Intereses imposibles de conciliar
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La Deuda Externa o Salud Pública
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Duele el país. Duele ver tanto dolor, tanta marginación, tanta injusticia. Duelen los más de 20 millones de pobres y los 10 millones de indigentes –aunque algún delirante ministro quiera negar su existencia con fantásticas argucias estadísticas-; duelen los cinco millones de trabajadores con problemas laborales, desocupados y subocupados. Estas escalofriantes cifras repercuten en la vida cotidiana de cada habitante de este suelo, la transforman en angustia permanente y, finalmente, enferman las mentes y los cuerpos. Es así como las políticas aplicadas contra los intereses del pueblo terminan teniendo consecuencias en la salud de la población, directa (mal nutrición, hambre) o indirectamente (somatización de las angustias diarias). El cuadro del desastre se completa con el abandono, por parte del Estado, del sistema de Salud Pública. Un círculo vicioso que conduce al mayor genocidio del que se tenga memoria en este país, el genocidio producido por las políticas económicas que han beneficiado a unos pocos en detrimento de millones. Así llegamos a números estadísticos que espantan; por ejemplo, en Argentina mueren 17 de cada mil niños nacidos antes de cumplir un año de vida, cuando en Cuba, un país bloqueado hace más de 40 años, la cifra es de 5 cada mil; las cifras difieren en cuanto a la totalidad de mortalidad infantil, algunos dicen 55, otros 100 y otros 150 chicos que mueren ¡por día! por causas evitables, pero sea cual sea la correcta, la realidad es monstruosa. A esto se suma que millones de personas no tienen acceso al derecho de cuidar su salud y curar sus enfermedades, por falta de presupuesto e infraestructura, mientras cientos de millones de dólares son destinados al pago de los acreedores externos. Todo esto tiene responsables, y son los que, como dijimos antes, aplican o hacen aplicar políticas ajenas a los intereses populares: los funcionarios y sus jefes, las empresas multinacionales y sus socios locales. El origen mayor de nuestros males es, desde hace casi tres décadas, la Deuda Externa. Una deuda ilegítima (porque se originó fundamentalmente durante un gobierno no elegido por el pueblo, como la última dictadura militar, y porque desde entonces siempre se negoció a sus espaldas), fraudulenta (porque fue planeada para sojuzgar al país y se recurrió al fraude contra las empresas y la banca estatales para consolidarla), y, por lo tanto, ilegal (existe un fallo judicial del juez Ballesteros que establece lo antedicho, pero ningún gobierno se hizo cargo de ello). Esta deuda produjo el sometimiento del país a la imposición de las políticas provenientes de los organismos de crédito internacionales, el FMI, el Banco Mundial, el BID. Por supuesto que a ellos lo único que les interesa es manejar la situación de tal forma que puedan cobrar los intereses por el capital "prestado" y que, sin embargo, no termine de pagarse nunca: gracias a ello imponen las recetas económicas con las cuales saquean los recursos de los países periféricos, como el nuestro, transfiriéndolos a los países centrales, que pasan a ser sus dueños. En el área de la Salud ocurre lo mismo. Primero nos enferman cuando nos empobrecen, luego cuando nos dejan sin trabajo. Finalmente, implementan una política de privatización de la salud pública, a la que sólo tienen acceso los que pueden pagarla, transformando un derecho (la salud), en un negocio. Esto es lo que nos pasa actualmente con las políticas impulsadas por el ministro de salud Ginés García -un empleado de las multinacionales de Salud-: a través del Banco Mundial, imponen el sistema de salud que sufrimos. Por ejemplo, dicen que gracias al plan REMEDIAR los ciudadanos tienen acceso gratuito a los medicamentos, pero lo cierto es que se los compran a las multinacionales farmacéuticas con préstamos del Banco Mundial, lo que engrosa la Deuda Externa (¡la que pagamos todos!), cuando en nuestro país los laboratorios en los hospitales, si tuvieran presupuesto, estarían en condiciones de fabricar esos remedios, generando, además, fuentes de trabajo. Ni qué hablar sobre la gerenciación de hospitales y tercerización de servicios en ellos, fogoneadas por el Ministerio de Salud, evidenciando una política de destrucción de la Salud Pública, Universal y Gratuita en beneficio de las prestadoras privadas. De esta forma se puede visualizar claramente cómo el pago de la Deuda incide directamente en nuestra calidad de vida de manera desastrosa. Por eso una decisión política valiente, soberana y popular sería romper lazos con ella y empezar a vivir con lo nuestro; porque se puede, y porque ya hemos probado, no sin dolor, que la panacea que nos quisieron vender en los ‘90 con el menemismo a la cabeza –y en esencia continuada hasta nuestros días por los sucesivos gobiernos- es lo más parecido al infierno para las mayorías asalariadas y desocupadas.
Gustavo Robles18/8/04 volver
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