"El arma no es lo fundamental, sino el ser humano que está detrás de ese
arma"
La presente entrevista pertenece a un conjunto de entrevistas que, a su vez,
constituye una ambiciosa indagación que hemos comenzado recientemente por
parte del Equipo de Investigación y Entrevistas -conformado, en principio,
por Marcelo Colussi / Rodrigo Vélez-Guevariando, y al que pertenecen otros
investigadores que también harán su aporte próximamente-: "Historia de la
Revolución Inconclusa". También hacen parte de esa iniciativa las
entrevistas a Alba Estela Maldonado (Comandante Lola), de Guatemala, Abel Bo,
de Argentina, Mario Rossi de Uruguay y al MIR Batallón Chile, oportunamente
difundidas en la red. La idea en juego es poder conversar sobre diversas
cuestiones de interés para la izquierda latinoamericana, centrándonos en
principio en un balance crítico de los movimientos armados, de los cuales
todos los entrevistados/as formaron parte en el pasado reciente.
En esta oportunidad nuestro equipo de trabajo localizó, en un país
latinoamericano, a un antiguo combatiente internacionalista chileno, que
perteneció por muchos años al Frente Patriótico Manuel Rodríguez -FPMR- de
Chile, formando parte de sus estructuras de dirección, y como tal,
responsable de los errores y aciertos del grupo político militar que
desarrolló espectaculares acciones armadas, tales como el atentado en contra
del dictador Augusto Pinochet, la internación de armas por Carrizal Bajo en
el norte de Chile y la espectacular fuga en helicóptero de la cárcel de alta
seguridad de Santiago de cuatro de sus miembros. Hoy este combatiente, al
que solo identificaremos por razones de seguridad como Gustavo Ríos, sigue
militando apegado a sus ideas y ayudando a construir organización
revolucionaria en otra parte del continente, distinta a Chile sin dudas,
pero que no le constituye un problema. Se reconoce hijo del continente y
está dispuesto a "regar su sangre en cualquiera de nuestros países luchando
por un futuro socialista".
"Gustavo Ríos" es un conversador nato y pone énfasis en cada cosa que dice
como haciendo memoria. No tiene la típica estampa del guerrillero que se ha
difundido como estereotipo; más parece un oficinista ameno y despreocupado
que va de compras después del trabajo y nada indica o delata su actual labor
militante. Aún conserva su aspecto juvenil y está lleno de pasión
revolucionaria que se encarga de trasmitir y contagiar a quien lo escuche.
Cuando terminamos nuestra charla, se va caminando rápido y se pierde en la
multitud de colores y murmullos que llenan la tarde de esta capital
latinoamericana. La conversación con el ex rodriguista y actual militante
latinoamericano, se ha extendido por horas y este es el resultado de nuestro
trabajo.
Pregunta: Luego de la experiencia de estas últimas décadas en Latinoamérica,
hay quien dice que los movimientos armados en la actualidad no tienen
viabilidad, aunque de hecho al menos en dos países (Colombia y el sur de
México) existen y están operativos. ¿Qué balance podemos hacer respecto de
estos movimientos y de su lucha en estos años pasados, y qué perspectivas de
futuro podría pensarse para propuestas armadas en la región?
Gustavo Ríos: Primero que todo debemos situar a los movimientos armados en
un contexto histórico concreto y también hacer la diferencia entre
movimientos armados y movimientos revolucionarios. Esas respuestas armadas
existen en nuestro continente desde la misma invasión española. En algunas
regiones con mayor intensidad que en otras y con cierta intermitencia
histórica, pero esa realidad en nuestro continente es una constante
histórica. ¿Por qué? Porque a partir de la invasión española, la
explotación, la miseria, el castigo despiadado, la violación de nuestras
hermanas mujeres, la saña psicópata de la criminal empresa capitalista que
significó tal invasión, se entronizó en nuestro territorio en un intento por
someter por la violencia más extrema y sádica, a nuestros pueblos
originarios.
El capitalismo que recién nacía en aquella época, ya mostraba su
característica más permanente e identificativa: el terrorismo despiadado de
las clases dominantes, usado para someter a los pueblos y robar sus
riquezas, su trabajo, su cultura, su lengua y hasta su descendencia. Toda
esta situación, tenía que originar una natural respuesta de nuestros pueblos
en tanto ejercer su inobjetable derecho a la autodefensa y a la rebelión
frente al robo y la explotación capitalista. De tal forma que de lo anterior
se desprenden dos hechos que habitualmente pasan desapercibidos para muchos:
las rebeliones indígenas y de nuestros pueblos originarios en contra del
invasor son luchas de autodefensa anticapitalista, ya que la invasión fue
una empresa eminentemente capitalista. Un segundo hecho significativo es que
el ejercicio de la rebelión por parte de nuestros pueblos es eminentemente
en respuesta frente a la agresión y la barbarie que nos trajo el capitalismo
y que, por lo tanto, está plenamente justificada.
Hasta hoy, nuestros pueblos han ejercido la rebelión con un carácter
definitivamente defensivo en un intento por preservar su derecho a la vida,
al trabajo, a la cultura, a su relación armoniosa con la naturaleza. De tal
forma que la actualidad de una u otra forma de lucha, está en directa
relación con nuestras capacidades defensivas frente a la explotación
capitalista, y allí donde hoy aún existen movimientos con gran capacidad
operativa, es donde los pueblos han podido acumular más fuerzas para
defenderse del terrorismo de la burguesía.
