LA OTRA ISRAEL.
Hace pocos días se había
anunciado que iba a hablar en la Universidad de Tel Aviv el ministro de
Defensa de Israel, Ehud Barak, artífice de la masacre de Gaza. Rápidamente
los estudiantes se movilizaron llenando las paredes de esa casa de estudios
con pintadas que decían “Barak rotzeaj” (Barak asesino). Y el ministro,
“por precaución”, ante la evidencia de que podrían producirse
confrontaciones, decidió suspender la conferencia.
Este es uno de los tantos episodios que desde el 27 de diciembre han revelado
la resistencia que, en condiciones nada fáciles --y en un clima político,
social y comunicacional adverso-- se ha extendido en Israel.
Los organismos de derechos humanos israelíes han protestado por el silencio
que los medios centrales han guardado al negarse a informar a la población
sobre las numerosas manifestaciones que a diario y a lo largo y a lo ancho del
país se produjeron contra la escalada bélica. Una de las más numerosas,
encabezada por el legendario Uri Avneri (líder de “Gush Shalom”, Bloque
de la Paz, y autor del libro “Israel sin sionistas”), superó las diez mil
personas en Tel Aviv y sólo mereció 27 palabras (dentro de una nota muy
larga) del matutino “Haaretz”, que suele ufanarse de su “pluralismo”.
Esa movilización, que recorrió la zona céntrica de la populosa urbe (desde
la plaza donde asesinaron a Itzjak Rabin hasta la Cinemateca, ocupando todos
los carriles de la ancha avenida Ibn Gabirol), fue promovida también por
otras 20 organizaciones pacifistas, incluída la “Coalición de Mujeres por
la Paz”, “Anarquistas contra el Muro” y el “Centro de Información
Alternativa”. La pancarta gigante de “Gush Shalom” decía en hebreo, árabe
e inglés “¡Stop asesinatos!”, “¡Stop al cerco!”, “¡Stop a la
ocupación!”.
Entre las consignas coreadas por la densa columna se encontraban las
siguientes: “Uno no construye una campaña electoral sobre cadáveres de niños”,
“Judíos y árabes no queremos ser enemigos”, “Olmert, Livni y Barak, la
guerra no es un juego”, “Todos los ministros del gobierno son criminales
de guerra”, “Basta, basta, hablen con Hamas” y “Barak, Barak, no te
preocupes, nos encontraremos en La Haya” (en alusión a la denuncia
internacional que los organismos de derechos humanos israelíes formularon
contra su gobierno).
También proliferaron los carteles, algunos parafraseando los lemas
electorales de Barak: “Barak no es un amigo, sino un asesino” (el lema
original de campaña dice “Barak no es un amigo, es un líder”). Y, también:
“Los seis escaños de la Knéset, escaños de la guerra”, en referencia a
las encuestas que muestran que desde el comienzo de la masacre el laborismo
ganó seis escaños.
La ultraderecha hostilizó la movilización durante todo el trayecto y al
llegar a la Cinemateca, donde estaban previstos los discursos, la policía se
alejó y la patota comenzó sus agresiones con palos y armas de fuego. Hubo
corridas, los provocadores se hicieron dueños de la situación y la oratoria
debió ser suspendida.
Los militantes de “Gush Shalom” me enviaron el texto del discurso que debió
pronunciar Avneri. “Acuso a Ehud Barak de aprovechar a los soldados del ejército
para obtener más escaños --decía, entre otras cosas--; acuso a Tzipi Livni
de abogar por la matanza para llegar a ser primera ministra; acuso a Ehud
Olmert de intentar tapar la putrefacción y la corrupción de su gobierno con
esta desastrosa guerra” (…….). “Compañeras, compañeros: vosotros que
estáis aquí, mujeres y hombres, jóvenes y viejos, judíos y árabes,
vosotros que habéis protestado contra esta horrible guerra desde el primer día,
desde el primer minuto, aislados y malditos, vosotros sois héroes de verdad.
Podéis estar orgullosos, muy orgullosos, porque estáis en el medio de un
huracán de histeria e ignorancia y no habéis sido barridos por él. Mantenéis
vuestra salud no sólo en casa, sino aquí, en la calle”.
