Los apocalípticos déspotas del desbocado imperialismo mundial, hoy encabezados por la abominable figura de George W. Bush, han introducido en el lenguaje de su regimiento internacional, la funesta conceptualización extremista de ”la soberanía limitada”, “la guerra permanente”, la “represión masiva”, la falaz “guerra antiterrorista”..., para continuar con sus ejecutorias bélicas en busca de salvar al mundo, que no es otra cosa que colocar a la humanidad en la pesadilla de permanecer avasallada entre las cadenas trasnacionales del capital a toda costa, según se observa con las deplorables invasiones sobre el suelo de Afganistán e Irak.
Petróleo es el nombre real de sus propósitos, y la abominable circunstancia de los hechos del 11 de septiembre en la Gran Manzana, sólo es la terrible excusa para justificar sus actos de terror, sus campos de secuestro y tortura en Abu Ghraib, Guantánamo y muchos lugares clandestinos aún desconocidos, con el agravante de que ésta, lo más seguro, ha sido propiciada, por los mismos que perversamente la siguen utilizando en su “teoría de la conspiración” para lanzar amenazas y chantajes, dentro de la intención de paliar los efectos del declive creciente de su poder hegemónico en el mundo.
En América Latina, el resurgimiento de movimientos políticos y sociales levantándose como una inmensa ola de esperanza emancipadora, se produce en tiempos en que en diversos puntos del continente han fracasado e incluso colapsado los experimentos neoliberales que prometían chorros de leche y miel, coincidiendo el desengaño con una época en la que en el planeta se multiplican los movimientos anti-globalización. Frente a este panorama, en los cálculos mezquinos de los ideólogos ultra conservadores de la Casa Blanca y Wall Street no parece haber otra previsión que la de intensificar su accionar belicista para mantener la opresión planetaria que garantice la depredación. La guerra con todas las excusas que requieran inventar, es el instrumento para intentar romper su declive y reconstruir un nuevo orden imperialista que les posibilite limitar la competencia e imponer restricciones en el comercio, coartando la soberanía de los pueblos.
Pero los funcionarios del FMI no son suficientes para llevar a realización esta perniciosa empresa; por ello hay que reforzarlos con marines, mercenarios, paramilitares y cómplices como los de la OTAN, haciéndose a más y más fueros y desafueros para acrecentar su condición tiránica de la que manan, sin consultar a nadie, sus políticas morbosas de terror y muerte, las cuales de facto son asumidas por sus peones en el contexto internacional, entre como principales se cuentan a muchos de los gobiernos europeos. Y, como no, en todo este entramado de espanto está siempre la omnímoda presencia de la Agencia Central de Inteligencia, la CIA, con su denominada “comunidad de inteligencia” haciendo parte de la anatomía de este heteróclito monstruo de mil cabezas encargado de ejecutar gran parte de las criminales misiones clandestinas, encubiertas, de contrainsurgencia, desestabilización y lesión de la soberanía en Nuestra América.
Bajo la burda “filosofía” del “si no estás con nosotros estás contra nosotros”, se observa una militarización de la realidad económica a partir de la llamada “alianza antiterrorista”, para eliminar cualquier disidencia; se fortalece el aparato represivo de los aliados, se elimina cualquier debate social en los foros mundiales imponiendo la temática del terrorismo desde la visón del imperio…; se cierran los espacios para hablar de asuntos como el hambre, la destrucción del medio ambiente, la violación de los derechos humanos…o la supresión de las conquistas sociales, entre tantos otros infortunios creados por el capitalismo o por el conjunto del imperialismo empeñado en redefinir la ideología de la realidad en pos del avance recolonizador.
Todas las voces del gobierno gringo y sus lacayos en el mundo, entonces, hablan de la resistencia afgana e iraquí, de las FARC, del ELN, de los zapatistas, de ETA, de los movimientos de resistencia palestinos… y de muchos movimientos populares antiimperialistas, presentándolos como la amenaza terroristas del planeta. Con ese engaño aprueban multimillonarias sumas de dólares para diseminar sus bases militares, para colonizar el espacio aéreo, para aplastar la protesta popular, convirtiendo en su enemigo a quien no se aliste en esta campaña que encabeza la mafia militarista de Washington para imponer los Tratados de Libre Comercio y todos sus procedimientos de pillaje.
