Si se puede hablar de campaña electoral en el Vaticano, la de Ratzinger en
2005 fue que "limpiaría" la Iglesia del descrédito generado porque unos
4.000 curas habían violado a miles de menores estadounidenses. La idea no
era limpiarla de paidófilos, claro. Ratzinger, mano derecha del papa Wojtyla
y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Inquisición),
entre 1982 y 2005 fue el responsable de castigar a los violadores y firmó
personalmente -como le recordó Angela Merkel en estos días- la directiva que
ordenó a los obispos, so pena de excomunión, encubrir los casos, derivarlos
al Vaticano y evitar por cualquier medio, incluida la extorsión, que
llegaran a la Justicia. La jerarquía eclesiástica obedeció sin fisuras la
omertá.
Si Wojtyla había logrado relegar al olvido, convirtiéndose en una figura
central de la restauración capitalista en los Estados obreros, la coyunda de
la Iglesia con la mafia y la caída del Banco Ambrosiano (1982), Ratzinger
-según el vaticanista Sandro Magíster- debía sofocar los escándalos sexuales
y revertir el declive de una Iglesia, menguada por la "crisis de vocaciones"
y la pérdida de fieles.
Ratzinger también fue elegido como continuador ideológico de Wojtyla. Sólo
que la crisis del capitalismo pasó a retiro a los socios del polaco (Bush) y
sus propios socios (Berlusconi, Sarkozy, el Partido Popular español) están
en la pendiente. Incapaz de aggiornarse a la era Obama -que alterna la
militarización del planeta y el ataque a las masas con la "mano tendida al
Islam" y una demagógica liberalización de las costumbres-, Ratzinger aumentó
la polarización interna de la Iglesia: restituyó ritos medievales, perdonó a
los lefevristas, sancionó a los reformistas, agravió al Islam y reclamó,
como salida a la crisis capitalista, un lugar central para la Iglesia, el
retorno "al derecho natural" por encima del laicismo y un rígido control
"moral" de las masas.
Esta política agudizó la "crisis de vocaciones". El 75% de los religiosos
son mujeres. Sin embargo, Ratzinger rechazó los reclamos -sobre todo yanquis
y europeos- de otorgarles un papel más importante. En una década, las monjas
disminuyeron 25%. La negativa a flexibilizar el celibato se acompañó de un
vaciamiento de los seminarios, al punto que hay más iglesias que curas y en
el país con más católicos del mundo, Brasil, hay un sacerdote cada 7.800
habitantes. La Iglesia fue relegada por el Islam como fe mayoritaria y los
católicos huyen hacia la secularización u otros credos cristianos.
Benedicto acusa a los "traidores dentro de la Iglesia". No se refiere ni a
los paidófilos (para quienes este mismo mes pidió indulgencia) ni al New
York Times, sino al Episcopado alemán -que le exige "verdad y autocrítica"-
y anunció que abrirá sus archivos a la Justicia, como reclama otra
"traidora", Merkel. O al National Catholic Reporter de Estados Unidos, que
lo exhortó a "aclarar" su papel en la crisis actual y durante los '80 como
arzobispo de Munich y jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, a
sabiendas que el hombre está hundido hasta las verijas.
El "tsunami" de denuncias de abuso sexual y tortura de menores no sólo
muestra que la perversión sexual y la violencia contra los débiles son
inherentes a la liturgia eclesiástica. Expresan la derrota de Ratzinger, una
situación que "se ha desbordado hasta alcanzar una crisis de nivel
internacional que evidencia que la autoridad del Papa y la gobernabilidad de
la Iglesia están vulneradas" (L'Expresso, 11/2).
Los áspero editoriales del New York Times, del Wall Street Journal o las
diatribas de Merkel muestran que no sólo los poderosos cardenales yanquis y
del Norte de Europa piensan que el Papa potencia las tendencias a la
desintegración de la Iglesia, nada menos que la usina ideológica más
importante del capitalismo.
El vaticanista John Allen dice que el papado de Benedicto "indica
arteriosclerosis múltiple" y que "se pulverizó el consenso que lo llevó al
trono de San Pedro". Esta semana, la prensa internacional se pregunta si
renunciará y dice que el Vaticano, en un "clima incandescente", parece "una
brigada de bomberos que no da abasto" (Der Spieguel, 25/3). Ya hubo
manifestaciones pidiendo su renuncia en la Plaza San Pedro y en Londres. El
estilo clerical suele ser más discreto. No implica que no avance en la misma
dirección.
Olga Cristóbal