciones mayoritariamente
rurales, dedicadas a labores de subsistencia, economías basadas principalmente
en la producción de productos agropecuarios, que últimamente se han visto muy
afectadas por las fuertes sequías que han asolado a la mayor parte de la
región. Otras actividades, mencionadas antes, son las extractivas, como la
producción petrolera, así como la de minerales metálicos y no metálicos. Muy
pocos cuentan con industrias, pero casi todas tienen que ver justamente con la
producción de materias primas, tales como la extracción y refinación
petrolera, algunas ensambladoras de autos, confeccionadoras de ropa o de
producción de artículos domésticos de escaso desarrollo tecnológico. De hecho
los países que más actividad económica poseen son aquéllos que cuentan con
petróleo o con minerales valiosos tales como oro, plata o diamantes. Es decir,
que África vale por sus cuantiosos recursos minerales, así como naturales,
pues en varios sitios la biodiversidad existente es única y puede significar
que cierta planta, por ejemplo, posea propiedades medicinales muy valiosas
(por lo mismo, ahora se considera que males tales como el VIH pudieron surgir
de entre sus selvas, pues dada la convivencia cotidiana de cazadores con la
fauna salvaje tan diversa, en cierto momento pudo haber dado lugar a una
interacción biológica que derivó en la invasión de un virus de primate al
organismo humano, lo que originó dicho mal). También, por desgracia, esa
diversidad natural se está dilapidando, pues el contrabando de especies
animales y vegetales exóticas está llevando al borde de la extinción a muchas
de ellas (buena parte de ese comercio ilegal lo realizan pobladores
extremadamente pobres que ven con ese comercio ilícito la única manera de
paliar su miserable situación).
Para dar una idea de lo pobre que es en general África, baste comparar su
Producto Interno Bruto (que es la actividad comercial de todo un año de un
país o región), que ascendió aproximadamente a 2,704,810.2 millones de dólares
(mdd) en 2008, con el de Alemania, que fue de 2,800,000 mdd, es decir, que el
PIB de un solo país de los desarrollados superó en casi 100,000 mdd al PIB
africano. Y no se trata de países que carezcan, como ya señalé antes, de
recursos, no, al contrario, muchos de ellos, incluso territorialmente, son muy
grandes, estando entre las 20 naciones más extensas territorialmente del
planeta. Por ejemplo, la república democrática del Congo (motivo del presente
análisis) es 15% mayor que el área de México (dos millones de kilómetros
cuadrados es la extensión territorial mexicana), aproximadamente 2,344,858 km².
Sin embargo, es el penúltimo país más pobre, arriba del más pobre de todos,
que es Zimbabwe, africano éste también. Prácticamente los cuarenta países más
pobres o extremadamente pobres del planeta son africanos, tanto, que se les ha
debido “perdonar” la deuda externa en vista de su imposibilidad para
liquidarla (esto es mediante el programa que el FMI ha implementado para las
“Naciones pobres muy endeudadas”).
En cuestiones de salud, la incidencia de VIH en África es de las más altas,
pues de los poco más de 33 millones de personas que en el mundo padecen esa
enfermedad, alrededor de 25 millones son africanas. Pero no sólo eso, sino que
África padece los males de la pobreza, tales como desnutrición severa o hambre
(posee el mayor índice de muertes por hambre en el mundo), enfermedades
gastrointestinales, ceguera, tuberculosis y otras que podrían ser fácilmente
prevenibles si contara con recursos suficientes para tal fin.
Y por si no bastara tanto atraso económico, saqueo de sus recursos,
enfermedades, sequías, comercio ilegal de animales y plantas... existen graves
conflictos interétnicos los cuales han significado sangrientas guerras civiles
que han retrasado y obstaculizado aún más el desarrollo económico de toda la
región, pues el sostenimiento de tales guerras fraticidas entre los distintos
bandos armados, requiere de gastar una buena parte del dinero obtenido por la
venta de los recursos naturales, pero además dichos conflictos desalientan las
actividades productivas.
