Rebeldes estadounidenses llaman a globalizar movimientos sociales
escrito por David Brooks   
lunes, 03 de septiembre de 2007
New Market, Tennessee.- En este oasis rebelde que ha transformado el panorama nacional culminaron tres días de celebraciones por el 75 aniversario del Highlander Research and Education Center, con un festival cultural, en el que los versos de Violeta Parra y el ritmo contagioso de Nueva Orleáns y el banjo y violín de estas montañas del sureste invitaban a continuar la misión de “acción colectiva por la justicia” para crear otro Estados Unidos.
 
Los ecos de las luchas sindicales de los años 30 y 40, el movimiento de derechos civiles, la justicia ambiental, la lucha contra el racismo y la homofobia, el altermundismo y más emanaban desde las fotos de reuniones de estrategia de mineros y textileros, de Martín Luther King y Rosa Parks, de acciones contra el Tratado de Libre Comercio y tantas más, con un fondo sonoro de himnos y corridos, gospel, blues, bluegrass, jazz y rap retumbando contra los montes, y en las voces de veteranos de estas luchas como las de nuevas generaciones.

Resistencia en el ombligo del imperio

Aquí, como desde 1932, este es uno de los pocos lugares en Estados Unidos donde afroestadunidenses, blancos, latinos e indígenas, entre otros, han encontrado una casa común desde donde armar rebeliones y movimientos de resistencia en el ombligo del imperio.

La influencia de Highlander se puede encontrar por todas partes: en luchas por la defensa ambiental en las montañas de este y otros estados de Appalachia, en huelgas mineras en Virginia, en movimientos por vivienda y salud en Luisiana o Carolina del Norte, en defensa y organización de migrantes, en nuevas iniciativas sociales de jóvenes y en la música y otras expresiones culturales del sur.

“Cultura empresarial que amenaza el planeta”

Por ejemplo, recientemente, a unos cuantos kilómetros de aquí, hubo un triunfo histórico en una lucha sindical encabezada por migrantes en alianza con blancos y afroestadunidenses.

En una planta de procesamiento de pollo en Morristown, en una región famosa por su antisindicalismo feroz, se lanzó un esfuerzo para afiliar a los casi 500 trabajadores, en su mayoría mexicanos y centroamericanos. El voto de 465 a 18 a favor logró instaurar por primera vez un sindicato en esa planta y poco después se aprobó de manera unánime el primer contrato colectivo.

“Eso es muestra de valentía, de coraje”, declaró Jim Sessions, ex director de Highlander. El centro aportó todo el equipo de traducción para el proceso, y mucha de su gente guió la estrategia. Pero aún más que eso, también fue muestra de la clave para el futuro de esta región, el país y el mundo, afirmó Sessions. “Las alianzas entre negros, latinos y blancos son claves para triunfar, para la solidaridad y la independencia, en la lucha contra una cultura empresarial que amenaza el planeta”.

Necesaria, la acción colectiva

Suzanne Pharr, otra ex directora de Highlander, habló de los desafíos a futuro, de “como la gente añora ser tratada justa y dignamente, de recuperar sus tierras y recursos. Nuestro trabajo no es sólo reconstruir nuestras regiones, sino reconstruirnos a nosotros mismos, buscar cómo curarnos y asumir una responsabilidad, y para eso necesitamos, como siempre, de la acción colectiva con esperanza y alegría”.

Aquí, ex directores y la actual directora Pam McMichael hicieron referencias a las experiencias de Cuba, Venezuela, Argentina, Nicaragua (en los años 80), y Sudáfrica, y expresaron, en esencia, que la tarea más importante es construir un fuerte movimiento social en Estados Unidos con perspectiva global.

De manera reiterada se subrayó la importancia de generar movimientos a nivel local con la mira a tejer un movimiento nacional que se vincule de manera trasnacional.

Cómo hacerlo, con quién, dónde están los puntos de reunión y más fueron puntos abordados en talleres, foros y reuniones todo este fin de semana.

La historia casi oculta de los movimientos sociales estadunidenses enmarcó estos diálogos, revelando por medio de palabra, canto, teatro y cine las rebeliones que sucedieron y están brotando, a veces a nivel microscópico, por toda esta región y este país.

