La nueva estrategia de control
El
dominio "democrático" y la lógica "antiterrorista" en
América Latina
Por Manuel Freytas
En los
80, salvo en Colombia, los militares de la "seguridad
nacional" ya habían terminado con la izquierda
revolucionaria y la resistencia armada en América
Latina, había desaparecido la URSS como punto de
referencia logística y organizativa de los movimientos
revolucionarios, y Washington resolvió imponer un orden
regional de dominio basado en el pacifismo, la
democracia y los derechos humanos. En la nueva
estrategia de dominio -sustitutiva del "viejo orden
militar"- se impuso la "guerra contraterrorista" como
nueva lógica de control político y social en la región.
A) El
dominio "democrático"
Tras
la desaparición de la URSS y de la Guerra Fría por áreas
de influencia en América Latina, Washington implantó un
nuevo sistema de control político y social que se
situaba en las antípodas del anterior (basado en
gobiernos y dictaduras represivas), y que explotaba el
consenso masivo que despertaba la apertura de
procesos constitucionales después de largos años de
dictaduras militares con supresión de elecciones y
parlamentos.
Paralelamente, y en el plano político, en la década del
80 los gobiernos "democráticos" fueron
sustituyendo a los viejos y gastados gobiernos
militares mediante elecciones, procesos
constitucionales, y banderas de defensa de los derechos
humanos.
En una Latinoamérica dormida por el "pacifismo", donde
ya no existen métodos violentos de toma del poder
revolucionario, sin huelgas generales, sin tomas de
fábricas o de empresas, sin ataques contra los bancos o
las trasnacionales, con movimientos sociales
"revolucionarios" financiados y "domesticados" por las
ONG del Imperio, el dominio militar abierto se había
tornado obsoleto.
En otras palabras, la estrategia del control político
y social por medios militares, fue sustituida
gradualmente por administraciones civiles,
poderes ejecutivos, parlamentos y cortes de justicia
totalmente maleables a los intereses y objetivos de
Washington y las trasnacionales capitalistas en la
región.
Ese sueño que los bancos y las trasnacionales imperiales
no pudieron concretar con las dictaduras y los golpes
militares diseñados en el Departamento de Estado, hoy se
cumple con la aceptación pasiva del sistema
capitalista como "única alternativa", modelada
masivamente en los cerebros por los sacerdotes de las
grandes corporaciones mediáticas que han sustituido a
los curas y a los maestros en la orientación de conducta
social.
Ya sin hipótesis de conflicto "subversivo" los
ejércitos de "seguridad e inteligencia" privados fueron
sustituyendo más eficientemente en el control social y
político a las vetustas y desmovilizadas tropas de los
ejércitos represores latinoamericanos que ya habían
perdido vigencia con el ingreso de las democracias
made in USA en los ochenta y los noventa.
Con una Latinoamérica domesticada por la democracia
made in USA y los gobiernos dependientes (por
derecha y por izquierda), la lógica del control social y
político ya no la ejercen los militares y los tanques,
sino los nuevos ejércitos de dominación: los
medios de comunicación que nivelan a las mayorías
desposeídas y a sus dirigentes en la doctrina de la
resignación, haciendo realidad aquel precepto de máxima:
la paz es el negocio del dominador.
Con la desaparición de la guerra por áreas de influencia
con la URSS , las viejas consignas "anticomunistas"
de las dictaduras militares formadas en la Escuela de
las Américas fueron sustituídas gradualmente por las
banderas de la lucha contra el terrorismo, las drogas
y el crimen organizado con las que hoy EEUU
justifica su injerencia intervencionista en la región
latinoamericana.
B) La
lógica "antiterrorista"
Ya desaparecido el "peligro rojo" con la URSS, y
con un creciente proceso de conflictos sociales en
varios países del área, ahora se intenta nivelar a las
inteligencias militares y policiales regionales en la
nueva hipótesis de conflicto: la "guerra
contraterrorista" que sustituye en el tiempo a la
"guerra antisubversiva" aplicada por las dictaduras
militares de la década del setenta.
Sin focos de lucha armada (salvo Colombia), sin
movimientos revolucionarios vertebradores en el
continente o en el mundo, con la socialdemocracia
"progresista" convertida en alternativa de "cambio", las
guerras por el control social ya no se desarrollan en
plano militar sino en el plano de la inteligencia y de
la manipulación mediática con el "terrorismo" y la
"seguridad".
Las nuevas hipótesis de conflicto regional y las
coordenadas de control militar-estratégico se
trazan a partir de la "guerra contra el terrorismo",
que reemplaza en la lógica doctrinaria imperial a la
"guerra contra el comunismo" de la década del
setenta y de la era reaganiana en Latinoamérica.
La hipótesis de trabajo existe, en forma casi simultánea
a los planes de Washington tras el 11-S, y salió de las
entrañas de la CIA, de la Agencia de Seguridad
Nacional, el FBI, y la Agencia de
Inteligencia para la Defensa, es decir, de los
máximos proveedores de inteligencia a la Casa Blanca.
