El gobierno se dispone a concretar el canje con
los bonistas que no aceptaron la oferta del 2005. La operación es celebrada
por los financistas, elogiada por los oficialistas y aprobada por la
oposición de derecha. Pero es una transacción gravosa para el país y adversa
para los intereses populares. Reabre una negociación que estaba formalmente
cerrada y prohibida. Carece de justificación y no se apoya en ningún dato
creíble sobre el estado de las cuentas públicas.
Para quienes suscribimos esta declaración se trata de un canje nefasto.
Una vez más
Este canje es una nueva emisión de deuda para sustituir los viejos pasivos
que se desvalorizaron con la cesación de pagos del 2001. Un recambio de
títulos que ya se hizo en varias oportunidades para actualizar el
endeudamiento. Sin embargo esta vez la operación es más siniestra, ya que se
consuma con los bonistas que rehuyeron el canje del 2005 y que el gobierno
prometió dejar afuera de cualquier cobro futuro. Ese anuncio fue incluso
respaldado con la llamada “ley cerrojo”, que ahora el Parlamento derogó
aceleradamente para reabrir la transacción, violando la sacrosanta custodia
de la seguridad jurídica.
Este canje es otra vez un gran negocio para los bancos que preparan desde
hace varios años un cambio de títulos que les reporte enormes ganancias de
intermediación. Comenzaron a acaparar estos bonos cuando valían 8 centavos
por dólar, apostando que alcanzarían la actual cotización de 45 centavos.
Repitiendo lo ocurrido desde hace dos siglos, un grupo de lobbystas (Marcelo
Etchebarne, Hans Joerg Rudlof y Caio Koch Wesser), recorrió los pasillos
oficiales y preparó el canje con los funcionarios de turno. Si algún juez
quisiera investigar las anomalías de la deuda argentina tendría todos los
elementos de juicio a la vista para indagar las responsabilidades en este
tipo de operaciones.
Solo tres bancos manejan el negocio (Citi, Deutsche y Barclays) y han
liderado el acaparamiento de los bonos depreciados por el default y
revalorizados por la oferta del gobierno. Las irregularidades son
incontables. El Barclays ejerce un inadmisible rol de asesor del Estado y
representante de los bonistas. Además, financia a la compañía británica
Desire Petroleum, que explora el petróleo de Malvinas. Mientras se sancionan
leyes para penalizar a las firmas que colaboran con esta depredación
colonial, el Estado contrata a un artífice de ese vaciamiento.
La operación vuelve a seducir a los acreedores mediante concesiones
oprobiosas. Para lograr un alto porcentaje de adhesión se ofrece un pago
adicional por los intereses generados desde el intercambio anterior,
premiando la deserción que supuestamente debía sancionarse. Está en
discusión pero volverían a otorgarse los incentivos vinculados al
crecimiento del PBI, hace cinco años se justificaron en la incertidumbre de
una economía en ruinas, en la actualidad se recrean como un simple regalo.
Los primeros cálculos prevén que el canje le brindará a los acreedores que
acapararon títulos un beneficio de 1000 millones de dólares. Esta cifra
explica la euforia de los mercados, la apetencia por los bonos argentinos y
la disminución del riesgo país. Todo indica, además, que las comisiones de
los intermediarios serán más elevadas que en el 2005. Se argumenta que este
lucro “no corre a cuenta del Estado, sino de los bonistas”, pero todo el
intercambio de papeles se paga con fondos públicos, que finalmente
incrementan la deuda pública.
Para ocultar este perjuicio el ministro de Economía se ha declarado vencedor
frente a los fondos buitres (“los aislamos y les quitamos capacidad de
litigio”), en realidad solo quedaron fuera del ring los especuladores
marginales. Los principales buitres son los grandes bancos que acapararon
títulos y que han sido bendecidos por el gobierno para comandar el negocio.
