Córdoba insurgente
En el anochecer del jueves 29 de mayo de 1969, la ciudad de Córdoba estaba
envuelta por un humo de distintos tonos de gris, según el material que ardía
en las hogueras y barricadas. Desde colchones viejos hasta automóviles
fueron a parar a la furia del fuego antidictatorial, indiscutible consigna
de unidad del Cordobazo a partir de la cual después se discutiría casi todo
acerca de los contenidos del estallido. Por Angel Stival y Juan Iturburu.
Por ANRed - L
A la media tarde de ese día, el fuego comenzaba a atenuarse cuando la IV
Brigada de Infantería, al mando del general Jorge Raúl Carcagno, avanzaba
lentamente por la Avenida Colón para "recuperar" la ciudad tomada.
La tarea no fue fácil porque, en la periferia de los escenarios principales
de la batalla, persistían focos de resistencia que duraron hasta el día
siguiente, cuando en los centros de poder recién lograban recomponerse para
solicitar un escarmiento.
Así, la Bolsa de Comercio de Córdoba hizo sentir su voz indignada reclamando
"severas sanciones para los autores de la depredación y el pillaje".
El gobierno nacional, que encabezaba Juan Carlos Onganía, no varió su tozuda
filosofía represiva y creó, mediante un fulminante decreto, el Consejo
Especial de Guerra que juzgaría sumariamente a quienes "atentaron contra el
orden y la seguridad públicas".
Para el comandante del Tercer Cuerpo de Ejército, Sánchez Lahoz, quien había
comandado el operativo de represión desde su despacho, los sucesos eran
causados por "la intervención de células comunistas, internas e
internacionales".
Del otro lado de las barricadas, en la noche del 29, quedaban algunos pocos
obreros fabriles, sector que fue la columna vertebral de la impresionante y
arrasadora manifestación de fuerza del pueblo cordobés.
Espontáneo u organizado, oportunista o revolucionario, el Cordobazo plantó
una estaca mortal en el corazón del régimen y, al tiempo que mostró la
fuerza de los trabajadores en pie de lucha, dejó expuestos sus límites para
acceder al poder político.
Pero, en la oscuridad de la noche del 29, comenzaron a brillar las ideas que
presidirían el debate político en la década siguiente.
Las cartas sobre la mesa
La torpe política del gobierno de Onganía había empujado la unidad en la
acción de sectores gremiales que políticamente, tenían muy poco en común.
Por sobre la CGT de los Argentinos -antecedente decisivo del Cordobazo,
aunque en ese momento fuera más una referencia ideológica que un instrumento
concreto de lucha-, legalistas (vandoristas), ortodoxos (peronistas de
derecha) e independientes (comunistas, radicales e izquierda independiente),
coincidieron en lanzar el paro activo del 29 de mayo.
El lucifuercista Agustín Tosco y el mecánico Elpidio Torres fueron las
mayores figuras del Cordobazo, pero en su elaboración y concreción también
estuvo el importante gremio de los choferes (UTA) que encabezaba Atilio
López, además de Miguel Ángel Correa (maderero), Héctor Castro (ATE), Jorge
Canelles (UOCRA), Carlos Borelli (petroleros), quienes tuvieron activa
participación en las luchas previas que prepararon el clima de la rebelión.
En rigor, puede decirse que la gestación de este gran movimiento duró casi
tres años, ya que comenzó con las luchas estudiantiles del 66, cuyo
resplandor persistió hasta 1969 y que dejó un movimiento estudiantil activo,
fuertemente influido por las movilizaciones de la CGTA y por sus propias
reivindicaciones.
La conciencia antidictatorial del estudiantado universitario no estaba en
duda. Más aún, en su interior fluía un proceso de incesantes rupturas
políticas y reagrupamientos, reflejo de profundas tendencias de cambio que
latían en la sociedad.
Los obreros de la industria automotriz, por su parte, en especial los de la
planta de Ika Renault, en Santa Isabel, se habían templado en la lucha por
sus propias reivindicaciones, contra el llamado sábado inglés y las quitas
zonales.
Los choferes de la UTA también venían de duros enfrentamientos con las
empresas de transporte urbano de pasajeros, que recién comenzaban a
constituirse tras el desmantelamiento un tanto desprolijo de la Corporación
Argentina del Transporte Automotor (CATA).