Un veterano de luchas de Mississippi, de 81 años, contó su vida como granjero negro, de su encarcelación en la fila de la muerte por un delito que no cometió, y sus luchas por la igualdad racial.

“Cuando llegué por primera ocasión a Highlander, en 1961, me dije: ‘¿a poco hay blancos que hablan así?’ Pensé que era otra trampa más para acusarme de algo, pero descubrí que era real.”

“No los llamamos ilegales, los llamamos hermanos”

Stewart Acuff, director de organización nacional de la central obrera AFL-CIO, declaró aquí que este lugar fue epicentro de los esfuerzos sindicales en los años 30 y 40 que lograron agremiar a 400 mil trabajadores por todo el sur, con 10 mil organizadores, cientos de los cuales operaban o fueron capacitados en Highlander.

Declaró que hoy día, esa lucha sindical gira en torno de recuperar el propio derecho de organizar y enfrentar “más de 30 años de guerra de clase contra los trabajadores. Esa lucha es la misma que antes, por más libertad y más justicia, y para defender la dignidad humana”.

Al referirse a los cambios demográficos del sur y otras partes del país, Acuff aseveró que “una de las luchas más importantes para nosotros” son las hechas en favor de “los trabajadores que han tenido que abandonar su país para sostener a sus familias. A ellos que cruzan estas fronteras nosotros no los llamamos
ilegales, los llamamos hermanos, los llamamos hermanas”.

Pancho Arguelles, del Centro Flatlander en Texas, una institución de educación popular, comentó que ahora se está provocando una nueva dinámica aquí: “¿Qué va a pasar cuando el sur se encuentre con el sur global? Las sabidurías del sur estadunidense se encontrarán con la sabiduría que surge de la lucha en el sur global”.

Agregó que los inmigrantes están hartos de los analistas y especialistas que desean aconsejarlos sobre los pasos pragmáticos que su movimiento debería tomar. “No queremos pronósticos del clima, queremos ser el clima, una tormenta”. Señaló que se debería considerar el principio de los zapatistas de “mandar obedeciendo”.

Highlander, por primera vez en su historia, se convirtió en un centro bilingüe hace pocos años, justo para nutrir las potenciales y necesarias alianzas entre los inmigrantes latinoamericanos y los sureños (negros, blancos e indígenas), al considerar que el futuro de las luchas por la justicia en esta región y este país dependerán cada vez más de las alianzas entre éstos.

Esto también se manifestó en expresiones culturales en este festejo, donde los versos de resistencia se intercalaban constantemente con la prosa de las historias de estas luchas y lo que significa para el futuro.

Concierto para festejar

Anoche, en un concierto de celebración, la gran cantautora contemporánea Ani DiFranco compartió el escenario con el famoso líder de la lucha de jornaleros agrarios Baldemar Velásquez y su banda Águila Negra, que cantaron en español sobre las vidas y los actos heroicos de los inmigrantes en los campos y al cruzar la frontera.

Bernice Reagon, famosa cantante y música del movimiento de derechos civiles, y su hija Toshi, así como el coro del Student Nonviolent Coordinating Comité, una de las organizaciones fundamentales de ese movimiento en el sur, ofrecieron canciones de entonces y de ahora.

Pete Seeger, legendario músico de folk, envió un mensaje videograbado a Highlander trasmitido durante el concierto. Con su banjo, tocando un poco de
This Land is Your Land, comentó que estas miles de luchas en todas partes, de las cuales Highlander ha jugado un papel tan central, “son las que van a salvar a este mundo, con los pueblos haciendo lo que se tiene que hacer”.

DiFranco ofreció un poema al concluir sus canciones, con un verso que dice: “Estoy tratando de pensar ¿Qué es lo que necesita ocurrir para que mi país se levante? Primero reconocer nuestros errores, y después organizar”.

Así, este oasis rebelde continúa haciendo realidad la herencia de sus fundadores, en particular el pedagogo popular Myles Horton, quien insistió que el pueblo es el líder. Afirmó: “tienes que creer que las personas tienen la capacidad dentro de sí mismas de desarrollar la capacidad de gobernarse a sí mismas”, escribió en su autobiografía
The Long Haul
.
 
