COMUNICADO
Hace cuarenta y seis años que la oligarquía más reaccionaria, sanguinaria,
terrorista y sumisa a la estrategia imperialista de los Estados Unidos en
Colombia, decidió empujar a la nación por el pavoroso camino de la guerra,
haciendo oídos sordos a las miles de voces que clamaban por el imperativo del
dialogo y las salidas políticas por encima de las agresiones militares contra
los campesinos de Marquetalia. Y el poder de la violencia y el terror, agitados
en la biliosa y provocadora palabra del senador Álvaro Gómez Hurtado quien nunca
iría a la guerra, y que obnubilado por el terror de las falanges franquista en
España, ambientó, sobre la mentira, la nueva justificación del nuevo ciclo de
violencia como metodología para arrasar al opositor político.
La demencia del poder decretó pocas semanas para arrasar la resistencia
encabezada por el más grande y sostenido comandante guerrillero de todos los
tiempos, Manuel Marulanda Vélez y su naciente Estado Mayor, con Jacobo Arenas,
Isaías Pardo, Hernando Gonzales, Joselo Lozada, Ciro Trujillo, Miguel Pascuas,
Fernando Bustos y Jaime Guaracas que juntos, con los demás bravos agraristas,
que no sobrepasaban las 46 voluntades, enfrentaron al terror bipartidista
representado en el excluyente pacto del frente nacional, que engendró esta
guerra que ya alcanza el medio siglo.
Desde el inicio de la campaña oligárquica y militarista, auspiciada y
planificada por el imperialismo para justificar el terror contra el movimiento
agrario de Marquetalia y Riochiquito y hasta el día que iniciaron la agresión,
nuestra voz, junto a la de muchas organizaciones y personalidades nacionales e
internacionales, vibró de cordura proponiendo salidas incruentas y constructoras
de democracia, de desarrollo humano, de fortalecimiento de la producción
alimentaria, de equilibrio ambiental, de reconocimiento a la cosmovisión de las
comunidades indígenas y a las negritudes, de participación equitativa en la
producción y distribución de la riqueza. Pero la ceguera del poder y la
genuflexa postura ante las migajas del amo imperial, de la oligarquía criolla,
descalificó y silencio estas voces. Su cuento ha sido el enriquecimiento, a
cualquier precio, a base del terror y el despojo.
Las FARC-EP, nacimos empujados por la intolerancia, la
exclusión y la persecución violenta de las castas que ostentan el poder y
establecen los gobiernos, “hemos sido víctimas de la furia latifundista y
castrense, porque aquí, en esta parte de Colombia, predominan los intereses de
los grandes señores de la tierra y los intereses en cadena de la reacción más
oscurantista del país. Por eso nos ha tocado sufrir en la carne y en el
espíritu, todas las bestialidades de un régimen podrido que brota de la
dominación de los monopolios financieros entroncados con el imperialismo.”
manifestamos en el Programa Agrario. No inventamos esta guerra, ni fuimos a ella
como aventura para homologar epopeyas redentoras de la pobrería, asumimos con
dignidad y seriedad el destino político que le impuso el abominable poder
oligárquico a la nación, como lo señalamos en esa época en el Programa Agrario
"somos revolucionarios que luchamos por un cambio de régimen. Pero queríamos y
luchábamos por ese cambio usando la vía menos dolorosa para nuestro pueblo: la
vía pacífica, la vía democrática de masas. Esa vía nos fue cerrada violentamente
con el pretexto fascista oficial de combatir supuestas “Repúblicas
Independientes” y como somos revolucionarios que de una u otra manera jugaremos
el papel histórico que nos corresponde, nos tocó buscar la otra vía: la vía
revolucionaria armada para la lucha por el poder".
