Las luchas obreras se habían recuperado produciéndose protestas aisladas sobretodo entre los mineros. Destacaban las huelgas de los años 1957-58 donde los trabajadores comenzaban a formular demandas salariales debido al fuerte impacto de la carestía de la vida sobre unos salarios que no alcanzaban. Hay que añadir la existencia del Sindicato Vertical que firmaba los convenios a espaldas de los trabajadores, y las mejoras conseguidas en los convenios del sector siderúrgico que rompieron el equilibrio entre diferentes sectores.
A principio de los sesenta existía entre la clase obrera española un sentimiento de furia hacia el régimen y sus instituciones que se venía acumulando durante décadas. La represión de los conflictos de la etapa anterior estaba grabada a fuego en la conciencia de los obreros y sus familias. En las cuencas mineras de Asturias esta situación se multiplicaba por mil. Franco había encabezado la represión salvaje contra los obreros revolucionarios en Octubre del 34 ("…recuerdo que cuando yo era comandante en Oviedo, fui a casi todas las cuencas para mantener el orden…").
Se había acumulado tanto material inflamable en los cimientos de la sociedad que bastó una chispa para encender el fuego y que éste se extendiera por toda la geografía del estado.
En la primavera de 1962 estalla en el Pozo Nicolasa un pequeño conflicto sobre los cambios de horario que da como resultado sanciones a siete picadores. "A partir de ese momento, la solidaridad se convierte en el principal motor de la respuesta obrera, conduciendo a la huelga primero a los compañeros del propio pozo y de otros próximos para alcanzar seguidamente al conjunto de la empresa (incluida su factoría siderúrgica)…hasta afectar a toda la Cuenca del Caudal y saltar seguidamente a la del Nalón, La Camocha…así como el grueso de la industria gijonesa. Más de 40.000 mineros, varios miles de siderúrgicos y unos 15.000 trabajadores gijoneses de diversos sectores acaban tomando parte en los paros…que adquieren el carácter de una huelga general. La onda expansiva no se detiene, sin embargo, en Asturias, afectando a la práctica totalidad de las cuencas mineras del resto de España, a la industria vizcaína y guipuzcoana y a numerosas empresas más dispersas en otras 25 provincias" (Acerca de la trascendencia de un conflicto obrero. Rubén Vega García. "Las huelgas de 1962 en Asturias").
Vuelven a resurgir con más fuerza las comisiones obreras que habían nacido como un germen en las luchas anteriores. Estas comisiones fueron creadas por un grupo reducido de mineros con diferentes ideologías en La Camocha en 1957. Poco a poco se convirtieron en organismos de clase flexibles y adaptables para la lucha clandestina que obligaba la situación. Correctamente desde el PCE se planteó participar activamente dentro de las comisiones, fortalecerlas y combinarlas con la lucha clandestina dentro del Sindicato Vertical. Así cuando llegamos a la huelga de abril en el 62, los obreros ligados al PCE se transforman en la dirección de la lucha, formulando las consignas para fortalecer el movimiento y extenderlo de una forma organizada. "¡ASTURIAS, SÍ!" se convirtió en grito de combate de la clase obrera española. Y los mineros asturianos en vanguardia del movimiento.
Los paros se fueron encadenando a lo largo de las semanas. Bastaba con que algún minero con autoridad parara a la entrada de la mina, un par de miradas a su alrededor y rápidamente el resto iniciaba la huelga. Muchas veces se colocaba maíz en la entrada de los pozos para avisar de la huelga e impedir la entrada de esquiroles (se les llamaba "gallinas"). Cuando se iniciaron las detenciones masivas de mineros, sus mujeres salieron a la calle desafiando a la Guardia Civil pidiendo solidaridad con los compañeros encarcelados que sumaban cientos esparcidos por varias provincias. Pronto este movimiento afectó a otras capas de la población. La "insurrección firmada" fue la respuesta de los pensadores, intelectuales, artistas y escritores por la falta de libertades del régimen.
Desde la prensa se atacaba a los huelguistas como delincuentes. "La última huelga asturiana carecía de las más elementales bases dialécticas. Era puro gamberrismo subversivo." (La crisis del carbón en Asturias. ABC. 14-9-1962)
Para el régimen fue una dura prueba de fuego a la que no estaba preparado. Primero aplicó instintivamente la represión rutinaria y luego la represión más salvaje, incluidas las torturas. Pero dado el cambio de ambiente entre los trabajadores esto sólo conseguía ganar más adeptos a la causa obrera y extender el conflicto. Cualquier demanda de los obreros se convertía rápidamente en una demanda política ya que las huelgas estaban prohibidas. No es casualidad que incluso las mismas bases de la Iglesia (gran gendarme ideológico del franquismo y que llamaba al diálogo) se rompieran en líneas de clase con una participación alta de los miembros de las JOC en los conflictos.
