La guerrilla
de las FARC se posiciona sobre el ajusticiamiento de 8 indígenas Awa
La Columna Mariscal Antonio José de Sucre, de las FARC-EP, informan a la
opinión pública lo siguiente:
.1- Que el día 6 de Febrero del 2009 en el sitio Rio Bravo, municipio de
Barbacoas Nariño, nuestras unidades guerrilleras detuvieron a 8 personas
que recogían, por grupos, información sobre nosotros para luego llevarla a
las patrullas militares que desarrollan operaciones en la zona.
.2- Estos señores realizaban exploraciones, ubicaban a la guerrilla y luego
iban las patrullas del ejército para golpearnos. Individual y luego en
colectivo, todos ocho confesaron que desde hacía dos años trabajaban con
el ejército en esa labor.
.3- Ante la presión del operativo, su responsabilidad en la muerte de
numerosos guerrilleros y su innegable participación activa que los implica
en el conflicto, fueron ejecutados.
.4- Denunciamos la estrategia del gobierno y sus fuerzas represivas de
involucrar a sectores de la población civil al conflicto armado y el
trabajo militar a través de las recompensas, conformación de redes de
informantes, familias en acción y demás ramificaciones de la política de
guerra que practica el gobierno de Colombia donde coloca como escudo a los
civiles y luego esconde la mano.
.5- Denunciamos el abuso que viene cometiendo el ejército en los operativos
militares en donde han violado mujeres, han robado, maltratado a todo aquel
que no sirva de guía o informante y también la práctica del sembrado de
minas para obstaculizar la guerrilla con resultados muy negativos para los
civiles.
.6- Esta acción nuestra no fue contra indígenas, fue contra personas que
independiente de su raza, religión, etnia, condición social, etc,
aceptaron dinero y se pusieron al servicio del ejército en un área que es
objeto de un operativo militar.
.7- Invitamos a los dirigentes indígenas a no permitir que desde la
gobernación o desde Bogotá los manipulen. Ellos saben del respeto nuestro
por la comunidad civil. Los invitamos a no ser parte de la política del señor
Uribe Vélez, pues aquellos que nunca han visto por estas comunidades indígenas
y los han metido a la guerra, no pueden ser sus defensores, ¡Son sus
verdugos!.
Columna Antonio José de Sucre - FARC-EP
Montañas de Colombia, Febrero 11 del 2009.
¿Masacre o
ajusticiamiento revolucionario?
El pasado 6 de febrero de 2009, ocho indígenas pertenecientes a la
nacionalidad Awa fueron ejecutados por guerrilleros de la Columna Antonio
José de Sucre de las FARC-EP, acusados de entregar información al Ejército
de Colombia con el propósito de lograr la ubicación de las y los
guerrilleros en un área que es objeto de un operativo militar.
Los Awa son un pueblo ancestral localizado en territorio ecuatoriano donde
existe una población estimada de 3500 personas y en territorio colombiano
donde existen alrededor de 30000 habitantes, ubicados principalmente en los
departamentos de Nariño y Putumayo. La lengua propia de los Awa es el Awápit.
El pueblo Awa, tanto en Ecuador como en Colombia, ha visto amenazada su
existencia por diversas causas, las mismas que están relacionadas
fundamentalmente con la lógica destructiva del sistema capitalista sobre el
medio ambiente y que, por ende, atentan contra el propio ser humano. Las
principales amenazas para este pueblo tienen que ver con la destrucción del
ecosistema donde habitan debido a las actividades de las empresas madereras,
así como por la presencia de plantaciones agroindustriales de palma
africana, la minería, la colonización indiscriminada, la construcción de
carreteras sin criterio técnico y el conflicto armado que vive Colombia
originado por la explotación y represión desatada contra campesinos,
obreros, estudiantes e indígenas del hermano país por parte del
imperialismo norteamericano y las oligarquías vende patrias.
Tras la ejecución de los ocho indígenas, el gobierno de Uribe, los medios
al servicio de los grupos de poder en Colombia y en otros países que se
hicieron eco de las informaciones de sus colegas, organizaciones indígenas
colombianas, así como diversos grupos de derechos humanos condenaron a las
FARC-EP por lo que, con énfasis, calificaron como masacre.
El Diccionario de la Lengua Española define masacre como "la matanza
de personas, por lo general indefensas, producida por ataque armado o causa
parecida." Matanza es "la acción y efecto de matar", la
"mortandad de personas ejecutada en una batalla, asalto, etc.".
A partir de la definición expuesta y del comunicado de la Columna Antonio
José de Sucre de las FARC-EP que falsimedia, como es obvio, no tomará en
consideración para llevar adelante un proceso de investigación serio sobre
el hecho, ni tampoco los intelectuales "progre" enquistados en las
diversas onG,s preocupados en forma abstracta de los derechos humanos sin
cuestionar al sistema que los viola y, mucho menos, el régimen uribista,
hay que señalar que el término adecuado para explicar lo sucedido es el de
ajusticiamiento realizado contra un grupo de personas detenidas por una acción
que, en un conflicto armado, para una organización revolucionaria en armas,
es considerado como un delito grave.
Esto ha sucedido históricamente en todos las conflagraciones bélicas. No
se puede analizar la realidad de la guerra a partir de consideraciones de
carácter moral, sino a partir de las condiciones reales objetivas en las
que se desenvuelve un conflicto. Y esto, de ninguna manera, significa que se
pueda aceptar como válido todo lo que se haga por parte de uno de los
bandos en conflicto con el que alguien se identifique en una guerra. Lo
importante es, como explica Alfonso Sastre, en primer lugar, distinguir las
cosas, identificar sus causas, para poder entenderlas.
