El reciente fallo de la Corte Constitucional
que declaró inexequible el referendo que pretendía un tercer mandato
consecutivo de Uribe, es el comienzo del fin del fin de la Colombia feroz,
el fin del fin -como sonora bofetada- de un proyecto criminal de
ultraderecha que pretendió arraigarse en el suelo de la patria, para
someterla bajo el despreciable nombre de “uribismo”.
Es el “uribismo” un Frankenstein amalgamado con sangre. Un engendro
abominable zurcido con terrorismo de Estado y paramilitarismo institucional,
maletas repletas de dólares y narcotráfico, y dineros de empresarios y
ganaderos asesinos. Cosido con para-política y fraudes electorales, masacres
y “falsos positivos”, que son crímenes de lesa humanidad, y conspiraciones
permanentes para doblegar la independencia de las cortes. Remendado con la
entrega de la soberanía a la ambición expoliadora del monstruo del norte y
de inversionistas extranjeros, la gran traición a la patria que significa
entregar el territorio para que sea pisoteado miserablemente por la bota
yanqui, y la corrupción y utilización del erario público para favorecer a
los ricos, no a los pobres…
En su libro COLOMBIA FEROZ (Del asesinato de Gaitán a la presidencia de
Uribe), el español José Manuel Martín Medem, tomando como fuente a sus
amigos de la prensa colombiana (página 250), sostiene que “el asesor de
Uribe, José Obdulio Gaviria (primo hermano del narcotraficante Pablo
Escobar), le recomienda constantemente que no renuncie a la segunda
reelección porque, si deja de ser Presidente, le van a caer encima los que
le piden a la Corte Penal Internacional que lo investigue. Y ahí se puede
llevar sorpresas por la falta de apoyo de los que ahora parecen aliados
incondicionales”. La verdadera causa que motorizaba desde el Palacio de
Nariño el referendo que le quitaba el sueño a Uribe, está al desnudo.
En hora buena la sentencia de la Corte Constitucional mandó al carajo la
“encrucijada del alma” del presidente de la mafia que tenía babeando a
muchos políticos incondicionales, que había acicateado el transfuguismo y
desatado el desvergonzado carnaval de los “voltearepas”. El aplauso cerrado
de los periodistas que esperaban la sentencia en el recinto de la Corte, y
la explosión estrepitosa de las bocinas de los autos en las calles de Bogotá
saludando el hundimiento del referendo, recogieron el sentimiento
generalizado de todo un país. El fallo hizo trizas la fábula del teflón que
protegía a Uribe, inventada para la manipulación mediática de la opinión.
La denuncia de Martín Medem es como un potente reflector que nos permite ver
con claridad la pretensión de Uribe de imponerle a la Corte Suprema de
Justicia el nombramiento de Camilo Ospina como Fiscal General de la Nación.
Quiere una investigación inane y absolutoria de la justicia colombiana para
dejar sin competencia a la Corte Penal Internacional. Sólo para ello lo
sustrajo de la OEA.
Qué desfachatez intentar nombrar como Fiscal de bolsillo al ex ministro de
Defensa -autor de la Directiva 29 de noviembre de 2005- desencadenante de
esos terribles crímenes de lesa humanidad, mal llamados “falsos positivos”.
Todavía grogui con la paliza de la Corte, el presidente de la para-política
repite alucinado el argumento fascista de que el “estado de opinión” es
componente del estado de derecho, con el que pretendía pasar por encima de
la Constitución.
Sinceramente creemos que en Colombia no hay nadie -ni siquiera uno de
aquellos belicosos generales de la República-, dispuesto a acompañar a Uribe
al banquillo de los acusados.
Todos esos candidatos presidenciales que hoy defienden la política de
seguridad inversionista y la apátrida instalación de bases militares
estadounidenses en Colombia con la absurda creencia que esa posición reporta
votos, sólo lograrán, si es que triunfan, prolongar la agonía del “uribismo”
y de los desafueros del poder.
La era del post “uribismo” ha comenzado. Es tiempo de la contraofensiva de
los victimados y ofendidos. Ahora le toca hablar al pueblo con su lenguaje
de movilización y de protesta, tal como acaba de ocurrir en Bogotá y otras
regiones del país. La espada de batalla del Libertador Simón Bolívar, de
nuevo está empuñada por el pueblo comandando la lucha por la definitiva
independencia.
Iván Márquez
Montañas de Colombia, marzo 20 de 2010
Año bicentenario del grito de independencia