Una extraña paradoja surge al contrastar las
victorias políticas del presidente Néstor Kirchner con las derrotas
que su partido oficial, el Frente para la Victoria (FPV), ha
presentado en lo que lleva ya este acalorado año electoral que
culminará con los comicios presidenciales de octubre próximo.
Con el traspié de ayer en la Capital y en Tierra del Fuego, el FPV,
el sello partidario creado por Kirchner para los comicios
presidenciales de 2003 y utilizado desde entonces por el oficialismo
en todas las contiendas electorales, no ha ganado como tal ninguna
elección en lo que va del año.
Pero merced a una intrincada política de alianzas electorales que en
algunos casos ofrece el respaldo oficial a los opositores a esta
fuerza, el Presidente se anotó triunfos que para un observador poco
avezado resultan incomprensibles.
¿Es posible que el Frente para la Victoria pierda y, aun así,
Kirchner gane una elección? En la lógica política que ha desplegado
el Gobierno hasta ahora, sí lo es.
Veamos. De los siete comicios que se realizaron en todo el país en
lo que va del año electoral, el kirchnerismo puede decir que se
impuso en cuatro distritos, pero nunca como Frente para la Victoria.
Estos han sido los comicios para constituyentes en Corrientes y las
elecciones para gobernador en Catamarca (el Frente Cívico y Social
incluyó al FPV), Entre Ríos (ganó el PJ de Jorge Busti, pero perdió
el FPV) y Río Negro (donde el radicalismo K se impuso al FPV).
En la ciudad de Buenos Aires, el FPV pasó a la segunda vuelta, pero
fue derrotado en el ballottage. Y en Neuquén, la propuesta
kirchnerista perdió ante el Movimiento Popular Neuquino, del
opositor y mandatario provincial Jorge Sobisch. En tanto, en Tierra
del Fuego la candidata de ARI, Fabiana Ríos, se impuso ayer al
gobernador kirchnerista Hugo Cóccaro (FPV) en la segunda vuelta.
En las elecciones para constituyentes en la provincia de Corrientes
ganó el Frente de Todos para la Reforma (una conjunción de la UCR y
del PJ tradicional). La alianza derrotó al Frente Social para la
Victoria que lideraba el padre José Luis Niella, que representaba al
kirchnerismo piquetero. El Presidente, de todos modos, se atribuyó
la victoria en esos comicios, pues Ricardo Colombi, el actual
mandatario, es un radical K que logró una lista representativa de la
mentada concertación plural.
Catamarca mostró el triunfo del Frente Cívico y Social (FCS) que
lideró el radical kirchnerista Eduardo Brizuela del Moral. El FCS se
impuso al PJ tradicional, que postuló a Luis Barrionuevo. Ergo,
pese a que el FPV no compitió, Kirchner se anotó una presunta
victoria.
En Entre Ríos, la situación es más compleja. Se impuso Sergio
Urribarri por el PJ tradicional, que derrotó al postulante que llevó
el sello del FPV, el intendente de Paraná, Jorge Solanas. El
kirchnerismo, de todos modos, mantiene una relación privilegiada con
Urribarri y con su jefe político, el mandatario saliente, Jorge
Busti.
En Río Negro, el FPV, que postuló oficialmente al senador nacional
Miguel Pichetto, fue derrotado por el radicalismo kirchnerista que
encabezó el mandatario reelecto provincial, Miguel Saiz.
Otro antecedente de las derrotas de las fórmulas kirchneristas en lo
que lleva 2007 se dio en Neuquén. Las elecciones allí se hicieron en
sintonía con la primera ronda de los comicios porteños, y el
kirchnerismo sufrió un gran traspié que pasó inadvertido sólo por el
hecho de que Filmus había logrado pasar a la segunda vuelta en la
Capital.
Pero en la provincia patagónica, la Casa Rosada perdió notoriamente
su apuesta electoral: el candidato kirchnerista, el intendente la
ciudad de Neuquén, Horacio Quiroga, fue derrotado por el postulante
del sobischista Movimiento Popular Neuquino (MPN), Jorge Sapag.
Quiroga es un radical K muy cercano a la Casa Rosada, que se
presentó a los comicios con la boleta de la Concertación Neuquina.
Pero el FPV no compitió como tal, pues el justicialismo se alió allí
al radicalismo en el partido que postuló al jefe comunal.
Aunque intrincadas, las pruebas están a la vista de todos: en la
lógica K, perder también es ganar.
Por Lucas Colonna
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