 
Inglaterra fue, en la primera mitad del siglo XIX, el terreno típico de la revolución industrial. Federico Engels vivió y escribió un extraordinario libro, en el cual documenta (a partir de las máquina a vapor y de las máquinas para la elaboración de! algodón) ese período de « una revolución que avanzó tanto más potente cuanto más silenciosa» desintegrando la antigua estructura familiar de tejedores-agricultores que vivían con lo necesario, tenían descanso para un trabajo sano en su campo o jardín, consignaban el hilado o tejido a los agentes viajantes contra pago de la mercadería que necesitaban, vivían generalmente en el campo y podían, con su salario, arreglárselas bien.
 
Engels analiza los efectos de la irrupción de las máquinas (desde la jenny o torno para hilar) hasta los cambios que rompieron la antigua organización patriarcal, y un incesante movimiento de la industria. Surgieron así establecimientos cada vez más grandes en los que hombres, mujeres y niños debían vender su fuerza de trabajo. El fruto más importante del desarrollo de la industria (que exigía cada vez mayor número de brazos) fue el proletariado. El surgimiento desordenado, en las peores condiciones, de concentraciones de viviendas y el trabajo de sol a sol llegaron a condiciones extremas.
 
Engels documenta las inimaginables condiciones de vida de quienes forjaban, en el trabajo diario, la abundancia ajena. “A menudo, más de una familia habitaba en un sótano húmedo, en cuya atmósfera pestilente estaban encerradas doce o dieciséis individuos”. La explotación hasta del trabajo de los niños llegó a límites increíbles. A algunos se los obligaba a trabajar atados a las máquinas. Sucedía también que, después de extensas jornadas, los muchachos “se echan en la calle y en lo más avanzado de la noche son buscados y hallados durmiendo, por sus padres». Engels demuestra que la acumulación capitalista fue, en realidad, un asesinato premeditado. («Si la sociedad sabe, y lo sabe muy bien, que millares de individuos deben caer víctimas de esas condiciones, ello constituye un asesinato premeditado, sólo que más pérfido”); un asesinato que no es tanto un pecado de acción como de omisión.
Con pocas variantes ese fue, en diversas latitudes, el desarrollo de la revolución industrial en el siglo XIX. En 1886, antes de la condena a muerte de los que en cada 1° de Mayo la clase trabajadora del mundo recuerda como los mártires de Chicago, ese lugar era ya ciudad de mártires.
 
Maurice Dommanget, en su "Historia del 1° de Mayo", explica que muchos obreros partían hacia el trabajo a las cuatro de la mañana y regresaban a las siete u ocho de la noche, o aun más tarde, de modo que jamás veían a sus hijos y mujeres a la luz del día. El producto del trabajo se acumulaba en ganancia para los patronos mientras miles de obreros carecían de lo imprescindible para una vida decorosa. Esa realidad se agrava en 1873 con la crisis financiera. Poco a poco, las angustias de los trabajadores confirman la necesidad de organizarse en forma solidaria. El dolor necesita esperanzas y la esperanza concertaciones para la acción. Se van formando así diversos grupos para luchar por las ocho horas. Y uno de ellos, los Caballeros del Trabajo, declara, en 1874, que se esforzará en obtener sus demandas con una medida radical: la negativa a trabajar más de ocho horas. Una vez más la lucha por las ocho horas aparece ligada a la huelga general.
 
En Pittsburg los trabajadores ferroviarios libran una prolongada huelga por las ocho horas, pero los patronos vencen, con el apoyo de las armas del Estado. No obstante, la demanda de justicia retorna. Y sobre el recuerdo de la derrota crecerá la "Federación de Trade Unions" que se convertirá luego en la "Federación Americana del Trabajo" (AFL). Esta, a fines de 1882, en su segundo congreso, declara que la jornada de ocho horas dará trabajo a desocupados, disminuirá el poder del rico sobre el pobre, creará condiciones favorables a la educación y al mejoramiento intelectual de las masas y aumentará el consumo de bienes estimulando la producción.
 
