JPM-Francia-
sobre Chile
Sobre cretinismo
parlamentario y antiparlamentario
Cretinismo :
forma de retraso intelectual en los enfermos de bocio, particularmente
frecuente en países montañosos. (Vocabulario de psicología, Henri Piéron,
PUF, Francia, 1951)
Durante el Congreso de la
Internacional Comunista en agosto de 1920, pocos meses después de haber
escrito su célebre obra sobre el ultraizquierdismo, en el curso de una
animada discusión entre revolucionarios de varios países, Lenin contestó
precedente intervención de Amadeo Bordiga -que jugó un papel importante en
la fundación del PCI- y que desde hacía algunos años ya había expresado su
hostilidad a la participación electoralista y al parlamentarismo,
propugnando la utilización de la violencia para la conquista directa del
poder. En su respuesta Lenin le reprochó a Bordiga padecer la « enfermedad
infantil ». Pocos meses antes, entre abril y mayo de ese año, Lenin había
escrito su famoso libro sobre el ultraizquierdismo. En él las emprendía
contra algunos dirigentes de diversos partidos comunistas europeos que
discrepaban de la línea del PC soviético.
En el congreso de la
Internacional Comunista, Lenin denunció el cretinismo de algunos dirigentes
que rehusaban participar en el juego parlamentario. Sin embargo, en su obra
antes mencionada, el mismo Lenin narra que el partido bolchevique en el
curso de su lucha contra el zarismo, había llamado al boicot de la Douma en
1905 y había utilizado la expresión que anteriormente Marx también ya había
empleado en el 18 Brumario de Luis Bonaparte y en La guerra civil en
Francia. Marx, Engels y Lenin, fustigaron tanto al « cretinismo
antiparlamentario » como al « cretinismo parlamentario ». Porque claro, la
patología puede desarrollarse en los dos sentidos y Lenin en su libro sobre
el ultraizquierdismo se refiere sobre todo a aquellos revolucionarios que se
niegan a admitir la necesidad de participar en los parlamentos, observando
que en muchas ocasiones dicha participación puede ser una tribuna
importantísima para los representantes de los partidos revolucionarios.
Sobre enfermedades y dolencias
también habló muchas veces el doctor Marx. En el 18 Brumario de Luis
Bonaparte, tiene duras palabras para aquellos que se ilusionan con el juego
parlamentario : « Hay que estar verdaderamentemuy afectado por esta
enfermedad tan particular que desde 1848 golpea a todo el continente, es
decir, el cretinismo parlamentario, que relega a un mundo imaginario a
aquellos que la sufren y les quita toda inteligencia, todo recuerdo, toda
comprensión del rudo mundo exterior ».
Esta polémica es ociosa en
nuestros días, puesto que aparece a todas luces necesario que los que están
interesados en el cambio del estado de cosas deben echar mano a todas las
posibilidades que entrega la institucionalidad vigente, incluso si ésta es
espúrea, excluyente y antidemocrática como en el caso de Chile. No se trata
entonces de criticar el legítimo derecho de aquellos que quieren terminar
con la seudodemocracia imperante utilizando todos los medios legales a su
alcance, sino más bien de poner de relieve que la búsqueda desesperada de
representación parlamentaria -en un parlamento corrupto, desprestigiado y
que es una emanación de las instituciones impuestas por Pinochet en 1980-
choca con un hecho mayor corroborado por tirios y troyanos : la esencia de
la constitución de 1980 y la posterior reformita de Lagos, están destinadas
a perpetuar la existencia de un orden que garantice la reproducción del
modelo neoliberal per seculam, y que genera asimismo los mecanismos
legales necesarios para autoprotegerla de toda reforma substancial.
En el programa de la oposición
a la dictadura que ganó el plebiscito en 1988, una de las medidas
principales era la abrogación de la constitución de Pinochet. Era una
exigencia « intransable » se oía decir por entonces a democristianos,
socioslistos, pepedeístas y a la izquierda. Esta medida necesaria sigue
vigente hoy a diecisiete años de una interminable « transición
democrática », porque la reformita de Lagos transformó el texto original en
constitución Pinochet-Lagos, modificando algunos aspectos de ella pero
dejando lo esencial. Es un orden institucional impuesto por la dictadura, al
cual se han acomodado muy bien los diversos gobiernos concertacionistas
desde 1990.
