“Nuestra libertad y su sostén cotidiano tienen color de sangre y están
henchidos de sacrificio”
Ernesto Che Guevara
Hoy mi despertar no ha sido uno de los mejores, es verdad que después de un
año de lucha, desde el 28 de junio de 2009, cuando el golpe de estado
cívico-militar violó todos los derechos constitucionales del pueblo hondureño,
una persona debería estar acostumbrada……pero no, a la tortura y a la
violaciones de los derechos humanos uno mismo no se tiene que acostumbrar
nunca. Porque como dijo el gran comandante Che Guevara… “y sobre todo, sean
siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra
cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un
revolucionario”.
En efecto, cuando mi colega Dina Meza, periodista de defensoresenlinea.com y
procuradora de los derechos humanos del COFADEH (Comité de Familiares de
Detenidos Desaparecidos de Honduras) me llama por teléfono para decirme que
por la enésima vez Edwin Espinal fue secuestrado por la policía, sin ninguna
acusación, torturado, despreciado y amenazado a muerte… ..la rabia me crece
dentro enormemente.
¿Qué quieren los golpistas de él?
¿Cuál es su problema? ¿No pueden entender que un alma tan atrevida como la de
Edwin no puede ser doblada o comprada? ¿Qué pretenden, después que le robaron
la vida de la persona que ha querido con todo su corazón, después de haberle
brutalmente destruido una futura familia, asesinando la mujer de sus sueños,
Wendy Elizabeth Ávila?
Edwin está pagando el hecho de participar en el movimiento pacífico de la
Resistencia, de apoyar la preparación política de su barrio, pero sobre todo
de ser testigo ocular del homicidio de Francisco Alvarado, matado brutalmente
de tres policías, en el barrio de Edwin, Flor de Campo, el 22 de septiembre de
2009. Aquella misma noche su carro fue atravesado de una ráfaga de fusil, con
objetivo amenazador.
Y cuatro días después su mujer, Wendy, fue asfixiada por los gases
lacrimógenos de los gorilas asesinos, mientras despejaron los alrededores de
la embajada brasileña, mientras Mel Zelaya estuvo refugiado a su interior.
De aquel día la vida de Edwin fue completamente destruida, trastornada,
quebrada… ..pero él no bajó la cabeza, siguió la lucha pacífica al lado de la
Resistencia, con una razón más, no permitir a los asesinos de Wendy sueños
tranquilos, por ellos no habrá ni olvido ni perdón.
Yo creo que los golpistas tienen miedo de su ánimo, de su ejemplo, de su
capacidad de reaccionar a todas las detenciones (ya son mas que 10 y ninguna
con una acusación válida) y a pesar de todo el no se fue al exilio y no se
cerró en la casa a llorar.
Cuándo llego en mi despacho del COFADEH, mi corazón se arrima: Edwin está
sentado en una silla, adolorado, cegado por un espray con gas tóxico y se da
cuenta de mi presencia por mi voz. La rabia y la impotencia me vuelven feroz,
no entiendo y no entenderé nunca la violencia gratuita.
Me cuenta que lo pararon a las 23,30, para conducir borracho: cuando la
policía lo detuvo, el estuvo de pie fuera del carro charlando con un amigo, no
estuvo tampoco al timón. Además, quiero subrayar que el es prácticamente
abstemio. “El oficial que hizo la detención se llama Vargas, es nuevo en el
barrio, pero con él estaban los tres policías que yo denuncié como asesinos”,
me dice Edwin.
“Cuando yo afirmo que no acepto de ser parado sin motivo, Vargas me rocía en
los ojos el gas tóxico y los demás empiezan a pegarme y a la fuerza me echan
dentro de la patrulla”, continua Edwin.
“No me han llevado en ningún lugar, por 45 minutos hemos seguido dando vuelta
sin paradero, mientras me interrogaron y trataron de sustraerme los nombres de
los compañeros de la Resistencia”.
“Cuando llegamos a la estación de policía de Belén, empezaron a torturarme con
descargas eléctricas, me han puesto la pistola que dio las descargas dentro de
las orejas….la sensación es como si te hicieran vibrar el cerebro", Edwin me
cuenta.
Gracias a las denuncias de los vecinos que asistieron a la detención y las
cuestiones ejercidas por la colega Dina Meza, y sobre todo al hecho que la
coordinadora del COFADEH, Bertha Oliva, personalmente haya ido a la estación
de policía, hemos podido encontrar Edwin Espinal con vida.
Dina me cuenta que la policía fue muy cínica, delante de ella se entretuvo
riéndose de las condiciones precarias de la salud de Edwin.
“Me rieron en la cara y me amenazaron, diciendo que si no fuera esta vez, me
habrían matado a la prójima, que la policía matará toda la Resistencia, porque
saben que odian todos los uniformados”, Edwin me confiesa.
Y yo me pregunto: ¿cuándo se encargará la Comisión Interamericana de
Washington de hacer respetar realmente las medidas cautelares que concedió?
¿Cómo se puede respetar y querer a un cuerpo de policía que se dedica a
perseguir a aquellos mismos ciudadanos que en realidad debería defender de la
delincuencia? ¿Qué podemos esperar de personas corrompidas y compradas por el
fascismo?
Ida Garberi
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