Llega otro aniversario más de aquél 24 de marzo
nefasto para la memoria de todos los argentinos. Y muy a pesar del feriado y
del discurso oficialista “reivindicando” la lucha de los 30.000 compañeros
detenidos-desaparecidos, lo cierto es que los objetivos por los que ellos
lucharon están bien lejos de las pretenciones del matrimonio presidencial.
Flaco homenaje se les tributa desde los ámbitos del oficialismo, cuando
utilizan su memoria para poder implementar políticas que están en las
antípodas de los sueños de aquellos compañeros. Para colmo de males,
adoptando una vez más una postura patoteril, el gobierno ahora quiere
“copar” la Plaza que desde hace años convoca a las organizaciones de
derechos humanos junto con movimientos sociales, agrupaciones gremiales
antiburocráticas y partidos políticos de izquierda, en otro alarde más de
prepotencia y desprecio por los verdaderos valores de quienes lucharon por
un mundo mejor al que estos ruines están ayudando a construir.
A cada paso que da el kirchnerismo se le hace aún más difícil sostener su
modelo basado en la hipocresía y el engaño al pueblo argentino. Se muestra
tal como surgió: del doble discurso, bajo una fachada nacionalista y
“progresista” que logró tranquilizar el complicado clima social originado en
diciembre del 2001. Después del histórico: ¡que se vayan todos!, hoy
gobiernan los mismos que contribuyeron al saqueo del patrimonio del pueblo.
La vergonzosa mentira del gobierno está cada vez más lejos de lo que se
pueda llegar a entender por progresismo y de la realidad de las mayorías
populares. Es que se hace complicado mantener un discurso que supuestamente
se dirige a favor de los trabajadores y contra la oligarquía y la
dependencia, cuando aumentan la desocupación, la marginación y el salario
pierde poder adquisitivo de un día para el otro. Más difícil se le hace si
pone a cargo de la Coordinación Global del Canje de la Deuda Externa, nada
más y nada menos, que al banco inglés Barclays, casualmente el principal
accionista institucional de la empresa Desire Petroleum, encargada de la
explotación petrolera en las Islas Malvinas. Esto podría adornarse un poco
más con las lamentables declaraciones del Ministro del Interior, Florencio
Randazzo, quien afirmó recientemente que "vamos a honrar las deudas de la
Argentina”. Está demostrado, una vez más, que el oficialismo no tiene la más
mínima intención de defender la soberanía nacional.
Siguiendo a rajatabla un mecanismo instalado principalmente a partir del 24
de marzo de 1976, el kirchnerismo está empeñado en seguir pagando la deuda
externa, una de las mayores estafas que sufre nuestro pueblo. En torno a
esto, el debate impuesto desde la dictadura mediática se limitó a discutir
entre la legitmidad (¡vaya paradoja!) del DNU que exige la conformación del
fondo del Bicentenario (para el pago de la deuda odiosa), o la necesidad de
que el Congreso revea el presupuesto 2010 (bajo el mismo objetivo); está más
que claro que ambas posiciones, tanto la oficialista como la de la oposición
de derecha, no escapan a una misma afirmación: la deuda hay que pagarla…
claro está, a costa del sufrimiento del pueblo, de miseria y hambre. Desde
la derecha más rancia como la disfrazada de progre, coinciden en legitimarla
y en la inmoralidad de pagar religiosamente a los grandes usureros
internacionales. En este sentido la administración “nacional y popular” es
la que más deuda pagó en la historia de nuestro país -40.000 millones de
dólares- y pretende seguir haciéndolo. Como si fuera poco, ya desde el año
pasado viene gestionando a través de su Ministro de Economía Boudou la
“reconciliación” con el Fondo Monetario Internacional. Es que mientras
Argentina esté inserta en la globalización económica del imperialismo va a
ser un país subdesarrollado, y por lo tanto dependiente del financiamiento
externo.
El kirchnerismo busca ahora frenar el crecimiento del desempleo subsidiando
a las empresas privadas, atrayendo capitales sin condicionamientos y con el
impulso de las cooperativas del Estado. Éstas, además de reforzar el poder
local de los intendentes en sus municipios (que manejan directamente la gran
mayoría de los puestos de trabajo, dejando los menos para las organizaciones
no afines al gobierno) evidencian las clásicas prácticas clientelares a las
que el peronismo nos tiene tristemente acostumbrados, a través de punteros
barriales quienes no dudan en cobrar un porcentaje de los planes,
favoreciéndose y aprovechándose de la necesidad de los sectores más
marginados de la sociedad. A esto hay que sumarle el galopante incremento de
los precios que no se ve acompañado de un aumento significativo de los
salarios, golpeando duramente el bolsillo de los trabajadores argentinos. En
este sentido la asignación universal por hijo tiene cada vez menos valor
real.
