Dos semanas después del terremoto seguimos viendo al pueblo haitiano
sufriendo el hambre, el dolor y las terribles consecuencias del seísmo. Como
sucedió con el Katrina en EEUU, el tsunami en Sri Lanka y otros tantos
fenómenos naturales, el terremoto ha expuesto de una manera muy clara la
ineficacia del capitalismo. Una vez más comprobamos cómo estos desastres
naturales se ceban de una manera especialmente cruel con los más pobres y
que sus consecuencias serían perfectamente evitables o paliables en gran
medida con unas condiciones de vida dignas.
Como ya es costumbre cuando suceden este tipo de catástrofes parece que los
culpables son aquellos que padecen sus consecuencias, por no saber salir de
la pobreza, por no ser capaces de crear un "Estado fuerte", por no saber
gobernarse o por su ignorancia. También volvemos a ver las mismas lágrimas
de cocodrilo en las caras de aquellos que son responsables de tener a estos
países hundidos en la más absoluta miseria.
Haití fue una de las colonias más rentables para el imperialismo, en 1804 se
convirtió en la primera república negra en lograr la independencia después
de una revolución de los esclavos que derrotó a los ejércitos de Francia,
Gran Bretaña y España. Desde entonces su historia se caracteriza por una
alternancia de ocupaciones imperialistas, dictaduras sangrientas y heroicos
movimientos de resistencia de masas. En 1934, por ejemplo, expulsaron a los
marines norteamericanos y en 1986 derribaron la sangrienta dictadura de los
Duvalier.
Durante la Guerra Fría los dos principales aliados del imperialismo
norteamericano en la región fueron Somoza (dictador de Nicaragua) y Papa Doc
Duvalier, el sangriento dictador de Haití, posteriormente sustituido por su
hijo Baby Doc Duvalier. Durante estos treinta años de dictadura murieron más
de 60.000 haitianos víctimas de su represión.
Inmensa pobreza
Las condiciones de vida y la represión provocaron un éxodo masivo de
haitianos, más de dos millones están en el extranjero. Gracias a las remesas
enviadas por los emigrantes (unos 1.400 millones de dólares anuales, más que
el presupuesto del Estado) malvive la mayoría de la población. Haití es el
país más pobre de América. Casi el 80% de la población vive con menos de dos
dólares al día y el 56% con menos de un dólar, la tasa de paro y subempleo
se aproxima al 80% y sólo uno de cada diez empleos está regulado con algún
tipo de contrato. Mucha gente recurre a comer tortas hechas con barro, agua
y sal. Pero Haití también tiene el ‘honor' de ser uno de los países con
mayor desigualdad de riqueza del mundo, el 1% de la población controla casi
el 50% de la riqueza, el 5% posee el 75% de las tierras cultivables y seis
familias controlan la producción industrial y el comercio.
Durante los años ochenta y noventa la aplicación de los planes de ajuste del
FMI hizo estragos. En primer lugar obligó a reducir el arancel de arroz del
50% al 3% (el mayor que ha impuesto el FMI hasta ahora) consiguiendo que un
país que hasta ese momento producía suficientes alimentos para
autoabastecerse se convirtiera en el cuarto importador mundial de arroz. Esa
política arruinó a miles de campesinos y la producción agrícola pasó del 50%
del PIB a finales de los años 70 al 25% en los noventa. Además el país se
convirtió en un terreno de inversión rentable para las multinacionales con
la instalación de maquilas, sobre todo dedicadas al ensamblaje (Sears, Wall-Mart
o Disney) que cuenta con 40.000 trabajadores o al textil (cada año Haití
exporta dos millones de camisetas sólo a EEUU).
Los salarios en Haití son los más bajos del hemisferio, además las empresas
extranjeras disfrutan de quince años de exención de impuestos y pueden
repatriar todos sus beneficios. La instalación de las maquilas ha provocado
una caída generalizada del salario real, que ha descendido un 25% en estas
dos décadas. Disney, por ejemplo, paga salarios de 28 centavos la hora,
cuando cada prenda fabricada en Haití la vende por más de 20 dólares.
