Nuevas miradas sobre Ferrer i Guardia
Ser trabajador (y no digamos trabajadora) en 1909, era ser menos que nada.
No existía ningún derecho social establecido, ni a la salud, ni a la
escuela, y mucho menos a la justicia. La justicia era el orden, y el
Estado aparecía por los barrios proletarios para castigar y amedrentar.
Para el desahucio, la leva, cuando no persiguiendo a un agitador. Los que
habían sido carne de cañón como soldados en cubra, y ahora en Maruecos,
sobrevivían como mendigos. Pero los grandes amos a los que servían,
aquellos que además se beneficiaban del expolio colonial (un
“totalitarismo” sin cuentos según Hannah Arendt, un detalle de su obra que
los intelectuales domesticados descuidan), aún se atrevían a efectuar sus
ceremonias con sus escapularios y estampitas. Amos como el marqués de
comillas, grandes señores que habían aprendido a ceder parte de sus
ganancias a una “beneficencia” gestionada por la Iglesia católica.
Señores que como el marqués de Comillas, el “pirata” Juan March o Francesc
Cambó al que se le ha erigió un monumento en la Avinguda Pau Claris de
Barcelona que de hecho, tenía que haber inaugurado un general Franco
agradecido, amasaron cuantiosas fortunas, y sirvieron a sus majestades, a
una monarquía que se sostenía en una casta militar tan desorbitada como
carente de los valores más elementales. Y entre unos y otros la “gran
canalla”, una Iglesia que no había levantado un dedo contra la esclavitud
en las colonias, y que tenía como misión las escuelas, y que debía amansar
a los pobres con las migajas de la caridad y con la sumisión…Contra todo
estos se estaba construyendo un movimiento obrero, dos años después de la
Semana Trágica se creaba la CNT, unos años más tarde CNT y UGT animaban la
primera huelga general (agosto de 1917). Y también estaban los
intelectuales algunos de los cuales como Unamuno tuvieron una relación
episódica con el socialismo marxista o libertario…
Ninguno llegó tan lejos en su rechazo a este estado de cosas como Francecs
Ferrer i Guardia (Alella, Barcelona, 1859-Barcelona, 1909), célebre
fundador de la Escuela Moderna que, al ser fusilado por la reacción, se
convierte, como dice la estatua que le dedicó el ayuntamiento socialista
de Bruselas, en «un mártir de la causa de la libertad de conciencia».
Verdadera «bete nôire» para la derecha, incluso para los liberales (uno de
ellos, Jesús Pabón, escribe «el gran hombre era un nombre a media. Medio
Landrú; a medias inteligente e ilustrado; educador a medias y a medias
hombre de acción; a medias trabajador material, maestro sin título, y
burgués adinerado» (Cambó, 1876-1918, Alpha, Barcelona, 1952, pp.
334-335).
Maldecido durante la época franquista por sus adictos, querido y respetado
por el pueblo llano y sobre todo por los “trabajadores conscientes”,
Ferrer fue objeto en los años siguientes de una nueva mirada y de una
importante revalorización; en Barcelona se creó una Fundación con su
nombre, nombre que contiene una tentativa educativa que, ante todo,
expresaba la necesidad y la voluntad por parte de los trabajadores por
acceder a una educación plena y libre. Surgido en el seno de la una
familia campesina, Francecs era el séptimo en una prole de once hijos. Su
primera experiencia escolar le causó una impresión imborrable, que le hará
decir décadas más tarde: «Educar equivale a domar, adiestrar, domesticar
(…) para hacer la bases de la Escuela Moderna no tengo más que tomar lo
contrario de lo que viví en mi infancia». Más tarde conoció una
experiencia más liberal y llegó a planear el acceso a estudios superiores
a través de los jesuitas ya que no tenía otros medios posibles, pero se
opuso su familia que tenía poderosas convicciones anticlericales.
Francecs emigró a Barcelona y en 1879 consiguió trabajar como revisor en
una empresa ferroviaria, iniciando por esta época sus lecturas
librepensadoras y libertarias, y haciéndose sospechoso al organizar una
biblioteca ambulante entre los obreros de la compañía. En 1884 ingresó en
la masonería. Exiliado a París con motivo de su participación en la
intentona republicana del general-brigadier Villacampa. En 1864, dará
clases de castellano, al tiempo que conoce y hace amistad con algunos
destacados anarquistas como Malato y Grave. Rompe con el republicanismo y
militará en el Partido Socialista francés en cuyo nombre tomará parte en
el Congreso de Londres, en 1896, de la Internacional Socialista. Gracias
al legado económico de su discípula Jeanne-Ernestine Meunier —sus
biógrafos lo presentan como un hombre con una activa vida sentimental,
aunque en este caso concreto, Ferrer aseguró siempre que se trataba de una
relación estrictamente intelectual—, le permite regresar a Barcelona para
instaurar la Escuela Moderna que, en pocos años, entre 1903 y 1906,
consigue funcionar normalmente y convertirse una alternativa a la
enseñanza vigente, tanto religiosa-oscurantista como a la
liberal-burguesa. Influenciado por el sindicalismo revolucionario francés
y por anarquistas españoles como Anselmo Lorenzo —que colabora
estrechamente en el proyecto—, Ferrer destaca, no tanto como teórico ni
siquiera como pedagogo inminente, sino como un militante que ha sido capaz
de poner en pie una institución que consigue la admiración de los
desposeídos y el odio visceral de la Iglesia y del Estado.
