Este aniversario es trágico al tiempo que infame. Marca el inicio de una guerra de agresión basada en mentiras. Emprendida en nombre de "liberar" al pueblo iraquí, ha infligido una catástrofe de dimensiones históricas mundiales a su país y constituye el mayor crimen contra la humanidad del siglo XXI.
Según los cálculos más fiables, en seis años la guerra en Iraq ha causado la muerte de más de un millón de iraquíes y ha dejado una cantidad incalculable de heridos o discapacitados. Casi cinco millones de personas han sido expulsadas de sus hogares, bien obligadas al exilio bien desplazadas dentro de Iraq por la represión estadounidense y la violencia sectaria.
El gobierno y los medios de comunicación estadounidenses han ensalzado la situación de "mejora de la seguridad" en Iraq y la "vuelta a la normalidad". Semejantes afirmaciones sólo pueden hacerse en comparación con la masacre que se estaba produciendo antes.
Sólo en la semana pasada se ha sabido de los siguientes incidentes:
• El 16 de marzo una niña iraquí de 12 que iba en un coche con su padre murió cuando soldados estadounidenses dispararon contra el coche mientras se acercaba a ellos cerca de la ciudad norteña de Mosul.
• El 15 de marzo el ejercito estadounidense mató a tiros a una mujer en una redada en el distrito de Hamdan al oeste de Mosul.
• El 13 de marzo los soldados estadounidense mataron a dos agricultores en el distrito de Jallam de Samarra en la provincia de Saladin. Los testigos indicaron a la prensa iraquí que los soldados habían disparado sin que hubiera habido provocación alguna.
Decenas de otras personas murieron en atentados con bomba y tiroteos por todo el país, muchos de ellos en relación a la guerra sectaria de baja intensidad que continúa causando estragos debido a la toma de poder estadounidense y de los intentos de Washington de dominar el país utilizando la táctica de divide y vencerás.
Y el 16 de marzo Gary L. Moore, un especialista del ejército nacido en Oklahoma hace 25 años, murió a causa de las heridas sufridas cuando su vehículo chocó contra un artefacto explosivo. Su muerte hace que ascienda a 4.259 la cifra de soldados estadounidenses que han perdido la vida en esta sucia guerra colonial.
Un estudio reciente hecho entre las mujeres iraquíes por el grupo de ayuda Oxfam ofrece un panorama de cómo la guerra estadounidense ha hecho retroceder de manera brutal a toda una sociedad.
• Más del 55% de las mujeres afirmaron haber sido víctima de la violencia desde 2003 y el 30% afirmó que miembros de su familia habían padecido una muerte violenta. También el 55% afirmó haber sido obligada a abandonar su casa al menos una vez desde 2003.
• Casi el 25% afirmó no tener acceso diario a agua corriente y la mitad de las que tenían acceso afirmaron que el agua no era potable.
• Un tercio de las mujeres afirmó tener electricidad tres horas al día o menos, mientras que dos tercios tenía seis o menos horas. Un 80% afirmó que el acceso era el mismo o peor que el año pasado.
• Un 40% afirmó que sus hijos no estaban yendo a colegio.
Los esfuerzos de reconstrucción estadounidense han tenido pocos resultados, si no ninguno, para los iraquíes y en cambio han servido como una vasta arena para la corrupción y ha proporcionado miles de millones de dólares en beneficios a contratistas relacionados políticamente y fortunas a desfalcadores. Como reconoció en una reciente entrevista para la televisión Stuart Bowen, el inspector general de la reconstrucción iraquí, "32.000 millones de dólares después, no tenemos ni idea de qué ha ocurrido con este dinero".
Mientras tanto, casi 30.000 iraquíes continúan detenidos, la mayoría de ellos sin cargos, en prisiones estadounidenses e iraquíes, donde se sigue torturando.
La mayoría del pueblo estadounidense se opone a esta guerra. A pesar de la incesante propaganda del gobierno y de los medios de comunicación, el pueblo estadounidense ha llegado a la conclusión de que fue un acto depredador basado en mentiras. Sin embargo, sus repetidos intentos de ponerle fin por medio de las urnas han resultado ser inútiles, incluyendo la elección del Barack Obama como presidente el pasado mes de noviembre.
Durante la campaña Obama adoptó la postura de un oponente a la guerra y criticó a su rival para la nominación demócrata, Hillary Clinton, porque había votado a favor de autorizar la invasión. Una vez que Obama asumió el cargo, mantuvo a todos aquellos que habían dirigido esta guerra —al secretario de Defensa Robert Gates, al jefe del mando central general David Petraeus y al comandante de la ocupación de Iraq general Raymond Odierno—mientras que nombraba a Clinton secretaria de Estado.
La llamada retirada de Obama prevé que decenas de miles de soldados estadounidenses continúen ocupando Iraq en los próximos años y existen indicios cada vez mayores de que ni siquiera se cumplirá el limitado acuerdo de retirada según el pacto del estatuto de las fuerzas firmado con el gobierno títere de Maliki en Bagdad. El propio Maliki declaró esta semana que a pesar de que junio es la fecha límite para la retirada de las tropas de combate estadounidenses de las ciudades iraquíes, ninguna de ellas se sacará de ningunas de las ciudades en las que siguen siendo una posibilidad de conflicto.
A medida que se van retirando tropas de Iraq van siendo enviadas a Afganistán, donde la administración Obama está emprendiendo una importante escalada.
El objetivo de ambas guerras—que se iniciaron con el falso pretexto de la "guerra contra el terrorismo"—es establecer el dominio estadounidense sobre regiones del mundo ricas en petróleo y gas para asegurarse una ventaja sobre sus rivales económicos. Ambas tiene su origen en el histórico declive del capitalismo estadounidense, que ahora se expresa en la crisis económica más profunda desde los años treinta. Al perder Estados Unidos su preeminencia como centro industrial del mundo, la elite dirigente estadounidense se ha vuelto cada vez más hacia el parasitismo financiero por una parte y el militarismo por otra en un intento de mantener su posición hegemónica.
Justo dos meses después de asumir el cargo, Obama ha revelado ser el testaferro de los militares y de Wall Street, mientras que las aspiraciones de millones de personas que acudieron a las urnas para votar en contra de la guerra han sido rechazadas. Este es el degenerado Estados Unidos del sistema capitalista bipartidista.
La lucha para acabar con la guerra es una cuestión de clase, inseparablemente unida a la lucha contra el sistema capitalista del beneficio que da lugar al militarismo. Esta lucha requiere la movilización política independiente de la clase trabajadora basada en un programa socialista e internacionalista, que incluya la exigencia de la retirada inmediata de las tropas estadounidenses de Iraq y Afganistán y el que se impute la responsabilidad de sus crímenes a aquellos que conspiraron para iniciar estas guerras de agresión.
Bill Van Auken
wsws.org