Una justificación innecesaria
El objetivo del canje es eliminar el obstáculo que impide un arreglo de los
compromisos pendientes con el Club de París, a fin de alcanzar algún tipo de
convivencia con el FMI. Esta sucesión de medidas es presentada como una
“normalización” de la situación financiera internacional, que dejaría atrás
la pesadilla del default. Al recorrer este sendero el gobierno culpabiliza
al país por su pasado, ocultando que los financistas fueron los principales
responsables de esos desastres. Como la consigna del momento es “volver al
mercado internacional” se omite la responsabilidad primordial de los
especuladores en la cesación de pagos.
Con un nuevo disfraz patriótico se retoma el lenguaje neoliberal, convocando
a ser “creíbles y confiables”, es decir pagadores puntuales de compromisos
que favorecen a los banqueros. Nuevamente se naturaliza el pago de deuda,
olvidando que Argentina fue reiteradamente estafada por los grupos
financieros. En este clima plantear no pagar o exigir la investigación de la
deuda es considerado “demagógico” e “irrealista” y cumplir con los
especuladores es sinónimo de seriedad. Nuevamente hay que estar atento a la
“actitud de los mercados” y alegrarse si aprueban las iniciativas oficiales.
Pero lo más novedoso es que el pago de la deuda se ha transformado en un
“proyecto progresista”. Tradicionalmente los gobiernos cumplían esta
obligación en silencio y disimulando sus consecuencias para el país. Ahora
se lo reivindica con grandilocuentes justificaciones. Se afirma que permite
“recuperar autonomía”, cuando es evidente que el incremento de los
compromisos externos genera dependencia. El mismo argumento fue utilizado
para cancelar en forma total y anticipada los pasivos con el FMI. El
desendeudamiento prometido con ese increíble pago se ha transformado ahora
en el reinicio de un típico ciclo de endeudamiento.
La operación en curso es totalmente innecesaria, y los fondos que requiere
la economía para una política económica de mejor distribución del ingreso
pueden ser plenamente recaudados con ahorro interno. En EDI sostenemos que
este autofinanciamiento es totalmente factible a condición de suspender los
pagos actuales de la deuda, frenar la fuga de capitales, instaurar el
control de cambios y un monopolio estatal de comercio exterior. Es cierto
que el superávit fiscal se ha reducido drásticamente, pero se puede
neutralizar este bache revisando también el otro gran rubro además de los
servicios de la deuda: los subsidios a las grandes empresas, cuando se
justifiquen no seguir pagándolos en base a declaraciones juradas de los
beneficiarios.
Para nosotros es también el momento de cubrir las insuficiencias fiscales
con una reforma impositiva progresiva que comience gravando las rentas
extraordinarias exentas, especialmente en el plano financiero, y recaiga
sobre quiénes mayor capacidad contributiva tienen. Esta punición debe
extenderse de inmediato al área de la minería y el petróleo, mientras se
duplican los aportes patronales de las grandes compañías.
Pero como lo confirma la reciente discusión sobre la ley del cheque, no
pareciera existir la menor intención por parte de los partidos mayoritarios
de enfocar el problema en estos términos. En lugar de impuestos a los ricos
se vuelve al endeudamiento que tantas veces arruinó a la Argentina.
Pretextos y fantasías
Los partidarios del canje afirman que la situación de la deuda ha cambiado
significativamente, aliviando la coyuntura de asfixia que predominaba en los
años ‘80 y ‘90. Es un tema discutible, Pero, aún si así fuera, justamente
este giro confirmaría hasta qué punto se habría vuelto innecesario volver al
endeudamiento.
Es cierto que los pasivos totales del sector público pasaron de 139% del PBI
(2003) a 49,1% (2009). La deuda era un 722% mayor que las reservas en esa
fecha y en la actualidad se ha reducido al 120%. También se registró un
achicamiento de los compromisos externos como porcentaje de las
exportaciones de 296% (2003) a 81% (2009). Pero estos números, que los
economistas del oficialismo esgrimen como grandes triunfos, deben ser
matizados. Reflejan sí una reducción del endeudamiento con respecto al pico
de crecimiento de la deuda. Sin embargo, los porcentajes con respecto al PBI
son similares a los que existían en la segunda mitad de la década del ‘90,
aún con las salvedades que deben hacerse sobre la composición diferente de
los respectivos productos y su valuación. El aumento de la relación reservas
/ endeudamiento aleja el riesgo de default del horizonte inmediato, pero no
lo elimina. El promedio de vida de la deuda se amplió, de 6,9 años a 12,7,
pero lo que pesa en el corto plazo son los servicios de capital e intereses
que vencen este año y los subsiguientes. Por otra parte, con posterioridad
al canje de 2005, el ciclo de endeudamiento ha recomenzado.
