No es una guerra, no hay ejércitos enfrentados. Es una
matanza.
No es una represalia, no son los cohetes artesanales que han vuelto a caer
sobre territorio israelí sino la proximidad de la campaña electoral lo que
desencadena el ataque.
No es la respuesta al fin de la tregua, porque durante el tiempo en el que la
tregua estuvo vigente el ejército israelí ha endurecido aún más el bloqueo
sobre Gaza y no ha cesado de llevar a cabo mortíferas operaciones con la cínica
justificación de que su objetivo eran miembros de Hamas. ¿Acaso ser miembro
de Hamás despoja de condición humana al cuerpo desmembrado por el impacto
del misil y al supuesto asesinato selectivo de su condición de asesinato sin
más?.
No es un estallido de violencia. Es una ofensiva planificada y anunciada hace
tiempo por la potencia ocupante. Un paso más en la estrategia de aniquilación
de la voluntad de resistencia de la población palestina sometida al infierno
cotidiano de la ocupación en Cisjordania y en Gaza a un asedio por hambre
cuyo último episodio es la carnicería que en estos días asoma en las
pantallas de nuestros televisores en medio de amables y festivos mensajes
navideños.
No es un fracaso de la diplomacia internacional. Es una prueba más de
complicidad con el ocupante. Y no se trata sólo de Estados Unidos que no es
referencia moral ni política sino parte, la parte israelí, en el conflicto;
se trata de Europa, de la decepcionante debilidad, ambigüidad, hipocresía,
de la diplomacia europea.
Lo más escandaloso de lo que está pasando en Gaza es que puede pasar sin que
pase nada. La impunidad de Israel no se cuestiona. La violación continuada de
la legalidad internacional, los términos de la Convención de Ginebra y las mínimas
normas de humanidad, no tiene consecuencias. Más bien, al contrario, parece
que se premia con acuerdos comerciales preferentes o propuestas para el
ingreso de Israel en la OCSE. Y qué obscenas resultan las frases de algunos
políticos repartiendo responsabilidades a partes iguales entre el ocupante y
el ocupado, entre el que asedia y el asediado, entre el verdugo y la víctima.
Qué indecente la pretendida equidistancia que equipara al oprimido con su
opresor. El lenguaje no es inocente. Las palabras no matan pero ayudan a
justificar el crimen. Y a perpetuarlo.
En Gaza se está perpetrando un crimen. Lleva tiempo perpetrándose ante los
ojos del mundo. Y nadie podrá decir, como en otro tiempo se dijo en Europa,
que no sabíamos.
Teresa Aranguren, Pedro Martínez Montávez, Rosa Regás, José Saramago,
Pilar del Río, Cármen Ruiz Bravo, Belén Gopegui, Constantino Bértolo,
Santiago Alba Rico.