Para los que manejan y procesan información estratégica,
el sustento funcional del plan, su argumentación
central, fue claramente expresado por el entonces
director de la CIA, Porter Goss, durante un informe que
brindó ante el Senado, a fines de febrero de 2004.
En su exposición ante el Comité de Inteligencia del
Senado el director de la CIA señaló que las "células
clandestinas" de la red Al Qaeda, los "terroristas" de
las FARC, y las ambiciones nucleares del régimen de
Irán, son las principales amenazas que enfrentan
los intereses de EEUU en el mundo.
A este plan se le suma -como táctica de "cierre"
complementario- la estrategia desarrollada en forma
permanente por el Departamento de Estado para complicar
a Cuba y Venezuela con las FARC en supuestos planes y
operaciones para desestabilizar la región,
principalmente Bolivia.
En sus primeros pasos, la metodología de mezclar en una
misma bolsa a Cuba, Venezuela, las FARC y las
organizaciones combativas de ultra izquierda (sobre todo
de Bolivia) intentaría demostrar que el "terrorismo",
tanto local como internacional, está operando en forma
fusionada para potenciar sus resultados "criminales"
a nivel mundial, incluido el territorio
latinoamericano.
La nueva estrategia -expresada casi crudamente por los
jefes militares y de inteligencia estadounidenses- busca
instalar la "guerra contraterrorista" global en
América Latina mezclando a las FARC y otras
organizaciones armadas con planes del "terrorismo
internacional" orientados a vulnerar la seguridad
nacional de EEUU y a desestabilizar toda la región.
En marzo de 2005, el secretario de Defensa, Donald
Rumsfeld, visitó América Latina para cerrar (mejor
dicho, imponer) acuerdos concretos ya en curso
contenidos en la nueva estrategia de guerra
contraterrorista global que Washington y el
Pentágono ya tienen diseñada para la región, tal cual
como fue expuesta en el Congreso estadounidense por el
jefe de la CIA, Porter Goss, y el entonces comandante
del Comando Sur de EEUU, general Bantz Craddock.
Es en ese punto donde la estrategia regional
imperial-estadounidense se enlaza con la red
latinoamericana de espionaje montada por la Central
de Inteligencia (CIA) estadounidense y el servicio de
inteligencia israelí (Mossad), cuyo objetivo central
-sostenido institucionalmente tanto por EEUU e Israel es
la "guerra contraterrorista" desarrollada en el
campo de la inteligencia, de los medios de comunicación
y de las operaciones especiales.
Dentro de este nuevo esquema los servicios de
información latinoamericanos se convirtieron en
sucursales de las políticas de inteligencia
diseñadas para el control operativo y estratégico de
Washington y Tel Aviv en la región.
Las nuevas hipótesis de conflicto "terrorista", a
su vez, buscan complementar y dar sustento "doctrinario"
a las legislaciones de mano dura y de criminalización
de conflictos sociales que ya funcionan en muchos
países de la región, caso de Argentina, el Estado con
mayor cantidad de presos políticos de la región.
D) La
nueva estrategia de control
Así como los
preceptos doctrinarios de la "doctrina de seguridad
nacional" identificaron al "subversivo" como el
principal enemigo de la "libertad" y el "orden", la
nueva doctrina sitúa al "terrorista" como la fuente del
"caos" y la "violencia" que amenazan por igual a toda
la región.
Ya sin hipótesis de conflicto "subversivo" los
ejércitos de "seguridad e inteligencia" privados fueron
sustituyendo más eficientemente en el control social y
político a las vetustas y desmovilizadas tropas de los
ejércitos militares represores latinoamericanos que ya
habían perdido vigencia con el ingreso de las
democracias made in USA en los ochenta y los
noventa.
El "cuco terrorista" de las FARC, convertidas en una
"Al Qaeda latinoamericana", es el caballito de
batalla que están utilizando el Pentágono y la
inteligencia norteamericana para abrochar dentro de un
"modelo colombiano" a todos los gobiernos de la
región.
Complementariamente a la "lucha contra el terrorismo" se
desarrolla la lucha contra el narcotráfico y el
"crimen organizado", en cuyas hipótesis de conflicto
se busca ensamblar en una estrategia y un funcionamiento
común a los ejércitos, las policías y los servicios de
inteligencia latinoamericanos.
Operativamente la "guerra contraterrorista" busca
alinear -mediante acuerdos de cooperación militar,
tratados, entrenamiento y operaciones conjuntas- a los
servicios de inteligencia, policías y ejércitos
regionales en un plan estratégico de "combate contra
el terrorismo", cuyo eje organizador y operativo se
centralice en el Comando Sur de Estados Unidos.
El FBI norteamericano está presente además en las
delegaciones diplomáticas de Brasilia, Buenos Aires,
Santiago de Chile, Caracas, Bogotá, Ciudad de Panamá y
Ciudad de México y cuenta con 53 oficinas en el mundo
para la "lucha contra el terrorismo".
