Editorial n° 8
Seamos como el Che
Este mes de octubre tiene particular importancia para el pueblo argentino, porque más allá de las diversas consideraciones y posicionamientos acerca de las elecciones burguesas, lo real, lo concreto, es que la sociedad elegirá quién o quiénes la gobernarán durante los próximos cuatro años. No vamos a caer en el error infantil de confundir gobierno con poder; sabemos que, gane quien gane, no hará más que administrar un país que está estructurado para mantener y defender los privilegios de los poderosos, es decir, el Estado Burgués. Cambiarán los matices, pero no la esencia del sistema de explotación. Sin embargo, es obligación de todo aquel que se precie de revolucionario, sobre todo marxista y leninista, hacer un minucioso análisis de la coyuntura y los procesos que derivaron en ella, para así poder elaborar un diagnóstico lo más acertado posible, como base imprescindible para instrumentar políticas correctas.
Un factor insoslayable es que la abrumadora mayoría de quienes componen la sociedad tienen como una de las preocupaciones principales el hecho de la obligación de concurrir a votar. No importa si hay o no entusiasmo, si quieren hacerlo o no, si saben o no de política, si conocen a los candidatos y sus ideas: lo cierto es que tienen que pensar en qué postura tomar, porque las clases dominantes han impuesto el escenario electoral, y por ahora no hay fuerza política que pueda cambiar esa realidad. De tal forma, hasta aquellos que se oponen “por principio” a las elecciones burguesas (lejos del leninismo, cerca del anarquismo), hacen girar sus políticas alrededor de ellas.
. Asumiendo esta realidad –condición imprescindible para poder aspirar a cambiarla- corresponde entonces analizarla
El gobierno, si algo ha demostrado que sabe hacer, es manipular las cifras para exhibir una realidad que no existe, y acordar precios, que no se cumplen, con los Supermercadistas hasta el diez de diciembre, en una clara maniobra que sólo es propaganda electoral. Sin embargo, parece más que probable que gane las próximas elecciones, aunque tal vez no con la holgura que pronostican las encuestas pagadas por el oficialismo. Más allá de que llega al escrutinio casi a los tumbos, por la inflación que niega pero que sienten dolorosamente los bolsillos de los asalariados y ni qué hablar los desocupados; por la oprobiosa realidad que indica que en el país de las vacas y el trigo hay compatriotas que mueren de hambre (el ejemplo más lacerante es el de los hermanos originarios, sobre todo los Tobas en Chaco); por las luchas de los trabajadores por mejoras de salario a lo largo y a lo ancho del país; por las sospechas de fraude en los recientes comicios provinciales (Chaco y sobre todo Córdoba), lo que pone en sospecha los próximos a nivel nacional; lo cierto es que el mayor reaseguro para que el oficialismo gane es que la oposición no ha podido unificarse ni a la derecha, ni mucho menos a la izquierda de su espectro. De esta manera, le será mucho menos difícil apropiarse el voto resignado de un electorado que no da muestras de entusiasmo por concurrir a las urnas. No es para menos, después de veinticuatro años de ejercicio “democrático” ininterrumpido, donde la mayoría del pueblo no ha visto mejora en su condición de vida, sino muy por el contrario. Sobre todo después de haber protagonizado una gesta como la surgida de las jornadas del 19 y 20 de diciembre, donde la consigna del “Que se vayan todos”, que expresaba el verdadero sentir del pueblo, quedó sólo en eso: hoy están los mismos figurones de siempre, los mismos que contribuyeron al saqueo del sudor y el patrimonio de todos los argentinos. Sobre todo en el mismo gobierno, donde casi ningún funcionario puede sacarse de encima el lastre de su participación en la infame década de los ’90.
No entusiasma entonces la soberbia “señora” Cristina, más allá de los mitines con militancia-clientela pagada con migajas en pequeños lugares cerrados. Y por supuesto, más allá de los sí entusiasmados grandes empresarios a los que fue a conquistar a EEUU y Europa, prometiéndoles toda clase de ventajas y beneficios que les aseguren enormes ganancias por realizar sus inversiones en nuestro país, por supuesto que a costa del sacrificio de la mayoría del pueblo. Una de las consecuencias más visibles de esta estrategia del oficialismo es la reafirmación del alineamiento con las políticas de EEUU, y su expresión más vergonzosa fue la exposición de Kirchner en la ONU presionando a Irán por el atentado a la AMIA, un gesto largamente anhelado por la administración del terrorista Bush para alimentar su demencial proyecto de invasión al país de Medio Oriente. El arreglo con el FMI (¿dónde tendrá que guardarse el presidente pingüino su afirmación de que “nos lo sacamos de encima, nunca más influirá en nuestra política interna”?) y el Club de París para pagar la deuda del estado argentino con este último por 6000 millones de dólares, sumados a los pagos de los vencimientos de obligaciones contraídas para el 2008 (y tal vez haya que agregar a los tenedores de deuda particulares que no entraron en el canje propiciado durante la gestión Lavagna –hoy “opositor”-, otros 20.000 millones de dólares, por presión del G-7), y la continuidad de la política de subsidios a las empresas, auguran aún más penurias para la sociedad, y nada o casi nada de fondos para educación, salud, vivienda, seguridad social. Los aumentos de precios de los últimos meses son el preanuncio de lo que vendrá, y ya han reconocido en altas esferas del kirchnerismo que una de las primeras acciones del gobierno después de las elecciones será autorizar un aumento de tarifas.
