Habemus Nóbel, de la ¿PAX?
En estos días el Comité Nóbel otorgó su Premio máximo a una figura controvertida, que justifica la duda que se nos presenta a algunos y algunas acerca de si no habrá habido un error y en realidad el premio sería el de la PAX.
¿Y por qué la duda? Vamos primero a destacar de quien hablamos cuando decimos Albert Arnold Al Gore:
Este señor de profesión ecologista, mediático y discutido, escribió un libro sobre el calentamiento global y los perjuicios que éste produce al planeta. Lo hizo de manera apocalíptica para que el mundo supiera frente a qué desastre se encontraba y cuales podían ser las consecuencias que acercarían al fin de los días del planeta, recordemos de paso que el capitalismo suele hacer uso del terror en todas sus formas.
Recordó que en Europa, en el 2003, murieron más de 30 mil personas por una ola de calor, advirtiendo circunspecto, que en tiempos cercanos las víctimas se contarían por millones a causa de ese fenómeno.
Su teoría dio que hablar a muchos científicos, no vamos a entrar en ese tema que realmente no conocemos bien, pero lo que sí podemos asegurar es que toda cara tiene su contra-cara y es cuando nos encontramos con la de un personaje absolutamente nefasto, vicepresidente de Bill Clinton en 1999 y que durante su mandato estaba tan inmerso en sus tesis que “no se enteró” que impresionantes aviones norteamericanos, junto a otros de la OTAN, estaban descargando sus bombas sobre Belgrado, en una decisión que omitió el mandato de la ONU, un detalle no menor, aunque también existan dudas al respecto.
Al Gore, por otra parte, es dueño de un complejo minero en Carthage, Tennessee, que emitió 1,8 millones de kilos de tóxicos que fueron a parar al aire y al agua en cinco años.
Como corresponde a todo “héroe”, lanzó su frase célebre que quedará perpetuada para el análisis de las generaciones futuras, si no mueren antes recalentadas: “no es pecado gastar mucho dinero en electricidad, ni poseer minas de cinc, salvo para aquellos que ejercen de sumos pontífices en la religión del ecologismo y pretenden con sus sermones que todos nos convirtamos, a la fuerza si fuera menester”.
Catastróficamente, el ex vicepresidente, detalla cuánto subirá el nivel del mar cuando los hielos de la Antártida y de Groenlandia se derritan, y las terribles inundaciones que anegarán ciudades enteras situadas en las costas de los mares que producirán, entre otras cosas, grandes desplazamientos humanos además de numerosas muertes.
De su diatriba no se salvó el África ni el Kilimanjaro, el calor ni la humedad, el moderno holocausto está en marcha para el nuevo Nóbel y el futuro de la humanidad pende de un hilo y en eso coincidimos, aunque él sea uno de los causantes de que el mañana pueda ser abortado.
Tanto ahondar en la climatología, le impidió preservar algo de humanidad, si es que alguna vez la haya tenido, no podemos omitir una tristísimo como deplorable realidad, pues al mencionar a Al Gore, estamos mencionando a uno de los partícipes del diseño y ejecución del Plan Colombia, de neto corte Militar Contrainsurgente que por otra parte es anti-ecológico y monstruoso.
Porque hablar del horror que significa el Plan Colombia, es hablar además de la fumigación con glifosato que están arrojando sobre los suelos del norte de América del Sur.
Bajo el pretexto de la lucha contra la droga grandes desplazamientos se producen diariamente en Colombia y en Ecuador y no precisamente por el derretimiento de los glaciares, sino por las aspersiones que se producen que son un atentado a la naturaleza y a la vida.
Este Plan macabro que le costó a Washington más de 4.500 millones de dólares, representa un fortísimo ataque a la ecología, un crimen sin límites y que dejará a varias generaciones las secuelas de su paso.
El glifosato arrojado contra las plantaciones de coca, que tanto beneficio le otorgara a Monsanto, es enriquecido con sustancias de altísimo poder que al penetrar más en la vegetación permite que los daños que causa se mantengan durante mucho más tiempo.
En el marco del Plan Colombia se continúa con la persecución y el crimen de los opositores al exterminio que se está produciendo día a día en esa tierra donde están naciendo niños con deformaciones y otros muriendo antes de nacer.
El Comité Nóbel no desconoce el genocidio que contribuyó a crear el nuevo galardonado, nos toca preguntarnos si es que el Premio se le otorgó por sus teorías científicas, o por el genocidio que ayudó a cometer, lo cual sería muy grave.
No hubo Premio para quien creó Universidades para los pobres del mundo, tampoco para quién sintió dolor por los marginados impedidos de ver, e implementó planes para devolverles la vista.
El Comité Nóbel no respeta a quien envía miles de médicos a los lugares más pobres e inhóspitos del mundo, aquellos que jamás hubiera pisado un personaje como Al Gore, a menos que fuera para bombardear.
El Comité Nóbel otorgó su Premio a un genocida, lo cual demuestra la verdadera ideología de los organizadores de un acto que debería ser el máximo homenaje a quien honra la vida.
Se cambió el sentido de la palabra PAZ, acaban de instalar el Premio Nóbel al Crimen, al poder económico, a la corrupción.
Al imperio y a sus aliados, a quienes están llevando al mundo hacia límites impensados.
A los que arrastran a la humanidad, irresponsablemente, hacia la PAX de los sepulcros…
Ingrid Storgen
Octubre 2007
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