No es ocioso recordar que estas modificaciones fueron el resultado de la
brutal catástrofe producida por el colapso del 2001, que desvalorizó todos
los activos y pasivos de la economía. La reducción de la deuda no fue un
mérito del canje del 2005, ni de la astucia negociadora de Lavagna, fue
costeada por mayorías populares. Los pasivos se contrajeron junto a la
devaluación, la pesificación asimétrica, la expropiación de los pequeños
depositantes, el desempleo y la miseria. Es necesario rememorar quién pagó
esa reestructuración para evitar la repetición de un ciclo de endeudamiento.
Hay economistas que afirman que el país “no tiene dificultades de pago”, que
mantiene un “perfil sostenible de la deuda”, que ésta “no obstaculiza ya el
desenvolvimiento de la economía”. Pero si este diagnóstico fuera cierto, el
canje carecería por completo de sentido. No habría ninguna razón para
implementar una refinanciación tan prescindible. Otros afirman, en cambio,
que el endeudamiento es indispensable, pero que esta vez “no será gravoso”.
Al contrario, argumentan, permitirá reducir la tasa de interés que impera en
toda la economía. Pero todos los cálculos indican que ese costo seguiría
ubicado muy por encima del promedio internacional y entrañará por lo tanto
fuertes erogaciones en los futuros vencimientos. La realidad es que la
deuda, sus servicios anuales (hoy en el 10% del presupuesto nacional) y sus
vencimientos futuros, sin llegar a plantear una situación explosiva
inmediata como sucedió en el 2001 (nadie está pronosticando un default en el
corto plazo), sigue siendo un problema y, año a año, miles de millones de
dólares que podrían tener mejores destinos van a engrosar los bolsillos de
los grandes especuladores.
Basta observar la dramática situación que afrontan actualmente las economías
de la periferia europea (Grecia, Portugal, Irlanda, Islandia) para recordar
cuán vulnerables son los países dependientes ante una eclosión financiera
internacional. Argentina no está en el centro de este colapso porque ya
soportó los brutales efectos del temblor precedente, pero reiniciar el ciclo
de endeudamiento volverá a quitarle protección frente a un nuevo vendaval.
Suele afirmarse que el alto endeudamiento externo del pasado (76% en el
2003) ha quedado reemplazado por pasivos más controlables en moneda local
(46% del total). Pero la historia reciente de muchos países (por ejemplo
Brasil) indica que la sustitución de una tiranía financiera foránea por otra
interior, no reduce los padecimientos populares. Un banquero local puede ser
más despiadado que su colega externo.
Pugnas políticas y coincidencias de fondo
El canje se implementa al cabo de varios meses de intensas disputas entre el
gobierno y la oposición que encarnan la UCR, el PJ disidente, el PRO y la
CC. Ambos sectores coinciden en reiniciar el ciclo de endeudamiento pero han
pugnado duramente por la forma de implementar esta operación y sobre todo
por definir quién será la autoridad política encargada de liderar la
reconciliación con los financistas.
Mientras disputaban ferozmente en el Parlamento y en los medios de
comunicación, unos y otros bendijeron el entusiasmo de los mercados y sobre
todo avalaron la auditoria que realizó la Comisión de Valores de Estados
Unidos (SEC) de toda la transacción.
La derecha aprueba plenamente el canje, pero propone combinar el
endeudamiento externo con una reducción del gasto público, para poner en
marcha una versión más tradicional del ajuste neoliberal. Con este objetivo
provocó el conflicto del Banco Central que terminó perdiendo y desplegó
durante meses una campaña para “cuidar las reservas”. Reservas que dilapidó
en todas las ocasiones que le toco gobernar.