Los sectores más inteligentes del Estado percibieron claramente este cambio profundo en las relaciones entre las clases y la necesidad de un cambio de estrategia. "La huelga es, mal que nos pese, una institución internacional y una conquista de los trabajadores. Desconocer esta realidad de su existencia es tan inútil como prohibir por decreto la aparición del sarampión. La única manera de controlar la huelga es la creación de condiciones sociales que la priven de argumentos, su legalización, en última instancia, encuadrándola en un marco de garantías y condiciones jurídicas…". Así analizaba la situación Francisco Labadíe Otermín: un ex-gobernador civil, consejero del Movimiento y parte de la vieja guardia de la Falange.
Cuando se producen fuertes y profundos movimientos por debajo, hasta el régimen más fuerte se resquebraja. Las fisuras en el franquismo dividían a la clase dominante en un dilema: seguir con la represión o negociar con los huelguistas. En este contexto cualquier salida fortalecía inevitablemente al movimiento obrero que ya no tenía miedo de enfrentarse al monstruo y cada día que pasaba aumentaba la confianza en sus propias fuerzas. El hecho de que Franco enviara por primera vez a un representante del gobierno para negociar con los huelguistas representados en las comisiones obreras marca un punto de inflexión histórico. Por una parte dejaba al desnudo la debilidad del régimen y por otro el total desconocimiento del Sindicato Vertical como interlocutor de los trabajadores aumentando la autoridad de las comisiones obreras, y por consiguiente la influencia del PCE en amplias masas de la población.
Finalmente el régimen da concesiones importantes para frenar la huelga (que se extendió hasta el mes de mayo) como son la prima salarial y modificar las leyes para incluir la negociación en los conflictos laborales. Que la prima salarial afecte a los trabajadores y empleados por igual es el detonante para nuevas huelgas en los meses de agosto y septiembre. Los empleados en su mayoría se habían posicionado con la patronal. Existía un profundo odio de clase desde los trabajadores a estos técnicos e ingenieros que los trataban despectivamente, los denunciaban y ahora se beneficiaban de su lucha. Estas huelgas se encontraron aisladas en parte porque el movimiento ya había llegado a su punto álgido y además porque gran parte de los mineros dirigentes estaban presos o deportados a otras zonas (no volvieron hasta pasado un año). En ese momento desde la dirección del PCE se lanzan las premisas necesarias para la nueva situación: "La creación de comisiones obreras unitarias de la Oposición sindical y el reforzamiento de las ya existentes, es una de las tareas más decisivas y urgentes. Estas comisiones deberán elaborar reivindicaciones en cada mina y empresa, organizando y dirigiendo la lucha por su consecución, y estableciendo entre ellas una coordinación de tipo local y provincial" ("A los trabajadores asturianos". Comité Provincial del PCE).
La historia demostró una vez más que la clase obrera era capaz de dirigir la lucha anti-franquista con sus propios métodos. De un solo golpe contundente se abrieron las puertas de par en par preparando en los próximos años lo que sería el auge de la lucha de clases más importante que se viviría desde la Guerra Civil. La "Huelgona del 62" desencadenó las condiciones que llevaron a la caída de la dictadura fascista. Tuvo una repercusión a nivel estatal y también internacionalmente produciendo manifestaciones de masas en solidaridad con los trabajadores asturianos.
Para la nueva generación todos estos acontecimientos suenan a distancia. Los tiempos han cambiado. Gracias a la lucha infatigable de los trabajadores, mujeres y jóvenes contra el fascismo se consiguieron los derechos democráticos. Pero no se rompió con el sistema que sustentó al franquismo: el capitalismo. Es imprescindible estudiar y comprender lo que pasó en esa época no sólo desde el punto de vista histórico sino también para sacar las conclusiones necesarias para la lucha actual contra un sistema opresor que, ahora bajo una cobertura "democrática", nos impone bajos salarios, precariedad, viviendas inaccesibles, recorte de derechos, represión, futuro incierto, etc.
Bajo el capitalismo siempre existe la amenaza de perder nuevamente los derechos ganados por la lucha. Debemos participar activamente en la defensa de los derechos que se conquistaron en el pasado. Esto pasa por luchar día a día para mejorar nuestras condiciones de vida, organizándonos y preparando una lucha futura aún mayor: la revolución socialista.
Sergio García (Corriente Sindical de Izquierdas)
Gijón, 29 de mayo del 2007