Por otro lado, yo no hablaría de movimientos armados sino de movimientos
revolucionarios. La existencia de movimientos armados esta fuera de
discusión. Estos, al igual que la guerra y las acciones armadas o violentas,
se dan en todo tiempo y lugar, son la constante histórica más regular, sobre
todo en el capitalismo, pero que también fue una de las características
principales de las anteriores formaciones sociales basadas en la explotación
de unos seres humanos por otros. Una vez que hemos situado estos hechos en
lo que a mi juicio es su perspectiva real, estamos en mejores condiciones
para responder la interrogante planteada.
Primero, que todo señalar que los movimientos revolucionarios
latinoamericanos tienen momentos de desarrollo histórico distintos, pero que
no escapan a ciertas etapas en su evolución política y en su maduración.
En las postrimerías del siglo XIX surge con una fuerza incipiente un
movimiento obrero que se empieza a organizar y movilizar en torno a la
defensa de sus intereses más inmediatos. Esta fuerza naciente del movimiento
obrero está condicionada al desarrollo que alcanzan las fuerzas productivas
en los países de la región. De allí que en algunos países como Chile y
Argentina surge una clase obrera con gran presencia y muy combativa.
El segundo ciclo lo podemos ubicar en el nacimiento de algunos partidos
comunistas y proletarios impulsados fuertemente por la gran revolución de
octubre de Rusia en 1917. Son partidos que, en su nacimiento, expresan más
bien un programa general basados en el marxismo que se empezaba a conocer en
el continente y que no expresaban claramente una vocación de poder, pero que
sin duda le dan un nuevo impulso al desarrollo de la conciencia política de
la clase obrera.
El tercer ciclo lo podemos ubicar cuando estos mismos partidos asumen como
estrategia general la constitución de frentes populares en una alianza
política que tiene a una parte de la burguesía en la dirección de dicho
frente, que se organiza no para la toma del poder por el proletariado, sino
básicamente en busca del desarrollo del “capitalismo nacional”, que
desarrolle el aparato productivo y que “prepare las condiciones” para el
socialismo. Este ciclo marca sin duda todo un período donde se expresará la
renuncia a utilizar al marxismo en una dimensión creadora, su verdadera
esencia creemos nosotros, y salvo honrosas excepciones como José Mariátegui
en Perú y otros, se procede de una forma mecánica y muy alejada de la
realidad objetiva.
El cuarto ciclo de desarrollo lo podemos ubicar claramente en el inicio y
triunfo de la revolución cubana, que significará toda una herejía para gran
parte del movimiento comunista de aquellos años. En el surgimiento de la
revolución cubana influyen muchos hechos, pero uno de ellos, que se ha
soslayado en el tiempo, es la decisiva influencia de la observación que
hacen los revolucionarios de la realidad objetiva y cómo constatan por ellos
mismos que la clase dominante no se detendrá ni frente al crimen ni a los
métodos más sanguinarios con tal de conservar el poder, y también la
inclusión dentro de los paradigmas de los revolucionarios que condujeron ese
proceso de otra lectura de los clásicos del marxismo y otra forma de mirar
nuestra historia.
Con este cuarto ciclo de desarrollo histórico se inicia sin duda todo un
replanteo de los revolucionarios en torno al problema del poder y surgen
distintos esfuerzos organizativos que buscan llenar el vacío histórico
frente a este problema. Pero también debemos decir que el surgimiento de
organizaciones que incorporan el elemento militar a su política, y por
consiguiente una estructura en este sentido, no determina el carácter
revolucionario de la misma. En nuestro continente no son pocas las
organizaciones que, sin ser revolucionarias, han incorporado el elemento
militar a su política, lo que quiere decir que esto no determina el
objetivo. Esto nos lleva también a plantearnos muy claramente que siempre lo
central será el contenido político de las organizaciones que asuman el
elemento militar y que actúen en consecuencia.
No podría pretender hacer aquí un balance de todos estos movimientos, porque
ya dije que todos corresponden a realidades distintas y muy diversas, pero
hay algunos elementos comunes que podemos rescatar y que quizá podrían
servir para un ejercicio de esa naturaleza.
Un primer elemento se podría situar en el corto tiempo de desarrollo que
tuvieron estos movimientos antes de la ofensiva de la contrarrevolución.
Varios de ellos estaban en pleno desarrollo para el momento de la ofensiva
contrarrevolucionaria. Un segundo elemento es que estos movimientos surgen
desde fuera y muchas veces en contra de los partidos de la izquierda
tradicional, la que en muchos lugares jugó a combatir el desarrollo de estos
grupos con una miopía política de proporciones; pero ya ese es otro tema.
Por último, un tercer elemento de suma importancia es la falta de un
análisis integral de los factores que pueden intervenir en el desarrollo de
la lucha revolucionaria, como por ejemplo, no asumir en la práctica concreta
el desarrollo de una infraestructura estratégica para el período de alza de
la contrarrevolución y las conformaciones de partidos abiertos y con sus
cuadros más importantes, totalmente encuadrados por la inteligencia enemiga.
Entonces aquí aparece una contradicción entre diagnóstico muchas veces
acertado del momento de crisis que vive el capital y de su necesidad de
desatar la contrarrevolución, con cambios estructurales cualitativamente
distintos desde el punto de vista de la explotación y en contraposición; nos
encontramos con una construcción política-orgánica que podríamos llamar
precaria de las condiciones del enfrentamiento, y por lo tanto la derrota
sufrida posteriormente debemos situarla en una dimensión teórica política.