A todo ello hay que sumarle que se ha cumplido un año de su desaparición, y del compañero Jorge López no hay noticias. La complicidad del gobierno –por acción u omisión- o, en el mejor de los casos, su incapacidad, toma ribetes alarmantes cuando vemos que por segunda vez secuestraron, torturaron y amenazaron a la compañera Felisa Marilaf, ex detenida-desaparecida y testigo en los juicios por la verdad. Evidentemente, como siempre denunciamos, la “mano de obra” entrenada en épocas de la dictadura sigue en actividad. Se cumplieron 6 meses del asesinato del compañero Fuentealba, y aún siguen sin atenderse los reclamos de los docentes. Y mientras los responsables de las mayores penurias del pueblo gozan de su libertad y una vida más que acomodada, continúa la represión y la persecución a los militantes políticos y sociales que enfrentan las políticas del gobierno, ahora enmarcadas en la Ley de Terrorismo Contra el Pueblo (la mal llamada Ley Antiterrorista”).
Con este panorama entramos a la última etapa del proceso electoral. Por supuesto que no puede apoyarse un gobierno como el actual, que es la cara visible –y posible- del capitalismo en la Argentina de hoy. Por supuesto, repudiamos todas las demás expresiones y variantes del sistema de explotación.
La posibilidad de una representación unificada desde la izquierda otra vez se vio truncada por los viejos vicios que desde hace tiempo venimos denunciando y criticando. Hemos hecho el esfuerzo para intentar formar un Frente Único, pero las características que atraviesan a la organizaciones revolucionarias tornaron imposible tal objetivo. Y de no cambiar, atentarán contra la posibilidad de una unidad futura. Un párrafo aparte merece el PCA, que hace rato dejó el ámbito de la izquierda revolucionaria, y en su decadencia indetenible sólo pudo cerrar un acuerdo con el PH, mientras su burocracia sigue coqueteando con el oficialismo. En vista de lo actuado, no podemos avalar nada de lo hecho por la izquierda. No podemos premiar con nuestro apoyo a quienes, basados en la autoproclamación vanguardista por considerarse los únicos poseedores de una única verdad, conscientemente persisten en el error de dividir el movimiento revolucionario, contribuyen a aislarlo de las masas y terminan siendo funcionales a los intereses de los explotadores. Por eso nuestra posición es la de llamar a votar en blanco, anular o, directamente, no concurrir a votar.
Sin embargo persistiremos en nuestra prédica por la unidad estratégica de los revolucionarios, objetivo por el que seguiremos bregando con todas nuestras fuerzas. Creemos que en lo inmediato, una vez pasadas las elecciones, urge convocar a todas las fuerzas de izquierda y en lucha a enfrentar coordinadamente la ofensiva que vendrá contra las mayorías populares, expresadas fundamentalmente en la carestía provocada por el aumento de precios y tarifas, y en la Ley de Terrorismo contra el Pueblo.
En marco descripto, se cumplen 40 años de la caída en combate del Comandante Che Guevara, indudablemente, el más acabado ejemplo de lo que debe ser un revolucionario, la esencia misma del Hombre Nuevo. Sería bueno que fuésemos coherentes con ese ejemplo, más allá de la catarata de homenajes que le hacemos a su memoria. Citamos algunas de sus frases:
"El Poder es el objetivo estratégico sine qua non de las fuerzas revolucionarias y todo debe estar supeditado a esta gran consigna"
“Sería un error imperdonable desestimar el provecho que puede obtener el programa revolucionario de un proceso electoral dado; del mismo modo que sería imperdonable limitarse tan sólo a lo electoral y no ver otros medios de lucha, incluso la lucha armada, para obtener el poder”
"Es hora de atemperar nuestras discrepancias y ponerlo todo al servicio de la lucha... Y si todos fuésemos capaces de unirnos para que nuestros golpes fueran más sólidos y certeros, para que la ayuda de todo tipo a los pueblos en la lucha fuese aún más efectiva, ¡qué grande sería el futuro, y qué cercano!"
No bastan los homenajes, entonces. Seamos, en los hechos, como el Che.
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