Además, esas decenas de conflictos armados civiles que ha habido a lo largo de
los años, han cobrado millones de muertes, derroche de recursos, odios
raciales irreconciliables y una constante inestabilidad política que pone en
riesgo el que varios países pudieran desintegrarse como tales (a fin de
cuentas se estaría regresando a la estructura tribal de antaño. Eso sucede en
países como Somalia, el que no cuenta con un gobierno digamos que oficial y
que más bien está controlado mayoritariamente por un puñado de war lords que
ven al país como parte de sus posesiones y no como que ellos pertenezcan a
él).
Por otro lado, los índices de corrupción, uno de los males heredados del
colonialismo, son altísimos, y también buena parte de la riqueza del
continente se dilapida en los privilegios que las deshonestas clases
gobernantes se dan para sí, desentendiéndose de las necesidades de su gente.
Sirva este ejemplo, platicado por un buen amigo ugandés, de lo que son capaces
de hacer ciertos mandatarios. Me cuenta que en su país, en la capital Kampala,
son tan malos la mayoría de los hospitales públicos, que el actual presidente,
Yoweri Museveni, cuando una de sus hijas embarazada estaba por dar a luz, en
lugar de arriesgarse a enviarla a uno de tales sitios, el muy cretino decidió
enviarla a EU, para que contara con lo más avanzado en servicios de salud,
¡por supuesto que a un costo muy elevado, con cargo, claro, al erario público!
No sólo eso, sino que en cuestión salarial, por ejemplo, en Uganda, como en
muchos países africanos, no se cuenta con un salario mínimo, quedando al libre
albedrío de los empleadores lo que han de pagar a sus trabajadores (los
salarios andan en general entre uno y tres dólares por día). Eso también da
una idea de que las condiciones laborales, por falta de una verdadera acción
de la clase trabajadora de cada país, son pésimas, igualmente como
consecuencia del sometimiento colonialista que hasta con buena parte del
activismo social acabó, creando condiciones de extendida indolencia social que
ha derivado, en todo caso, en la violencia cuasitribal que menciono arriba (lo
cual no es de ninguna manera reivindicador, pues la mayoría de los grupos
guerrilleros están guiando su lucha por meros motivos económicos, más que por
reivindicaciones sociales. La indolencia generalizada se convierte en
violencia generalizada, carente de verdaderos motivos, digamos que
revolucionarios, y por ello esos grupos guerrilleros actúan con brutalidad,
destacando añejos rencores que se traducen en genocidios bárbaros, como el que
sucedió hace unos años en Rwanda, en donde los hutus asesinaron a cientos de
miles de tutsis, simplemente por pertenecer a distintos grupos étnicos, como
más adelante menciono).
Pues bien, todo lo expuesto permite comprender por qué razón, cuando se
descubre que cierto país africano posee tal o cual recurso estratégico,
difícilmente significa que tal país se beneficie y ello se traduzca en un
generalizado bienestar para su población. Al contrario, sólo se acentúa la
estructura neocolonialista de dominación, quedando su futuro determinado por
los caprichos e intereses económicos de las corporaciones o países interesados
en la explotación de tal recurso.
Justo eso sucede ahora en la República Democrática del Congo, mejor conocido
como el Congo, el cual, como ya mencioné, es considerado como el penúltimo
país más pobre del mundo, debido a que desde su “independencia” de Bélgica,
fue gobernado por la férrea dictadura de Mobutu Sese Seko, preocupado más en
enriquecerse a costa de los vastos recursos de su país, que en mejorar las
pobres condiciones de vida de la mayoría de los congoleses. Además, las
guerras civiles por las que ha pasado, así como las invasiones de otros países
africanos (Uganda y Rwanda) pretextando combatir a los rebeldes que provocaban
esas guerras civiles, también han desgarrado y dañado seriamente su
estabilidad política y su precaria economía.