Una de los objetivos de la
constitución vigente es impedir su reforma debido a las mayorías
calificadas que se requieren para ello. Entre algunas de las disposiciones
impuestas por la dictadura está la cuestión del sistema electoral
(completada por una ley orgánica), que garantiza una sobrerrepresentación de
los partidos de derecha, haciendo de esta manera prácticamente imposible que
los quóroms requeridos para reformar el articulado puedan ser alcanzados.
Luego de los cabildeos entre
concertacionistas, la familia de los Ochocientos y la actual dirección del
PC, y después de los anuncios propagandísticos hechos con gran bombo, nada
en concreto se ha logrado al respecto como no sea haber dilatado por un
largo período el trámite parlamentario de la hipotética modificación del
binominal. Está visto entonces que los conciliábulos cupulares sirven a los
tres contertulios antes mencionados para emborrachar la perdiz.
A los primeros para darle
garantías al PC y demostrar que cumple su palabra con uno de los puntos
solicitados para votar en la segunda vuelta por M. Bachelet y al mismo
tiempo, inhibir toda veleidad contestataria de la actual dirección de ese
partido. Por otro lado, le permite tratar de salir del mal paso en que se
encuentra desde hace varios meses, agravado estas últimas semanas por el
desastre provocado por el negociado de Chile Deportes y el Transantiago
puesto en marcha por Lagos y sus boys antes de irse. De paso, la estrecha
colaboración con la dirección del PC le entrega a la Concertación la
posibilidad de neutralizarlo poniéndole una mordaza, atenúa sus críticas y
reivindicaciones, invitándolo a « sentarse a conversar » alrededor de amenos
tecitos con tostaditas. Para la Concertación los votos del PC significarían
liberarse un poco del peligro que se cierne para las próximas elecciones
presidenciales y le despejaría la cancha debido a la creciente contestación
y exasperación de diversos sectores populares.
Algunos gestos del gobierno en
dirección del PC ya habían ayudado a esta suerte de « comprensión » de la
dirección PC y a su relativo desperfilamiento y mengua en acciones
antigubernamentales. El dinero entregado a título de reparación y
resarcimiento por el robo y expropiación de bienes de su propiedad durante
la dictadura, la dirección del PC lo ha invertido en empresas comerciales.
Curiosamente, este dinero parece haber contribuido a disminuir su ardor
contestario y explica la abulia de la dirección del PC en las últimas
movilizaciones habidas en el país.
A los representantes de la
familia de los Ochocientos, participar en conciliábulos cupulares con
gobiernistas y algunos dirigentes del PC, les da un aire de respetabilidad
democrática y así tratan de recuperar una nunca habida virginidad, toda vez
que el país entero conoce el pasado golpista y pinochetista de sus
dirigentes. Los Ochocientos se han dado maña para alargar los plazos y
además, no todos están de acuerdo en aceptar una reforma del sistema
binominal que, repetimos, les garantiza una representación
sobredimensionada. Un dirigente derechista justificó su reticencia a la
reforma del binominal diciendo : « Aquí hay una hipocresía enorme…siempre se
dice para la galería que hay que cambiar el sistema binominal, pero nadie
lo quiere cambiar a excepción de los comunistas. La solución es que el PC se
incorpore a la Concertación tal como lo están haciendo en la lista única que
presentan ambos para las elecciones del Colegio de Abogados ».
