Este mes se cumplieron tres años de la muerte de Eva Forest, escritora e
investigadora española que ahondó sobre la resistencia cultural iraquí como
respuesta de un pueblo invadido. A su trabajo y al pueblo de Iraq dedicamos
esta página.
Y sí, a veces la realidad sobrepasa la posibilidad de la ficción. Después de
Hiroshima y Nagasaki vino Faluya. Y entonces, uno puede entender porqué
tanto desgarrado grito y tanto odio y tanta lucha.
El pasado 19 de mayo se cumplieron tres años del adiós de Eva Forest
(Barcelona 1928 – Hondarribia 2007). Considerada por muchos como una
terrorista, fue una mujer de alto vuelo que supo entender y mostrar el
camino de las solidaridades y las luchas populares.
En una conferencia ofrecida en 2003, pronunciada en el Instituto para la
promoción de Estudios Sociales, Forest afirmaba que “lo que está ocurriendo
en Iraq es un vivo ejemplo de lo que el imperialismo, movido por su avidez
de controlar el mundo, es capaz de hacer no sólo a un país pobre,
subdesarrollado, de los considerados del “tercer mundo”, sino a un país
rico, en pleno crecimiento, que estratégicamente no le convenía que se
desarrollara y que, como ocurrió también después con la ex Yugoslavia,
decidió hacerlo retroceder a la era preindustrial”.
Eva Forest autora de Operación Ogro (1974), Testimonios de lucha y
resistencia (1976), Manual de solidarios (1999), Irak, ¿un desafío al nuevo
orden mundial? (1999), Una extraña aventura (2007) y Es y no es un cuento
(2007), entre otros libros, comentaba que ya en 1999, concluida la Guerra
del Golfo e impuesto el embargo económico a Iraq, se pretendía
fundamentalmente atacar los ámbitos de la educación y la cultura. Pero no lo
lograron.
Desmemoria
Los pueblos se resisten a la desmemoria. Los bárbaros conquistadores han
quemado millones de libros en la historia de la infamia universal. Sin
contar las atrocidades cometidas por los españoles durante la dominación de
América, el siglo XX y parece que también el XXI, fue escenario propicio
para ultrajar la memoria colectiva de los pueblos. Los alemanes nazis
durante la II Guerra Mundial incendiaron miles de libros, la dictadura
franquista, los gobiernos de facto de Pinochet, Videla y Stroessner, fueron
verdugos de cientos de hombres y mujeres, y de la palabra escrita que
proclamaba verdades y sueños.
La invasión
No escapó al fuego la Biblioteca Nacional de Bagdad. Allí, alrededor de un
millón de textos, sucumbieron ante la violencia. La mágica tierra de Las Mil
y una Noches canta ahora tras el humo de las casas y los sueños que se
mantienen en pie y que se resisten a caer y volverse ceniza.
La Biblioteca de Bagdad fue objetivo militar. Incendiaron alrededor de un
millón de volúmenes junto con miles de publicaciones periódicas, en las que
estaban incluidas las primeras revistas impresas en lengua persa del mundo.
Asimismo, fue destruido el Archivo Nacional. De allí desaparecieron millones
de documentos, algunos del período otomano. Se calcula que además fueron
robados más de 170 mil objetos de arte.
Cuna del libro
Fue en Iraq donde nació el libro hace 55 siglos, hacia el año 3200 a.C. en
la ciudad de Uruk, cuando florecía la civilización de los sumerios. Más de
700 manuscritos antiguos fueron acabados y más de 1500 desaparecieron en un
centro de estudios religiosos. En la Academia de Ciencias de Iraq el sesenta
por ciento de los textos se extinguió.
A pesar del saqueo y la destrucción, algunos grupos de académicos han
escondido textos religiosos, históricos, manuscritos iluminados y obras que
constituyen parte de la identidad y del imaginario de los iraquíes.
Resistencia
La “conciencia de pueblo, conciencia de situación y voluntad de defender su
independencia, no son exclusivos del pueblo iraquí. Son algo muy fundamental
que uno encuentra siempre, de un modo o de otro en los pueblos que han
luchado por su independencia. Así fue en Argelia, así fue en Vietnam, así es
en Afganistán, así sería en Cuba (...)”, continúa diciéndonos Eva Forest a
pesar del tiempo transcurrido entre el inicio de la Guerra (2003) y el día
de hoy.
Lo que demuestra que a pesar de la destrucción la memoria no cierra las
heridas. La agresión contra el pueblo iraquí, que posee más de siete mil
años de historia, es parte de un proceso que tiene como objetivo la
destrucción sistemática de su identidad cultural, para poder así dominarlo.
Pero los pueblos resisten y éste no será la excepción. Ya lo ha demostrado.
Después de Hiroshima y Nagasaki vino Faluya
Nacen en Iraq niñas y niños deformes, que son nada más y nada menos que el
reflejo de la fealdad de Occidente y sus miserias, nuestras miserias, porque
esos bebés son inocentes de la barbarie civilizatoria de un sistema que
privilegia, por encima de cualquier otra cosa, la acumulación de capital.
Toda la tragedia que aún vive Iraq es síntoma del fracaso imperialista.
Aunque sin mayor despliegue mediático ni mensajes por twitter u otros medios
electrónicos, impresos o audiovisuales, la BBC informó en marzo que doctores
de la ciudad iraquí de Faluya advierten sobre un alto nivel de defectos de
nacimiento, que se vienen registrando desde hace unos años. De alguna forma
hacen responsables a las armas utilizadas por Estados Unidos durante sus
embestidas del año 2004, en adelante. “Fue como un terremoto”, dijo al
Washington Post en 2005 un ingeniero local que aspiraba a un escaño en la
Asamblea Nacional. “Después de Hiroshima y Nagasaki, tuvimos Faluya”. Ahora,
se dice también que el nivel de defectos coronarios entre los bebés recién
nacidos es trece veces superior al de Europa. Pero la verdad es que el
ataque con uranio empobrecido empezó mucho antes.
¡Oh guerra!
“¡Oh guerra! Soy tu desterrado
y las mujeres son cárceles que no entierran mi mutismo,
y las ciudades deliran como un calendario
por las que no se interesan los combates.
El final de mis días en la patria
Era como un ahogado que veía todo, por última vez
Y me sumergía sentado entrecruzando las piernas en una barca
Repleta de muertos
Y mis ojos borrando el olvido
Y detrás de mi espalda se formaba el recuerdo del exilio”.
Muhammad Madlum (poeta iraquí)
Daniela Saidman
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