El caso Colombiano es uno de los ejemplos que mejor ilustra las tácticas y las estrategias contrainsurgentes de Estados Unidos contra los pueblos de Nuestra América, para abrirle paso a sus dictámenes neoliberales. La gestación y desarrollo de las bandas paramilitares a partir de una concepción de seguridad de Estado implantada desde Washington, pero llevada a la práctica sobre todo en territorios donde están los intereses económicos del imperio, es un indicador de las causas de fondo de estas políticas que en una visión global apuntarán a encajarse en todo lugar donde crean que deberán contener la resistencia popular que enfrente su rapiña.
En cada lugar donde hay el interés de un megaproyecto o ya existe la explotación por parte de las trasnacionales de algún recurso natural, ahí están los instrumentos de la contrainsurgencia exista o no resistencia armada. Allí se diseminará la guerra sucia, las guerras de baja intensidad y el terror en general, ya como fenómeno para-estatal o como práctica abierta de fuerzas institucionales amparadas en legislaciones contrainsurgentes y de represión para disuadir o para aplastar la protesta social.
Pilares de la contrainsurgencia son la legislación acomodaticia a los intereses de las trasnacionales, las fuerzas armadas del Estado, sus bandas de sicarios, asesinos contratistas mercenario, y la financiación de la grandes empresas capitalistas nacionales y trasnacionales; de tal forma que donde hay una base policial, del ejército o de cualquier cuerpo armado estatal existe una base paramilitar o grupos de paramilitares bajo su protección, al punto que cuando las guerrillas combaten contra estos, terminan enfrentadas al ejército que entra en su auxilio o suele estar ya actuando junto a ellos y, en todo caso, dirigidos desde el alto mando castrense, que atiende a las ordenes del Comando Sur de los Estados Unidos.
Entonces, práctica contrainsurgente ejerce el imperio y sus lacayos criollos mediante la presencia de al menos 4000 soldados, asesores y “contratistas” gringos involucrados activamente en el conflicto interno del país como la practica también a través de empresas como Bavaria, Postobón, ECOPETROL, Carbones de Colombia, Drummond, Chiquita Brand, Hunday…, y, en fin, los industriales y los ganaderos que han financiado las masacres y las campañas que llevaron al poder a la mafia de Álvaro Uribe Vélez.
Las acciones de guerra sucia de los organismos estatales y paraestatales en determinadas épocas se han configurado torturando, descuartizando, desapareciendo…, a manera de acciones selectivas y luego como indistintos crímenes, masacres de espanto que provocan desplazamientos de pequeñas y grandes masas poblacionales y han sembrado el país de fosas por centenares en las que se han encontrado hasta 300 y 400 cadáveres juntos, de personas a las que han despojado de sus tierras y sus bienes. El propósito es, en fin, aterrorizar a los pobladores de las zonas que consideran de influencia de la insurgencia o que sencillamente son lugares donde existe descontento y oposición frente a las injusticias; pero en últimas, pretendiendo paralizar la capacidad de respuesta de todo el pueblo frente a las atrocidades y el saqueo del imperialismo y sus oligarquías.
En Colombia se han registrado misiones de la guerra contrainsurgente en las que se evidencia en los operativos, las coordinaciones entre policía, ejército, fuerza aérea y paramilitares, en las que se han desatado acciones de guerra sucia que cubre con los paramilitares, lo cual ha generado una crisis humanitaria de la que el mundo comienza a tener noticia y conciencia.
Para afinar la efectividad de estos procedimientos, han fortalecido la inteligencia como arma central de la guerra contrainsurgente, implementando redes de informantes (delatores); como nunca antes han atacado con helicópteros artillados y tropas por tierra comunas populares como sucedió en Medellín donde arrasaron con viviendas y asesinando a gente humilde de esas barriadas; profundizan su connivencia descarada entre paramilitares y militares como ocurre en la Sierra Nevada de Santa Marta, Cesar, Chocó y muchos lugares más de manera generalizada, tal como se ha denunciado y comprobado por las organizaciones sociales y la misma ONU, y está consignado, por ejemplo, en el informe de Anders Compas que ya indicaba, vale decir, el rumbo que tomaría como gobernante el mafioso Álvaro Uribe Vélez, pupilo del narcotraficante Pablo Escobar Gaviria y artífice de la llamada para-política que ahora escandaliza al mundo.