En sus clases, así como en su boletín pedagógico, así como en su
editorial, Ferrer desarrolla una impecable labor de negación de los
valores dominantes. En sus clases de historia y de aritmética, por citar
un par de ejemplo, se enseña, en el primer caso, que la historia ha sido
hecha por el pueblo y por el trabajo, en el segundo, se explica la
economía capitalista y como explota a los trabajadores. Denuncia tanto la
escuela religiosa como la burguesa, porque tanto una como otra son meros
instrumentos de la clase dominante, y se plantea la necesidad de
«demostrar a los niños que mientras un hombre dependa de otro hombre se
cometerán abusos, habrá tiranía y esclavitud, estudiar las causas que
mantienen la ignorancia popular, conocer el origen de todas las prácticas
rutinarias que dan vida al actual régimen insolidario, fijar la reflexión
de los alumnos sobre cuanto a la vista, se nos presenta, tal ha de ser el
programa de la escuela racionalista».
Como la escuela tradicional en un instrumento de opresión y de transmisión
de dogmas sociales reaccionarios, Ferrer quería que la suya fuese la
«negación positiva de la escuela del pasado perpetuada en el presente.
Para ello se apoya en, la ciencia vigente en aquel entonces» aunque
sobrevalora sus posibilidades por que ve en el materialismo positivista
una ruptura con la ciencia anterior y la considera libre de una
determinación de clase. Su sistema pedagógico puede ser definido sobre la
base de los siguientes elementos: laicismo, científismo,
antiautoritarismo, antiestatismo, igualitarismo y: respeto a la
personalidad del alumno. Convencido antimilitarista e internacionalista,
Ferrer ha pasado, a pesar de sus limitaciones obvias, a la galería de los
clásicos del socialismo en materia escolar.
Ya en 1906, Ferrer fue acusado de complicidad en el atentado de Mateo
Morral contra Alfonso XIII, pero tuvo que, ser exculpado (ver en este
punto la nota sobre Alban Rossell). Al salir, reanuda sus actividades,
promueve la revista L´Ecole Renouvée y funda la Liga Internacional para la
Educación de la Infancia, en la que colaboraron entre otros, G.B. Shaw,
Berthelot y Gorki. Tras un par de años de actividad libre, su nombre pasa
a ocupar las primeras páginas de los periódicos cuando es detenido,
juzgado y condenado a muerte como «autor y jefe de la rebelión», o sea por
los acontecimientos de la Semana Trágica, durante la cual, precisamente,
la intervención de Ferrer estuvo carente de significado militante. Se
trataba, a todas luces, de un pretexto que apuntaba en doble sentido:
castigar a un «chivo expiatorio» (y Ferrer sustituía la ausencia de
líderes reconocidos por la clase obrera} y de paso, liquidar una
institución contestaría que preocupaba hondamente a la derecha.
Este asesinato, llevado a cabo por el gobierno Maura con el consentimiento
del monarca y el entusiasmo de la Iglesia y del ejército, fue un revulsivo
que unificó a grandes muchedumbres en toda Europa, en las dos América y
hasta en el Japón. Ferrer que poseía un relativo prestigio, se vio
catapultado a la celebridad y la corriente anarquista vivió numerosos
intentos de reproducir su experiencia, al tiempo que lo convirtió en
mártir emblemático a una altura que le ha permitido ser comparada con la
de Galileo o de Miguel Servet, entre otras cosas porque simbolizaba el
martirologio libertario en España. En aquel entonces, la Internacional
Socialista desplegó una considerable actividad solidaria, en tanto que el
anarquismo internacional lo hizo su principal referente en materia
pedagógica.