Las críticas que en todo el mundo suscitaron las acciones del ejército
israelí en Gaza dieron lugar a réplicas desde el judaísmo oficial:
“Ustedes no tienen en cuenta los misiles de Hamas que caen sobre la población
civil del sur de Israel”.
Esta argumentación fue respondida por un importante referente del pacifismo
israelí en la propia Beer Sheva, una de las ciudades afectadas por los
misiles palestinos. Se trata del profesor Nevé Gordon, director del
Departamento de Política y Gobierno de la Universidad Ben Gurión, quien le
declaró a la periodista Amy Goodman en un reportaje: “Recién, hace menos
de una hora, cayó un cohete a pocos metros de mi casa. Mis dos hijos duermen
desde hace una semana en un refugio antibombas. Y aun así, creo que lo que
está haciendo Israel es una atrocidad”. Gordon es uno de los tantos
profesores e intelectuales israelíes que nadaron contra la corriente y
concurrieron a las masivas demostraciones llevadas a cabo en Tel Aviv.
En esa misma ciudad de Beer Sheva, un nutrido grupo de judíos y árabes
desafió la prohibición de concentrarse durante la guerra y realizó una
protesta silenciosa. No vocearon consignas y se limitaron a portar carteles
con las leyendas “Queremos diálogo, no violencia” y “Judíos y árabes
se niegan a ser carne de cañón”. El grupo me envió el texto de la
convocatoria firmada por los judíos Daniela Yudelevich, doctora Merav Moshé
y Bela Alexandrov y los árabes Sultan Abu Abied, Anuar Hajoj y Fadi Masmara.
El desafío fue reprimido y se produjeron varias detenciones, entre ellas la
de Lea Shakdiel, una judía religiosa ortodoxa perteneciente al grupo “Ierujam”.
El semanario en castellano “Aurora”, que aparece en Tel Aviv y ha mostrado
una absoluta incondicionalidad con la guerra desatada por su gobierno, tituló
así una de sus últimas ediciones: “Tolerancia cero contra
manifestantes”. Y esa misma publicación informó que en Beit Hanina, seis
kilómetros al norte de Jerusalem, la policía detuvo a todos aquellos que
intentaron levantar una carpa de la dignidad (al estilo argentino) “en honor
de los muertos en Gaza”.
Estos son apenas si algunos ejemplos emblemáticos. La lista completa es
absolutamente mayor. Le dí prioridad a la digna tarea que realizan los
organismos israelíes de derechos humanos, pero también ha sido muy
gravitante la acción de la izquierda, que realizó centenares de actos y
movilizaciones. Especialmente quiero citar la concentración que se llevó a
cabo en Taybe, cuarenta kilómetros al norte de Tel Aviv, donde habló mi
amigo Efraím Davidi, profesor de Historia de América Latina y Globalización
en la Universidad de Tel Aviv; miembro de la dirección del Partido Comunista
Israelí y autor de numerosos libros en hebreo, entre los que menciono “Che,
trayectoria de un revolucionario”, “Volver a Marx” y “Contra la
globalización capitalista”. Además ha realizado varios viajes a Cuba y
China. Y su tesis de doctorado la presentó sobre el movimiento obrero
argentino en las décadas del sesenta y setenta. Davidi, a mediados del año
pasado, había sido uno de los organizadores de la movilización de 1500
israelíes que logró romper el cerco del ejército israelí a Gaza y llevó
toneladas de alimentos a los palestinos.
En Haifa, la ciudad portuaria donde abundan las parejas mixtas y sigue vigente
el chiste (¿chiste?) de que la paz entre judíos y palestinos sólo se logrará
en la cama, los actos fueron numerosos. Los dos más importantes tuvieron
lugar en el barrio de Wadi Nisnas y en el Monte Carmelo.
De los últimos días, quiero destacar la marcha de Tel Aviv a Jaffa (Iafo)
que congregó a unas 10.000 personas. Y en esta última ciudad, pletórica de
galerías de arte y teatros independientes alternativos, se espera una
concurrencia multitudinaria para el próximo sábado a la noche, jornada
tradicional de las grandes concentraciones en Israel. Además los Médicos
Israelíes por los Derechos Humanos están culminando su campaña de recolección
de medicinas y alimentos para ser enviados a Gaza.