Las prácticas de la contrainsurgencia incluyen la tierra arrasada en las zonas donde se detecte presencia de fuerza insurgente y protección, permisividad, asistencia y apoyo descarado a las zonas dominadas por las bandas paramilitares que en realidad son zonas de dominio de las brigadas y divisiones militares. Pero donde no hay tal control y el régimen decide inocular sus fuerzas de terror para que actúen suelen, como en Mapiripán, donde descuartizaron y vejaron a decenas de humildes campesinos, cubrir la retirada de los carniceros. No es extraño, entonces, la realización de operativos conjuntos de acordonamiento de áreas, bloqueos económicos, capturas en masa, la conjunta aplicación de prácticas de horca y cuchillo, hacha y motosierra contra la población que consideran como el agua del escurridizo pez.
Hechos como el ataque aéreo con participación estadounidense, con las bombas cluster tipo racimo del General Velasco en Santo Domingo, el cual causó la muerte de 18 campesinos que departían en una fiesta popular, no son pocos ni accidentales, como tampoco lo son los ametrallamientos indiscriminados sobre áreas campesinas en el desenvolvimiento de una guerra civil en la que las prácticas de terrorismo de Estado han causado hechos abominables como el exterminio a sangre y fuego de la opositora Unión Patriótica, asesinando alrededor de 5000 de sus militantes, o el desplazamiento de más de 4 millones de habitantes de zonas rurales la mayoría, dejando asolado el campo colombiano; cotidianas son las detenciones en masa, allanamientos, ejecuciones extrajudiciales…, conformando el indescriptible genocidio que hoy se pretende impunizar con los acuerdos de Santa fe de Ralito, con la encubridora Ley de Justicia y Paz y la inadmisible patraña que busca convertir en sedición todo este horror a fin de darle condición de delito político a tantos y tan abominables crímenes de lesa humanidad, mientras se niega ferozmente el incuestionable carácter de fuerza beligerante a la insurgencia.
El engaño de la desmovilización rodeando de impunidad al narco-paramilitarismo, es otra de las tantas tácticas de fortalecimiento de la contrainsurgencia en Colombia, pues la realidad es que el terrorismo de Estado, aunque herido por la denuncia sigue actuante y con mayores amplios espacios dentro de la necrosada institucionalidad en manos de una extrema derecha lumpenizada, que reprime la inconformidad social mientras las trasnacionales se roban sin nuestras riquezas naturales.
Esta es la contrainsurgencia de la que Colombia es uno de los más antiguos y al mismo tiempo más reciente laboratorio, prototipo de lo que ha de generalizarse en el continente de no unificarnos para frenar al imperio. Y de esta película de terror, mencionemos sólo a uno de sus protagonistas, a uno de los más avezados destripadores que después de haber conducido inenarrables crímenes fue promocionado como Comandante del Ejército de Colombia: se trata del General Mario Montoya, protegido de los yanquis y de quien ninguno de los recientes marchantes que gritan contra las FARC se atreve a sacar a la luz sus atrocidades. Pero, peor aún, se trata de uno entre cientos de asesinos que pululan entre la oficialidad castrense, la cual habría que investigar desde su cúpula más alta incluyendo al mismo Presidente Uribe que funge como Comandante de las Fuerzas Militares, y quien tuvo la desfachatez oprobiosa para las víctimas del terrorismo de Estado, de hacer público homenaje de “desagravio” al General Rito Alejo del Río, mejor conocido como el Carnicero de Urabá.
Es este el prototipo del Plan contrainsurgente diseñado para Nuestra América y que avanza en su determinación de destruir las bases sociales de un pedazo, el comunero fragmento, de nuestra Patria Grande amenazada. Es este, instrumento execrable del programa de la depredadora globalización del capitalismo, instrumento de la dominación imperial a nivel planetario.
