El Gobierno tiene ahora una meta
inflacionaria para el resto de 2018: que el alza del
Índice de Precios al Consumidor (IPC) no supere el 20%. Y
que, al final del ejercicio, pueda mostrar ante la sociedad
que este año la inflación bajó al menos 5 puntos contra
2017. Como un ejército que sabe que perdió una escaramuza,
pero que se prepara para rehacer la estrategia ante la
batalla final, el equipo económico se concentrará mes a mes
para que, desde mayo, el alza de precios esté controlada
cerca del 1% promedio.
El Gobierno se sorprendió con el 2,3% del IPC de marzo.
Hasta hace dos semanas aún se sostenía que el dato podría
arrojar un alza de entre 1,8% y 2%. Eran los tiempos en que
Shell y Axion aún no habían aumentado las naftas, y se
especulaba con que los combustibles podrían subir recién
para mayo o junio. El dato del 2,3% comenzó a conocerse el
fin de semana pasado y para parte del gabinete económico
resultó un baldazo de agua fría. Ya se sabía que abril sería
un mes complicado, en el que será imposible que el aumento
baje del 2%, y que la pelea debe ser que no llegue al 3%
final. En cualquiera de los casos, en el primer cuatrimestre
del año el indicador habrá perforado la intención primaria
del oficialismo de limitar el alza del IPC a un 8% final.
Con los datos que se esperan para este mes, el recálculo del
gabinete económico habla ahora de una inflación para el
período enero abril más cercana al 9%, lo que provocaría
que, en el mejor de los casos, el alza de los precios se
ubique cerca del 11% en el primer semestre.
Obviamente la tendencia hace imposible lograr, y mucho menos
defender, la meta oficial de 15% para este año, ya que
pensar en una inflación menor que 1% mensual en el último
semestre es una utopía. Ahora el debate interno es cuál será
la nueva meta y el momento exacto de reconocerla ante la
sociedad. En nuevo cálculo interno, defendido
fundamentalmente por el Ministerio de Hacienda y avalado (en
parte) por el Banco Central, es que el número puede estar
cerca del 18%, y que es un porcentaje que puede ser
defendible en público. El ala más política del Gobierno,
fundamentalmente la jefatura de Gabinete de Marcos Peña y su
vicejefe, Mario Quintana, confían más en que el discurso
debe ser hablar de "menos de 20%" y comparar el dato contra
el 24,8% de 2017. Y que la inflación, finalmente, se cayó en
5 puntos porcentuales. Por una cuestión de poder,
probablemente esta última hipótesis sería la que se
impondría.
Restará definir el momento en reconocer la caída de la
frontera del 15%. La coincidencia es que se deberá esperar a
que la sociedad sienta que la presión inflacionaria está en
baja, y que el alza del primer cuatrimestre del año fue una
inevitable consecuencia de la estrategia de aumentar las
tarifas de manera gradual. Y que, otra vez, lo peor ya pasó.
El momento adecuado sería entonces cuando se conozcan los
datos inflacionarios de mayo, con los datos más afortunados
y con una presión más cercana al 1%. El tiempo cronológico
para el reconocimiento oficial sería a mediados de junio,
cuando el INDEC publique los datos de mayo.
Antes habrá una batalla casi personal que Quintana quiere
dar. El vicejefe de Gabinete tomó casi como una cuestión
propia la estrategia de aumentos de combustibles. Lo había
prometido durante el debate del capítulo inflacionario en el
retiro espiritual de Chapadmalal, cuando los integrantes del
equipo económico concluyeron que la inflación de este año
puede ser mejor que la de 2017, pero que se necesitaba
concentrar y limitar las alzas de los servicios públicos en
el primer trimestre del año, y controlar a la petrolera
estatal YPF para que no haya subas sorpresivas de
combustibles en ese período. Quintana se puso la misión de
controlar al ministro de Energía, Juan José Aranguren, y a
la política de precios de la petrolera estatal. Fue por su
gestión directa que YPF subió las naftas 3% y no el 5% como
sus competidores privados, para limitar el impacto de los
incrementos de los precios de abril. Este mes ya estaban
pactados los aumentos del gas del 40%, transporte urbano
(12%), peajes (13%), expensas, educación, servicios médicos
y otros rubros; los que no tendrán piedad sobre los precios.
La estrategia ahora es navegar la tormenta, acompañar el mal
momento, y preparar que escampe para mediados de mayo. Y, si
se puede, demorar todo lo posible el cierre de las
paritarias privadas que presionen por incrementos mayores al
15% para mayo, esperando que los datos comiencen a mejorar.
Sería ese el tiempo de comenzar a hacer un recuento y
reparación de daños, dejar de tambalearse como boxeador
grogui.
fuente: Ambito Financiero