Los sindicalistas solicitan a los partidos Republicano y Demócrata que definan posiciones. En 1884 el Congreso de la AFL reconoce el fracaso de esas gestiones y muchos militantes obreros consideran que se obtendrá más por presión directa sobre los patronos. La convicción se generaliza, abriéndose camino la idea de una acción sindical unánime. Finalmente, la Federación de Trabajadores de Estados Unidos y la de Canadá resuelven que a partir del 1° de mayo de 1886 la jornada de trabajo será de ocho horas. Se recomienda, además, hacer gestiones para que se aprueben leyes acordes con esa resolución y se invita a participar en el movimiento a los Caballeros del Trabajo.
 
La fecha elegida fue el 1° de mayo -explica Dommanget citando a Gabriel Deville- porque esa fecha correspondía al comienzo del año de trabajo y a partir de la misma se efectuaban, masivamente, contrataciones de servicios. La reivindicación gana voluntades. Las huelgas se extienden. El propio presidente Cleveland, ante el agravamiento de la cuestión social reconoce, ante el Congreso, que las relaciones entre capital y trabajo son muy poco satisfactorias y eso, en gran medida, debido a  las ávidas y desconsideradas exacciones de los empleadores. Al fin, amanece. El 1° de mayo de 1886 las manifestaciones plantean: ¡Ocho horas de trabajo! ¡Ocho horas de reposo! ¡Ocho horas para la educación! A partir de hoy ningún obrero debe trabajar más de ocho horas por día.
 
Cinco mil huelgas. Trescientos mil huelguistas. En los mítines de Nueva York se escuchan discursos en inglés y en alemán. José Martí, corresponsal para "La Nación" de Buenos Aires, explicará: “/os inmigrantes europeos denunciaban con renovada ira los males que creían haber dejado tras sí”. Las huelgas anuncian un tiempo nuevo. Crece la conciencia del proletariado frente al capitalismo más opresivo e imperioso. En Milwaukee la jornada fue sangrienta. Intervino la policía. Hubo choques. Una descarga de fusilería contra los manifestantes mata a nueve personas. Estos hechos y los del 3 de mayo en Chicago, que serán aun más trágicos, quedarán grabados en el recuerdo conmovido del mundo.  
 
En 1886 los trabajadores padecían pésimas condiciones, pero los patronos no aceptaban cambios. En el Chicago Times se planteaba:  “/a prisión y los trabajos forzados son la única solución posible a la cuestión social. Hay que esperar que su uso se generalizará”. Los trabajadores se movilizaron tras las banderas rojas y negras de los anarquistas, que en Chicago contaban con prestigiosos militantes. Los patrones recurren a los despidos o al cierre. En la fábrica McCormick, de maquinaria agrícola, son cesados 1.200 trabajadores y sustituidos por rompehuelgas. La empresa organizó, además, una policía privada que -informa Dommanget- actuaba con la complicidad policial y la impunidad judicial.
 
El 3 y 4 de mayo una multitud de trabajadores asistió a un mitin en el que habló Spies, líder anarquista, director del "Diario de los Trabajadores de Chicago". Un grupo se apartó del mitin y chocó con rompehuelgas de la fábrica McCormick pero los policías privados de la empresa atacaron a los huelguistas con revólveres y fusiles. El mitin se dispersó, pues muchos corrieron en ayuda de sus compañeros. Los agentes dispararon sobre los que huían y el resultado fue seis muertos y cincuenta heridos. Desde su diario, Spies denunció a los gobernantes a los que acusó de tigres ávidos de sangre de obreros y convocó a movilizarse contra el fusilamiento de trabajadores. Se convocó entonces, por los anarquistas, a un mitin de rechazo al crimen en Haymarket, la plaza del mercado de heno. El acto fue autorizado y tomó un carácter pacífico recomendándose a los manifestantes que concurrieran sin armas. Allí hablaron Spies, Parsons y Fielden. Cuando la multitud se dispersaba, alrededor de la hora 22, la policía irrumpió con violencia. Una bomba (los historiadores han planteado la posibilidad de un agente provocador) cayó entre los policías provocando varias bajas. La represión fue trágica, con numerosos muertos y centenares de heridos.
 