En cuanto a las elecciones, la izquierda en las últimas horas ha volcado
buena parte de sus esfuerzos en denunciar la campaña racista y fascista de
Ivette Lieberman, un miembro de la mafia rusa que llegó a Israel después de
la desintegración de la URSS y que viene obteniendo buenos resultados en los
últimos comicios liderando un partido que se llama “Israel Beteinu”
(Israel, nuestra casa).
En el campo de los judíos en el mundo, hay numerosas expresiones dignas de
destacar, pero por razones de espacio me limito a citar dos: el comunicado de
APEMIA (Asociación por el Esclarecimiento de la Masacre Impune de la AMIA),
que aquí en Buenos Aires repudió la masacre de Gaza, y sobre todo, el
manifiesto emitido por decenas de intelectuales y docentes universitarios judíos
de Gran Bretaña, que en sus párrafos esenciales señala: “El verdadero
motivo del ataque a Gaza es que Israel sólo desea tratar con los
colaboracionistas. El principal crimen de Hamas no es el terrorismo, sino su
negativa a convertirse en un pelele en manos del régimen de ocupación
(……..). Los abajo firmantes somos todos de origen judío. Cuando vemos los
muertos y los ensangrentados cuerpos de niños pequeños, los cortes de agua,
de electricidad y de comida, recordamos el asedio del ghetto de Varsovia”.
Gerardo Liebner, historiador de origen uruguayo que reside en Tel Aviv, fue
entrevistado largamente y vía telefónica por “La colectiva”, un programa
radial que se emite en Montevideo. Sobre el final, Liebner señaló:
“Repudiar la política del actual gobierno israelí no es ser antisemita,
sino algo legítimo y una forma de apoyar de verdad al futuro democrático de
la sociedad israelí”.
Justamente, la banalización y superficialidad con que el judaísmo oficial
acusa de antisemita a cualquiera que se atreva a confrontar con la política
oficial israelí, se entremezcla hoy, sobre todo en Buenos Aires, con algunos
impresentables que se han colado en el rechazo a la masacre de Gaza y parecen
más cerca de la policía, de la burguesía árabe menemista de Goebbels o del
medioevo, que de la revolución socialista.
Este tema, que ahonda aún más la confusión en la sociedad, y la demonización
absoluta y total que realiza algún segmento de izquierda, omitiendo las
contradicciones y la profundad de la lucha de clases en el campo israelí y
judío, son por ahora rubros secundarios que no deben opacar la monstruosidad
de la masacre de Gaza. Pero son temas que existen y en etapas inmediatas deberían
formar parte de la agenda de debates sin preconceptos.
Mi posición es conocida: estoy a favor de la creación del Estado palestino
al lado de Israel y no en lugar de Israel. Y estoy por la interacción de las
fuerzas revolucionarias y socialistas palestinas e israelíes. Tal como se
ratificó hace pocos días en una reunión que mantuvieron delegados del
Partido del Pueblo (PC palestino), del Partido Comunista Israelí y del Frente
Democrático por la Liberación de Palestina que preside un viejo luchador
como Hawatmeh.
Esta posición --soy un revolucionario pero no puedo dejar de admitirlo--
suele generarme sólo angustia y sentimiento de soledad. Muchos judíos me han
declarado “traidor” y no pocos compañeros de izquierda me recriminan que
esta es una posición “funcional a los intereses sionistas”.
Repudio una y otra vez la masacre de Gaza. Pero no voy a marchar con quienes
esgrimen los mismos argumentos (“judaísmo internacional”, “sinarquía”,
“ratas”, “apátridas”) que utilizaba Felipe Romero en la revista “El
Caudillo” (órgano de la Triple A) y que muy poco tiempo después usaron los
militares de la dictadura cuando torturaban a los muchos judíos que pertenecían
a ERP, Montoneros y demás organizaciones combatientes.
Paz y amistad entre Palestina e Israel. Paz con justicia, por supuesto; no la
paz de los sepulcros, ni la paz impuesta por los ocupantes, ni la paz que le
convenga al imperialismo.
Paz con justicia entre Palestina e Israel. Por el momento sólo parece una
consigna voluntarista y utópica. Pero cada día somos más.
Herman Schiller
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