Cuba celebró 50 años de revolución el 1 de enero de 2009. La isla ha sobrevivido al bloqueo imperialista más prolongado e inclemente, y a miles de agresiones contra su existencia. Varios miles de personas han sido asesinadas o han resultado lisiadas por actos de sabotaje e incluso guerra bacteriológica, por no hablar de los innumerables atentados contra Fidel Castro y otros líderes.
La estrategia de supervivencia del Partido Comunista y del Estado se ha concentrado en la unidad: unidad en la toma de decisiones, unidad en el liderazgo y unidad en los medios. Esta estrategia ha facultado al Estado a resistir los embates de los Estados Unidos y sus aliados. Sin embargo, la estrategia ha evitado que los líderes y la burocracia estatal crean que pueden dares el “lujo” de permitir la participación activa y significativa de la población en los debates a fin de decidir qué rumbo habrán de seguir la política y la economía del país. Los medios tampoco cuestionan las decisiones tomadas.
Cuando se plantean preguntas sobre lo acertado del control estatal, el Estado hace caso omiso de los cuestionamientos o responde con ejemplos de la intervención del aparato de inteligencia usamericano en los procesos de otros países cuando éstos contravienen sus intereses. Basta notar las intervenciones subversivas en los medios durante el gobierno de Allende en Chile y en Nicaragua durante el primer gobierno sandinista entre 1979 y 1990. Actualmente, la contrainteligencia y los medios usamericanos se alinean con la oligarquía nacional venezolana que intenta por todos los medios derrocar a Hugo Chávez y frenar todo avance hacia el socialismo.
Los dirigentes comunistas en Cuba siempre han afirmado que el amplio ejercicio de la libertad de expresión puede poner en peligro la soberanía misma de la nación. Si bien la historia demuestra que en ello hay parte de verdad, el control estatal estricto sobre los medios y otros canales de información y debate puede paralizar la capacidad de las personas de a pie de acceder a la información y las ideas que necesitan para su empoderamiento. Además, ha influido en que la mayoría no crea en la propaganda ni en los medios del Estado. La gente quiere más información e información más abierta.
Frank Josué Solar, historiador cubano y profesor de la Universidad de Oriente, escribió las siguientes palabras en “Cuba y el debate del socialismo del siglo XXI”, obra publicada por la Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels (www.marxist.com):
“No se trata de un lujo, de una alternativa que podemos elegir o descartar: la democracia de los trabajadores es condición sine qua non para el desarrollo normal de una economía socialista. Sin ella, el proceso se deforma y acaba por sucumbir”.
Por primera vez en décadas, el Estado ha permitido la crítica abierta de las políticas desde la izquierda. Puñados de estudiantes, profesores y profesionistas se reúnen en la Universidad de la Habana y la CUJAE para discutir el futuro del socialismo.
Un grupo de estudiantes y profesores universitarios, así como profesionistas, organizaron el Taller Bolchevique en noviembre de 2007 a fin de rendir homenaje a la Revolución Rusa en su 90º aniversario, y para hablar de su trayectoria y colapso. Alrededor de 500 personas se reunieron en la Universidad de la Habana. Gran parte del debate giró en torno a la degradación de los soviets, la toma absoluta del poder por parte del Estado y su control sobre la toma de decisiones, factores que se conjugaron para fomentar la apatía de un pueblo incapaz de resistir el colapso.
Muchos participantes coincidieron con la conclusión del artículo de Frank Josué: “Lo que fracasó en la Unión Soviética no fue el modelo de economía planificada, sino un tipo de gestión burocrática que llevó todo su potencial de desarrollo al freno absoluto. Así como el cuerpo humano necesita de oxígeno, esta organización económica requiere de una dirección colectiva en manos de la clase trabajadora para funcionar”.
Uno de los organizadores del taller, Ariel Dacal Díaz, profesor de derecho, presentó un ensayo sobre el tema. (Español, English)
En esta asamblea y durante el taller subsiguiente, los participantes revisaron la necesidad de revitalizar al marxismo revolucionario, también en Cuba. La administración de la Universidad intentó restringir al movimiento y se negó a autorizar grandes reuniones. En ese contexto, la administración veto la publicación de Pensamiento Crítico, la revista del Departamento de Filosofía; parece que un artículo dedicado al análisis de cómo la URSS sucumbió al revisionismo no fue bien visto.
La docena de coordinadores del taller no organizó reuniones públicas en 2008, pero creó un sitio web muy activo: www.cuba-urss.cult.cu. Su propuesta es “contribuir al empoderamiento de las personas y los grupos en su práctica como sujetos ciudadanos dentro de la revolución cubana como un proceso, y con el socialismo como su proyecto”.