Detrás del "terrorista" se agazapan el negocio de las
drogas, la prostitución, las mafias y las armas, pero,
básicamente en sus entrañas acechan los viejos fantasmas
del "caos" y de la "violencia", cuyo enganche con los
conflictos sociales sintetiza el flamante objetivo
neo-represor de la "guerra contraterrorista" de
EEUU e Israel en el continente.
Además, con la "guerra contraterrorista" como
telón de fondo se pone en marcha un plan geopolítico
estratégico con el cual Washington intenta afianzar
su dominio geo-militar estratégico sobre las estructuras
económicas y los recursos naturales y de biodiversidad
de la región.
Mediante el acuerdo con Paraguay el imperio
norteamericano estableció un anillo militar sobre el
acuífero guaraní, una de las mayores reservas de agua
potable del mundo.
Desde su emplazamiento militar estratégico en suelo
paraguayo, el Pentágono ya controla las monumentales
represas hidroeléctrica, de Itaupú y Yaciretá,
monitoreando y teniendo bajo su radio de influencia
militar a los mayores potenciales de energía de la
región.
La fuerza aérea norteamericana podrá alcanzar, en solo
minutos, blancos en el Amazonas, en el Mato Grosso, o en
la propia represa de Salto Grande en Uruguay.
Además de
permanecer alerta y en capacidad de prevenir y/o abortar
cualquier brote de "conflicto", sea militar,
social o político, que pueda alterar los estándares del
dominio estadounidense en la región.
El emplazamiento militar en la Triple Frontera,
argumentado por el "peligro terrorista", le
permite al Comando Sur estar cerca de las cinco
fronteras (Colombia, Ecuador, Perú, Brasil y
Venezuela) donde se halla la gigantesca bolsa de
petróleo compartida.
Agua, gas,
petróleo, biodiversidad y una plataforma continental (la
Amazonia), vitales para su supervivencia futura, se
presentan como los detonantes principales del plan de
control geopolítico-militar de las cinco fronteras
desarrollado por Washington bajo la fachada de la
"guerra contra el terrorismo".
En cuanto al control geopolítico: la estrategia
"contraterrorista busca alinear en un mismo programa y
en una misma agenda política a los gobiernos regionales
-tanto "progresistas" como "neoliberales"- en un
eje vertebrador central que es la defensa de la
democracia regional amenazada por el narcotráfico y
el peligro del "terrorismo internacional"
(Plan de acción institucional).
En cuanto al control militar: busca alinear
-mediante acuerdos de cooperación militar, tratados,
entrenamiento y operaciones conjuntas- a los servicios
de inteligencia, policías y ejércitos regionales en un
plan estratégico de "combate contra el terrorismo",
cuyo eje organizador y operativo es el Comando Sur de
Estados Unidos (Plan contraterrorista).
En cuanto al control social: busca alinear a los
gobiernos regionales -mediante convenios de seguridad y
entrenaamiento conjunto- en un mismo plan represivo
contra los conflictos sociales, cuya consigna
aglutinadora es la de preservar a la sociedad del "caos
y la violencia terrorista" de las organizaciones
sociales, los sindicatos y los partidos de izquierda que
proponen y realizan huelgas, tomas de fábricas o de
empresas, o bloqueos de rutas (Plan de contención de
conflictos sociales).
La
"democracia blindada"
Este plan estratégico general se cierra con el nuevo
proyecto del Departamento de Estado de reinsertar
nuevamente a las fuerzas armadas latinoamericanas en
tareas de represión interna, configuradas dentro de
la llamada "guerra contra las drogas, las pandillas, la
delincuencia común y el crimen organizado" que
complementan a la "guerra contra el terrorismo" en la
nueva estrategia de dominio regional.
El proyecto busca insertar a las FFAA en una nueva
hipótesis de seguridad regional, no ya basado en un
"orden militar" (como la vieja Doctrina de seguridad
Nacional) sino en un "orden democrático" y
preservando la gobernabilidad constitucional.
Se trata de un salto cualitativo transformacional, donde
las FFAA recobran su poder represivo no ya desde
un gobierno militar (de facto e ilegítimo), sino desde
un gobierno constitucional legitimado por el voto
popular.
Y la nueva hipótesis de conflicto ya no es defender a la
nación de un enemigo ideológico (el "rojo subversivo"
proveniente de la Unión Soviética) , sino de un
enemigo "terrorista" (proveniente de las redes
islámicas internacionales) que se inserta en las
sociedades a través del narcotráfico y el crimen
organizado.
Esa es la tesis central de la "democracia blindada"
que Washington está estudiando aplicar para detener los
conflictos sociales que se avecinan en América Latina
como consecuencia de la brutal concentración de riqueza
( y su contrapartida de pobreza, desocupación y
exclusión) que produce el actual modelo de explotación
capitalista en la región.
Se trata, en resumen, de complementar la fachada
"democrática" del dominio con la represión militar,
pero "sin que se note", y con las mayorías viviendo
periódicamente la euforia de "elegir libremente en las
urnas".
Algo que ni al propio Maquiavelo se le hubiera ocurrido.
******
(*)
Manuel Freytas es periodista, investigador y
analista, especialista en inteligencia y
comunicación estratégica