La profundización de la crisis financiera que se extiende por todo el mundo, ha conseguido ya que se mencione lo “innombrable”: ¿es similar esta crisis al “martes negro”? ¿Será seguida por una depresión comparable a la de los años 30? ¿Qué tuvo aquella crisis que todo el mundo teme hasta mencionarla?
Del crack de la bolsa a la Gran Depresión
El “martes negro” del 29 de octubre de 1929 la bolsa de Wall Street se hundió. Los banqueros hacían cola para tirarse por las ventanas. Pero no fue cualitativamente distinto de otros cracks de la bolsa, como el de 1987. No se hubiera convertido en un hito si no le hubiera seguido inmediatamente la mayor crisis económica mundial nunca sufrida hasta entonces por el capitalismo: la Gran Depresión.
La Gran Depresión consiguió sus mayúsculas con merecimiento. No fue una simple recesión con algunos cierres de empresas y un aumento del paro. El número de desempleados en los Estados Unidos no bajó de los cuatro millones y medio en ningún momento entre 1929 y 1939, y ningún invierno bajó de los diez (en el período anterior era inferiora dos millones). El país más rico del mundo se llenó de gente haciendo cola para comer de la beneficencia.
El “martes negro” estalló como un trueno en el cielo sereno. Era el final de la década que se conoció como los “felices años veinte”: un boom mundial alimentado por los EEUU había ocupado el lugar de la depresión posterior a la Iª Guerra Mundial. En América se había desatado la locura por la bolsa, la gente compraba y vendía acciones y ganaba dinero. Parecía que todo el mundo tenía la obligación de hacerse rico.
El “martes negro” no fue la causa sino el detonante de la crisis latente en la economía productiva. La producción industrial cayó a la mitad. En los EEUU, el país más rico del mundo, reaparecieron las enfermedades carenciales relacionadas con la malnutrición.
La crisis empezó en el corazón financiero del mundo pero se extendió al conjunto de la economía capitalista global durante diez años. No fue “de la periferia al centro” sino al revés. La crisis golpeó especialmente a Alemania, que estaba sometida al trato vejatorio del Tratado de Versalles, pero todos los países del mundo sintieron su efecto, con la notable excepción de la URSS.
¿Cómo se salió de la Depresión?
La Gran Depresión no sólo hundió economías sino que también sacudió regímenes políticos. Este fue el momento de la llegada de Hitler al poder y, al poco tiempo, de la fascistización de casi toda Europa (aunque Mussolini ya estaba en el poder y había caído Primo de Rivera). La reacción proteccionista y nacionalista de las burguesías de todos los países imperialistas corría pareja al descrédito del capitalismo liberal entre las masas. Mientras se producía una enorme radicalización obrera, que se expresaba en la multiplicación de la fuerza de los sindicatos y de la izquierda, el gran capital y capas de las “clases medias” se inclinaron hacia el fascismo como forma drástica de resolver el problema.
Claramente la solución “ortodoxa” --nada de intervención estatal, esperar a que los precios y los salarios bajaran suficientemente y la crisis se resolviera por sí sola-- conducía a grandes peligros para el capital. De ahí que una receta alternativa, la del economista británico J. M. Keynes, adquiriera popularidad.
Existe el mito de que fueron las medidas del “New Deal” --el “nuevo trato” del presidente norteamericano F. D. Rooselvelt, basado en las ideas de Keynes-- las que resolvieron la crisis. El gasto público, la intervención estatal en la economía habrían tenido éxito. Aunque fuera con una versión autoritaria y militarizada, los nazis también habrían hecho lo mismo, acabando con el paro. Sin embargo, eso no es cierto. En 1937 hubo un segundo pico de la crisis, tras el de 1931, y tanto los EEUU como la Alemania nazi vieron de pronto caer en picado sus niveles de empleo. En realidad lo que puso punto y final a la Gran Depresión fue la II Guerra Mundial.
Aquella carnicería, disfrazada de lucha de la “democracia contra el fascismo”, produjo una destrucción física masiva de capital (fábricas y trabajadores), lo que permitió salir de la depresión. Los bajos salarios heredados del fascismo y la paz social garantizada por el estalinismo para estabilizar los países “aliados”--países que continuarían siendo capitalistas según el acuerdo de Yalta-- permitieron además que comenzaran los “treinta gloriosos”, los años del boom económico de los cincuenta y sesenta del siglo pasado. Un período en el que el capitalismo parecía gozar de una “segunda juventud” creciendo a niveles nunca vistos… hasta que comenzó la crisis de los setenta y se rompió el hechizo: se comprobó la inutilidad del arsenal de Keynes. La nueva teoría de moda, el “monetarismo”, que sirvió de base a la ofensiva neoliberal, acaba ahora, en 2008, de entrar igualmente en bancarrota.
“No puede volver a suceder”
Eso dicen los bienpensantes del sistema. Pero, ¿por qué no? En última instancia, la causa básica de las crisis capitalistas, tanto de la del 29 como de la actual, es la sobreacumulación, es decir, la caída de la rentabilidad del capital, la incapacidad del plusvalor efectivamente producido de valorizar la masa de capital existente. Mientras los capitalistas intentan elevar la tasa de beneficios exprimiendo al máximo a la clase trabajadora, la producción y el consumo pueden crecer más allá de sus límites reales mediante el crédito. Pero esto tiene un límite: al expandir la producción más allá de donde puede ser soportada por la rentabilidad, la inflación del crédito prepara crisis mayores. Eso es lo que ocurrió en 1929 y ha estado a punto de suceder varias veces desde los setenta (¡1987!), pero la intervención estatal siempre consiguió conjurar el peligro. Sin embargo, el estado inyecta dinero… que también es conseguido a crédito y no como producto de un aumento de la rentabilidad. Por ello, sólo amplifica los resultados del crédito y mantiene la coyuntura más tiempo, a cambio de aumentar la gravedad de la crisis cuando ésta finalmente estalle. Que es lo que está sucediendo justo ahora.
Es imposible predecir si al crack de la bolsa de 2008 le seguirá una profunda depresión como en 1929 o si no será así, como en 1987.Pero algo sí está claro: ni uno ni veinte cracks son capaces de destruir la cantidad de capital necesario para reanudar la acumulación. El problema no es ningún error de los banqueros ni de los gobiernos, el problema es estructural, del modo de producción capitalista. El dilemahistórico es el siguiente: o eliminamos el capitalismo, o éste acabará resolviendo de nuevo su crisis con otra carnicería.
Angel Carrique | Para Kaos en la Red
Artículo publicado en A Luchar por el Socialismo n.º 49, publicación mensual del PRT - Izquierda Revolucionaria.