Toda la población, en fin, de una Córdoba libertaria, portadora de una
rebeldía legendaria y que ahora atravesaba un momento especial de su
historia, no soportaba el opresivo clima impuesto por la dictadura.
A las piñas en el Córdoba Sport
"Ciudad en convulsión: Hoy sin transporte y mañana paro total", titulaba el
vespertino Córdoba su edición del 15 de mayo de 1969. A 14 días del
Cordobazo, no podía pintarse mejor el clima existente en la ciudad.
Detrás de todo, estaban Smata y UTA. El gremio de los choferes de transporte
urbano intensificaba las medidas de fuerza para reclamar la antigüedad y la
estabilidad para los trabajadores de la anterior empresa, la CATA, que
habían pasado a las firmas ganadoras de la licitación hecha por la
Municipalidad.
Por ese motivo, la UTA lanzó un paro para el 5 de mayo que se cumplió en un
clima de violencia, con varios atentados a los ómnibus que circulaban
manejados por sus dueños.
El 12 de mayo, el gobierno nacional dio a conocer la ley 18204 que
establecía un régimen de descanso desde el sábado a las 13 hasta el domingo
a las 24 (sábado inglés).
La reacción no se hizo esperar: las dos CGT lanzaron un paro para el viernes
16 de mayo, que se convierte en paro de 48 horas, esta vez sí masivo y
contundente, de los choferes que peleaban por el reconocimiento de su
antigüedad.
El miércoles 14, el Smata convocó a una asamblea de afiliados en el mítico
Córdoba Sport Club, una suerte de Luna Park cordobés en el que se realizaban
festivales de boxeo y se disputaban los partidos de básquetbol más
importantes (incluso los de las Olimpíadas Universitarias, por lo que era un
lugar familiar para los estudiantes).
Pese a la prohibición policial, los obreros abandonaron sus puestos de
trabajo, subieron a sus ómnibus y se encaminaron hacia el centro, donde
arribaron como un aluvión.
A las 15.30 había más de 2.500 en el local de la calle Alvear, cerca de la
Avenida Olmos. Afuera, en las calles adyacentes, se concentraban rápidamente
los patrulleros y los carros de asalto de la infantería policial.
Con Elpidio Torres (secretario general del Smata Córdoba) y Dirk Kloosterman
(secretario nacional del gremio) como oradores, la asamblea aprobó por
aclamación el paro de 48 horas, en medio de un tenso clima que se convirtió
en silencio absoluto cuando Torres pidió que se obviara la lectura de los
considerandos porque en cualquier momento entraba la policía.
El pedido, formulado por el propio Torres, de que los asambleístas se
retiraran ordenadamente, fue infructuoso. Los obreros enfrentaron a la
policía en Lima y Alvear (esquina opuesta a la de la avenida Olmos) y la
batalla ocupó el centro de la ciudad, extendiéndose por las calles
Catamarca, Maipú, 25 de Mayo y San Martín. El duelo de piedras y palos
contra gases lacrimógenos y balas, que los estudiantes cordobeses conocían
muy bien, repetía las batallas de 1966.
Precisamente, el 19 de mayo el gobierno cerró la Universidad "por el actual
clima de agitación". Los estudiantes, que habían lanzado las "jornadas de
agitación y lucha", intentaron una marcha que fue prohibida por la policía.
En la iglesia del Pilar se realizó una misa para recordar la muerte de
Santiago Pampillón y nuevamente se enfrentaron policías y estudiantes.
Simultáneamente, los alumnos de la Universidad Católica aparecieron en
escena a través de un paro solidario con sus colegas estatales.
La fórmula del paro activo de 36 horas
Agustín Tosco, Elpidio Torres y Atilio López tenían, cada cual, una de las
llaves para abrir las puertas del Cordobazo. Las diferencias políticas,
sobre todo entre Tosco y Torres, eran muchas, pero las bases empujaban
mientras el gobierno, con una ceguera política que pasaría a la historia, le
cerraba caminos a Augusto Timoteo Vandor, quien, por otro lado, apostaba
ahora a golpear la dictadura y negociar en mejor posición.