Sin embargo, gracias, como dije, a sus vastos recursos (entre 1870 y 1920 fue
brutalmente explotado debido a sus grandes plantaciones de árboles de caucho),
este país una vez más está experimentando un auge debido a que posee enormes
reservas de coltan (contracción de las palabras colombita y tantalita,
elementos de los que está formado), un mineral preciadísimo en la industria
electrónica, ya que cuando se refina, se convierte en tantalio, un polvo
térmico resistente al calor, pero muy buen conductor de electricidad, por lo
que se le emplea para hacer los capacitores, vitales elementos que regulan el
flujo eléctrico en las pequeñas tabletas de circuitos empleados en la
fabricación de teléfonos celulares, laptops, agendas electrónicas, consolas de
videojuegos, ipods y de muchos otros sofisticados equipos electrónicos. Tanto
se le ha demandado últimamente, que su precio ha subido demasiado, llegando a
cotizarse hasta en 400 dólares el kilogramo, y compañías tales como Sony o
Nokia se han visto en serios aprietos para satisfacer sus fuertes necesidades
de ese preciado mineral. Pero además ese auge está también dañando seriamente
muy importantes reservas naturales de ese país, como veremos.
Sin embargo, resulta irónico que a pesar de que el coltan se emplea en la muy
moderna industria electrónica, su obtención se debe a muy primitivos métodos.
Como se da en los lechos de los ríos de las regiones en donde existe, todas en
medio de reservas selváticas protegidas, los pobres y explotados mineros que
lo extraen, cavan profundas zanjas en las orillas. Luego, sacan con palas el
acuoso lodo que se forma y lo echan en tinas que se llenan de agua. Siendo el
coltan más pesado, queda en el fondo de esas tinas, de donde es minuciosamente
separado y juntado. Un buen trabajador, laborando a todo lo que da, puede
obtener hasta un kilogramo de coltan por día. Y para las condiciones de
trabajo que prevalecen en ese empobrecido país, el Congo, el salario que
obtienen aquellos explotados, rústicos mineros, es bastante, pues en tanto que
en cualquier otro empleo obtienen no más de diez dólares por mes, extrayendo
el coltan, dependiendo de su habilidad, pueden ganar entre 10 y 50 dólares
semanales (muchísimo dinero para su pauperizada condición), así que hay una
fiebre por trabajar en los lugares en donde los lechos de los ríos acarrean
disuelto ese mineral tan demandado.
Pero no sólo el coltan es demandado por la mencionada moderna industria
electrónica. También grupos guerrilleros dentro y fuera del Congo se lo
disputan para financiar sus guerras, como veremos.
Como ya referí arriba, las estructuras de atraso y sometimiento heredadas del
pasado colonial que siguen imperando en las naciones africanas, las vuelven
muy vulnerables incluso a conflictos que surjan entre ellas mismas. Mencioné
que una de tales consecuencias es que la mayor parte de los grupos
guerrilleros que operan en varios países africanos, más que pelear por
verdaderas convicciones que contribuyan a la emancipación de los pueblos
sometidos a los que dicen defender, pelean por los intereses económicos de los
supuestos líderes que ven a la guerra como un muy lucrativo negocio al que
pretenden presentar como un proceso reivindicador (las milicias
gubernamentales tampoco se portan muy diferentemente de los grupos rebeldes,
pues están más al servicio de los personales intereses de los dictadores que
controlan o han controlado a muchas de las naciones africanas, que de defender
a su pueblo). Y para lograr aquellos temibles jefes rebeldes que sus
milicianos les rindan total pleitesía, no dudan en emplear tiránicos métodos
con tal de lograr que su voluntad se imponga. Incluso las tácticas de combate
empleadas nada tienen de revolucionarias, pues atacan a las aldeas o ciudades
que están en su contra a mansalva, practicando indiscriminadas matanzas que
siembran el terror y de ninguna manera pueden ser consideradas como “lucha
revolucionaria”. Considérese el ejemplo de la guerra civil que tuvo lugar en
Rwanda en 1994, cuando más de medio millón de personas, pertenecientes a la
etnia de los Tutsis, fueron asesinadas por fuerzas extremistas del gobierno,
controlado éste por la etnia de los Hutus, sin una razón en particular más que
el ancestral odio racial, consecuencia, como ya señalé antes, del pasado
colonial que forzó a distintas etnias a vivir juntas. No conformes los
militares y el gobierno Hutus con asesinar a personas con las que habían
convivido por mucho tiempo, aunque fuera forzadamente, tomaron además artera
posesión de cuanta pertenencia, propiedad o bien material que antes habían
sido de los Tutsis (claro, es la rapacería y el pillaje que los vencedores
imponen como humillación extra a las sometidas víctimas de sus criminales
acciones genocidas).