Desde mediados los años setenta se fueron multiplicando las ediciones de
sus escritos sobre La Escuela Moderna (la más asequible quizás fue la de
la paradigmática editorial ZYX, Madrid), Tusquets-Acracia (Barcelona),
ambas en 1976; y Júcar en 1977; La vida y la obra de Ferrer i Guardia, de
su hija Sol Ferrer, la editó Tusquets-Acracia; Ferrer i Guardia y la
pedagogía libertaria, de Jordi Monés y Pere Sola apareció en Icaria
(Barcelona 1977), sin olvidar una incisiva película documental, ¡Viva la
Escuela Moderna!, de Adolfo Dofour Andía, emitida por televisión…ahora nos
está llegando un aluvión de nuevas aportaciones, algunas de las cuales ya
mencionábamos en un artículo anterior. Entre ellas he podido repasar la de
Julián Granado, De la humanidad y la polilla. Todas las caras de Ferrer i
Guardia (anagrama, Barcelona, 2009, que me parece una buena novela que se
acerca a Ferrer desde la rica biografía de su hija Sol, y que ofrece una
lectura muy detallada y abierta de la personalidad de Ferrer así como de
quien trató de mantener viva su memoria y su ejemplo en un mundo cambiante
y convulso.
Hablamos de Sol Ferrer, pero quizás habría que hacerlo también de Joan
Puig i Elías, que fue el máximo exponente de la escuela racionalista
anarquista después de Ferrer i Guardia (Sallent, Barcelona, 1895-Porto
Alegre, Brasil, 1972). Fue el director de la escuela "Natura" creada en
1918 en la barriada del Clot por el sindicato "La Constancia" del Arte
Fabril y Textil, y durante la guerra pasó a presidir el Consejo de la
Escuela Nueva Unificada (CENU) creada tras un decreto firmado por Companys
en cuyo preámbulo se decía: "La voluntad revolucionaria del pueblo ha
suprimido la escuela de tendencia confesional. Es la hora de una nueva
escuela inspirada en los principios racionalista del trabajo y de la
fraternidad humana". Presidente de la sección de maestros del Sindicato de
Profesiones Liberales de la CNT, Puig i Elías fue también concejal del
Ayuntamiento de Barcelona y miembro de su Comisión de Cultura. Su actitud
un tanto egocéntrica y su beligerancia a favor del idioma catalán
provocaron agrias críticas en determinados sectores del
anarcosindicalismo. Cuando Segundo Blanco ocupó la cartera de Instrucción
pública, Puig i Elías fue nombrado subsecretario de dicho ministerio. Ya
en el exilio fue designado en 1945 secretario del CN del Movimiento
Libertario Español. Los últimos años de su vida transcurrieron en
Sudamérica, y falleció en Porto Alegre, Brasil. En 1970 publicó su única
obra: El hombre, el medio, la sociedad.
Pd. El pasado miércoles (29-07-09), la señora Rahola lanzaba desde su
plataforma en el diario del conde Godó “La Vanguardia sus rayos y truenos
contra los que habían conmemorado el centenario de la Semana Trágica con
una serie de pintadas en la que se repetía que “La única Iglesia que
ilumina es la Iglesia que arde”. Parece obvio que el gesto y el
infortunado “slogan” le ha recordado sus cuentas pendientes con la
izquierda extramuros, y la novia de Sharon despliega su dimensión
insultante contra “la empanada mental de estos revolucionarios de
bolsillo”. Luego, en una de sus cabriolas intelectuales, la periodista
neoliberal habla en nombre de Ferrer al que trata de “gran pedagogo” para
efectuar una descripción de los hechos en los lo único hermoso es la
correspondencia entre Unamuno y Maragall…
No voy a entrar en el extraño detalle de la fobia que el primero mantuvo
hacia Ferrer i Guardia, en cuanto al segundo, en una de sus cartas
proclama que nunca una Iglesia le pareció tan digna y auténtica como
después de ser quemada. Le recordaba aquella otra Iglesia que ganó el
fervor de los esclavos, y que vivía en una cierta comunión de bienes y
personas. No era esto lo que había antes…La quema de Iglesias fue un
desastre, pero sobre todo porque desvió la ira proletaria hacia los
cómplices, y no hacía los responsables, en primer lugar la monarquía. La
señora Rahola no dedica ni media línea a hablar del abismo social, del
horror de la guerra colonial (sobre todo para todo los “islamistas”
masacrados y convertidos en “cafres” que no merecían sino odio). Ni media
línea sobre la clase trabajadora, y su situación esclavizada. El problema
son pues las pintadas que, hay que decirlo, vuelven a caer en lo mismo:
apuntan mal.
No sé si habrían pintado las fachas de iglesias como la del Pi o la de
Sant Medir, que como muchas otras, sirvieron en su día como “catacumbas”
para la lucha clandestina contra el franquismo, y todavía en fechas
recientes, sirvieron de “santuario” para los emigrantes que luchaban por
ser reconocidos como personas de pleno derecho.
Pepe Gutiérrez-Álvarez en Kaos en la Red