La reacción tenía que venir y vino. Desde fines del 2008, Cuba venía
cosechando una serie de éxitos políticos y diplomáticos que tendían a romper
el aislamiento a que la viene sometiendo Washington, desde el inicio mismo de
la Revolución. Para los ideólogos del bloqueo, estos avances debían ser
contrarrestados por una movida mediática en vasta escala, que si bien se
inscribe en los lineamientos generales del sitio medieval impuesto a la Isla
hace medio siglo, tiene características especiales por una circunstancia
lamentada por las autoridades cubanas, que es la muerte del preso común
Orlando Zapata Tamayo, convertido en "disidente" y mártir político por los
grandes trusts de la comunicación.
Hechos al canto:
1. El 14 de noviembre del 2008, en la XXVII Reunión del Grupo de Río,
celebrada en la ciudad mexicana de Zacatecas, Cuba fue incorporada como
miembro pleno del citado Grupo.
2. El 3 de junio del 2009, la XXXIX Asamblea de la OEA, reunida en Honduras,
dejó sin efecto, por aclamación, la resolución por la que se había expulsado a
Cuba del organismo en aquella reunión célebre de Punta del Este, llevada a
cabo en 1962. La OEA solicitó además el reingreso de Cuba.
3. Desde principios del 2009 hasta el presente, doce presidentes
latinoamericanos efectuaron visitas de estado a La Habana: Martín Torrijos
(Panamá); Rafael Correa (Ecuador); Cristina Fernández de Kirchner (Argentina);
Michelle Bachelet (Chile); Álvaro Colom (Guatemala); Raúl Leonel Fernández
(República Dominicana); Fernando Lugo (Paraguay); Daniel Ortega (Nicaragua);
Evo Morales Ayma (Bolivia); Hugo Chávez (Venezuela); Luiz Inácio Lula da Silva
(Brasil) y el luego derrocado presidente de Honduras, José Manuel Zelaya.
4. El 28 de octubre del 2009 la Asamblea General de la ONU volvió a votar, por
mayoría récord, una resolución contra el embargo (bloqueo) impuesto por
Estados Unidos a Cuba. El resultado es concluyente: 187 países a favor de la
resolución; tres en contra: Estados Unidos, Israel y Palau; dos abstenciones:
las Islas Marshall y los Estados Federados de Micronesia y ninguna ausencia.
Demasiados logros trascendentes para dejarlos pasar sin intentar
contrarrestarlos con una campaña sucia, tendiente a presentar a Cuba como un
país siniestro que tortura, asesina o deja morir a los prisioneros políticos.
La ocasión se les presentó con la muerte del preso Orlando Zapata Tamayo,
sentenciado por delitos comunes. Zapata Tamayo había iniciado una huelga de
hambre reclamando cocina y teléfonos propios en su celda y, a pesar de los
cuidados que le prodigaron en los mejores hospitales de Cuba, contrajo una
neumonía y murió.
No tengo dudas de que médicos y médicas, enfermeros y enfermeras, hicieron lo
imposible para salvarle la vida. Conozco de manera personal y directa la
entrega de los médicos cubanos a su tarea humanitaria y no le encuentro
parangón con ninguna otra en el mundo. No es casual que mientras se producía
la muerte de Zapata Tamayo, lamentada por el propio Raúl Castro, cientos de
médicos cubanos salvaban vidas en Haití. Algo que han hecho durante décadas en
los escenarios más dramáticos de Asia, África y América Latina, sin esperar
otra recompensa que el reconocimiento de los condenados de la Tierra.
Así ocurrió con el gran terremoto de Paquistán, donde fui testigo directo de
un hecho conmovedor: el propio Fidel Castro organizando y dirigiendo la misión
humanitaria, que se quedó en las heladas montañas, cuando ya se habían
marchado todas las organizaciones occidentales de ayuda, hasta alcanzar un
récord sin precedente para un país sin recursos: la atención de 300 000
paquistaníes en apenas cuatro meses.
Ninguno de estos honrosos antecedentes fue tenido en cuenta por el Parlamento
Europeo, cuando el 11 de marzo pasado condenó a Cuba por "la muerte evitable y
cruel del disidente preso político Orlando Zapata Tamayo". Mal debe andar la
democracia europea cuando los eurodiputados violan el principio de no
intervención y autodeterminación de los pueblos, instando a las instituciones
europeas "a que den apoyo incondicional y alienten sin reservas el inicio de
un proceso pacífico de transición política hacia una democracia
pluripartidista en Cuba". Un llamamiento directo a que las embajadas europeas
en La Habana financien y solapen toda clase de actividades subversivas contra
el Gobierno cubano.
Una vez más los socios europeos de Estados Unidos le han hecho la tarea sucia.
Así como proclamaron la "Posición Común" contra La Habana, cuando Washington
lanzaba la ley Helms-Burton, ahora se pusieron a la cabeza de la propaganda
anticubana, para que "la mano que mueve la cuna" permanezca en la sombra.
Como se sabe por algunos viejos documentos norteamericanos, parcialmente
desclasificados en los 90, Washington se ha propuesto desde hace medio siglo
fabricar y financiar una oposición, de manera encubierta, sin dar la cara. Así
fue ordenado por el entonces presidente Dwight Eisenhower en 1960: "es preciso
mantener oculta la mano de Estados Unidos".
El documento de Estrasburgo sirve a esos fines y ratifica la añeja complicidad
entre Europa y Estados Unidos. Las viejas potencias, que mantienen enclaves
coloniales como las Malvinas, no vacilan en predicar moral con la bragueta
abierta. No solo se negaron a condenar los crímenes de lesa humanidad
perpetrados contra Iraq y Afganistán, que ya han causado un millón de muertos,
o las torturas y vejámenes comprobados en las cárceles de Abu Grahib y la Base
de Guantánamo, sino que también han prestado sus propios territorios —como lo
hizo Suecia— para vuelos secretos de la CIA en que llevaban personas
secuestradas. Tampoco la Eurocámara condenó el sangriento golpe de Estado en
Honduras, que ya ha costado más de 300 vidas, o el hecho inadmisible de que
Cinco cubanos, que luchaban contra el terrorismo, sigan presos en Estados
Unidos, mientras el gobierno norteamericano mantiene en la impunidad al
tenebroso Luis Posada Carriles, autor del atentado terrorista contra el avión
de Cubana de Aviación.
La clase política y los grandes medios de Europa (con escasas excepciones) han
mantenido y aumentado su prédica anticubana hasta este momento; es bueno que
tomen nota de una determinación común de las grandes mayorías de América
Latina: Cuba no está sola, porque en buena medida todos los latinoamericanos
somos Cuba.
Miguel Bonasso
Granma
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