Podríamos decir, y perdónenme lo largo de la respuesta, que estos
movimientos nunca se han ido del todo, más bien muchos de ellos se vieron en
la obligación de hacer un repliegue estratégico y replantearse muchas cosas
a partir del reflujo general que sufrió el movimiento de masas producto de
la represión y el desenfreno de las políticas genocidas del capital en la
región. Pero podemos decir que la organización de aquellos movimientos
revolucionarios durante los 60, 70 y 80 del siglo pasado supusieron el
primer gran intento ofensivo contra el capital en nuestra continente,
inaugurando un nuevo ciclo histórico que aún está en maduración en muchos
lugares, como es la organización revolucionaria de carácter ofensivo por
primera vez en nuestra historia desde que la invasión española nos implantó
a sangre y fuego el capitalismo.
La derrota de algunos de esos movimientos fue sin duda de carácter
teórico-político, de apreciación del enemigo, de preparación adecuada para
el desarrollo de un tipo de lucha que se fue aprendiendo en el camino y que
no podía estar exenta de errores por la misma causa, pero como bien ustedes
dicen en la pregunta, la existencia de varios movimientos de este tipo no
sólo en Colombia y México, sino también en Paraguay, en Ecuador, en Chile y
en otros lugares, habla de que la necesidad de defenderse del capital no ha
terminado; más bien se intensifica y se necesita más que nunca, justamente a
raíz de la crisis que sufre el capital y que busca por todos los medios que
la paguen los trabajadores, los explotados, para lo que usa la violencia
estatal, policial y paramilitar en su intento de perpetuarse en el poder
real de la economía y la política.
Los pueblos han ido asumiendo el desafío de pasar a la ofensiva, y esa es
una gran conquista desde el punto de vista teórico, político y, por qué no
decirlo, práctico. Hoy, a partir de esas experiencias, nadie que se plantee
seriamente la derrota del capital piensa que esto se logrará por medios que
no impliquen un fuerte componente de aguda lucha en todos los terrenos. Eso
quiere decir que se observa un salto cualitativo en estos movimientos
revolucionarios que va madurando lentamente, quizás demasiado lento para las
necesidades actuales según mi criterio, pero que sin duda responde a
condiciones impuestas tras la derrota sufrida.
Lo anterior a mi criterio es muy importante, ya que en ese período se
eliminaron decenas de miles de cuadros políticos y dirigentes que habían
demorado muchos años en formarse al calor de la teoría revolucionaria y de
la práctica concreta de construir organizaciones revolucionarias de combate.
Todo esto ayuda a condicionar en cierta medida el desarrollo actual de los
niveles de enfrentamiento en el marco de la lucha de clases, y explica en
parte el porqué no existen respuestas más contundentes en medio de la brutal
embestida del capital en contra de las y los trabajadores.
Pregunta: No hay dudas que, luego de estas décadas de represión feroz, a lo
que se suma el empobrecimiento por los planes neoliberales, los pueblos han
quedado desorganizados, incluso desideologizados. A todo eso hay que
agregar, como un elemento negativo más en contra de la lucha popular, el
nivel tecnológico que han alcanzado las fuerzas armadas del sistema. ¿Es
posible hoy, ante todo ese monstruoso aparato militar, ante esa disparidad
técnica tan enorme, sumada a la desorganización imperante, pensar como
viable una propuesta de lucha armada?
Gustavo Ríos: En la pregunta de ustedes hay varios elementos que aclarar. Lo
primero que debo señalar es que me parece un error hablar de neoliberalismo.
El capitalismo es uno solo en todo tiempo y lugar, independiente de la
táctica concreta que implemente para cumplir con su misión fundamental, que
es la acumulación de riqueza mediante el robo del plusvalor que produce el
trabajo de las explotadas y explotados.
Cuando hablamos de neoliberalismo como causante de los males de nuestros
países estamos asumiendo el discurso de la burguesía, que busca guardar como
carta de recambio cualquier otra fórmula que le asegure seguir con el
régimen de explotación del trabajo. Keynesianismo, Tercera Vía, Capitalismo
Popular, Capitalismo Andino, Desarrollo Sustentable, Desarrollo Nacional y
muchas otras denominaciones, son los nombres de fantasía que usa la
burguesía para presentar en un momento determinado una carta de recambio que
le asegure que no cambie nada y seguir la explotación de la fuerza de
trabajo. Lo que hemos sufrido como pueblos desde la misma invasión española
es capitalismo puro y simple, y lo distinto que podríamos señalar sería la
manera de aceleración de la acumulación, concentración y centralización del
capital.
Lo segundo es sobre la ideología. Tengo la impresión que nunca antes
habíamos estado tan ideologizados como ahora. Entendiendo a la ideología
como una imagen de la falsa conciencia. La clase obrera no posee ideología
sino que propone el desarrollo del pensamiento científico y un método
preciso para la observancia, sistematización y transformación de la realidad
objetiva, y eso para nosotros, revolucionarios, es el marxismo. No catecismo
sino ciencia, método y acción transformadora.
Refiriéndome al fondo de su pregunta, creo que hay que reconocer que los
niveles de organización de nuestra clase obrera y el pueblo pobre y
explotado hoy son muy bajos producto de muchos factores, siendo uno de los
más importantes la precarización del trabajo, operada como una gran
transformación estructural del capital a nivel internacional.
En toda la historia de la humanidad hasta nuestros días las clases
dominantes siempre han contado con el secuestro del conocimiento, y por lo
tanto, se han apoderado de los avances tecnológicos de cada una de la
épocas; no por ello han sido capaces de parar la rebelión de los pueblos que
luchan por su libertad, los cuales no pocas veces han salido victoriosos de
esas batallas a pesar de no contar con las herramientas técnicas deseadas
para el combate. Esto quiere decir que el arma no es lo fundamental, sino el
ser humano que está detrás de ese arma. De todas formas es un elemento
importante de tomar en cuenta, y de allí que resulte vital ganar para la
causa del proletariado a todos aquellos intelectuales y técnicos que cumplen
ciertas funciones en el aparato tecnológico, hoy secuestrado por el
capitalismo. Es una batalla que hay que dar y ganar lógicamente.