Así fue que los potentados del terror, nos transformaron en combatientes de la
resistencia que la sabiduría del pueblo ha nutrido en este cercano medio siglo
de accionar por la dignidad, la paz y la soberanía. Hemos crecido al calor del
batallar político-militar, aferrados al legado histórico que nos dejaron las
comunidades indígenas en la resistencia contra el invasor español, las luchas
contra ese mismo poder por negros y cimarrones, el levantamiento guerrillero de
los comuneros con José Antonio Galán, Lorenzo Alcantuz y Manuela Beltrán; de los
forjadores de las movilizaciones por la primera independencia del coloniaje
Español hace doscientos años con Don Antonio Nariño; por el fuego patriótico y
soberano que nos irradia el pensamiento y el ejemplo del libertador Simón
Bolívar. Hemos espigado en la experiencia de los guerrilleros de los mil días,
en el novecientos, contra el “regenerador” Rafael Núñez. Nos hemos refrendado en
la lucha contra la barbarie, ondeando la memoria de los asesinados por el
ejército oficial al servicio del imperialismo en la masacre de las bananeras, el
6 de diciembre de 1928 en Ciénaga departamento del Magdalena, en el comprometido
recuerdo con todos los luchadores victimizados por el Estado y sus estructuras
paralelas para el terror. Pero también hemos crecido con la crítica, el
reconocimiento, el abrazo, el amor y la ternura de una importante multitud de
compatriotas que nos alientan con su propio sacrificio en la lucha por
transformar el modelo económico y las costumbres políticas implantadas.
En estos 46 años de ardua lucha, hemos crecido en razones y en el compromiso de
lucha con los cada vez más numerosos campesinos sin tierra por el desplazamiento
y que ya sobrepasan la infame cifra de los 4 millones por el terror paraestatal;
con los millones de destechados y con los más de 20 millones de pobres que se
esfuerzan por romper el imperio de la desigualdad; con los más de 20 millones de
desempleados condenados al rebusque y con los millones de jóvenes que no tienen
acceso a la educación; con la memoria de todas las víctimas del terrorismo de
Estado en todos estos años de terror y que a diario claman justicia, así como
los más de 2.500 asesinados por la fuerza pública y presentados bajo el
eufemismo de “falsos positivos” en este gobierno de Uribe Vélez; con las mujeres
que tejen esperanzas de igualdad ante una violencia que les oprime y niega
posibilidades de vida digna. Hemos crecido en el fragor del combate y en la
experiencia organizativa ante cada arremetida militarista y ante cada ciclo por
descalificarnos y exterminarnos. El Plan Colombia no ha disminuido nuestra
fortaleza, ni nuestra moral; fracasó ante las inocultables razones del
alzamiento y por el violento autoritarismo que sustenta la política de seguridad
del gobierno que termina; se estrelló por la mentira, el crimen y la corrupción
que constituyen su verdadera naturaleza.
La escalada militar imperialista en nuestra patria, también fracasará ante la
capacidad de lucha y resistencia de la insurgencia y la movilización de nuestro
pueblo. La defensa de la soberanía patria es un imperativo en este tiempo de
reverencia oligárquica ante los intereses del gobierno estadounidense.
Nuestra disposición a construir caminos de paz es un compromiso de siempre; por
la salida política nos la hemos jugado con seriedad, con ponderación, sin
ilusionar a las mayorías nacionales, sin politiquerías, sin marrullerías en
todos los escenarios. Así fue con el gobierno de Belisario Betancur y Virgilio
Barco en Casa Verde, o en Caracas y Tlaxcala con Cesar Gaviria, o en el último
intento en el Caguan con Andrés Pastrana. Pero la excluyente minoría de
políticos, empresarios, latifundistas y narcotraficantes que ostentan el poder,
han colocado zancadillas para posicionar sus intereses, solo han buscado abrir
espacio para recomponer sus estructuras de represión estatal bajo órdenes y
financiación del imperio, como la implantación del fracasado Plan Colombia para
imposibilitar cualquier avance de la paz democrática e imponer el lenguaje del
terror y el chantaje para descalificar los movimientos de resistencia y
liberación nacional, así como desestabilizar la región ante los vientos de
cambio y soberanía que acompañan al continente.