En realidad, la actual
dirección del PC cambió de posición desde hace algunos meses, diríamos,
años. Es sintomático que dicho cambio frente al gobierno de la Concertación
interviniera una vez ocurrido el deceso de la compañera Gladys Marín. Se
evaluó de manera más « comprensiva », más reposada y con menos énfasis
crítico a la Concertación y curiosamente, el gobierno, como una manera de
ayudar a la elaboración de esta nueva evaluación, puso a disposición de la
actual dirección del PC como hemos dicho, una ingente cantidad de dinero
por concepto de resarcimiento por robos y expropiaciones de bienes llevados
a cabo por la dictadura de Pinochet. La virulencia protestataria del PC
decayó y cesó de liderar los diversos movimientos sociales en el país
comenzando a ser sobrepasado por su izquierda por nuevas y más pujantes
organizaciones, muchas veces formadas por sus propios militantes que actúan
fuera de la línea conciliante trazada por la dirección. Muchos de ellos se
expresan en el seno de Juntos Podemos
El cambio en la política del PC
se manifestó públicamente con el llamado a votar en la segunda vuelta por M.
Bachelet y pretendió imponer igual decisión a otros partidos y ONGs del JP.
La ruptura con la izquierda del JP se consumó y su dirección, que desde
antes de este hecho ya había comenzado a avanzar la idea que había que
« incorporar a otros sectores al JP », ligó más estrechamente a un grupo del
CC en el diseño de su política, grupo que siempre ha visto con buenos ojos
el progresivo deslizamiento hacia los brazos de la Concertación a la que
considera como un « aliado natural ». Es el grupo formado por antiguos
dirigentes, algunos de los cuales llevan el récord de más de cuarenta años
como miembros de la comisión política y que portan una responsabilidad
aplastante en la debacle de la UP. De una u otra manera se han mantenido
cercanos a la dirección del PC que se ha reforzado con militantes
provenientes de otros partidos de la fenecida UP y que aspiran a colaborar
con el gobierno de la Concertación. Por cierto, en este trasvestimiento hay
una dosis importante de oportunismo y deseos de protagonismo a cualquier
precio, amén de apetito por prebendas, cargos, puestos, viáticos, embajadas
y demases.
Como la dirección del PC no
podía controlar al JP y ni a su ex candidato presidencial cuya imagen había
calado profundo en lo que podemos llamar el « pueblo de izquierda »,
programó el sabotaje del JP y dió nacimiento con fórceps y cesárea a un
nonato, el llamado parlamento democrático y social, que murió de muerte
natural a poco respirar. El fracaso de esta iniciativa que se orientaba a
reemplazar al incontrolable JP por una alianza más hacia la derecha de la
izquierda no prosperó. Pero en contrapartida, entre los militantes
comunistas la voluntad de actuar de consuno como JP seguía viva. La
decepción cundió y ante el empantanamiento del JP deseado por la dirección
del PC, algunos partidos se desligaron de éste, como el MIR, que
lamentablemente congeló su participación en esta instancia unitaria.
Este proceso de conciliación no
ha sido un camino de rosas para la dirección del PC que sabe que encuentra
una resistencia tenaz en su base y las medidas disciplinarias tomadas contra
jóvenes de la JJCC y dirigentes regionales y comunales lo demuestran. El
desgaje del MPMR de la tutela del PC, es otro ejemplo de dicha
contestación.
Que se nos entienda bien. En
toda lucha política la negociación es un elemento central. Podríamos decir
que el abc de la política es la negociación. No estamos abogando por que un
partido revolucionario no pueda tener conversaciones con el gobierno de
turno e incluso con sus enemigos. Si la política se inventó digámoslo así,
fue en parte para no dirimir las diferentes opciones y diferencias a
balazos. Ello, claro, en el supuesto que se actúa en el marco de un estado
democrático.
Ahora bien, frente al marco de
la institucionalidad pinochetista apuntalada por los sucesivos gobiernos de
la Concertación caben dos actitudes : utilizar al máximo las pocas
posibilidades que entrega la espúrea institucionalidad dejada por Pinochet y
Lagos, pensando en que algún día se obtendrá el quórum requerido para
modificarla o, junto con utilizar estas magras posibilidades, impulsar sin
tapujos la movilización popular, única capaz de doblegar a aquellos que
quisieran prolongar el statu quo per seculam.