El sitio tiene cientos de ensayos y artículos de lectores y teóricos clásicos y contemporáneos, además de activistas, por ejemplo Lenin, Trotsky, Gramsci, Luxemburgo, Che... Stalin es visto como el personaje que frustró una genuina orientación socialista basada en el poder de los trabajadores.
A fines de enero de este año, los coordinadores organizaron otro taller con el nombre “Vivir la revolución 50 años después del triunfo”. Ahora se reúnen una vez al mes en el Centro Juan Marinello del Ministerio de Cultura, cerca de la Plaza de la Revolución. Cuentan con los auspicios del Departamento Antonio Gramsci del Ministerio y el Instituto Superior de Arte. La sala asignada para el encuentro solo da cabida a poco menos de 100 personas, y estaba llena durante el primer taller, cuyo tema fue “La sovietización histórica de Cuba y lo que de ella queda”. Esta fue la base del siguiente taller, titulado “El sistema político de la revolución: participación, sujeto popular y ciudadanía”, en el que participé.
La coordinación indicaba lo siguiente en el folleto informativo: “Este taller pretende contribuir a revitalizar y analizar el lugar de la participación ciudadana en el sistema político, sus formas de expresión en lo que respecta a la soberanía, la necesidad de una cultura política y jurídica congruente con el protagonismo social del momento para crear, controlar, limitar y disfrutar de la política y el derecho”.
Los temas fueron: cómo reformula el socialismo el concepto de ciudadanía; mecanismos de participación popular real, y cómo contribuir al empoderamiento, todo ello en el contexto definido por la frase “Nosotros hacemos nuestra revolución”.
Tras una breve introducción, el colectivo de 80-90 participantes se dividió en cuatro grupos para compartir sus experiencias de participación activa y participación forzada, y su percepción de sí mismos como sujetos ciudadanos (mi participación fue básicamente la de observador, ya que ahora no vivo ni trabajo en Cuba, aunque sí lo hice de 1987 a 1996).
La mayoría eligió expresar experiencias negativas que les dejaron una sensación de frustración e impotencia, y que no los hacían sentir ciudadanos activos. Cuando un estudiante de filosofía afirmó no sentirse representado en el proceso de toma de decisiones políticas, casi todos en mi grupo asintieron con la cabeza. Otro estudiante dijo “es posible participar, pero ‘ellos’ son los que deciden”. Una joven estudiante habló con entusiasmo de la iniciativa de este taller, un espacio que le permitió sentirse un sujeto activo, “con la esperanza de que nos conduzca a hacer una diferencia en pro de la sociedad”. Un colombiano que estudia aquí afirmó sentirse más como un sujeto político en Cuba que en Colombia, pero que esperaba una participación más activa.
Una mujer mayor se presentó como una trabajadora más y dijo sentirse aislada: “No me permiten participar en un sentido real, no toman nuestros comentarios en serio, y eso me hace sentir como una vieja que está loca”. En un descanso, comentó que cree que la revolución se quedó estancada a mediados de la década de 1960. Un par de profesionistas también mayores, evocando aquellos días de activismo en que campesinos y milicianos llevaban armas para defender a la nación (tal como lo hicieron en Bahía de Cochinos y cuando enfrentaron a grupos contrarrevolucionarios infiltrados y financiados por la CIA en la Operación Mangosta), se mostraron convencidos de que la revolución había muerto después de esa época.
Los muros estaban cubiertos con citas garabateadas de Bertolt Brecht, Roque Dalton, Silvio Rodríguez y otros. En un muro se leían las siguientes palabras de Paulo Freire: “Si la estructura no permite el diálogo, hay que cambiar la estructura”.
En la última sesión plenaria se leyeron los resúmenes de los debates grupales. Los textos reflejaban sentimientos y experiencias comunes. Durante la discusión se subrayaron y criticaron los mecanismos burocráticos de control. Gran parte de la propaganda del Estado (“todo va bien”) fue considerada falsa. Los asistentes rechazaron la excusa institucionalizada y repetida una y otra vez (el bloqueo imperialista) cada vez que se pone sobre la mesa la multitud de problemas e ineficiencias, y que el bloqueo impide el debate. Muchos afirmaron que hay un bloqueo interno.
También hubo bastante autocrítica: debemos superar la autocensura; no debemos ceder ante el temor de perder lo que tenemos o esperamos tener, por ejemplo, un mejor puesto, y permanecer mudos ante la injusticia o las decisiones equivocadas. Un joven dijo que cada uno tiene que encontrar la forma de mejorar su propio comportamiento. Por ejemplo, tenemos que dejar de tirar basura y desperdicios por donde nos da la gana; debemos de intervenir en todos los espacios con una actitud positiva, convencidos de que podemos hacer el cambio, podemos hacer que nos escuchen, porque somos los productores, el pueblo al que sirve la estructura política. Un viejo profesor sugirió invitar a los burócratas a una reunión, “porque también son cubanos y podemos aprender unos de otros”.