El gobierno que agoniza, prometió el aniquilamiento de las FARC-EP, como una
irrefutable estrategia de manipulación mediática de la opinión, para excederse
en todas las formas en el poder. Y con su extravagante autoritarismo ocultar sus
crímenes, sus vínculos con el narcotráfico y el para-militarismo, así como la
corrupción que borbotea por todos los rincones del palacio presidencial. Jamás
se borrará de la historia de Colombia este período oscuro y letal del fatuo
potentado que culmina su gobierno, con una profunda crisis estructural, y con
más de 100 miembros de su bancada parlamentaria comprometidos con la
para-política; la Yidis-política y la feria de notarias. Y los escándalos
dolosos como Carimagua, Agro-ingreso Seguro, los decretos de la emergencia
social, las zonas francas para incrementar el patrimonio familiar, las
persecuciones “chuzadas” del DAS a opositores, sindicalistas y activistas de
derechos humanos, la persecución a las cortes, las reuniones palaciegas con
narcotraficantes, la obcecación por imponer un fiscal de bolsillo, la agresión
al territorio de los países hermanos violando todas las normas del derecho
internacional, la amenaza a periodistas independientes, los “falsos positivos” y
la entrega del territorio nacional para la operación de fuerzas militares de
ocupación norteamericanas.
El debate electoral que culmina su primera vuelta este 30 de mayo, está
signado por la intolerancia y la pugnacidad que impuso la autocracia Uribista.
Las propuestas, programas y compromisos con la nación han sido remplazados por
el ataque grotesco y vulgar, por la propaganda negra en esfuerzo despiadado por
presentar a uno u otro de los candidatos, como la opción más reaccionaria y
autoritaria que la que encarnó el mandatario saliente. Todos se esfuerzan por
demostrar sumisión ante el imperio, asumiendo posiciones chovinistas contra los
vecinos y con la rodilla en el suelo ante el imperio del norte, como afirmó
Gaitán. Ninguno ha planteado los temas vitales que tienen a la nación en el
profundo abismo de las desigualdades y el terror. Todos al unísono prometen más
gasto militar y más guerra. Es oscuro el horizonte que delinean estos aspirantes
y por estas razones estamos convocando a la abstención, convencidos que solo la
fuerza de la movilización de todos los colombianos, podrá imponer un destino
cierto de paz y de justicia que retorne a los prisioneros de guerra a sus
hogares, libere a guerrilleros y a los miles de presos políticos que se pudren
en las cárceles del Estado, reconcilie y reconstruya a Colombia. Solo la lucha
organizada de las mayorías levantadas, como hace doscientos años, para lanzar el
segundo grito por nuestra definitiva independencia, devolverá la tierra para
producción campesina, resolverá la crisis ambiental que genera constantes
desastres naturales en cada cambio de estación y la alimentaria que mata a la
nación. Y solucionara definitivamente el drama de los desplazados; garantizara
el acceso a la educación en todos los niveles, a la salud integral, a la
vivienda digna, al empleo bien remunerado y asegurara el ejercicio pleno e
integral de los derechos humanos. Solo la unidad de todos los revolucionarios y
demócratas de la patria, movilizados junto a las grandes mayorías, nos permitirá
sacarla de la horrible noche en que la dejó abatida el Uribismo y redimir a la
generación del bicentenario.
En este 46 aniversario, ratificamos nuestro compromiso con la patria grande y
el socialismo, con la paz democrática como condición esencial para la
reconstrucción y reconciliación de todos los colombianos. Con la memoria viva de
todos los luchadores por una nueva Colombia, con la fuerza moral del pensamiento
de Bolívar, Manuel Marulanda Vélez, Jacobo Arenas, Raúl Reyes, Iván Ríos, y
Efraín Guzmán, las FARC-EP ponemos todos nuestros recursos humanos por el
acuerdo humanitario y la paz de Colombia.
Compatriotas.
Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP
volver