Decimos entonces claramente que
teniendo en cuenta el carácter antidemocrático de esta constitución y su
casi imposible reforma por la vía parlamentaria, a los demócratas les asiste
el legítimo derecho de actuar dentro y fuera del marco de esta
institucionalidad espúrea y obrar por su abrogación.
Parte de la izquierda
extraparlamentaria ha escogido este último camino. Pero parte importante de
ella ha escogido el primer camino, privilegiando una estrategia única y
claudicante : llegar a acuerdos con el oficialismo y la derecha, para tener
una cuotita de representación parlamentaria, algunos diputadillos y tal vez,
algún día -para las calendas griegas- reformar el engendro constitucional.
Ello conlleva la necesidad de bajar el perfil de las luchas populares como
una manera de no perturbar la acción gubernamental, uno de los
interlocutores privilegiados de la actual dirección del PC.
La dirección del PC estimó
luego del deceso de Gladys y de las reparaciones financieras y la elección
de M. Bachelet, que los pasos dados por el gobierno « iban en el buen
sentido ».
Se trata por cierto de una
visión reformista a corto plazo que confunde al pueblo de izquierda y
provoca una reacción encontrada en la base militante del PC, más proclive a
trabajar con organizaciones sociales y políticas de la izquierda
extraparlamentaria que con sectores concertacionistas, incluso si el
gobierno de estos últimos prodiga sustanciosas buenas razones de carácter
pecuniario que hacen rebosar de dicha a la actual dirección del PC.
Estamos ante una demostración
clara de cretinismo, una búsqueda obsesiva y que a veces se vuelve obscena
de acuerdos cupulares a todo trance que deja de lado o « tiende a bajar el
perfil » de la necesaria movilización popular. La actual dirección del PC,
corre así el riesgo de « cortarse » de un vasto sector del pueblo, en el
que prima a pesar de todo una lógica unitaria que excluye todo entendimiento
programático con la Concertación, mientras ésta aplique el continuismo
neoliberal. Decimos bien entendimiento, esto es, acuerdos bajo tabla a
espaldas de sus militantes y no conversaciones, puesto que estas últimas un
revolucionario debe mantenerlas hasta con el diablo en persona. Las últimas
huelgas y movilizaciones de los estudiantes, de los mapuches, de los
trabajadores forestales, de protesta por el escándalo provocado por el
Transantiago, confirman el aislamiento de la dirección del PC y las críticas
cada vez más abiertas de sus militantes de base, quienes actúan de consuno
con militantes de otros partidos y organizaciones de izquierda, al margen de
la línea trazada por su dirección. Son estos sectores los que comienzan a
llevar la batuta en lo que a movilización popular se refiere.
El bloque en el poder, congrega
a un sector ligado directamente a la internacionalización de la economía que
ha aprobado la inserción de Chile como apéndice situado en la periferia
dependiente. Resituar a Chile como apéndice dependiente de la economía
central fue el trabajo esencial llevado a cabo por la dictadura militar y
que ha sido mantenido por los sucesivos gobiernos de la Concertación.
Por cierto, en todo bloque en
el poder hay diversos componentes, cada cual con sus particulares
características, pero los lazos transversales de la Concertación con la
derecha (políticos, sociales, culturales) se comenzaron a manifestar con más
fuerza desde el gobierno de Lagos. Recordemos que con ocasión de la última
elección presidencial, la revista Capital (no querido lector, desengáñese,
no se trata del viejo Marx) publicó una encuesta entre los patrones y dueños
de empresas y de ella se desprendía que Lagos era su candidato favorito
El reformismo y la conciliación
han sido una receta aplicada muchas veces en diversas latitudes. En Italia
llevó a la desaparición del PCI y a la actual fusión de éste con la DC, con
el consiguiente desencanto y descenso del horizonte de aspiración de cambio
de las masas. En Francia, la colaboración de clases se manifestó en la
llamada « mutación » emprendida por la dirección reformista del PCF que ha
llegado hasta a vociferar con sus corifeos y amanuenses socialdemócratas las
salmodias anticomunistas más burdas y que aceptó participar en un mal
llamado gobierno de « izquierda plural » dirigido por el PSF, que durante
los cinco años en el poder privatizó más empresas que los precedentes
gobiernos de derecha. La sanción popular en 2007 ha sido inequívoca el : el
PCF ha obtenido un 1,9% de los sufragios en la última elección presidencial
y se encuentra hoy en una agónica fase terminal.