Aristide gana las elecciones
En las primeras elecciones democráticas tras la caída de la dictadura, en
1991, gana Jean Bertrand Aristide, un ex sacerdote muy popular entre la
población por sus discursos radicales. Su arrolladora victoria electoral
pilla por sorpresa al imperialismo norteamericano y ocho meses después éste
organiza y patrocina un golpe de Estado encabezado por el general Raúl
Cedrán. La Junta Militar desata una oleada de represión en la que mueren más
de 4.000 personas y miles escapan del país, 38.000 huyen en balsas y piden
asilo en EEUU, el gobierno de Bush no sólo les niega el asilo sino que
además los interna en Guantánamo en unas condiciones infrahumanas.
Finalmente, con la llegada de Clinton al poder en 1993 y tras una serie de
incidentes con la junta militar la administración norteamericana decide
cambiar de estrategia, considera que las dictaduras represivas como la de
Haití entrañan el riesgo de provocar una explosión social difícil de
controlar y deciden apostar por una solución "democrática". Tras mantener
conversaciones con Aristide llegan al acuerdo de permitir su regreso a
cambio de que aplique las recetas neoliberales del FMI y que no se vuelva a
presentar al cargo. Así, en 1994, Aristide regresa al país acompañado de
20.000 marines.
En las elecciones de 1995 gana René Preval, hasta entonces un estrecho
aliado de Aristide, que empieza a aplicar las recetas económicas del FMI,
recortes, privatizaciones, etc., provocando un descontento generalizado.
Aristide consigue presentarse y ganar las elecciones en el año 2000. Su
segundo mandato no tendría nada que ver con el primero, adopta un lenguaje
más radical, inicia una colaboración con Cuba y Venezuela en materia de
sanidad y educación, lleva a cabo planes de alfabetización que reducen el
analfabetismo, prohíbe el trabajo infantil y el trabajo a destajo en las
maquilas, en 2003 duplica el salario mínimo. No fueron unas reformas
radicales de ruptura con el sistema pero eran demasiado para la oligarquía
haitiana y el imperialismo.
El segundo mandato de Aristide también tuvo que hacer frente a un brutal
bloqueo económico impuesto por el imperialismo norteamericano, que inició
una campaña similar a la desatada contra la revolución venezolana.
Desautorizando las elecciones como fraudulentas, calificando a Aristide de
dictador, promoviendo y financiando a los partidos opositores, apoyando un
paro patronal disfrazado de huelga general como en Venezuela, financiando a
las bandas paramilitares que desataron el terror entre los seguidores de
Aristide y la población, y alentando un movimiento separatista, el Frente de
Resistencia de Gonaïves, que llegó a ocupar y declarar la república de
L'Arbonita, algo similar a lo que vimos en Bolivia con Santa Cruz o en
Venezuela con el estado de Zulia.
Finalmente en febrero de 2004 organizan un golpe de Estado y los marines
norteamericanos secuestran a Aristide y lo sacaron del país. Toda la
operación se vendió como algo necesario para restaurar la democracia en
Haití. Inmediatamente la ONU avaló el golpe, demostrando una vez más su
papel como un instrumento del imperialismo, y envió a los cascos azules a
restaurar la "democracia".
La verdadera cara de la misión ‘humanitaria' de la ONU
La ocupación de Haití por las tropas de la ONU a lo largo de estos años ha
demostrado ser una ocupación imperialista en toda regla. Miles de activistas
de Fanmi Lavalas (partido de Aristide) están en prisión y 7.000 cargos
públicos elegidos democráticamente fueron destituidos. Son habituales las
redadas en los barrios de chabolas que rodean Puerto Príncipe y también es
algo normal que los cascos azules irrumpan por la fuerza en aquellas
fábricas que se ponen en huelga. Las movilizaciones que se han producido
desde entonces, contra la ocupación, por la subida del salario mínimo (el 3
de agosto del año pasado 10.000 trabajadores ocuparon las maquilas), contra
el aumento del precio de alimentos básicos como el arroz, para exigir el
regreso de Aristide cada aniversario del golpe de estado o las varias
huelgas generales que ha habido desde entonces, todas han sido reprimidas
violentamente por las tropas de la ONU. Además la misión de la ONU ha
costado ya más de 2.000 millones de dólares, más que la ayuda humanitaria
recibida por el país desde 2004.