Otro caso es el ofrecido por el llamado Ejército de Resistencia del Señor,
grupo guerrillero ugandés que opera en el norte de Uganda (que incluso tiene
células en algunas zonas del Congo) y que basa su acción en “la voluntad de
Dios y en sus diez mandamientos”, suficientes “razones” para que sus
fanatizados y enajenados miembros cometan frecuentemente, desde su formación,
una serie de terribles matanzas, violación de derechos humanos, secuestros de
niños que son convertidos en “soldados de Dios” (en África existen el mayor
número de niños-soldados del mundo), de mujeres que son violadas y convertidas
en esclavas sexuales… atrocidades todas ellas que borran cualquier imagen de
pretendida “lucha social revolucionaria divina” que el grupo armado ose
proyectar.
Pues bien, para financiar todas sus operaciones, sobre todo la compra de
armamento, grupos guerrilleros como los mencionados, no sólo dentro del Congo
(persisten los grupos rebeldes allí, a pesar de los acuerdos firmados en 2003
para que cesaran todas las hostilidades tanto internas, como externas), como
dije, sino de países vecinos como Burundi, Rwanda o Uganda (incluso apoyados
por los gobiernos de esos países, que los disfrazan de “grupos rebeldes”, pero
que en realidad están allí para participar del negocio), también explotan el
coltan y para hacerlo, los milicianos se convierten en mineros u obligan a sus
prisioneros a extraerlo de las regiones en donde existe. Al igual que sucede
con el resto de los lugares en donde se explota el coltan, arrasan con
extensas zonas selváticas, casi todas reservas naturales protegidas (algunas
incluso consideradas de las pocas regiones prístinas que hasta hace poco
quedaban aún en este depredado mundo), sin miramientos de ninguna especie, con
tal de tener espacio suficiente para procesar el mineral, y deforestan grandes
áreas arboladas, acaban con la fauna del lugar, contaminan los ríos…
Como los trabajadores deben de alimentarse, han recurrido al infame recurso de
cazar a la fauna que tienen a su disposición, que habita en esos lugares, que
son, como dije, parques o reservas naturales protegidos. Y se trata de
especies en riesgo, como los elefantes y gorilas que habitan el Parque
Nacional Kahuzi Biega en el que también hay, por desgracia, coltan. Se estima
que los gorilas que allí viven, ya de por sí en peligro de extinción, han
bajado su número de 258 a menos de 130. Y lo mismo sucede con los paquidermos,
cuya población está languideciendo como consecuencia de su indiscriminada
caza.
Véase, pues, hasta dónde lleva la sed de la moderna industria electrónica por
el coltan: a alentar la deforestación de parques naturales, la brutal
contaminación de sus ríos y a la extinción de especies tan valiosas como
gorilas o paquidermos. Y si la demanda por ese preciado mineral continúa, se
seguirán destruyendo selvas y cazando animales protegidos, pues más importante
que ellos será el buen negocio que el coltan significa, sobre todo para las
grandes corporaciones como Sony, Toshiba, Nokia, Samsung… cuya demanda por ese
“estratégico” mineral seguirá a la alza, para que millones de equipos
electrónicos, que les rendirán millones de dólares en ganancias, se sigan
fabricando y vendiendo, a costa de destruir los recursos naturales del Congo y
las desastrosas consecuencias que ello tendrá en ese empobrecido país, ya que
cuando se termine el coltan, ningún beneficio directo le acarreará a la
mayoría de su pauperizada población y sólo habrá beneficiado a reducidos y
selectos grupos locales o a las guerrillas.
Así, como un acto de “buena voluntad” por parte de los fabricantes de
artículos electrónicos, han declarado que no comprarán coltan procedente del
Congo. Pero esto me parece una simulación, pues es de ese país de donde
procede el 80% de dicho mineral, así que si desean satisfacer su glotona
demanda, deberán hacerse de la vista gorda o de lo contrario se arriesgan a
que empresas menos escrupulosas compren la producción y luego la revendan a
mayor precio. Además, el Congo tiene ya un problema adicional que aumenta sus
de por sí apremiantes problemas económicos.