En contrapartida, la izquierda
consecuente, extraparlamentaria como en Chile, ha registrado una adhesión
popular, que tomando en cuenta las difíciles condiciones en las que dió la
última batalla electoral francesa, obtuvo más del 8% de los sufragios (LCR,
LO, PT y Altermundialistas). La lección es clara : cuando se estrechan
relaciones con la socialdemocracia, el electorado popular se aleja. Lo que
nos lleva a parafrasear una vieja y archiconocida frase de Tomic utilizada
en muchas ocasiones por el PC que viene como anillo al dedo: « Cuando se
gana con la nueva derecha (Concertación) es la nueva derecha la que gana ».
Es por ello que la loca carrera
emprendida por la actual dirección del PC de Chile por subirse al menos en
la pisadera del furgón de cola de la Concertación conlleva un peligro que
para el comunista que escribe, reviste la máxima gravedad. Se aducirá como
ya lo hemos señalado que en la lucha política se puede y se debe hablar
hasta con el diablo sin por ello terminar oliendo a azufre. Pero en la
deriva actual de la dirección del PC no hay sólo eso, no se trata únicamente
de tomar el té con tostaditas cada cierto tiempo con conspicuos
representantes concertacionistas y de la familia de los Ochocientos.
No, hay algo más.
En el PC siempre existió un
sector reformista que vió con buenos ojos la necesidad que la lucha política
se circunscribiese exclusivamente al terreno institucional, legal,
parlamentario. Ello se explica por la dependencia política, ideológica y
financiera de Moscú. El gran debate continental habido no sólo en Chile sino
en toda América Latina al respecto después del triunfo de la revolución
cubana es decidor y no abundaremos en detalles.
Durante el gobierno de la UP
dicho sector fue predominante en la dirección del PC y contribuyó con otros
a su debacle, acuñando consignas y estableciendo una línea política que más
que preparar al pueblo y a los militantes comunistas en todos los planos,
los desarmaba. El « No a la guerra civil » ha quedado grabado en el bronce
como demostración del alto grado de cretinismo imperante en dicha dirección.
Ahora bien, frente al impacto
provocado en el exterior por el fracaso de un proceso que tuvo la osadía de
autodenominarse revolución y que no « supo defenderse », surgieron voces
discrepantes que con justa razón reclamaban por las responsabilidades en la
tragedia. Pero claro, la dirección de entonces echó mano a los recursos de
siempre, esto es, a sus relaciones internacionales y a sus estrechos lazos
con Moscú y pasó la aplanadora. Muchos que ya antes del golpe habíamos
denunciado la creciente conciliación y luego las responsabilidades por la
catástrofe, fuimos, siguiendo un procedimiento conocido, catalogados de
« ultraizquierdistas » y « caballitos de Troya », título de un lamentable
opúsculo que emanó de la dirección del PC, donde se las emprendía contra el
MIR, cuyos militantes combatían en Chile en esos momentos a la dictadura con
las armas en la mano. Es sin duda, uno de los episodios menos gloriosos en
la vida del PC.
La política de rebelión popular
enunciada posteriormente, dígase lo que se diga, no fue del agrado de todos
y algunos vieron con indisimulado beneplácito cuando la dirección del PC
procedió a su abandono desde 1986, cuando se iniciaba la salida del período
dictatorial que fue el resultado de un acuerdo entre la DC, el Alto Mando,
Washington y algunos partidos otrora socialistas y ya para entonces
socialdemócratas. En realidad nunca fue una política ampliamente compartida
por ciertos dirigentes del PC que aspiraban a un entendimiento con los
sectores de centro y con la antigua izquierda socialista vociferante y
« mayonésica » que luego de vivir las delicias de un largo exilio dorado
gracias a las prodigalidades de la socialdemocracia europea, había « sentado
cabeza » y había excluido para siempre de su horizonte programático toda
veleidad revolucionaria. Allende estaba muerto y bien muerto. Se le podía
levantar una estatua, un mausoleo clausurado con un poderoso candado
concertacionista que inhibiera todo intento por revitalizar su ejemplo y su
acción.