Con la siniestra bandera de “la autonomía del Banco Central”, defendió en
los hechos el manejo de esa entidad por parte de los banqueros, buscando que
este organismo continúe custodiado por un puñado de financistas y asegure
las reservas como garantía de pago de la deuda. Por eso reivindicó una Carta
Orgánica que le asegura al BCRA poderes propios y facultades superiores a
cualquier otro organismo del Estado.
Repitiendo lo ocurrido con los principales conflictos de los últimos meses
(ley de medios, revisión de las retenciones, reforma política, televisación
del futbol,) el gobierno volvió a ganar esta disputa. Como esta pugna
acaparó nuevamente la atención pública se ha perdido de vista la
coincidencia central de los dos bandos en torno al canje.
Esta convergencia fue anticipada cuando avalaron el pago anticipado de la
deuda al FMI mediante los ahora cuestionados decretos de necesidad y
urgencia. En el año 2005 el ejecutivo utilizó estos mecanismos con la
aprobación plena de adversarios, que siempre exceptúan al tema de la deuda
de su custodia republicana de la Constitución.
Esta misma convergencia se ha verificado en torno al canje, refutando la
impresión que en la Argentina “volvió el debate político”. Es completamente
falso que se a retomado el debate sustancial en desmedro de la chicana y los
fuegos de artificio. Justamente lo ocurrido ilustra cómo las controversias
sobre las formas ocultan el contenido. Ambos bandos se desangran por imponer
su política de pago de la deuda, sin cuestionar en ningún momento la
legitimidad de esta erogación.
Nuestra perspectiva
Los cambios operados en las últimas décadas en la composición de la deuda
pública (interna y externa) y en los tenedores de bonos (intraestatal,
privados) han complejizado la respuesta. Es esa complejidad la que impone
actualizar y renovar nuestras propuestas programáticas para general una real
alternativa.
Desde nuestra perspectiva un primer paso para la construcción de un programa
alternativo pasa por la inmediata suspensión unilateral de los pagos.
La deuda ya no está, como en los ´80, directamente nominada y fácilmente
observable en manos de un puñado de bancos. Por el contrario se encuentra
dispersa en una gran variedad de bonos en manos de diferentes acreedores.
Distintos trabajos difieren sobre el grado de concentración de esos bonos.
Pero el sólo hecho de que los tres bancos a cargo del canje puedan
“asegurar” con facilidad porcentajes de aceptación del 75% o más reflejan
que una importante cantidad ya no está en manos de los tenedores originales
sino de quien los ha adquirido fuertemente desvalorizados en alguno de los
distintos momentos de la crisis post-2001. A esos grandes bancos y fondos
buitre es a donde apunta la suspensión que proponemos.
Reconocemos que en el caso de bonos cuyos tenedores resulten jubilados, ex
combatientes, víctimas del Terrorismo de Estado o pequeños ahorristas,
corresponderá reconocer y pagar esos compromisos. Proponemos entonces un
censo y las verificaciones necesarias a tales efectos.
En nuestra consideración merece un análisis particular la deuda
interestatal, particularmente la del ANSES, pero también la de otros
organismos públicos y las provincias. Se deberá entonces resolver qué se
hace con los bonos y letras en poder de esos organismos, pero es prioritario
evitar una descapitalización del ANSES. En este sentido nuestra propuesta
implica también que los fondos de la seguridad social dejen de ser la
principal fuente de financiamiento del pago de los servicios de la deuda.
Respecto de la deuda comercial en curso (pago a proveedores, compromisos de
obra pública, etc.), proponemos una inmediata auditoria para distinguir
deuda propiamente comercial de la financiera y separar los fraudes de los
contratos en regla.
Un segundo paso es la investigación. Esta investigación resulta necesaria
para recrear la memoria histórica de lo sucedido en el país durante los
trágicos años de la dictadura. Tiene una relevancia complementaria de los
juicios a los genocidas, servirá para clarificar el sentido de los crímenes
cometidos por los militares, pues pondrá de relieve la complicidad y
asociación que tuvieron los banqueros y grandes empresarios con esos
crímenes.
Asimismo permitiría volver a poner a la luz concretamente cómo fueron
obligadas las empresas públicas a endeudarse para financiar la fuga de
capitales y quienes fueron los beneficiaros de la estatización de la deuda.