Julio Antonio Fernández, joven profesor de derecho, dio una breve charla sobre la situación actual. Con grandes pinceladas dibujó el cuadro histórico de la revolución, la política y lo jurídico. Defendió la constitución de 1976 y la calificó de revolucionaria al legalizar la ciudadanía activa para el socialismo y establecer el control popular de todos los mecanismos para la soberanía. El público escuchaba con tanta atención que se podía oír el aletear de una mosca.
“No queremos tener una regresión que nos lleve de vuelta a los tiempos antes de la revolución: debemos ser diseñadores y controladores... Lo más importante ahora es hacer una crítica de los organismos actuales del Estado, no pensar en la posible creación de instituciones ideales”.
Siguió, y parafraseo, con las siguientes preguntas: Si es necesario un régimen dominante, ¿cómo puede actuar sin alienar al pueblo? ¿Cómo podemos democratizar al poder?
“Tenemos derechos formales para controlar lo que sucede”, afirmó Fernández. “Lo que necesitamos hacer es actualizarlos. La ley no pertenece al Estado; emana del pueblo y es para el pueblo. Hay que recuperar el sentido de responsabilidad ciudadana”. También se pronunció a favor de terminar con la discriminación racial y de género. Es necesario que los individuos y el colectivo reconozcan y enfrenten estos males.
“El peligro que entraña el imperialismo es real y debemos encontrar formas de actuar que tomen en cuenta esta realidad”, concluyó.
Después de su aclamado análisis, se pidió al público que participara con comentarios, particularmente en torno al tema de cómo participar de manera revolucionaria. La cuarta parte de los asistentes hizo observaciones y aportó ideas para avanzar en el proceso de la revolución, y algunos propusieron medidas prácticas.
Varias personas, jóvenes y no tanto, señalaron que el proceso del taller y las ideas ahí expresadas deberían difundirse públicamente. Debe de haber maneras de implicar a los trabajadores, productores vitales. Algunos dijeron que si bien las leyes protegen el derecho de asociación y de formar asociaciones, y que ninguna ley prohíbe las huelgas, en la realidad las cosas son distintas. Nadie se atreve a organizar una huelga y muchas de las solicitudes de permiso para crear asociaciones son ignoradas o rechazadas.
Un viejo abogado dijo que llevaba diez años esperando una respuesta del Ministerio de Justicia a sus diversas peticiones para organizar una inofensiva asociación social de descendientes de pueblos eslavos en Cuba. Un profesor de sociología comentó que, si bien algunas profesiones están autorizadas a formar asociaciones, quienes se especializan en sociología (disciplina prohibida en Cuba durante tres décadas y reinstaurada por el gobierno a mediados de la década de 1990) no pueden asociarse. Tampoco se da una razón que lo explique.
Un profesor de historia dijo que era necesario definir qué es realmente el socialismo y qué debería ser el socialismo. Entre otras cosas, el socialismo debe ser tanto personal como colectivo. Cada persona debe sentir que es capaz de tomar decisiones; de lo contrario, en Cuba podría suceder lo mismo que en Rusia y la Europa del Este.
“La participación conduce a soluciones; eso es liberador”, concluyó.
Otra persona dijo que Internet es una herramienta de liberación que debe estar al alcance de todos, lo que será tecnológicamente (y quizás también económicamente) viable cuando el cable submarino venezolano llegue a Cuba en el transcurso de este año. La pregunta es, ¿permitirá el Estado que todos tengan acceso a Internet?
Una de las personas participantes manifestó la duda sobre la necesidad de conservar un poder estatal dominante, particularmente un esquema en el que muchos líderes se mantienen años e incluso décadas en cargos de poder.
Una joven estudiante dijo sentirse estimulada por estos talleres y se mostró optimista ante la posibilidad de ver cambios positivos. Varios jóvenes hicieron eco de sus palabras. El último orador, un estudiante brasileño, afirmó que lo más importante era que el grupo no degenerara en sectarismo, como ocurre con tantos grupos de izquierda alrededor del mundo.
El siguiente taller, de asistencia libre, se llevará a cabo el 27 de marzo. El tema será: propiedad estatal, propiedad social y la socialización de la producción dentro de la revolución socialista de Cuba.
Ron Ridenour
Havana Times
Traducción de Atenea Acevedo