De todas formas, hay que entender que no existe, y no ha existido nunca,
solo la lucha armada. Esa es una vulgarización burguesa de la lucha de los
pueblos. Ni en medio de los combates más encarnizados, solo existe el
componente militar o armado. La lucha política y social toma distintas vías
de expresión, de desarrollo, y una de ellas es la militar, pero siempre lo
central será lo político-social.
La sola existencia de una estructura militar o guerrillera, ya sea en el
área rural o urbana, supone un paciente y largo trabajo teórico, político,
de propaganda y difusión, de masas, de lucha social y de inserción en esas
luchas. Una estructura de carácter militar implica un trabajo político
enorme que permite la existencia de dicha estructura.
Como pueden ver, nada más alejado de la realidad que hablar de lucha militar
o armada solamente. Ahora es necesario precisar como gran adquisición
teórica de nuestro tiempo, la combinación y articulación de todas las formas
de lucha en función de ir generando una correlación de fuerzas que, en un
momento determinado, pueda asestar los golpes definitivos al sistema y
derribarlo.
La propuesta siempre será de carácter político y debe contar con un fuerte
componente de masas. Son las mismas masas las que deben empezar a defenderse
y en algún momento plantearse pasar a la ofensiva, y hoy en muchos lugares
está pasando mucho de lo señalado hasta aquí, y mucho más que sería
imposible resumir en esta entrevista, pero podemos decir que lentamente los
pueblos empiezan a caminar hacia objetivos cada vez más definidos después de
décadas de terror y de siembra del derrotismo por parte del reformismo. Hoy
lo principal es romper los hilos invisibles de la dominación capitalista que
se nutre de muchos factores para someternos en el terreno teórico, político,
social, comunicacional y también organizativo.
Pregunta: Es decir que, luego de los procesos militares que vivimos en los
distintos países latinoamericanos, ahora se nos tiene maniatados con todos
estos hilos invisibles que mencionabas: la delincuencia común que crece, el
narcotráfico, los nuevos mecanismos de terror. Sin dudas, estamos
desmovilizados. ¿Cómo se logra nuevamente la movilización entonces?
Gustavo Ríos: Es interesante lo que plantean sobre la delincuencia y el
narcotráfico como medio de sometimiento y destrucción del tejido social.
Sobre este punto podemos decir con toda seguridad, que la misma empresa
capitalista no es otra cosa que la delincuencia organizada y estructurada en
el sistema productivo, financiero y político. La plusvalía no es otra cosa
que el robo permanente, sistemático y ascendente, del resultado de la acción
de los verdaderos productores, que no son otros que los trabajadores y
trabajadoras.
El crimen organizado no es otra cosa que una empresa capitalista, mediante
la cual la burguesía busca acrecentar su acumulación de capital, y en este
terreno también se cumple la lógica de acumulación, centralización y
concentración de capital.
Las pequeñas bandas de delincuentes ceden paso a grandes bandas
habitualmente controladas por agentes estatales, como policías y
funcionarios de otras reparticiones públicas que actúan a las órdenes del
capital. Este crimen organizado se pone a las órdenes de la burguesía para
hacer su trabajo sucio en contra de los sectores populares. Un traficante,
un dueño de casino, un lavador de dinero, los bancos que se prestan para
eso, no son otra cosa que la burguesía que actúa de acuerdo a sus intereses
de clase.
¿Cómo revertimos la actual situación? Yo creo que en muchas partes este
proceso ya empezó hace bastante tiempo. Pero la reconstrucción del tejido
social no es noticia de primera plana y por eso muchas veces no está a la
vista de todos. Pero si se fijan bien lo que pasa en la Araucanía, en
México, en Argentina, en Ecuador, en Venezuela, observamos cómo se ha
fortalecido la organización social en estos lugares y cómo estos sectores
empiezan a levantar sus demandas y sus luchas. Los sucesos recientes de
Bagua, Perú, nos hablan de una brutal represión, pero si hay represión, es
que hay lucha, y si hay lucha, hay organización.
Sin duda que los procesos reformistas en muchos lugares del continente, como
Bolivia, Ecuador y Venezuela, son el resultado de las luchas y de la
organización popular. El capitalismo pudo reconocer la fuerza imparable de
la protesta social y buscó utilizar su carta de recambio reformista para
remozar el sistema y lograr mantener la explotación y la dominación por
medio ahora de un rostro “progresista”.
La luna de miel de las masas con el reformismo durante estos años de cierta
bonanza económica, hoy en medio de la peor crisis del capital, empieza a
terminar y luego del desencanto inicial e inclusive de cierto
aprovechamiento que haga la derecha tradicional de la situación, las masas
empujadas por la necesidad de respuesta frente a los terribles problemas que
sufren día a día, volverán a movilizarse y aún con mayor fuerza que como lo
hicieron a fines de los 90 en muchos países.
Está claro que no se trata de sentarse a esperar a que esta situación
ocurra. El movimiento revolucionario tiene una oportunidad de oro para
extenderse, organizarse, dar la batalla teórica y ganar a importantes
sectores de las masas para el proyecto revolucionario. Hoy es el momento de
situarse en el espacio político con propuestas claras y con una conducta
consecuente en todos los terrenos.
