Nicolás Rodríguez Bautista
Comando Central ELN
El 27 de agosto recién pasado, el señor Eduardo
Pizarro publicó en El Tiempo un artículo donde
afirma que precisamente lo que se requiere hoy
es la desaparición del ELN aludiendo a recientes
declaraciones del comandante Pablo Beltrán.
No es mi espíritu polemizar con el señor
Pizarro, entiendo que él tiene bien estructurado
su pensamiento y sabe la profundidad de sus
afirmaciones, es mi mayor interés llevar el
mensaje del ELN a quienes hacen un seguimiento a
los acontecimientos políticos de Colombia.
El ELN bien lejos de pensar en desaparecer, está
convencido que como organización insurgente
tiene un importante papel que jugar como fuerza
alzada en armas desde 1964, en un país donde
pensar de manera diferente a la clase dominante,
es razón para desaparecer del escenario sea por
el destierro, el chantaje, el encarcelamiento o
el asesinato.
Esta trágica realidad, lejos de ser una
trasnochada consideración extremista, como lo
afirma el gobierno y sus seguidores, es una
verdad palmaria hoy cuando se levantan los
cadáveres de los luchadores y se conocen largas
listas de amenazas a quienes con dignidad se
atreven a desafiar el establecimiento y sus
estructuras terroristas en la arena política
¿Quién asesinó y en qué circunstancias a Carlos
Pizarro, hermano del señor que motiva mi
respuesta?
No es buena consejera la mala memoria.
Diversos exponentes de la realidad política
colombiana, que no son siquiera de izquierda,
afirman con fuertes evidencias, que los
escuadrones paramilitares, lejos de haber
desaparecido como lo ha reiterado el presidente,
ocupan hoy importantes posiciones a lo largo y
ancho de la patria y qué otra cosa han hecho y
saben hacer que descargar su motosierra contra
quienes consideran oposición al estado?
Quién puede con seriedad decir hoy que la
corrupta y tenebrosa maquinaria electoral se
desmontó en Colombia si hasta el mismo
procurador general de la nación valora los
peligros y amenazas que le esperan a la
contienda y afirma que no hay garantías para
ella?
Si como afirman algunos, la insurgencia es la
responsable de la conducta terrorista y criminal
del estado, cuál insurgencia existía en Colombia
para los años en que la misma oligarquía
terrorista de hoy en asoció con la criminal
agencia terrorista gringa CIA, asesinó a Jorge
Eliecer Gaitán? Y si los críticos de estas
valoraciones consideran que eso fue una
excepción, cuántos candidatos han muerto
después, incluidas personas que no representaron
a la izquierda sino miembros de sus propios
partidos como el caso del distinguido liberal
Luís Carlos Galán?
No tenemos duda que ese deseo que la insurgencia
renuncie a su existencia, es la máxima
aspiración del presidente Uribe y sus acólitos,
nosotros somos bien conscientes de las
implicaciones de continuar en la lucha, siempre
lo hemos estado y muchos de nosotros hemos
madurado lo suficiente para alejar cualquier
duda que pueda insinuar que estemos asumiendo
posturas caprichosas o fundamentalistas como se
nos acusa.
Eso sí, el ELN tiene bien claro, que la Colombia
de hoy no es la de ayer, hemos cuestionado y de
frente las posturas vanguardistas de la
insurgencia, hemos hecho profundas reflexiones
autocriticas que el país conoce, hemos
rectificado errores y estamos abiertos a la
critica sana, tenemos bien claro que un cambio
de sistema es la acción consagrada, organizada y
decidida del pueblo en la lucha por una patria
donde quepamos todos.
Desde nuestra condición insurgente hemos luchado
y lo seguiremos haciendo por encontrar una
salida política al conflicto pero encontramos un
establecimiento y unos gobiernos que carecen de
estatura para reconocer que la insurgencia tiene
un puesto en los destinos de la patria y por esa
razón no ha sido posible llegar a acuerdos que
tomen el camino de la distención, el alivio
humanitario para la sociedad y explorar
desarrollos de acción política en un ambiente de
cese al fuego y hostilidades, como es el deseo
del ELN.
Por ello mientras el ELN se esfuerza en
disponerse a buscar soluciones, desde el
gobierno se pretende imponer sus políticas en la
mesa, y nosotros reiteramos que la solución
política se construye con base en acuerdos que
interpreten las partes, esto lo hemos reiterado
desde siempre y en los diálogos con los
diferentes gobiernos.
El futuro de las armas y de la insurgencia
depende de qué tan reales puedan ser los cambios
estructurales que necesita Colombia, de
erradicar el terrorismo de estado, la
corrupción, el clientelismo, las maquinarias
paramilitares que controlan las urnas en
extensas áreas del territorio nacional y otros
cánceres que carcomen la existencia de nuestra
patria y que impiden la participación política
de las mayorías en la construcción de su propio
destino. Mientras tanto desde nuestra condición
insurgente seguiremos intentando construir una
salida política, reto que no es fácil en medio
de tamañas amenazas.