Resulta que últimamente rapaces empresas especuladoras han dado en comprar
deudas condonadas por el FMI y otros organismos a las naciones en extrema
pobreza, alegando que para la “salud del sistema financiero” es necesario que
esas deudas sean pagadas y no se condonen, que se deben de cobrar. Compran por
centavos de dólar los bonos de deuda y han emprendido supuestas acciones
“legales” para cobrarlos en su equivalente a varios dólares por cada uno. Eso
es algo inaudito y muestra la falta de escrúpulos tanto de los compradores,
como de los supuestos organismos como el FMI o los bancos que se atreven a
vender tales deudas, pues se supone que se han condonado mediante acuerdos
oficialmente establecidos con las naciones a las que se les debían dichas
deudas (como lo que está sucediendo en México, que supuestos despachos de
abogados que cobran las deudas bancarias de clientes insolventes, que más
parecen despachos de gangsters, hablan a la casa de algún desafortunado deudor
y lo amenazan constantemente con hacerle cuanto daño su perversa imaginación
les dicte a esos inescrupulosos individuos con tal de que paguen esos
hostigados deudores).
Al Congo se le había perdonado una parte sustancial de su deuda, que ahora
esos buitres financieros ya han empezado a llevar a juicio para que aquel país
la liquide (en inglés se les conoce como Vultures: Very Unscrupulous Loan
Transfers from Underprivileged countries to Rich, Exploitive Funds, es decir
“muy inescrupulosas transferencias de préstamos hechos a naciones muy pobres a
ricos fondos especulativos explotadores”). En una reciente resolución a favor
de uno de tales buitres financieros, el grupo estadounidense especulativo FG
Hemisphere Fund ganó un juicio que obliga precisamente al Congo a pagar una
vieja deuda contraída por Mobutu Sese Seko, quien en 1980 pidió un préstamo de
30 millones de dólares (para abultar su personal fortuna, claro) y que ahora,
con todos los supuestos intereses moratorios y cargos extras, asciende a nada
menos que a 105 millones de dólares, por lo que el gobierno del Congo está
condenado a pagar ¡80,000 dólares semanalmente! hasta que termine de “pagar”.
Eso significará 1312.5 semanas, o sea, poco más de 25 años, y eso si el Congo
no se atrasa en sus pagos, porque entonces se le cobraran intereses
moratorios.
Así que, como se ve, todo parece indicar que tales buitres financieros están
apoyados por el aparato legaloide estadounidense, a pesar de que están siendo
denunciados por varias asociaciones y organismos estadounidenses, tales como
el NAACP, Jubilee USA Network, TransAfrica Forum, American Jewish World
Service, United Methodist Church y Africa Action, entre otros cuarenta y
cuatro, quienes alegan que esas mezquinas prácticas despojarán aún más de
vitales y escasos recursos económicos a países tan pauperizados como el Congo,
sin importar que, como dije, sea el penúltimo más pobre del mundo. Esas
miserables acciones me recuerdan la escena de la clásica cinta de Buñuel “Los
olvidados”, en donde un grupo de pandilleros, comandados por el “Jaibo”, roban
a un limosnero que se traslada sobre una tabla rodante, pues le faltan sus
piernas y es ciego además. Así actúan esos inescrupulosos buitres financieros.
Y si el Congo (o cualquier otro país africano pobre, dado el caso), está
obligado a pagar por una vieja deuda $4,160,000 dólares anuales durante los
próximos 25, y cuenta con coltan, aunque ello signifique que se acabe con sus
prístinas selvas y con sus gorilas y sus elefantes…. ¡pues adelante, ningún
escrúpulo, ninguna consideración, que se depreden y extingan sus valiosos,
finitos recursos naturales y se mate de hambre a su gente, con tal que el
mundo se llene felizmente de celulares, laptops, ipods… y cuanta cháchara
electrónica se fabrique!
Adán Salgado Andrade (especial para ARGENPRESS.info)