No es por eso exagerado decir que en los fusiles de la insurgencia colombiana, en el valor del pueblo comunero, resiste la América Nuestra contra los buitres, contra los verdugos, que hieren a dentelladas la esperanza bolivariana de independencia y Patria Grande. He ahí el ejemplo de lo que se escenificaría en cada rincón de nuestro continente y que ya se muestra en muchos lugares de donde hoy vienen los delegados a este Congreso para disertar sobre la estrategia que nos permita enfrentar al imperialismo, y sobre todo el expansionismo yanqui, construyendo una alternativa promisoria de lucha en el Movimiento Continental Bolivariano.
Repetimos, no es guerra antinarcóticos, no es guerra antiterrorista, no es defensa de la democracia lo diseñado y ejecutado por Washington con la complicidad de los cernícalos cipayos de la oligarquía criolla, sino el intento, al final vano, por debilitar la voluntad política, por menguar la fortaleza militar y la grandeza moral de los resistentes, pretendiendo su desmovilización o su aniquilamiento a fin de tener las abyectas manos libres para consumar el saqueo voraz de nuestra tierra a costa del drama social y humano de centenares de miles de familias, a cuyas condiciones ancestrales de pobreza e injusticia social agregan estragos al medio ambiente, la destrucción de las fuentes de agua, la ruina de sus cultivos de supervivencia y el mayor deterioro de las ya precarias condiciones de salubridad, contando con la cobardía de los oligarcas criollos, de muchos falsos neutrales y de ONGs desmovilizadoras que pretenden canjear la vida y la tranquilidad de los pueblos, ofreciendo refugio humillante por renuncia a la opción política y a la dignidad.
Imponer las transformaciones estructurales de la economía en la línea que define el Fondo Monetario Internacional, con el asalto a los recursos petroleros, minerales, acuíferos, a la diversidad biológica…, a la codiciada amazonía y a todas las riquezas naturales de Nuestra América es el propósito, que ahora de manera evidente se lanza también y especialmente contra Venezuela, Ecuador y Bolivia, contra sus gobiernos y sus pueblos porque no obedecen a los designios del imperio, y porque es allí y desde las montañas de Colombia donde los destellos de la unidad grancolombiana y de Patria Grande emergen como fuego que atizan los pueblos todos de Nuestra América atemorizando al monstruo imperial.
Contrainsurgencia es también, entonces, el conjunto de los procedimientos de desestabilización que George Bush como instrumento de las corporaciones transnacionales promueve contra los gobiernos verdaderamente democráticos, azuzando a las hienas de la derecha, a sus consorcios de las comunicaciones liderados por la Cadena CNN, a los golpistas de turno, a los racistas de siempre, a los apátridas de las oligarquías que de una u otra forma son apoyados de manera taimada por aquellos lobos que se presentan con el disfraz de oveja de la falsa “cooperación para la paz”, o por los artífices de las manipuladas encuestas de opinión en las que exaltan a los victimarios, o por quienes refrendan y apoyan las llamadas listas de “organizaciones terrorista” que se crean para estigmatizar y aislar a los revolucionarios.