¿Qué papel cumplían esos ocho indígenas? Si lo expuesto por la columna
de las FARC-EP es real, no es otro que el de informantes, de soplones. Si
esto ha traído como consecuencias que la guerrilla sea golpeada, no quedaba
otro camino para la organización revolucionaria que tomar medidas severas
contra quienes, de una u otra forma, están afectando a sus intereses. Esta
medida se puede haber tomado contra indígenas Awa o de otra nacionalidad o
personas de cualquier grupo étnico. Falsimedia y los maestros de propaganda
del uribismo, así como los despistados intelectuales "bien
pensantes" hablan de masacre contra el pueblo Awa, queriendo con ello
presentar ante el mundo que hay una política deliberada por parte de las
FARC-EP para exterminar a ese pueblo. Nada más falso y alejado de la
realidad. La lucha, dice el comunicado de la Columna Antonio José de Sucre
de las FARC-EP, no es contra los indígenas, sino contra personas
determinadas que "independiente de su raza, religión, etnia, condición
social, etc., aceptaron dinero y se pusieron al servicio del ejército en un
área que es objeto de un operativo militar".
¿Se debe condenar este hecho? Depende con el lente con el que se lo vea y
desde la óptica que se lo quiera mirar. Para los poderosos, explotadores y
asesinos del pueblo colombiano este reconocimiento público de las FARC-EP
de la ejecución de estos informantes, constituye un elemento para desatar
otra feroz campaña mediática en su contra y descalificarlos, nuevamente,
ante la comunidad internacional. El mundo está "horrorizado",
dicen los medios del engaño, frente a ésta "atrocidad que debe ser
condenada". La lucha de los débiles contra sus opresores y sus
esbirros, una vez más, es presentada como un acto criminal y, por ende,
irracional. Para quienes están del lado equivocado, es decir del lado del
que no están los poderosos, estas acciones están justificadas por los
actos que llevaron adelante esos sujetos al poner en riesgo la vida de las y
los guerrilleros farianos, así como de su organización. Los medios que hoy
están "horrorizados", que no investigan y que pretenden analizar
la realidad desde sus concepciones morales y religiosas, no ponen el mismo
acento, ni se aterran cuando el Estado fascista colombiano, el régimen
uribista, el ejército asesino de ese país y los paramilitares masacran a
poblaciones, a campesinos, a obreros, a estudiantes indefensos, para luego
presentarles como guerrilleros abatidos en combates. Sobre esos falsos
positivos prefieren hacerse de la vista gorda y no ser tan sentimentales.
Eso es cinismo. Como lo es el querer presentar la acción de la Columna
Antonio José de Sucre como un hecho criminal contra todo un pueblo, cuando
fue una acción legítima de defensa contra un grupo de personas que estaban
espiando para el ejército colombiano, alentadas por la política de
sobornos, de chantaje y de compra-venta de personas a las que el gobierno
uribista, a través de su política de seguridad democrática, las ve únicamente
como mercancías.
E igual de hipócrita es la conducta de quienes hoy condenan este acto de
las FARC-EP, cuando mantuvieron un silencio cómplice o se alinearon
descaradamente con el régimen narcoparamilitar de Uribe cuando éste mando
a reprimir las marchas de indígenas y campesinos realizadas en el mes de
noviembre de 2008. O el mutismo cobarde que mantienen frente a los ataques y
acusaciones de Uribe contra el movimiento de personalidades a nivel mundial,
comprometidas en forma efectiva para llevar adelante el proceso de paz en
Colombia.
En esta guerra psicológica de baja intensidad, los intelectuales progre y
los indigenistas que pretenden ver dentro de sus pueblos un mundo solo de
bondad y pureza, olvidan que en todo grupo humano que vive condicionado por
las circunstancias políticas, económicas, sociales, culturales e ideológicas
en las que el capitalismo ha sumido a la humanidad toda, de una u otra
manera, también existen contradicciones y conflictos marcados por
cuestiones de diverso tipo que empujan a determinados individuos a actuar
bajo ciertos parámetros que, en muchas ocasiones, pueden ser repudiables
como son la traición o la entrega de información a cambio de dinero o para
recibir algún favor o para velar por sus propios intereses en desmedro del
colectivo social. En cada grupo humano, en cada vínculo que establecemos
también está presente el patrón de interacción social clasista y la
concepción ideológica que tenemos respecto al mundo que nos rodea. Y
dentro de los Awa, también deben existir esa clase de sujetos miserables.
Uribe y sus secuaces narcoparamilitares como Juan Manuel Santos, están
desesperados porque hace un año, con bombos y platillos, anunciaban el
cercano fin de las FARC-EP. Hoy, la organización revolucionaria ha
demostrado una positiva capacidad de adaptación al nuevo escenario de lucha
que se le ha planteado, lo cual le ha permitido afianzarse una vez más en
el combate. De igual manera le ha demostrado al mundo su voluntad de querer
llegar a un acuerdo humanitario para el canje de prisioneros. Y por último
ha demostrado, pese al costo político y los embates que sufrirán, tener
honestidad al reconocer sus acciones. Eso es lo que a los narcoparamilitares
del uribismo les tiene irritados. Por ello deben aprovechar cada cosa para
golpear propagandísticamente a las FARC-EP.
Pero la realidad, al igual que se demostró en relación al espectáculo
teatral realizado magistralmente Ingrid Betancourt durante y después de
estar como prisionera de las FARC-EP, analizado con precisión por Jesús
Santrich en uno de sus escritos, una vez más permitirá confirmar de qué
lado está la verdad y de qué lado está la mentira y el engaño.
Dax Toscano
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