Pregunta: De lo que se trata para volver a retejer esa organización popular
desde abajo es el trabajo de base, trabajo de hormiga, de organización casa
por casa prácticamente. ¿Y no es eso lo que, a su modo, hacen las actuales
iglesias evangélicas, extendidas por toda Latinoamérica?
Gustavo Ríos: El trabajo de base y de hormiga siempre lo ha hecho el
movimiento revolucionario y creo que esas iglesias lo que hacen es imitar el
trabajo que nosotros hemos hecho por muchos años. Es evidente que el trabajo
de las iglesias, cultos y sectas, tiene objetivos muy diferentes.
Reconociendo el tremendo papel de los cristianos comprometidos en los
procesos de lucha de nuestro continente, debemos decir que las iglesias
tienen como fin habitualmente mantener el adormecimiento de las masas
empobrecidas y alejarlas de la organización y lucha por la solución de sus
demandas.
El papel de los revolucionarios en este momento es dar la lucha teórica en
contra del reformismo y disputarle abiertamente el movimiento de masas.
Debemos salir de las catacumbas con ideas y con acciones concretas y
precisas que signifiquen la articulación de los distintos programas de
acción revolucionaria donde las masas se reconozcan y lo hagan suyo en todo
momento. Por lo tanto, no sólo se trata de trabajar en la base social del
pueblo, sino que saber con qué elementos trabajar y tener claridad para qué
nos organizamos junto a las masas. Esto no quiere decir abrir las
organizaciones revolucionarias para que puedan ser golpeadas por el enemigo.
Lo que tenemos que abrir es la política revolucionaria, preservando siempre
el partido y poniéndolo a salvo del trabajo enemigo si queremos realmente
construir un partido de combate.
A mi juicio la lucha por el programa revolucionario es hoy más importante
que nunca. Ese es el principal insumo de la lucha teórica en contra del
capital y sus aliados reformistas. Es el elemento articulador de toda la
organización popular, de su lucha y de su victoria. En el programa
revolucionario encontraremos nuestro vínculo con el movimiento de masas y el
sentido inmediato y último de su organización. Es el programa quien
rescatará a las masas del reformismo y las impulsará de nuevo a la lucha. Lo
anterior, unido a una estrategia revolucionaria y a una acertada táctica de
combate, conducirá a nuestros pueblos a la victoria.
Quiero aclarar que se debe distinguir claramente la lucha y construcción
teórica del teoricismo paralizante y academicista que tanto daño ha
provocado y provoca en muchos sectores que llegan a confundir el
conocimiento de lo que planteaba Marx o Lenin con ser marxistas o
leninistas. El marxismo, el mismo Marx o Lenin, no los podemos entender
fuera de la lucha por construir la herramienta política que les permita a
las trabajadoras y trabajadores liberarse del yugo del capital y empezar la
construcción del socialismo. Por lo tanto, sin práctica revolucionaria, la
teoría se duerme y termina siendo hasta un freno para la revolución. Lo
mismo que si abordamos solo el practicismo. Sin guía, sin ideas y proyectos,
estamos condenados al fracaso. La teoría va de la mano de la práctica y
también al revés en un devenir dialéctico.
Pregunta: Pese a ese retroceso en la lucha popular en todo nuestro
continente, se mantienen aún los movimientos revolucionarios armados en
Colombia (con dos fuerzas operativas) y en Chiapas, en el sur de México.
¿Qué perspectivas les ves hoy a esas propuestas?
Gustavo Ríos: Ya decíamos antes que eran muchas más las fuerzas operativas
en todo el continente y que no sólo están presentes en los países que
mencionan, pero para no eludir la pregunta, intentaré ofrecer mi opinión en
forma muy franca.
Todos los procesos tienen naturalmente orígenes y motivaciones muy
diferentes, y estos mismos van mutando con el tiempo. De tal forma que
podemos situar la situación tanto de México como de Colombia en escenarios
muy distintos.
En Colombia la existencia de estas dos fuerzas que mencionan, como son las
FARC y el ELN, son datos positivos, aunque han tenido que soportar una
fuerte embestida. Allí mismo se desarrolla un vínculo muy fuerte entre la
oligarquía criolla criminal y el imperialismo, con la presencia de bases
militares yanquis y asesores de todo tipo. Ya es un inmenso mérito la sola
existencia de estas fuerzas, aunque han perdido importantes cuadros y se han
visto en la obligación de hacer un replanteo hasta de carácter geográfico
que evidentemente, debilita su relación con el movimiento de masas que
también ha sido muy golpeado. No hay que olvidar que acaba de aparecer una
fosa común con más de dos mil cuerpos en su mayoría miembros de comunidades
y dirigentes sociales, lo que habla del alcance del genocidio que se está
cometiendo en ese país. Pese a todo lo anterior, allí se mantiene un
importante movimiento revolucionario que ha resistido una ofensiva
descomunal, demostrando una fortaleza muy importante, más allá de cualquier
consideración de tono menor, y con esto se pone de manifiesto que las formas
de lucha no es un problema de modas o algo parecido, sino que responden a
condiciones concretas de cómo se desarrolla la lucha de los pueblos en
contra del capital.
En México el EZLN y el zapatismo se han consolidado en el sur y mantienen
una fuerte disputa con el poder central en torno a la administración de
algunas comunidades, pero no han logrado extenderse al gigantesco país que
es México por varios motivos, entre los cuales, según mi opinión, sin duda
debe estar su planteamiento demasiado localista y donde el autonomismo juega
en contra del desarrollo de su movimiento.