Pero incluso ese conglomerado
heterogéneo y reformista que contribuyó a la derrota de Pinochet en el
plebiscito de 1988, se había planteado como una de sus primeras medidas
ineludibles, la abrogación de la constitución de Pinochet y de la
institucionalidad espúrea impuesta por la dictadura.
Han pasado veinte años. La
atracción por el poder o digámoslo más derechamente, por la pega, las
prebendas, el vil dinero, llevó a muchos comunistas a transformarse en ex.
Lo mismo ocurrió en los otros partidos de la UP, es el conocido fenómeno de
los renovados que pululan en todos los niveles y ámbitos del aparato del
estado o en el sector privado. Ello debilitó al PC que debió aceptar la
compañía y alianza con pequeños partidos y organizaciones considerados antes
como infrecuentables y que ahora, en condiciones de pérdida de influencia en
el ámbito nacional, aparecen como aliados pequeños pero imprescindibles a
falta de otros de más envergadura. Siempre fueron vistos como aliados
circunstanciales, klenex desechables, hasta el momento en que los partidos
de más peso hicieron un signo y se dignaron invitar al PC a la mesa del
pellejo -y no a la del festín que comparten únicamente con la derecha y los
Ochocientos- para hablar de lo humano y lo divino, de lo conveniente que
sería el 5% de votos comunistas para la próxima presidencial y sobre todo,
de la necesidad que la dirección del PC trate de congelar las protestas
sociales y condene toda « salida de madre » de los sectores extremistas,
rodriguistas, violentistas, marxistas, anarquistas, protestas en las cuales
los « desechables » parecen tener cada vez más protagonismo.
La muerte del obrero Rodrigo Cisternas en
Arauco demostró que nuevas formas de lucha, más incisivas y radicales, se
llevan a cabo por fuera de la pesada burocracia sindical oficial y por
cierto, fuera de la línea trazada por la dirección del PC.
El largo « flirt » el PC y el oficialismo gobernante complació sobremanera a
aquellos que siempre habían añorado una política de colaboración con la
socialdemocracia y la DC y estiman entonces que ha llegado el momento de
socialdemocratizar al PC. Es ese proceso en curso el que se observa
actualmente.
Esta deriva hacia la
conciliación tendrá su prolongación en los acuerdos para las elecciones
municipales a los que ya se apresta a suscribir la dirección del PC apoyando
a candidatos concertacionistas en algunas comunas, en detrimento de la
necesaria unidad de la izquierda.
La única manera de oponerse a
nuestro juicio a esta deriva es elevar y acerar la unidad y potenciar el
trabajo unitario del JP. Este debería estar dispuesto a conversar y negociar
-como JP- hasta con el diablo, sin por supuesto transar en lo que es
intransable, esto es, la lucha decidida por la abrogación de la constitución
y su reemplazo por una constitución que sea el resultado de un proceso
democrático, es decir, elección de una constituyente donde estén
representados todos los sectores políticos. Dicha asamblea debería tener
como tarea la elaboración de un proyecto de constitución que tendría que ser
presentado para su aprobación por el pueblo soberano. Es así como se estila
en los países civilizados. La izquierda extraparlamentaria tiene que
potenciarse, es la única manera que una fuerza amplia que incluya toda su
diversidad pueda instalarse como interlocutor ineludible para la
democratización del país. Dejar esta tarea en las manos de la dirección de
una sola organización que da signos evidentes de tendencias conciliadoras
sería un error.
Paco Peña. París 1° de junio
de 2007
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