Para nosotros se hace necesario retomar y profundizar la investigación de
Alejandro Olmos, que obtuvo el fallo del Juez Ballesteros en el año 2000. La
Presidenta afirmó que no se puede volver sobre este tema porque con los
varios canjes se perdieron las huellas de la culpabilidad. Pero siguiendo
este argumento habría que cerrar los juicios a los represores, dónde también
han quedado muy ocultas las pruebas y testigos. En realidad la investigación
de la deuda es tan imprescriptible como la de los crímenes de dictadura,
porque ambos procesos obedecieron a las mismas razones.
Gobierno y oposición derechista comparten el rechazo a esta investigación
porque las responsabilidades más importantes son contemporáneas y afectan a
los gobiernos constitucionales. Reabrir esta causa sería un acto de
acusación contra la UCR y el PJ que la corporación política quiere ocultar,
puesto que demostraría la complicidad de funcionarios actuales y jefes de
oposición con esa estafa.
Las principales irregularidades abarcan a los años ‘90 (Plan Baker,
capitalización de la deuda para privatizaciones) y al Megacanje y Blindaje
del 2001, como también sentenció Ballesteros en el 2007, en otro fallo que
embargó a Domingo Cavallo y a Daniel Marx. Por un elemental principio de
orden jurídico el gobierno debiera abstenerse de nuevas operaciones de
canje, hasta tanto la justicia no se expida sobre la legalidad de las tres
causas radicadas en el Juzgado Federal nº2.
Es necesario recordar que el 80% del incremento de la deuda entre 1994 y
2001 y el 75% del déficit fiscal de ese período es resultado de la
privatización de los aportes jubilatorios, que compromete todo ese periodo.
Para evitar esta indagación existen varios proyectos del oficialismo y la
derecha para poner en marcha alguna investigación parlamentaria sólo del
pasado dictatorial. En otros casos se busca simplemente resucitar el cajoneo
con comisiones que no llegan a ninguna lado y sobre todo se intenta evitar
cualquier reflexión sobre el presente. Por el contrario para nosotros
investigar hoy es auditar el comportamiento de los gobiernos de Alfonsín,
Menem, De la Rua, Duhalde y también Kirchner. Es investigar el canje de
Lavagna del 2005 y también el actual. Cualquier otra propuesta de
investigación es un acto de cinismo.
Lo que importa de la deuda no es sólo una cifra y un conjunto de anomalías,
sino también el enjambre de intereses capitalistas que continúa lucrando con
el esfuerza de las mayorías populares. Es por eso también absurdo separar el
“aspecto jurídico” de la deuda (que debería indagar alguna comisión de
abogados) del “aspecto económico” del canje (que debe continuar avanzando en
manos de los banqueros). Con este tipo de dualidades se vacía el contenido
político de la investigación, convirtiéndola en una preocupación
arqueológica.
Nuestra propuesta implica constituir una Comisión Investigadora con plenos
poderes, integrada por personalidades del país y del exterior de intachable
trayectoria y organizaciones populares (políticas, sindicales, de derechos
humanos). Con plazo definido para entregar y hacer públicas sus
conclusiones.
Pero todos estos planteos deben articularse con iniciativas de mayor
importancia en otros campos. Es clave el debate sobre iniciativas
complementarias como el uso de las reservas. Quienes integramos EDI
sostenemos que las reservas pueden y deben utilizarse, pero para impulsar el
desarrollo de las fuerzas productivas, financiando proyectos que impacten en
el desarrollo nacional, priorizando la generación de puestos de trabajo.
Para nosotros es decisivo avanzar en la reforma financiera, nacionalización
de la banca y en la relocalización de las reservas, depositadas en Nueva
York a favor de la gestación de un banco regional y un fondo de
estabilización soberano de América Latina.
Son todos los debates que abre el rechazo del canje. Este es hoy la
divisoria de aguas entre una ruptura popular o la recreación de la pesadilla
de la deuda.
Adhieren: Guillermo Almeyra / Alejandro Olmos Gaona / Julio Gambina