El guiño del dirigente metalúrgico fue suficiente para decidir a Torres;
Tosco tragó saliva y el contacto fue una célebre cena en que se unieron las
fuerzas de ambos gremios. El documento, redactado en el ámbito del sindicato
mecánico, fue llevado por Tosco a la CGT de los Argentinos, que funcionaba
en el local tradicional de la Avenida Vélez Sársfield (hoy es sede de una
dependencia del Banco Social de Córdoba), en tanto que Elpidio lo presentó
en la CGT vandorista, cerca de la Maternidad Provincial.
El paro activo de 36 horas que se aprobó entonces marcó una nueva modalidad
de lucha que se pondría a prueba en las calles cordobesas.
El plan consistió en mantener el funcionamiento del transporte urbano de
pasajeros para llevar a los obreros a su lugar de trabajo, cumplir
normalmente las tareas hasta media mañana, abandonar laicas a partir de esa
hora y encolumnarse para marchar hacia el centro y, finalmente, realizar un
acto de protesta frente al local de la CGT de los Argentinos.
El clima en las fábricas del entorno industrial cordobés era de una enorme
efervescencia. Los obreros, por lo menos quienes estaban al frente de la
movilización, sabían que chocarían con la represión policial. Pero estaban
organizados, los animaba el odio antictatorial y habían acumulado confianza
en su propia fuerza.
El 29 de mayo, desde Materfer, Fiat Concord, Grandes Motores Diesel y
Perkins, por la Ruta 9; desde Perdriel e Ilasa, en las cercanías del
aeropuerto de Pajas Blancas; desde la central de Lima y Maipú de la Empresa
Provincial de Electricidad de Córdoba (EPEC), pero, fundamentalmente, desde
Santa Isabel, por el camino a Alta Gracia, las columnas obreras, sólidas,
compactas, cargadas de fuerza y rebeldía, harían trizas los sucesivos
cordones policiales que esperaban armas en mano.
En su avance hacia el centro, la marcha arrastraba a los trabajadores de
centenares de fábricas pequeñas y talleres que encontraba a su paso.
El arquetipo de las batallas que, ese día, se libraron en distintos
sectores, fue la que protagonizaron, cerca del mediodía, 5.000 obreros
mecánicos frente al Hogar Pablo Pizzurno, en la Avenida Vélez Sársfield. Los
esperaba allí el primer escollo policial, salvado con cuanto elemento
contundente pudiera ser arrojado. La columna de obreros se partió en dos:
una parte se desplazó hacia el centro por la Ciudad Universitaria,
arrastrando a los estudiantes que en ese momento estaban en el comedor
universitario, y la otra ingresó a los barrios Güemes y Observatorio, donde
los manifestantes se sorprendieron por la solidaridad de un barrio poblado
por estudiantes y trabajadores que se atrincheraron de inmediato para
resistir.
A las 12,30, entretanto, una batalla campal hacía retroceder a la policía en
las inmediaciones de la plaza Vélez Sarsfield y, muy cerca de allí, en
Boulevard San Juan y Arturo M. Bas, caía la primera víctima fatal, Máximo
Mena.
La reacción fue inmediata y en cadena. Con furia, los manifestantes se
adueñaron de la ciudad, levantando verdaderos muros de contención
(barricadas) contra la policía, que debió replegarse a sus cuarteles dejando
la ciudad en manos de los trabajadores, quienes recibían el apoyo de los
vecinos.
Hitos de esa lucha fueron la toma del Círculo de Suboficiales del Ejército,
en San Luis y La Cañada, los incendios de la firma estadounidense Xerox y de
Citroen, en la avenida Colón, de las oficinas de la Dirección General de
Rentas, en Mariano Moreno y Caseros, de la Aduana, en Chacabuco al 400.
La llegada del Ejército, junto con las sombras de la noche, el allanamiento
a la CGTA, la detención de dirigentes y su juzgamiento y condena por los
Consejos de Guerra (Canelles, 10 años de cárcel; Tosco, 8 años; Elpidio
Torres, 7) fueron la respuesta de una dictadura que acusaba al comunismo
internacional como responsable de semejante pueblada.
"Vengo a cortar la cabeza de la víbora comunista", dijo el gobernador
Uriburu, reemplazante de Caballero. Poco después, una jornada similar al
Cordobazo, que el ingenio popular llamó el Viborazo, terminaría de convencer
a las clases dominantes de que, si querían conservar el poder sin tamaños
sobresaltos, debían buscar un camino distinto al que habían ensayado con el
golpe de 1966.
Fuente: Revista Los '70, Año 1, Número 3