La contrainsurgencia está inmersa en conceptos como el de Seguridad Democrática (desarrollo de la vieja Doctrina de seguridad Nacional), extraterritorialidad jurídica, inmunidad para las tropas yanquis (impunidad de manos libres para los mercenarios que cometan crímenes en el desenvolvimiento de sus operaciones contrainsurgentes), Plan México, Plan Colombia, Plan Patriota, Política Regional Andina, Plan Puebla Panamá, etc.; en el marco de un dispositivo supranacional, mundial, total, dentro del proyecto de unificación política del mercado mundial. Ella ampara de diversas maneras el despliegue de las políticas del libre mercado en las Américas (proyecto del ALCA y de los TLC) y la estrategia violenta de disciplinamiento regional y local en función de dichos proyectos. Es la herramienta de guante de terciopelo blanco o de mano ensangrentada que garantiza la expansión de los intereses capitalistas, de los intereses de las multinacionales, artífices de la industria productora de armas, de la industria química y farmacéutica, del llamado bio-comercio, y desde luego, del negocio multinacional del narcotráfico y todos los circuitos legales e ilegales que éste activa. Es la herramienta de garantía de la configuración actual de las relaciones internacionales de la globalización capitalista, de los acuerdos leoninos extendidos con el Fondo Monetario y del neoliberalismo en general con su economía política de la guerra, con sus tentáculos económicos, jurídicos, políticos, propagandísticos, etc. que reeditan con mayor encono los conceptos de guerra interna ya conocidos en experiencias como el Plan LASO (Latin America Security Operation) de los años sesenta, pero ahora empotrados sobre nuevos presupuestos en cuanto a las justificaciones de la intervención. Y el contexto regional de la intervención norteamericana utiliza hoy todas las más avanzadas tecnologías de la guerra (“inteligencia tecnológica de punta”, armamento moderno, entrenamiento y uso de “fuerzas de despliegue rápido”, entre otros), y la guerra mediática, que apunta a deslegitimar la resistencia heroica de las guerrillas y de los luchadores populares propalando la falsa, peregrina y aviesa tesis que considera la degradación como rasgo esencial de sus opositores, argumentando pérdida del propósito político altruista del lado insurgente e ideando de paso falsas acusaciones para llevar a sus estrados judiciales asqueantes, mediante la extradición, que es entrega de la soberanía, a los revolucionarios, tal como ha ocurrido en el caso de los digno guerrilleros bolivarianos Sonia y Simón Trinidad.
Mientras Estados Unidos tenga el poder de realizar estas argucias sin oposición, imponiendo su siniestra conceptualización del mundo, mientras tenga la posibilidad de distorsionar la realidad mostrando como terroristas a patriotas cubanos que lo que hacían era precisamente luchar contra el terrorismo, mientras pueda arrogarse el derecho de definir quién puede o no utilizar la energía nuclear, tildando también de terroristas a países que como Irán experimentan con este tipo de energía en el empeño de hacer avanzar su desarrollo económico…; mientras el imperio atómico del dólar y el consumismo pueda calificar y descalificar, certificar y desertificar a quien le venga en gana imponiendo el argumento de la fuerza, no bastará la bienintencionada batalla de ideas para detenerle, sino ésta y la utilización de todas las formas de lucha, que es la legítima y necesaria reacción de sobre vivencia y único camino que tenemos para lograr una autentica paz con justicia social. De tal manera que como pueblos avasallados por el despotismo imperial, siguiendo el ejemplo del padre Libertador, estamos en el derecho y en el deber de levantarnos contra la opresión, porque como él mismo lo enseña, cuando el poder es opresor la virtud tiene derecho a anonadarlo…, y el hombre virtuoso se levanta contra la autoridad opresora e inaguantable para sustituirla por otra respetada y amable.
Es dentro de este marco que en términos geopolíticos implica la consolidación de la hegemonía del imperio y de sus aliados locales, en el que se debe entender el ataque que hoy se intensifica contra el proyecto de la revolución bolivariana en Venezuela porque su rumbo no encuadra en el programa de constitución política del mercado capitalista y de la “democracia” global, sino que sigue y nos indica el sendero de la soberanía con su propuesta del ALBA en contraposición al ominoso ALCA. Y es en este marco en el que se debe entender el sometimiento total, de lacayo, del gobierno colombiano que se arrodilla ante la llamada “ayuda militar” sirviéndole de base de agresión a los EEUU, no sólo contra el Presidente Chávez y el bravo pueblo sino contra toda la esperanza de emancipación del continente.
Pero no habrá solución militar favorable para el capitalismo entre todos los conflictos que Estados Unidos ha desatado y quiere seguir desatando en Nuestra América; no habrá solución, para él victoriosa, por la vía del intervencionismo; no habrá salida con el terror oligárquico e imperial si no se resuelven los problemas sociales y la injusticias que nos han impuesto por siglos. Mientras estas persistan, sus guerras de baja, mediana o alta intensidad…, las guerras sociales desatadas por la globalización capitalista, no arrodillarán la voluntad bolívariana que ha decidido gritar en coro su consigna de unidad, unidad, unidad para dar el salto a la creación de un amplio Movimiento que junte las voluntades, las conciencias…, las fuerzas, en una sola gran masa, en una sola gran patria hacia la construcción del socialismo. Y en esto, como diría el mismo Padre Libertador, “Unidos seremos fuertes y mereceremos respeto, divididos