En 2006 convocaron elecciones para dar legitimidad "democrática" a la
ocupación, hicieron todo lo posible para amañarlas, pero una vez más la
población respondió masivamente obligando a reconocer la victoria de Preval,
cuya principal promesa fue que permitiría el regreso de Aristide.
Preval no sólo no ha permitido su regreso, sino que además ha aplicado un
duro programa de austeridad que ha agravado aún más la situación. Una de sus
primeras medidas al llegar a la presidencia fue eliminar la subida del
salario mínimo aprobada por el gobierno de Aristide. El año pasado, después
de las movilizaciones de masas, finalmente aceptó la subida, aunque sólo a
tres dólares la hora, a pesar de que el parlamento había fijado el aumento
en cinco dólares.
Los ricos primero
Las consecuencias del terremoto han sido trágicas, todavía no se saben las
cifras reales de muertos pero sólo en la capital ya se llevan recogidos más
de 170.000 cadáveres. Más de un millón y medio de personas se han quedado
sin casa, miles han resultado heridas, sólo en la capital más de 200.000 y
la mitad son niños, la inmensa mayoría aún no ha recibido tratamiento
médico. Según el gobierno el terremoto ha destruido el 60% del PIB. La ayuda
es insuficiente y muchos han denunciado el intento de protagonismo de las
distintas organizaciones humanitarias, agencias gubernamentales y países que
está haciendo el caos aún mayor.
La última de estas voces críticas ha sido la del responsable de la
delegación italiana en Haití, Guido Bertolosso, quien declaró: "lo que se
necesita es un solo coordinador civil que se haga cargo de la situación, así
como que los países y las agencias humanitarias dejen de ondear sus banderas
y de posar para las cámaras, poniéndose mejor a trabajar".
La ONU ha reconocido que sólo ha proporcionado alimentos al 25% de las
víctimas, en los barrios de chabolas que rodean Haití todavía no han llegado
los equipos de rescate, alimentos ni agua, algunos trabajadores de rescate
se han quejado porque nada más llegar lo primero que hicieron fue llevarles
a las zonas ricas y hoteles de lujo para rescatar a los que allí se
alojaban.
Quince días después del terremoto la situación es insoportable, una emisora
de radio haitiana describía la situación a la que se enfrentan miles de
personas: "Hombres, mujeres y niños se lavan y defecan donde pueden. Muchos
duermen en el suelo, otros son ‘afortunados' y tienen una esterilla o un
colchón. El suelo está lleno de escombros. Los supervivientes pasan los días
buscando comida y agua, algunos no pueden encontrar nada para comer".
Pero además hemos podido ver con gran estupor la rivalidad entre las
distintas potencias imperialistas con enfrentamientos abiertos entre Francia
y EEUU para ver quién "ayuda" más, cuando realmente se trata del control del
Caribe, no debemos olvidar que Francia tiene territorios en la región y EEUU
el interés de controlar el continente.
Ocupación descarada
Lo más escandaloso de toda la situación es la intervención de EEUU que
disfrazada con la capa de misión humanitaria en la práctica es una ocupación
militar del país. El gobierno norteamericano anunció que enviaría 20.000
soldados, nada más llegar lo primero fue hacerse con el control del
aeropuerto y el puerto dejándolos casi exclusivamente para el uso de sus
operaciones militares, nada ilustra más el carácter de su "ayuda
humanitaria" que el portaaviones nuclear que ha enviado. Algunos gobiernos,
como Canadá o Brasil, han denunciado que el ejército norteamericano no deja
aterrizar a sus aviones cargados con ayuda humanitaria, obligándoles a
aterrizar en la República Dominicana y llevar el cargamento por carretera,
con el consiguiente retraso.
