Mi homenaje al aniversario
49 del triunfo de la Revolución


 

Armando Hart Dávalos

Por: Armando Hart Dávalos



 

29 de diciembre de 2007 00:00:31 GMT



En el aniversario 49 del triunfo de enero, es decir, cuando comienza el año 50 de la Revolución, quiero rendir homenaje a este medio siglo destacando las raíces de aquella esplendorosa victoria, y en especial las razones de su continuidad y de su vigencia hacia el futuro.

En primer término, habría que señalar la acción de Fidel Castro guiada por la inteligencia, la sensibilidad y su capacidad para unir voluntades que se fundamenta en el principio martiano: el secreto de lo humano está en la facultad de asociarse. Fidel sintetiza una tradición intelectual y política de dos siglos de historia que se afianza en la identidad nacional cubana y que cristaliza propiamente en La Demajagua. Ella mantuvo su continuidad en las grandes figuras de nuestra historia nacional como Céspedes, Agramonte, Gómez, Maceo, Martí, después Mella, Martínez Villena, Guiteras, y que llega hasta Fidel Castro. No fue casual que Fidel señalara a Martí como autor intelectual de la acción del Moncada.

La Revolución victoriosa tuvo que enfrentarse a las más duras pruebas tanto internas como externas. Ha podido sobrevivir a dos hechos que por sí solos justificarían el lugar especial que ocupa entre los grandes acontecimientos de la historia moderna. Me refiero al más prolongado y criminal bloqueo que le ha sido impuesto por la principal potencia imperialista y la desaparición de la Unión Soviética y los países socialistas europeos con los que mantenía el mayor volumen de sus relaciones comerciales y económicas. Eso fue posible por la unidad del pueblo y su respaldo irrestricto a la Revolución de Fidel, que ha permanecido fiel, en las más duras circunstancias, a principios éticos y jurídicos.

Él nos ha llamado a una lucha apasionada para mantener y fortalecer esa invulnerabilidad ideológica que nos ha traído hasta aquí. Hoy es más necesario que nunca antes estudiar el misterio de Martí, del que nos hablaron Mella y Lezama Lima, que no es más que el misterio de Cuba.

La evolución económica de Cuba y las luchas políticas y sociales derivadas de ella se caracterizaron por una composición social en la cual predominaron las capas y sectores explotados. Se estableció una estrecha relación entre las luchas por la independencia y por la justicia social.

Ello generó una síntesis cultural de profunda raíz popular, de sólidos fundamentos políticos para las reivindicaciones de la población trabajadora y por consiguiente para las aspiraciones de justicia social. Se gestó un proceso de independencia nacional, latinoamericanista y antiimperialista de vocación universal. En otras palabras, se fraguó una cultura de resistencia y de liberación nacional y social.

Más de 150 años marcados por hechos y hombres con su carga de heroísmo, sacrificio y enseñanzas forjaron la nación cubana. Este país creció y se fortaleció en la lucha por la utopía universal del hombre. Conciencia de nación enraizada en un patriotismo inclaudicable; amor sin límite a la libertad, fortalecido más tarde en el combate y en la guerra; sed de conocimientos y cultura, afirmados en una nítida visión universal, comenzaron a gestarse en el alma cubana desde finales del siglo XVIII y principios del XIX.

Desde entonces, los cubanos tenemos el corazón puesto en la patria Cuba, en la patria América y en la patria Humanidad, como clave para entender la magnitud y agudeza de las enormes contradicciones que hemos debido enfrentar.

Fuerzas económicas hostiles a nuestro país se han expresado en corrientes políticas, sociales y culturales. El extraordinario poderío económico del colonialismo español primero y del imperialismo yanqui después, tenían como último recurso para mantener su predominio, el aparato de violencia representado por los ejércitos profesionales de las metrópolis y el de la oligarquía cubana. La nación emergió en lucha contra estos importantes poderes. Los sectores dominantes de ambos países impidieron que surgiera un capitalismo independiente portador de un ideal patriótico nacional. Los enormes obstáculos que Cuba encontró en su camino hacia un desarrollo libre de injerencias extranjeras, exigieron, desde la época de la colonia, una gran firmeza en defensa de la independencia nacional.

Ahora, al iniciarse el año 50 de la Revolución se impone proyectar ese inmenso patrimonio cultural y político en el enfrentamiento a los colosales desafíos que tiene ante sí la nación cubana relacionándolo con el sistema institucional creado por la Revolución. Por eso he insistido en desarrollar un diálogo sistemático de generaciones en el que intervengan quienes traemos la experiencia vivida como partícipes en la vida política en la segunda mitad del siglo XX y los que asumen responsabilidades crecientes en estos inicios del XXI y desarrollarán su vida política hasta bien entrado el mismo. Se trata, de hecho, de un intercambio de experiencias entre dos siglos. La primera forma práctica de enfrentar estos temas se refiere a la cultura, la ética y el derecho, y como tal queremos plantearlo para la tarea cardinal de fortalecer nuestra invulnerabilidad ideológico-moral. Por ahí tenemos que comenzar a analizar todas y cada una de las cuestiones. Articulando desde la base hasta la cúspide un empeño que vincule e interrelacione la familia, la escuela, la comunidad y los medios masivos en general a favor del respeto de los principios éticos y de las aspiraciones sociales más profundas de la Revolución. Solo así podremos encontrar los caminos que aseguren la continuidad de la Revolución. Extraigamos lecciones de nuestra historia manteniéndonos apegados a esa la cultura de hacer política, cuya fundamentación más precisa se halla en la definición de Fidel del concepto Revolución. Ella constituye el rasgo más original de Martí y de Fidel, su mejor discípulo.

Para la puesta en práctica de estas ideas concluyo con lo señalado por Raúl Castro en su discurso del 26 de Julio de 2007. Dijo textualmente: «La efectividad depende en gran medida de la constancia y la organización, particularmente del control y la exigencia sistemáticos, y en particular de hasta donde se haya logrado incorporar a las masas al combate por la eficiencia».

Gran oportunidad e inmensa responsabilidad tiene pues nuestro pueblo en este empeño.
 

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