En el mismo México funcionan y existen otras fuerzas políticos militares,
pero no existe mucha información de su relación con el movimiento de masas y
de su real influencia política a nivel más general. Por lo tanto creo que
estos dos procesos corresponden a realidades distintas y hay que mirarlos en
ese contexto que es muy disímil.
Creo que el EZLN tuvo el gran mérito de aparecer a la luz pública justo el
día de la entrada en vigencia del tratado de libre comercio con Estados
Unidos y Canadá y de abrir una luz en medio de la tan bullada globalización,
que en ese momento proclamaba el fin de la historia. Fue el clarín que
anunciaba la continuidad de la historia en tanto expresión concreta de la
lucha de clases
De todas formas, mi opinión al respecto de estos dos procesos es muy
limitada por la falta de información más precisa en qué fundarse, pero los
pueblos caminan lentamente a veces, hacia la victoria, que será producto de
pequeños y grandes hechos y batallas que se expresarán en un momento de
inflexión de la lucha de clases. Estos dos procesos con sus diferencias de
concepciones teóricas y de condiciones objetivas distintas, expresan sin
duda la maduración de la lucha de clases en esos países que debe contar con
la solidaridad militante de todos los revolucionarios.
Pregunta: Sin duda Chile fue escenario de un importante movimiento político
militar en las décadas pasadas. Sin embargo, todo ese desarrollo alcanzado
fundamentalmente por el MIR ha sido criticado por un sector de la izquierda
chilena que vio en la lucha armada un elemento de provocación que contribuyó
al golpe militar de 1973, con Pinochet a la cabeza. ¿Qué hay de cierto en
estos planteamientos? ¿Hasta qué punto reflejan la realidad de lo ocurrido
en Chile?
Gustavo Ríos:lo primero que debemos decir al respecto es que todo ese
argumento de lo que llaman “izquierda”, que en realidad es la vieja
socialdemocracia vestida con otros ropajes, es total y absolutamente falso.
Es la tergiversación más grosera de la historia de Chile y es el mismo
planteamiento de la dictadura fascista que dio el brutal golpe de Estado. Es
sintomático y triste escuchar en boca del presidente Chávez, por ejemplo, el
mismo argumento que usó la dictadura en Chile, y la pregunta que nos hacemos
es entonces: ¿por qué sucede esto de tan comunes planteamientos entre
personas que parecen tan distintas? Para comprender esta situación, tenemos
que situarnos en la realidad política social que vivía Chile en aquellos
años.
Lo primero que resulta a la vista es que en Chile en el período antes del
golpe de Estado no hubo lucha armada, no existió. Lo que existió fueron
algunas acciones de recuperación de dinero y otras de autodefensa de masas y
una preparación de fuerzas y de elementos técnicos muy precarios cuando ya
existía la certeza que el golpe militar venía.
El MIR de Chile desarrolló un consecuente análisis sobre lo inevitable del
enfrentamiento de clases a niveles superiores y del fracaso del reformismo
expresado en los partidos de la Unidad Popular para resolver la
contradicción fundamental de aquel momento entre socialismo y capitalismo.
Si el enfrentamiento era inevitable, era porque la burguesía no permitiría
los cambios revolucionarios por medio del empleo de la democracia burguesa y
por vías pacíficas. Quedaban solo dos caminos abiertos para el movimiento
obrero y popular en Chile en ese momento: o se cedía al chantaje de la
derecha y la burguesía y se paralizaba todo el proceso revirtiendo las
conquistas de los trabajadores y del movimiento popular, o se preparaba al
movimiento de masas para pasar a la ofensiva y se derrotaba a la burguesía
derrumbando todo el Estado burgués.
La burguesía comprendió mejor que nadie esta situación y se empleó a fondo
recurriendo a su brazo militar predilecto como son las fuerzas armadas. El
MIR alertó al presidente Allende de lo que se venía encima con mucha
anticipación. No olvidemos que el MIR había desarrollado un excelente
trabajo de penetración en las fuerzas armadas y tenía la información de
primera mano. Ya son míticos los marinos que denunciaron los planes precisos
sobre el golpe en la Armada de Chile y que fueron encarcelados bajo el cargo
de sedición en pleno gobierno de Allende luego de ser cruelmente torturados
en un buque de la armada.
¿Los revolucionarios debían cruzar los brazos frente a estos hechos o tratar
de impedirlos? El desarrollo de la fuerza militar del MIR era muy
incipiente, y qué decir de las demás fuerzas. Todo ese alarde sobre la
supuesta presencia militar de la izquierda revolucionaria y de acciones
armadas son en su mayoría inventos de la burguesía en todos sus segmentos.
El MIR en su mejor momento no sobrepasó los diez mil militantes a nivel
nacional y las fuerzas armadas sobrepasaban los 200 mil hombres. No
existieron acciones armadas de envergadura en Chile durante la presidencia
del presidente Allende que vinieran de la izquierda revolucionaria. Fue la
derecha fascista y su aparato militar propio, como fue el grupo terrorista
de “Patria y Libertad”, quien desarrolló voladura de puentes, acueductos y
gaseoductos, boicoteo las líneas de ferrocarriles, realizó asesinatos de
militares y de militantes de la izquierda y apoyó el tanquetazo, especie de
ensayo del golpe militar desarrollado en junio del 73.