Es que el hecho de que el Estado tome alguna intervención en la economía no
supone medidas que tiendan a generar una mayor equidad social, a saber: la
nacionalización de los fondos jubilatorios (utilizados hoy para subvencionar
empresas locales y multinacionales); la controversial Ley de Medios, que más
que democratizar busca modificar un monopolio por otro afín al oficialismo
(claro, sin olvidar que fue este gobierno el que prorrogó las licencias a
los oligopolios de medios que hoy se critican y que fue el mismo Néstor
Kirchner, en el 2007, quien permitió al grupo Clarín la fusión entre
Multicanal y Cablevisión).
El deterioro y debilitamiento del kirchnerismo es verdaderamente notable.
Sus contradictorias medidas supuestamente “populares”, la corrupción, el
enriquecimiento de la pareja presidencial y el consecuente empeoramiento del
nivel de vida de la clase trabajadora, está dando lugar al crecimiento de
una oposición de derecha explícita, sin el disfraz “progre” del oficialismo
que, al fin de cuentas, son aliados en sostener, como sea, este sistema de
explotación. Es esa derecha más rancia que no espera un segundo en
reaccionar frente a una mínima intervención del Estado, caracterizándolo
como “chavismo” o autoritarismo. Es la que se expresa constantemente a
través de los medios masivos de comunicación, agitando el tema de la
inseguridad, el “caos” por los cortes en las calles y la necesidad de
aumentar las medidas represivas. Es la misma que plantea que “hay que
abrirse al mundo” o que “el Estado no sabe administrar”, proponiendo como
alternativas a Duhalde, Reutemman, Macri, De Narváez, Carrió, Cobos…todos
ellos responsables de la injusta realidad que hoy vivimos.
Un poco más a la sombra aparecen los representantes de la “centroizquierda”.
Su mismo nombre es una hábil y confusa terminología para esconder su
verdadera denominación: socialdemocracia. Éste es el otro combate ideológico
importante a llevar a cabo, contra las ideas reformistas, que intentan
cambiar algo para que todo siga igual. Definitivamente afirmamos que no hay
terceras vías, ni siquiera de “centroizquierda”: o es la solución proletaria
(la de las mayorías populares), o lo es la burguesa (que, como hasta ahora,
se da a costa de miseria, explotación y dependencia económica).
Pero aún dentro de este escenario político y por fuera de lo que las
corporaciones mediáticas pretenden mostrar, vemos también cómo dentro del
campo popular se destacan las luchas obreras y sociales: a pesar de que la
“Santisima Trinidad” (Estado-patronal-burocracia sindical) intenta poner
freno a los reclamos de los trabajadores, las luchas se imponen y avanzan,
tal como lo hemos visto en la ex-Terrabusi, subterráneos, metalúrgicos,
docentes, estatales, etc.. Pese a los sectarismos, es la izquierda quien
está al pie del cañón en cada uno de estos conflictos en nuestro país.
Pero bien creemos que sólo la espontaneidad popular ante determinados
acontecimientos, no bastará para cambiar radicalmente esta realidad
capitalista. Para terminar definitivamente con estos conflictos, es
necesario e imprescindible crear, aportar a una fuerte alternativa unitaria,
obrera y popular. Para ello sostenemos firmemente que sin la unidad de
quienes nos consideramos revolucionarios, ello será imposible.
Para modificar la desfavorable relación de fuerzas y avanzar en un proceso
hacia transformaciones profundas y revolucionarias, la batalla contra un
enemigo tan poderoso no la puede librar, en las condiciones actuales, un
solo partido político, por más importante que sea. Por eso un frente de
fuerzas antiimperialista y anticapitalista es el otro instrumento
imprescindible a edificar, acompañado por una sólida base de masas, con
organizaciones de base en asambleas barriales, en fábricas, sindicatos
antiburocráticos y combativos, centros estudiantiles, culturales,
campesinado pobre, etc.
Sería nuestro mejor homenaje para nuestros 30.000 hermanos, compañeros de
luchas y de sueños, que en este nuevo 24 de marzo querrían estar disfrutando
de la sociedad por la que pelearon y dieron su irremplazables vidas, una muy
distinta a la que hoy está construyendo el peronismo kirchnerista: una donde
reine la igualdad y no exista la explotación del hombre por el hombre
PARTIDO COMUNISTA de los Trabajadores