A las 48 horas del terremoto Hillary Clinton se reunió con René Preval y
éste decretó el estado de emergencia, el toque de queda y dejó a cargo de su
cumplimiento al mando norteamericano, los propios periódicos en EEUU
califican al general Keen, el responsable de la operación, como el "rey de
Haití" debido a sus amplias competencias. Aunque el gobierno de facto está
desaparecido para las operaciones de rescate, no lo ha estado para ordenar
la privatización, cinco días después del terremoto, de la empresa de
telefonía estatal, Teleco, y ha anunciado el retraso indefinido de las
elecciones previstas para este mes de febrero.
Los medios de comunicación han hecho mucho hincapié en la violencia pero se
trataba sólo de una campaña propagandística para justificar la ocupación
militar del país. El propio general Keen reconocía que el nivel de violencia
es inferior al que existía antes del terremoto y el responsable de la misión
de la ONU reconoce que le ha sorprendido el escaso nivel de violencia y
saqueos. En una situación tan trágica, con miles de personas heridas y
hambrientas, es normal que se produzcan actos violentos motivados por la
desesperación por no tener nada para comer. Pero a pesar de las noticias
sobre el caos y la violencia, la realidad es que lo poco que llega a las
víctimas es gracias a la propia organización de la población, a través de
redes vecinales y organizaciones similares.
Situación política en el Caribe
Los jóvenes y trabajadores debemos denunciar esta ocupación criminal de
Haití disfrazada de "intervención humanitaria", con ello EEUU sólo ha
procedido a hacer lo que ansiaba desde hace tiempo, tomar el control militar
del Caribe, situar a 20.000 soldados frente a las costas de Cuba y
Venezuela, una amenaza para el proceso revolucionario venezolano y también
una advertencia para gobiernos como el de Bolivia o Ecuador. Los
imperialistas son conscientes de la situación explosiva que existe en
América Latina, el enorme polo de atracción que la revolución venezolana y
figuras como Chávez tienen para las masas de la región, un ejemplo fue la
visita de Chávez a Haití en marzo de 2007, recibido por decenas de miles de
haitianos que le acompañaron a pie o en bicicleta a lo largo de todo el
recorrido desde el aeropuerto al palacio presidencial. Un ejemplo del enorme
material combustible acumulado en la región también fue la huelga general
indefinida que el año pasado hubo en las posesiones de ultramar francesas:
Guadalupe y Martinica, que obligaron al gobierno de Sarkozy a conceder la
mayoría de las reivindicaciones de los huelguistas por temor a una
insurrección generalizada.
Ahora nada más que salen noticias sobre un "Plan Marshall" que reconstruirá
Haití y hablan continuamente de la "generosidad" de los países capitalistas.
Obama anunció que EEUU donaría 100 millones de dólares a Haití, una cifra
ridícula si tenemos en cuenta que se trata de EEUU y que representa 30.000
veces menos de lo que gastan en Iraq o 40.000 veces menos de lo que han
dedicado para rescatar a la banca. El FMI también anunció un préstamo de 100
millones de dólares, eso sí, con condiciones, reducir el gasto público y
congelar los salarios de los trabajadores públicos. Nada de condonar la
deuda que Haití tiene con los organismos internacionales, 900 millones de
dólares, y la ayuda que anuncian son sólo préstamos que incrementarán aún
más esa deuda y que es una condena para el futuro.
Resulta escandaloso también cómo los medios de comunicación ocultan
deliberadamente la ayuda que prestan países como Cuba o Venezuela. Cuba
envió casi 400 médicos 24 horas después del terremoto y han tratado 20 veces
más pacientes que todo el equipo norteamericano. Venezuela ha condonado la
deuda de Haití con Petrocaribe, además ha enviado combustible e instalado
campamentos para albergar a miles de damnificados. Tampoco han permitido la
participación de Cuba y Venezuela en la conferencia de donantes. Ocultan
estos hechos conscientemente porque sí son ejemplos de ayuda humanitaria
desinteresada, no movida por el interés de hacer beneficios a causa del
sufrimiento de miles personas. Este terremoto y sus terribles consecuencias
representan una condena irrefutable de un sistema que vela sólo por los
intereses de una ínfima minoría a costa del dolor y de la vida de millones
de personas.
Juana Cobo