En 1971 se promulgó por el Congreso Nacional, con mayoría de la derecha, la
Ley de Control de Armas y Explosivos, y se le confirió amplio poder a las
fuerzas armadas para su implementación. En virtud de esta ley, y tal como lo
confesaría años más tarde el propio dictador, se allanaron cientos de
fábricas en busca de supuesto armamento que nunca se encontró, pues era una
excusa para conocer el terreno de la clase obrera y acostumbrar a la tropa a
la represión hacia los trabajadores y reconocer la reacción de estos frente
a esta movilización militar. Eso lo confesó el propio dictador diciendo que
la promulgación de dicha ley por el Congreso Nacional fue fundamental para
ejecutar el golpe de Estado.
Aquí vemos también cómo la derecha fascista combinó la lucha parlamentaria
con las actividades sediciosas golpistas y también usando su aparato
paramilitar. También la derecha activó un urdido plan de movilización de la
burguesía y de capas medias favorecidas por el sistema capitalista, que en
ese momento logró arrastrar tras de sí a una parte de la población con una
fuerte campaña mediática y propiciando el desabastecimiento de alimentos y
otros productos, que le significaran descontento entre la población hacia el
gobierno de la Unidad Popular.
Como pueden ver, ya en el año 71 los planes golpistas estaban en marcha y no
existía ninguna amenaza guerrillera. La decisión del golpe de Estado se
había tomado mucho antes en el marco de las reuniones del grupo de los
cuarenta en Estados Unidos y se enmarcaba en la necesidad de ensayar la
nueva estrategia internacional del capitalismo con sus reformas
estructurales que buscaban elevar su tasa de ganancia.
Ahondando sobre el tema, podría citar el informe presentado al pleno del
partido comunista del año 77 sobre el vacío histórico rendido por Luis
Corvalán, en esos años su secretario general, donde afirmaba que el PC no
tenía ni contaba con una estructura militar que se opusiera al golpe
militar, y que las armas en poder de los militantes comunistas, no
sobrepasaban las mil, y todas de bajo calibre.
El MIR y otras fuerzas logran prender con una política novedosa y clara en
las masas campesinas, estudiantiles y luego obreras, logrando darle una
estructura a un concepto que recién nacía por aquellos años que era el
“Poder Popular”. Por medio de las coordinadoras sectoriales, los cordones
industriales y luego las coordinadoras zonales, donde se encontraban
obreros, pobladores y estudiantes, estas fuerzas se plantean la conformación
de un poder dual que empiece a disputarle espacios al poder central burgués
representado por el Estado capitalista.
Esa estructura social de la que hablo constituía un verdadero cerco en las
periferias, sobretodo en Santiago, y era el verdadero peligro que veían los
burgueses; el poder directo de las masas que amenazaba con sobrepasar el
poder formal del congreso y de las instituciones de la democracia formal
burguesa.
La disposición combativa de las tropas golpistas el mismo 11 de septiembre
habla de dónde consideraba la burguesía que tenía que golpear, y así fue que
las fábricas más importantes de Santiago fueron bombardeadas y se aisló
Santiago en referencia a la disposición de la fuerza obrera organizada en
los cordones industriales.
Como pueden ver, hasta aquí no aparecen las acciones de lucha armada de la
que habla el fascismo y el reformismo; lo que sí aparece era un incipiente
desarrollo de una política integral desde el punto de vista revolucionario
para la toma del poder, y este desarrollo integral suponía el desarrollo del
componente militar, no sólo como fuerza beligerante sino a nivel de las
concepciones de cómo desarrollar la lucha de clases a favor de los sectores
explotados de la sociedad. No hubo tiempo suficiente a mi juicio para
organizar las fuerzas necesarias que no sólo garantizarán la defensa del
proceso revolucionario, sino que fueran capaces de pasar a la ofensiva. Aquí
podría señalar cómo una justa estrategia sostenida por los sectores
revolucionarios adoleció en algunos sentidos de consecuencia táctica y
concreta.
También se puede ver aquí cómo el elemento político y de masas es el núcleo
central de la política desarrollada por estos compañeros del MIR, por quien
guardo el más grande de los respetos y admiración a pesar de no haber
militado nunca en sus filas. Miguel Enríquez y otros compañeros del MIR
tuvieron la osadía de tomarse en serio la lucha de clases, y la burguesía
eso no lo perdona. Estos compañeros pusieron de manifiesto las leyes de
guerra que rigen la lucha de clases y que se cumplen inexorablemente.
No le basta entonces a la burguesía con matarlos y hacerlos desaparecer
físicamente, sino que se debe mentir obligatoriamente para que otros no
tomen esos ejemplos grandiosos y no se atrevan a ponerlos en práctica. La
burguesía, más allá de sus distintos segmentos: industrial, ganadero,
minero, financiero, rentístico, etc., es una sola y con una solidaridad de
clase desarrollada muy admirable si se quiere, y usa a la socialdemocracia
que usurpa el lenguaje y los símbolos revolucionarios para desprestigiar a
estos héroes del pueblo trabajador y asesinarlos una vez más y hacerlos
desaparecer del imaginario colectivo revolucionario, presentándolos como
locos ultraizquierdistas, que más encima desencadenaron un golpe de Estado.
Lo común que tienen los dichos de la derecha y de la supuesta izquierda que
hoy es gobierno en varios países, es porque ambos sectores defienden los
mismos intereses estratégicos de la burguesía y del capital, aunque
implementando distintas estrategias. Los dos sectores están interesados en
maniatar al pueblo teóricamente y alejarlo del camino revolucionario.
A partir del 73 se inicia otro ciclo para la izquierda revolucionaria
chilena, que pasa de un período de preparación de la ofensiva a uno de
defensa elemental de la vida de los militantes y de seguridad de las
organizaciones. En ese período se producen muchas muertes y la mayor
cantidad de desaparecidos en el marco de un plan regional represivo conocido
por el nombre de “Cóndor”, sobre lo que hay suficiente documentación, pero
que habla de lo continental de la estrategia del capital y de la burguesía.