Diversos medios de comunicación arrecian entonces sus campañas contra las reivindicaciones obreras. El "New York Times" planteó que “las huelgas para obligar al cumplimiento de la jornada de ocho horas pueden hacer mucho para paralizar la industria, disminuir el comercio y frenar la renaciente prosperidad del país”. El "Illinois State Register" calificó a la lucha por las ocho horas como « una de las más consumadas sandeces que se hayan sugerido nunca acerca de la cuestión laboral». Y sostuvo que “.hacer huelga en procura de ocho horas es tan cuerdo como hacer huelga para conseguir paga sin cumplir las horas “.
A la matanza siguió una larga etapa de represión, allanamientos masivos, estado de sitio y ocupación de barrios enteros por la tropa. Se detuvo, apaleó y torturó a centenares de obreros y dirigentes sindicales. El diario de Spies fue allanado, sus redactores detenidos y la nómina de suscriptores utilizada para multiplicar el número de presos. El odio ("asesinos", "'agitadores", "monstruos sanguinarios", "pestíferos sediciosos", "gentuza", "hez de Europa") se concentró contra los dirigentes anarquistas.
 
Fueron detenidos Samuel Fielden, August Spies, Michael Schwab, George Engel, Adolph Fischer, Louis Lingg y Osear Neebe. Albert Parsons, que permaneció en la clandestinidad, el día del proceso se presentó para compartir el proceso con sus compañeros. Todo el juicio -como se probó después- fue una farsa destinada a condenar a los anarquistas. Un miembro del tribunal admitió la mascarada, pero afirmó: «los colgaremos lo mismo. Son hombres demasiado sacrificados, demasiado inteligentes para nuestros privilegios».
El fiscal reclamó la muerte: «Declarad culpables a estos hombres; haced un escarmiento con ellos; ahorcadlos y salvaréis a nuestras instituciones y a nuestra sociedad».
Los condenados, conscientes de su lucha, mantuvieron hasta el último instante sus ideas. Cuatro fueron condenados a la horca. Fischer dijo que no pediría perdón por sus principios: “Jamás pediría perdón por lo que creo justo y bello”. Engel sostuvo que las leyes del régimen capitalista son contrarias a la naturaleza y que el crimen de que se le acusaba era haber trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonan millones otros caigan en la degradación y la miseria. Parsons reclamó: “Dejadme hablar, juez Matson. Dejad que se escuche la voz del pueblo”. Spies profetizó:”Salud, tiempo en que nuestro silencio será más poderoso que nuestras voces, que estrangula la muerte”.
Schwab y Fielden fueron condenados a prisión perpetua. Neebe a quince años. Y la antevíspera de la ejecución se informó el suicidio de Louis Lingg. Luego se probó que ese fue el primer asesinato.
Todo el proceso a los mártires y la descripción del entorno social quedó para siempre en emocionados relatos, como las crónicas de José Martí. Años después, John Altgeld, gobernador de Illinois, luego de una investigación proclamó las irregularidades e infamias del proceso y la inocencia de los condenados
 
El recuerdo de los mártires permaneció siempre ligado al 1º de Mayo y a las luchas obreras hasta que finalmente, el Congreso de la Internacional Socialista decidió organizar “una gran manifestación internacional en fecha fija, de manera que en todos los países y ciudades a la vez los trabajadores intimen a los poderes públicos a reducir legalmente a ocho horas la jornada de trabajo”. En cada 1º de mayo, la paralización del trabajo demuestra quiénes forjan la riqueza de cada país, cuestiona por lo general – en los planteos de la clase obrera- la propiedad privada de los medios de producción y anuncia, desde la esperanza colectiva, el fin de la sociedad de clases. Régimen que es -como denunciara Jean Jaurés- un atentado contra la humanidad. Esta es la verdad que la burocracia sindical moderna no dira nada,solo como un recuerdo para que no nos vendan gatos por liebres esta pasaje.
 
Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR de Chile WWW.CHILE-MIR.ORG

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