Si el desarrollo de acciones armadas hubiera impedido la ejecución de esa
barbarie, ¿alguien podría objetarlas? Creo que no, y por lo tanto existe
toda una legitimidad como les decía antes para el ejercicio de la
autodefensa de nuestros pueblos, y el escaso desarrollo de estructuras y
políticas revolucionarias de una manera integral posibilitó la puesta en
práctica del genocidio latinoamericano del que hoy pocos quieren hablar.
Entonces podríamos decir que no fueron las acciones armadas las que
desencadenaron este genocidio, sino su ausencia en muchos casos para
posibilitar la autodefensa del pueblo, y en otros, su desarrollo muy
incipiente.
Pregunta: ¿Qué pasa luego del 73 en cuanto al desarrollo del accionar
político militar y cómo es tu vinculación con estas luchas revolucionarias?
Gustavo Ríos:Como les decía, luego del 73 se produce un largo período de
mucha confusión donde lo central era tratar de reconstruir estructuras. Esta
situación se vio, a mi juicio, dificultada por un error estratégico grave
cometido en forma previa. Se construyeron partidos que en muchos casos
expresaban una política justa pero cuyas estructuras fueron abiertas y
públicas, donde los cuadros y dirigentes construidos en un proceso muy largo
de lucha quedaron expuestos y sin vinculación con el movimiento de masas,
que de un momento a otro quedó sin orientación y fue también duramente
reprimido.
Con todo lo anterior, y con la pérdida de importantes cuadros de la
revolución como es el caso de Miguel Enríquez, se fue desarrollando una
lenta reconstrucción del movimiento popular sobre todo, ligado a la defensa
de los derechos humanos en un primer momento y luego una mayor organización
en torno a problemas urgentes de resolver para las masas. Los comités de
cesantes, las ollas comunes y muchas otras iniciativas fueron surgiendo en
el seno del pueblo impulsadas muchas veces por militantes que habían quedado
descolgados de sus organizaciones, y estas iniciativas permitieron volver a
su activación política.
En este período ocurre a mi juicio un hecho muy importante que marcará sin
duda el desarrollo de la lucha en Chile. La dictadura despidió a una gran
cantidad de trabajadores por razones políticas y también, como producto de
sus políticas de ajuste económico, otros tantos miles de obreros salieron de
la estructura del mercado de trabajo formal. Estos trabajadores habían
acumulado una gran experiencia de lucha en los sindicatos y en los cordones
industriales, y esa experiencia combativa y organizativa la trasladaron
hacia los sectores populares organizados en las barriadas pobres que rodean
las grandes ciudades en Chile. Esto hizo que durante mucho tiempo el fuerte
del trabajo político de reconstrucción de la izquierda en Chile se radicara
en estos espacios, permitiendo la incorporación de vastos sectores juveniles
poblacionales a la vida política activa. Gran papel jugó en este período la
existencia de una extendida red de cristianos por el socialismo y de curas
obreros que abrieron las puertas de las parroquias en las barriadas para que
existieran variadas organizaciones que ayudaron a la reconstrucción.
Desde el punto de vista político militar el diagnóstico del vacío histórico
por parte del partido comunista y la intención de preparar un pequeño
contingente de militantes que asumiera el trabajo militar aprovechando la
solidaridad internacional que generó el golpe de Estado, es un elemento
cualitativo que juega un gran papel en este período y que se expresará más
adelante en la capacidad ofensiva del pueblo chileno en contra de la
dictadura.
El MIR jugó un gran papel en los primeros años con el desarrollo de acciones
de propaganda armada que venían a elevar el estado de ánimo de las masas y a
mostrar al conjunto del movimiento popular que era posible enfrentar a la
dictadura y que empezaba a crecer la resistencia. Este gran trabajo de los
compañeros miristas tuvo un alto costo lamentablemente, producto de factores
que pueden expresar de mejor forma los propios miristas, que como reitero,
tienen todo mi respeto y admiración.
Es en medio de esta incipiente reorganización, tanto de las masas como de
los partidos de la izquierda cruzado por las primeras acciones de propaganda
armada, cuando decido sumar mi militancia política al esfuerzo colectivo
general, y así me incorporé en ese entonces a la juventud comunista. En esa
organización cumplí distintas responsabilidades y fui seleccionado para
prepararme en el terreno político militar viajando a varios lugares donde
recibí instrucción y práctica en este sentido. Lo importante, creo yo, es
que mi experiencia no es muy distinta a la de una generación de jóvenes que
creció en medio de la dictadura y que se rebeló en contra del crimen y las
injusticias en un plano ético primero, y luego dio el salto cualitativo de
hacer una opción teórica por la revolución y por el socialismo.
Cuando salí de Chile a recibir preparación política militar, la situación
era de incertidumbre y precaria organización en muchos campos, y cuando
volví por la vía clandestina me encontré con un pueblo decidido y que
enfrentaba a la dictadura en las calles todos los días. A mi regreso me
encontré con un partido (el Partido Comunista) que expresaba una fuerte
tensión y contradicción en torno a las formas de enfrentar la dictadura y a
los objetivos por los cuales se luchaba. Esta contradicción se expresaría
años más tarde en la división del partido y en el nacimiento a la vida
autónoma del Frente Patriótico Manuel Rodríguez -FPMR-, organización en la
que milité desde su nacimiento y por la cual guardo un gran cariño.
Marcelo Colussi / Rodrigo Vélez-Guevariando